domingo, 10 de febrero de 2008

Secuelas

Son curiosos los efectos secundarios del desamor. Cada cual, como es obvio, lo vive a su manera. Mis lutos siguen unas pautas absolutamente reconocibles.

Primero un dolor sordo que llega a ser físico. Durante esta fase no logro pensar, la mente se nubla y no hay nada más allá de ese dolor.

Luego llega el momento de esconderse. La vulnerabilidad es algo que me hace sentir vergüenza. No soporto que la gente me vea débil, incompleta o necesitada. No quiero hablar de ello, no quiero muestras de afecto, no quiero palabras de consuelo. Nada de eso sirve durante el luto, todos sabemos que pasará, que nadie se muere de esto, así que, para que repetirlo? No quiero compañía ni que nadie se esfuerce en hacerme reír. Es mi luto y mi pena, y prefiero pasarlo sola. Llorar si me apetece sin incomodar a nadie o ponerme a canturrear mientras me pinto los ojos porque me dio la gana sin que nadie se atornille la sien. En estado normal ya resulto bastante ciclotímica, así que no os podéis ni imaginar a qué extremos llego cuando el dolor golpea. Me dejo llevar por las fases porque son las mías y las entiendo, pero mientras van pasando no me apetece explicarlas.
Poco después necesito a alguien. Una persona, sólo una. Si son más de una, nunca al mismo tiempo. Alguien con la suficiente paciencia, porque es la fase de revivir toda la historia, de hacerse preguntas, de pensar qué pudo salir mal. La fase de los por qués. La fase en la que se alternan los ataques de risa con los de llanto, la ira con la justificación del otro. Y contarlo en voz alta una y otra vez, recordando todo lo que fue hermoso, todo lo que perdí. La fase de la nostalgia. De echar de menos tantas y tantas cosas, algunas tan nimias... pero te faltan y es como si te hubieran arrancado la mitad de tu ser.

De la mano de esa bendita persona llego a la fase positiva. Ahí tomo las decisiones, me hago los buenos propósitos y hasta logro ver cuánto aprendí y en qué salí ganando (si es que hubo algo). Si no gané nada, al menos consigo en este momento empezar a lamerme las heridas y convencerme de que no, esta vez tampoco será el fin de todo. Y ya hay más risas que llantos, más ironía, más fuerza.

Es entonces cuando llega la calma, la indiferencia. Una fase en la que todo empieza a dar igual. El cerebro está cansado de revivir la historia y, simplemente, apaga la luz. Lo quiera yo o no. Es una fase tranquila y sana. Pero también es el momento de la misantropía. Ya no me escondo por miedo a mostrar mis heridas, sino porque no soporto a nadie. Necesito silencio, no pensar, no sentir, no ser. Quizá sea una fase de absoluto egoísmo, quién sabe. No me interesa lo que pasa, lo que cuentan los demás, no hay nada que me motive lo suficiente, que me ilusione, que me impresione. Nada. Se trata de una soledad buscada y necesaria. No quiero responder al "cómo estás?" No quiero charlar. No quiero divertirme, ni bailar, ni conocer gente. Todo me parece superficial, estúpido, aburrido y sin sentido alguno. No quiero nada y me molesta sobremanera que me ofrezcan cosas, que intenten entretenerme. No lo necesito, porque ni siento ni padezco. Es una fase autista. Y como todo autista, reacciono ante el contacto. Me pone de mal humor si me hablan, si me llaman, si me preguntan, si me proponen planes. No es culpa suya, lógicamente. Es un estado parecido al de "recién levantada". Mi mente no funciona, está apagada. Y, además, es la mente de un autista. Cualquier sonido, cualquier acercamiento, todo lo percibo como una agresión. De nuevo es algo casi físico. Son muy pocas las personas a las que tolero en esta fase tan llena de púas y burbujas de cristal. Muy pocas.

Luego vendrá la fase de la actividad. Sentiré la necesidad irrefrenable de hablar, salir, ver a todo el mundo, pasarlo bien, hacer mil cosas. Y después, por fin, la normalidad, el equilibrio. Pero creo que aún falta un poco para esa última fase del luto. No importa, no tengo prisa. Cada cual conoce sus ritmos y sólo yo sé cómo van cambiando mis estaciones.

6 comentarios:

Rogorn dijo...

Pues ve avisando a ver cuál es para el finde, jeje.

En fin, ánimo. O no. O cosquillas.

Guaja dijo...

Como bien dices tu conoces tus fases. Y lo minimo que podemos hacer los demas es respetarlas. Pero que sepas que aqui, en silencio para no molestar, sigue estando tu perrita. ;p

Lenka dijo...

Jajajaja, mira que eres BESTIA!!! No te preocupes, tú eres de las que nunca molesta.

Cuando no estoy bien me alejo de la gente para que no me molesten... y de algunas personas para no molestarlas yo. Porque no se merecen que les pinche con mis púas.

;-)

Alberich dijo...

Besos.

Anónimo dijo...

Por las púas no te preocupes, tienen su utilidad, a veces son necesarias, y siempre podrás replegarlas o sacarlas a voluntad... Un abrazo. Carlota.

Anónimo dijo...

Aquí estamos pa lo que quieras, cada uno a su ritmo.

Besitos

Marechek