jueves, 19 de noviembre de 2009

Y todo a media luz


Y a medio gas, debiera decir. La semana pasada fue intensa, tanto que miro atrás y parece que haya pasado un mes. Es lo que tienen los hospitales, los nervios, las prisas... sobre todo si la cosa coincide con una huelga de autobuses en la que (bondad graciosa) de las dos líneas más afectadas una es la que me saca del Monte Más Vil y me lleva a Ca-buh-Ñs. O sea, al pie de tu cama. Si yo lo intento, Dalai, Guaja, Larón, Porteño, lo intento de verdad eso de ser optimista, Trasto mío, pero a veces es que me da la risa. En serio. De cualquier manera, sorteadas las carreras, los boicots del transporte, las casi nulas horas de sueño y, eso sí, agradeciendo infinito la ayuda, interés, apoyo, comprensión y paciencia de, a saber: Clan, Akelarre, Tribu y Fújur (sobre todo ella, pobrecita, que de nuevo no entendía por qué Gran Jefe haber abandonado Pequeña Peluda), los días pasaron y todo estuvo bien.

El Trasto fue convenientemente reclaviculizado, replacarizado, reatornillado, regrapado, recosido y reentregado al hogar. De nuevo sorprendió a propios y extraños saltando de la cama horas después de su paso por boxes, exigiendo un desayuno decente y manifestando un escaso respeto a los protocolos médicos al empeñarse con terquedad insólita en que no le dolía nada, en que ya estaba bien de tanta zarandaja y en que se quería ir a su casa, polamordedios. Tocan días de calma y sofá. Tiempo para charlar, leer, ver pelis, pasear con la perruni (aprovechando esta maravilla de otoño de frío, sol y cielos azules en el Norte-Siempre-Gris- del Orbayo-Eterno) y, sobre todo, dormir. Que ya llevábamos retraso y se notaba. Se nota aún, de hecho. De la sauna hospitalaria hemos salido a un cálido Noviembre que nos ha parecido gélido por puro contraste. Y aquí andamos, de manta y calcetines, lamparita a medias y sopa hirviendo, arrullados en el catarrazo inminente. Pero oye, felices. Felices por la calma recobrada, las que se prometen larguísimas vacaciones, la ausencia de secuelas dolorosas, las noches de Pasajes, Tertulias y Monográficos, las sábanas de franela y tu camiseta vieja que ya no sólo huele a ti, sino que está rellena de tú. Se acerca el invierno.

martes, 10 de noviembre de 2009

El más grande de los hombres


Podría decirte tanto... y en cambio siempre se quedaría pequeño. Pocas veces uno tiene la suerte de conocer a alguien a quien sólo se pueda definir con el adjetivo de "bondad". Bondad sabia, sincera, lúcida, coherente, sin grietas, sin el menor resquicio. Bondad elegida y militada, honesta e infatigable, demostrada siempre pero carente de exhibicionismo. Bondad sin moralina y sin medallas. Bondad defendida a ultranza, sin peros, sin la más mínima neglicencia, presente en cada minuto, con testigos y también en la absoluta intimidad. Bondad genuina. Y valiente.

Has sido ejemplo de cuantos hemos tenido la dicha de tratarte y quererte. Ejemplo con las palabras, con las sentencias en latín, pero, sobre todo, con los hechos. Así que gracias. Gracias por tu amor incondicional, por tu rectitud y tu imbatible sentido del humor y de la justicia. Por respetarlo todo. Por engendrar tanta vida. Querías ser sacerdote, quizá para guiar y consolar a tu propio rebaño. Finalmente lo hiciste, aunque de otro modo. Tienes tu rebaño, tu clan. Eres patriarca de tu propia tribu. Finalmente fuiste Padre, sí. Y esposo, y abuelo. Y este mismo mes serás bisabuelo por primera vez.

Siempre me ha entristecido pensar (con más certeza a medida que pasan los años) que, aunque quizá mis hijos lleguen a conocerte, serán demasiado pequeños como para apreciar el singular privilegio de conocer a fondo a un personaje como tú. Aunque, no te quepa duda, sabrán de ti, con pelos y señales, con ayuda de las magias modernas que conservarán tu imagen, tus gestos y tu voz. Y, sobre todo, sabrán de ti a través de mis recuerdos y de los de cada eslabón de esta cadena tuya en la que ya vivirás para siempre. Sabrán de tus parábolas, de tus manías, de tus chistes irreverentes, de tus disfraces y sermones. Sabrán muy bien (te doy mi palabra) de aquel hombre bajito y rechoncho de ojos cansados y risueños cuya mayor fechoría fue espantar gatos por el placer de verlos correr y saltar. Aquel afable bachiller de pueblo que iba para cura y eligió obsequiarnos con nuestras vidas, con lo que somos.

Feliz vida, Víctor, Abuelo, Güelito, Obo, Rey Melchor. Felices noventa años. Es un honor llevar tu sangre, la del más grande de los hombres. La de ese al que, según el más ateo y anarquista de sus hijos, debe parecerse mucho Dios.

martes, 3 de noviembre de 2009

Las amistades peligrosas


Son muchos los que afirman que un hombre y una mujer no pueden ser amigos. Se entiende que de tal maldición quedan automáticamente exentos los individuos con tendencias sexuales, digamos, incompatibles. Lo digo porque parece que siempre haya existido la amistad mujer hetero - hombre gay, por ejemplo. Es como si la eliminación de la tensión sexual salvaguardara esa relación limitándola al cariño platónico. Curiosamente no se conoce tanto el tándem hombre hetero - mujer lesbiana. Pero sí el de gay - lesbiana. Hombre gay con hetero... bueno, sigue teniendo sus fricciones. Sus tapujos. Hetera - lesbiana no lo tengo muy estudiado. Conozco casos. Bastantes. Pero como no es plan de hacerse una tesis, me centraré en lo que mejor controlo, por propia experiencia. Los heteros de ambos sexos. Y así, ya de entrada, osaré decir que, ciertamente, la amistad entre ellos es compleja. Y la culpa culpita, chicos, es vuestra. Así, en general.

Antes de nada declaro que tengo amigos varones. Unos cuantos. No tantos como amigas, cierto, pero los tengo. Pocos y buenos. Maravillosos. Hombres que no sienten el menor deseo sexual hacia mí, ni yo hacia ellos. Digo esto porque, en general, los mayores incrédulos de la amistad tío - tía que me he ido encontrando son machos. Y casi todos ellos afirman que si esa amistad es un mito imposible e impensable es por causa del deseo. Ellos mismos proclaman que un tío jamás busca amistad en una mujer, sino única y exclusivamente sexo. Con esta premisa, pueden pasar varias cosas:

1) Que obtengan sexo, con lo cual ya no hablaríamos exactamente de amistad, sino que habría matices (amigos con derecho a roce, amantes, novios, polvo ocasional y nunca más... lo que se tercie)
2) Que no obtengan sexo, con lo cual se abren otras dos opciones, a saber:
2.1) Se largan con viento fresco (confirmando la teoría por ellos expuesta)
2.2) Se quedan esperando mejor ocasión, convirtiéndose, también según ellos mismos, en pagafantas.

Es curiosa la idea que tienen algunos chicos de las mujeres y de la forma femenina de gestionar los afectos. Parecen creer que las mujeres no quieren amigos, sino esclavos. Un chaval sumiso, siempre disponible para el consuelo, la percha, el consejo, cargar bultos en una mudanza, espantar moscones o cualquiera de esas cosas que tanto nos gusta que hagan por nosotras. No sé las demás, yo no permito que un tío que siente algo por mí en lo que no le correspondo se me quede cerca revoloteando. Me parece doloroso e innecesario. Y cruel. Que persiste en quedarse por ahí? Bueno, que se apañe. Que pelee él con lo que siente, ya que se le supone mayorcito. Pero inevitablemente iré restringiendo el contacto. No le pediré favores ni consejos. Nada que, a mi entender, pueda darle esperanzas que no existen.

Muchos chicos encuentran al pagafantas un perro faldero sin arrestos, dejándose mangonear por una pérfida caprichosa sin entrañas. Habrá casos. Por haber... Aconsejo a los pagafantas que se liberen de sus cadenas, si las hubiera. Y aconsejo a quienes critican el fenómeno que se lo hagan mirar. Porque no deja de ser curioso que les resulte de un egoísmo interesado intolerable el hecho de que una chica mantenga a su lado a un hombre... sin darle sexo a cambio. Sin-darle-sexo. Se capta? Hablando en términos de egoísmo, qué diferencia a la que quiere, pongamos, un enchufe por la cara del que quiere un polvo por la cara? Qué jeta, colega, tenerle montando muebles cuando sabe que no follarán. Qué rostro, campeón, que tú te ofrezcas a montar muebles sólo cuando atisbas un polvo. Que lo consideres una recompensa, y hasta un derecho.

La mayoría de los tíos que conozco (salvo benditas excepciones) no tienen amigas. Nop. Tienen esposa, ex-esposa, novia, ex-novia, amante, ex-amante, novias/amantes/esposas de sus amigos o conocidos varones. Tienen, básicamente, tías con las que ya han follado, follan o querrían follar. Y tías con las que no se folla, sí, pero solamente porque está feo follar con "la mujer de otro". Ese es el quid del asunto para tantos y tantos. Amigas, sin pretensiones sexuales? No. Muy pocos. Ni las tienen ni quieren tenerlas, por lo visto. No pretendo decir con esto que ningún hombre sea capaz de entender y disfrutar de la amistad pura y dura con una mujer. Ni tampoco que todas las mujeres sí sean capaces de tal milagro. De todo hay, como en botica. No pretendo sentar cátedra, sólo hablar de lo que conozco por mí misma. He oído a muchas mujeres (yo misma entre ellas) decir aquello de: "podemos ser amigos". Y son sinceras. Lo desean de verdad. Normalmente no pueden hacerlo (no podemos). Porque ellos, aunque asienten, huyen. Desaparecen. Ocurre exactamente igual a la inversa. Cuando son ellos los que te rechazan o los que te dejan (cuando el sexo sale de la ecuación), te sueltan la misma pamplina sin creérsela: "quiero que sigamos siendo amigos". Y todas sabemos que, el día que un tío te espeta tal cosa, será mejor que le hagas una foto si pretendes acordarte de su cara. Porque, muy probablemente, jamás le volverás a ver.

(Dedicado a mis amigos varones, que tan bien saben serlo y tan afortunada me hacen sentir. Y, en general, a todos los hombres y mujeres que consiguen cargarse el mito)

domingo, 1 de noviembre de 2009

Noviembre


Después de varias semanas de clima absurdo parece que el otoño se ha desperezado. Con matemática precisión llegó el frío dando la mano al nuevo mes. Ayer mismo íbamos en manga corta. Hoy amaneció gris y bochornoso, pero nunca debes fiarte del tiempo norteño. En apenas unas horas recibimos un diluvio bíblico. Al caer la noche, se nos helaron las manos, las nubes se abrieron y una luna mágica reinó en el cielo despejado. Ojalá pudiera mostrárosla, pero es imposible retenerla con mi pulso incierto (me rindo a la evidencia: necesito un trípode).

Hoy es día de chaqueta de lana. De botas altas y guantes. Día de paraguas precavidos. Es día de cementerios y flores, de reunirse a charlar por los que se fueron. Pero nada de eso es triste en mi tierra, o, al menos, en mi clan. Porque también es día de pueblo, de castañas, de cocinas de leña, de fuegos encendidos. Un día de velas, de historias de ánimas. Un día de falsos aparecidos con madreñas y sábanas viejas, de niños gritando de risa y miedo, de jugar al escondite en la oscuridad, de farolillos. Al menos así solía ser antes de que nos dejáramos invadir estúpidamente por tradiciones ajenas, por estúpidos disfraces, por calabazas, caramelos y extraña palabrería que nada tiene que ver con nosotros. Truco o trato. Ni lo comprendemos siquiera, ni nos importa.

Quisiera que todo aquello no cayera en el olvido, pero estoy resignada. Me asalta la certeza de que pertenezco a la última generación que verá ciertas cosas con sus propios ojos. Los niños de ahora nada saben de lo que emocionaba a sus padres y abuelos, de lo que entendían y protegían como propio. Porque todo es nuevo y viejo para un niño. Porque ellos no se preguntan si sus conjuros de ahora son en verdad suyos o se los prestó la caja tonta. Ellos no saben de tradiciones o de modas. Saben lo que les deslumbra, lo que les gusta, lo que ya ven por todas partes y les hace sentirse parte de ello. Y, por qué no, si nosotros, los adultos, desechamos sin el menor esfuerzo lo de siempre para sustituírlo por cualquier necedad? No son cada vez más los adultos que dan la espalda a lo que amaron y se entusiasman jugando a brujas, vampiros y zombies?

Desde luego estoy resignada, pero no pierdo la memoria. Ni quiero perderla. Así que, feliz otoño, feliz noviembre, feliz día de difuntos. El día del muerto, como dicen por aquí. Feliz Magüestu.