miércoles, 5 de febrero de 2014

Un domingo cualquiera


El domingo me dio un arrechucho en el riñón que me dejó resoplando cual parturienta. Como llevaba tres semanas de agónica cistitis (ahora es cuando aparece la cabeza de mi hermano al grito de: "por dormir sin bragues!") me mosqueé un poco y decidí ir a urgencias, no fuera a ser que. Sorprendentemente, me atendieron rapidísimo. Lo primero, claro, muestra en vasito. Y primera situación curiosa de la noche: en el baño de al lado una señora mayor suspiraba y clamaba al Señor porque no podía levantarse (del inodoro, calculo), mientras un auxiliar le gritaba que se dejara de rezos y tirara parriba, que se iban a abrir la crisma los dos.

Una médica jovencísima de rizos rubios, gafas y zuecos de goma rosa me arreó un puñetazo impensable pa sus escasos cincuenta kilos y me palpó por aquí y por allá. Una enfermera se acercó dispuesta a ponerme una vía y conseguí que me la pusiera en la mano y no en el brazo (donde, además de pasar un asco del quince, nunca me encuentran las venas, me abrasan, me salen renegrones tamaño mantel de picnic y se me queda el susodicho brazo muerto pa días). Me sentaron en una sala de boxes con sillones aerodinámicos, ergonómicos y la madre del cordero y me arrearon un chute de Enantyum que me quedé nueva. Paseo hasta rayos, fotito de los interiores y hala, otra vez a la sala de los sillones a esperar. Y claro, ahí fue donde conocí a mis compañeros de fatigas.

Primero, el chófer de la funeraria. No sé qué le pasaba, pero parecía sanote, jugando con el móvil y más pancho que un ocho. Aprovechando la coyuntura, le interrogué sobre cómo se podía entrar a currar al tanatorio, imaginando que no habría precisamente tortas por los puestos y pensando en una amiga muy echá palante que siempre ha querido trabajar allí. El nota me explicó con todo detalle los entresijos del asunto, así que vaya usted a saber si no habrá salido algo bueno de la visita a Cabueñes. Lo mismo mi amiga consigue trabajo.

Después, la brasileira loca. Lo de que estaba loca no se notaba al principio, luego ya sí. Una chavalina de metro y medio y cuarenta kilos que afirmaba que unos rumanos le habían dado una paliza para robarle el móvil y el Luisvuiton, que su hija había pesado al nacer cinco kilos trescientos gramos, que le habían hecho cesárea y se le habían salido todos los menudillos pa fuera y que su marido, que no podía vivir sin ella, se había puesto una pistola en la sien amenazando con matarse si no le metían a su mujer las tripas pa dentro y la dejaban como antes. Imaginaos mi cara de circunstancias. Intenté hacerme la dormida, a ver si la pava me dejaba en paz, pero nones. Llegó la enfermera borde (una que se pasó la noche riñendo a todo el mundo y repitiendo aquello de "yo no puedo partirme en cuatro") y desplegó los biombos, seguramente pa que nos calláramos. Yo, feliz. Pero duró poco la tranquilidad. La brasileira loca se vino de paseo a mi sillón, se sentó en una banqueta y siguió contándome su fascinante vida, lo de los ocho pisos y el chalet en La Providencia, lo de que tenía los dos ovarios a un lado y el útero al otro, lo de los dientes podridos por el embarazo (enseñándome todas las muelas) y lo de que odiaba a los sudacas a muerte (¿¿¿???) Cuando ya me estaba planteando seriamente el suicidio, me cuenta lo de la otra paciente, la chavala tan calladita del sillón de al lado a la que acababan de llevarse. "La moza esa tragó una cuchara". Mis ojos como huevos kinder. "Lo cualo?????" "Que sí, que sí, tragó una cuchara, te lo juro". A estas alturas de la telenovela, medité si sería conveniente llamar a seguridad... hasta que veo a cuatro de ellos persiguiendo a un borracho que exigía que le dieran el alta, que se quería ir.

Me metí un rato en el baño, solo para tener cinco minutos de paz. Cuando salgo, encuentro a la tarada robando cosas de unos estantes, que vaya usted a saber por qué, estaban ahí, al alcance de cualquiera. Me pregunta si quiero nolotiles, jeringas, vendas o algo. No, no, muchas gracias. Obrigado. Al poco le da un ataque y se arranca la vía. "Arrrrrghhhhhh... pero serás cacho cerd... mujer, cómo se te ocurre? Qué daño!!!!!" La pava se golpea el brazo orgullosa. "Tranquila, tengo venas muy fuertes". Y justo entonces le sale disparado un chorro de sangre en plan fuentecilla. Yo empiezo a descojonarme de risa (los mismos nervios) y la chiflada me pregunta, muy solícita, si quiero que me quite la vía a mí. "Noooo, noooo, déjalo, mujer, no sea que me tengan que dar más medicación, que parece que noto un dolorcillo aquí... deja, deja" (Si te acercas a mí te arranco la cabeza, tía loca!)

La médica aparece y me explica que el archivo con los resultados del cultivo no se carga ni a la de tres, que van a seguir pegándose un rato con el ordenador a ver si hay suerte, y que si no, me darán un antibiótico... empírico?? Juro que entendí eso. A saber.

Al rato aparece la de la cuchara. Sí, sí, era cierto! La traía de recuerdo, en una bolsita de plástico. Yo no daba crédito! "Pero, cómo narices hiciste pa tragarte una cuchara???" "Me molestaban las gomas del aparato (ortodoncia), y para poder maniobrar se me ocurrió la brillante idea de aplastarme la lengua con una cuchara. Y de pronto tuve el reflejo de tragar saliva, y pa dentro se fue la jodía. Mi marido me la quiso sacar, pero con los nervios se fue más pa dentro". Le pregunté cómo coño conseguía respirar, pero estaba claro que algo había respirao, porque llevaba allí desde las dos de la tarde y eran las once de la noche. Le sacaron la cuchara con un gancho. Yo la enmarcaba.

Dos horas después de que la médica me contara lo del ordenador, me dan el alta, sin haber podido abrir el puñetero archivo de marras. Salgo huyendo. Cuando íbamos en el coche, suena mi móvil. Número interminable. Cabueñes. "Oye, perdona, es que ha habido un error. Nos acabamos de dar cuenta. Tu parte de urgencias es correcto, la medicación que te hemos recetado también, pero nos hemos equivocado de pegatinas. Tanto en el parte como en las recetas llevas la pegatina de otra paciente. Si en la farmacia no te quieren dar la medicación, pásate por aquí a solucionarlo". Anonadada, me fijo en mis papelotes. Efectivamente, de repente me llamo Sonia María. La madre que... bueno, al menos no me han puesto el nombre de la brasileira loca. Gerlandia. Lo juro por mis hijos.

Esta mañana me planto en la farmacia, donde ya somos clientes VIP gracias al catarro eterno de los críos y a mi fibromialgia (no voy a tener que comprarme un boli nunca más, ya nos los regalan por kilos) y les cuento la milonga. La chica no las tiene todas consigo, claro, no se lo reprocho. Mientras decide qué hacer, me pregunta así por decir algo si es que había habido mucha gente en urgencias la pasada noche. Le digo que no, que más bien poca, pero que había sido todo muy raro. "Hazte a la idea, una pava se tragó una cuchara!!!" La muchacha abre los ojos como platos y suelta un chillido. "Estabas tú allí???? Mi cuñada curra en digestivo y cuando me lo contó no me lo quise creer!!!!!" "Pues créetelo. Vi la cuchara". Me dieron la medicación. Juas. Resumen del Trasto: "Nena, tú no puedes ir al médico y que sea todo normal, como pal resto del mundo??" Bah. Quejica. Y lo que nos reímos???