Estoy frita. De currar siempre a trompicones y luego pasarme semanas y semanas sin que salga nada. Del negro al blanco. Estoy realmente cansada. Contenta, no me puedo quejar demasiado. Trabajo es trabajo, aunque parezca que mi sino es ser una eventual el resto de mi vida. Pero sí, me quejo. Un poco al menos. Me quejo porque necesito dormir y no puedo. Porque tengo mil cosas pendientes. Hace tanto que no escribo nada... se me acumulan las ideas. Tengo mono de teclear, y también, claro, de agarrar un libro y pasarme un día entero hipnotizada, hasta que me duelan los ojos. Se me están acumulando peligrosamente sobre el escritorio, y cualquiera que me conozca sabe la mala leche que eso me provoca. Y tantas películas esperando ser vistas...
Necesito tiempo con mi gente. Porque el tiempo que tengo, aunque divertido, casi parece una obligación. Corre, sal, diviértete, bebe, baila, no mires el reloj, mañana será un día horrible, irás al curro hecha unos zorros, pero qué demonios, vive! Lo paso bien, lo paso realmente en grande, pero el cuerpo me pide un poco de calma. Al menos a ratos.
Me quejo porque no pude estar con Marquines, mi primo, el amor de mis amores, en el que sin duda fue uno de los días más felices de su vida. Porque tengo a la familia abandonada. Porque sé de amigos que no están en un buen momento y no puedo dedicarles tiempo, ni charlas, que es lo único que sé hacer. Porque me apetece una larga tarde de cafés con mi Guaja y preguntarle cómo está, si es feliz, cómo lo lleva. Y me apetece cine, y paseos, y noches largas de besos largos... Pero todo llegará. Ya queda menos.
Mientras tanto, espero que me perdonéis, los de este lado y los del otro, por tal estado de abandono. Os quiero y os recuerdo. Necesito, eso sí, un pequeño favor. Que me sigais vigilando La Torre unos días más. Por si volvieran los búhos.