lunes, 24 de octubre de 2011

Lo que pedimos

Ocurren un par de cosas estos días que mantienen en vilo a la opinión pública. O, al menos, a buena parte de ella. Por un lado se juzga a los chavales implicados en la violación, muerte y desaparición de una menor (una de tantas que se evaporan cada año en este país y en tantos otros). Por otro lado, una pareja de hermanos de corta edad se esfuman sin dejar rastro, siendo el principal sospechoso su propio padre. Es una historia que nos suena, pero con matices. La familia (en un ejemplo de prudencia, serenidad y sensatez pocas veces visto en estos casos) no dice ni sí, ni no, ni todo lo contrario. No hemos visto escenas que, seguramente, esperábamos ver. No ha habido llantos desgarrados, desmayos ni crisis de nervios. El dolor se queda en la intimidad y no se dice una sola palabra por miedo a complicar la labor policial. La parte que se repite es, en apariencia, la del progenitor que usa a los hijos para vengarse. Han ido saliendo detalles que inclinan la balanza hacia ese lado. Pareja en trámites de separación. Hombre obsesionado con esposa. Denuncias por maltrato psicológico. Y la amenaza clásica: "si me dejas no volverás a ver a los niños".

Trasciende también que el hombre es militar retirado, que estuvo en Bosnia, que se quedó tocado del ala (no tendría nada de raro, aunque empieza a ser cansina tanta "toquez"). Que lleva muy mal los fracasos amorosos (no sé si eso es una manera elegante de llamarle inmaduro, celoso patológico o emocionalmente inestable), que hay riesgo de suicidio... Se dice que es frío, impasible. Que su conducta es extraña. Que no menciona a los hijos ni parece preocupado por ellos (quizá porque ya sabe que no hay nada de qué preocuparse?) pero siempre tiene a su ex esposa en la boca. Que es capaz de pedir pizza y preguntar por un partido de fútbol mientras unos agentes registran su finca buscando los restos de sus niños. Lo cojo todo con pinzas, porque me consta lo sensacionalista que puede llegar a ser la prensa. He visto a los reporteros (afectadísimos todos ellos) pinchar con insistencia a la portavoz de la familia materna para que digan algo que, a todas luces, no quieren decir. Les he visto anunciar a bombo y platillo "exclusiva" y "última hora" que al final se resumían en: "los padres del sospechoso están destrozados". Montan vídeos preciosos y emotivos, o truculentos a más no poder, en los que, desde el exquisito respeto (juran) y la total objetividad comentan que, no es por nada, conste, y sin ánimo de ofender lo decimos, pero que se sepa que, al parecer, el menda es bipolar o algo de eso. Y tiene la mirada perdida (las más de las veces sí... perdida tras unas gafas oscuras, concretamente).

Me acuerdo de aquel chico al que la sociedad entera señaló como abusador y asesino de la hija de su novia. Finalmente resultó que ni había abusos ni crimen, ya que se trató de una muerte accidental. Llovieron las disculpas, pero el daño estaba hecho. Se levanta la cabeza tras algo así? Y aún debe estar agradecido este chico de que su novia, o la familia de esta, o el padre biológico de la chiquilla no tragaran con el asunto y lo rajaran como a un puerco. Que podía haber pasado.

Lo de los niños cordobeses me pinta mal, desde luego. Pero me siguen ofendiendo dos cosas: el modo en que los medios tratan estas cosas (indecente casi siempre) y el modo en que la sociedad pide justicia. Porque la mayoría de las veces no es eso lo que piden. Piden venganza. Piden cadalso en la plaza mayor. Piden insensateces. Piden que los jueces "sean duros", como si una sentencia dependiera sólo de un señor que va de negro, como si ese señor disfrutara dejando en libertad a individuos indeseables, como si no tuviera la obligación de tomar decisiones basándose en una cosa que se llama "legislación". Es decir, si el Cuco (de los cojones, que nadie piense que es que a mí me cae bien el nota, pero, oh, sorpresa, los hijoputas que nos caen mal TAMBIÉN tienen derechos) ha salido absuelto es porque no podía ocurrir otra cosa. Porque no hay cuerpo, y sin él faltan pruebas. Porque hay más indicios que otra cosa. Porque hay ocho o nueve versiones diferentes. En cualquier caso, a cada una de estas personas le caerá lo que le pueda caer, nada más. "Si fuera la hija del juez les metía doscientos años!!" Si fuera la hija del juez, ese juez no podría juzgarles. Y no sé si podría meterles a la sombra doscientos años, porque suele haber unos máximos pa esas cosas. Creo, no sé. Es que hay leyes, oiga. "Que cambien las leyes!" Cuáles? Todas? No creáis que a mí no me gustaría ver revocada o modificada más de una, pero me temo que lo que la sociedad clama (en su indignación, que es comprensible, máxime si hablamos de los padres de estas criaturas) es que se tire abajo el sistema penal entero (cosa que no sé si es posible, pero se me antoja como poco complicadísimo). Creo que lo que se reclama es casi casi la vuelta al linchamiento, al más puro estilo Gadafi. Porque se pide desde las tripas.

Es curioso que cuando nos toca ser acusados en lugar de víctimas hasta una puñetera multa de tráfico se nos antoja un abuso imperdonable, una vulneración de nuestros derechos más fundamentales.

jueves, 13 de octubre de 2011

No sonrías

 Una chica ha muerto por contar en el facebook lo ilusionada que estaba al haber encontrado a alguien con quien rehacer su vida. Aterra pensar cuántas mujeres han estado durmiendo con su enemigo. Aterra comprobar que la pesadilla no termina cuando das por zanjada una historia. Que, incluso después, debes seguir midiendo tus pasos y cubriéndote las espaldas. Que puedes seguir adelante, ser feliz de nuevo, volver a la vida, sí, pero sólo si él te lo permite, sólo si tienes la prudencia de no airearlo demasiado. Pasma comprobar que muchas nunca logran desembarazarse de la etiqueta de "mía", y que no hay animal más peligroso y traicionero que un macho que se siente humillado, herido en su hombría. Entristece constatar que, demasiadas veces, el mejor consejo que le puedes dar a una mujer sea: "procura ser feliz, pero que no se te note".