miércoles, 23 de febrero de 2011

Xaninos


Desde luego ha sido un día movido. Teníamos ecografía por la mañana y, tras una hora de espera (y el convencimiento absoluto de que todos los ginecólogos se habían ido a tomar el café a la vez), nos confirmaron que esperamos a dos xaninos. Bien.

Apenas terminamos de comer cuando recibimos la noticia de que el padre del Trasto ha tenido un percance con el coche. Esta vez toca el otro hospital (al menos cambiamos de paisaje). No hay nada que lamentar y mi suegro se vuelve a casa luciendo collarín para proteger sus cervicales.

Salíamos de esta nueva aventura médica y suena mi móvil. La esposisecretaria de mi ginecólogo privado me comunica que hay un problema con la cita de mañana, y pregunta si sería mucha molestia ir hoy. Allá vamos.

El tipo (un hombre estupendo, divertido, cariñoso y afable) se muere de risa por nuestros supuestos problemas de fertilidad, me examina al detalle, se pasma con mi peso (tú mucho engañes, niñina!), me riñe para que coma pescado, advierte que tengo visibles problemas de circulación que, obviamente, se acentuarán a lo largo de la preñez, y, en general, me asegura que estoy estupenda. Inmediatamente, procede a conocer a mis bichos. Y, como nos pasa siempre, uno se enseña con aires exhibicionistas, mientras que el otro se empecina en darnos la espalda. "Pero bueno, guaje, no me seas tercu. Pónteme bien porque vamos llevanos mal tú y yo".

Se ve que las cosas pasan por algo. El peque insistía en mostrarnos la espalda y ahora sabemos por qué. Con mucha calma y sinceridad, el médico nos informa de una posibilidad que aún no puede confirmar, pero que conviene tener en cuenta. Al parecer, una de las vértebras del canijo no está completamente formada. Es algo no demasiado infrecuente, en realidad. No vale la pena preocuparse, porque es aún demasiado pronto. Quizá el mes que viene ese minúsculo huesito se vea perfectamente entero. O, quizá no. Si se empeña en quedarse a medias, podría ser necesario operar al monstruito en algún momento de su tierna infancia para corregir la anomalía. O, sencillamente, habría que disciplinarse, hacer con él ciertos ejercicios y llevarle a nadar para que su columna crezca fuerte y bien derecha. Depende. Se irá viendo.

La Mamma (os había comentado que hoy resbaló en el trabajo y tiene las posaderas hechas fosfatina? Insisto: el día ha sido movidito) estaba presente para saludar a sus nietos, y, aunque ha aguantado estoicamente, sé que está afectada por el asunto. Sonrío con ganas y le aseguro que todo marchará estupendamente. Porque, vamos a ver... cuántos niños habrán nacido en el mundo con pequeños defectos en su esqueleto, defectos que no se veían, que no se detectaron y que, seguramente, nunca supusieron un verdadero problema en sus vidas? Obviamente una quisiera poder evitarles la más mínima molestia, pero no creo que esta sea razón para preocuparse demasiado. Qué le voy a hacer. No soy de las que se preocupan.

Tengo delante la imagen de mis dos trasgus (ahora sí, por fin) y lo único que se me ocurre es que son perfectos.

sábado, 19 de febrero de 2011

lunes, 14 de febrero de 2011

Como Mamá Sabina


Se llamaban José y Sabina. Prácticamente no sabemos nada de ellos. Sus historias se fueron desdibujando hasta perderse en el olvido. Afortunadamente, nos queda esta imagen suya. No tengo idea de en qué rincón de Asturias nacieron, ni cuándo. No sé cómo fueron sus vidas (imagino que tan duras como cabía esperar entonces), ni quiénes fueron sus padres o hermanos. No sé a qué edad se casaron, cuántos hijos tuvieron ni si murieron ya ancianos o aún jóvenes (porque, por imposible que parezca, dudo que en esta fotografía contaran más de cincuenta años).


Lo único que sé con seguridad son sus nombres y que fueron los padres de mi bisabuela Lola, Mamina. Reconozco en José la nariz ancha de aquella bisa de melena blanca que aún recuerdo bien, la misma nariz que heredó mi abuela Lolina, la que también heredó mi madre y que siempre la ha llenado de complejos porque, en su caso, aún se agrandó más en contribución con los genes paternos. Sonrío siempre que ella suspira: "hija, qué bien que sacaste la nariz de los de Carreño!!!"


Puedo imaginarles pasando las de Caín, trabajando durante toda su existencia, llenos de carencias. Quizá con hambre, posiblemente analfabetos y seguro que con las manos llenas de callos. Dos vidas más que pasaron como tantas otras. Un detalle curioso que ha trascendido es que ella fumaba. Poco y a escondidas, naturalmente, porque en aquellos tiempos fumar estaba reservado a los hombres. Sólo las ricas y las fulanas osaban darse a semejante vicio. Al final de cada jornada, tras una cena que supongo escasa (farrapes, pan duro, tal vez, con suerte, algo de tocino, siempre lo mismo, sota, caballo y rey), los dos se sentaban cerca de la cocina de leña para calentar sus huesos antes de acostarse. Y, al parecer, José pedía a su mujer que liara un par de cigarros. Probablemente era el único exceso que se permitían. En el caso de ella, una absoluta excentricidad. Me pregunto qué dirían en el pueblo... Cuánto se extrañarían de que a una mujer decente le diera por cosa semejante. Cómo les sorprendería que su marido lo consintiera.


Ni sus hijas ni sus nietas mantuvieron tan dudosa constumbre. Las bisnietas, sí. A estas ya les tocó la minifalda, el pantalón de campana y los guateques. Otro mundo. Y, al menos, una de las tataranietas, también cayó. La primera vez que mi abuela Lolina me vio encender un cigarro, me miró con sorpresa, meneó la cabeza con resignación y exclamó: "Hala. Como Mamá Sabina".

martes, 8 de febrero de 2011

Recuento

- Pesadillas, sueños raros, episodios de insomnio, de dormirme por las esquinas... que tengo a Morfeo alterado, vaya.
- Curiosas apetencias culinarias. Pero, ojo, nada de fresas, ni bombones, ni cosas finas. Me ha dado por los platos de cuchara de toda la vida, esos que ya sólo comía en casa de mi madre (yo no los hacía por pereza). Lentejitas, cocidos, mucho verde, sopa. Qué cosas. Qué poco glamour.
- Unas jaquecas diarias que van a acabar con mi ser (cuánto paracetamol puede tomarse una preñá sin que le salgan los críos mutantes?? Aprieto un huevo con otro y me tomo, como mucho, dos a la semana. Pero cómo sufro, por diox).
- Empanada galopante. Se me olvida todo. Se me va la olla. No me concentro. Lo de las opos va a ser de risa.
- Hipersensibilidad de lolas. Menos molesto que los primeros meses, pero ahí está. Esto es como un síndrome premenstrual laaaaaaaaargo.
- Punzadas barrigueras. Claro. Te crees que estás como siempre y saltas del sofá a lo loco, giras por el pasillo sin previo aviso, te agachas cual resorte, presumes de quiebros de cintura... y luego te quedas clavá en el sitio, aullando como una cabra. Agoniz.
- Rigidez extrema en el cuello. O sea, como siempre pero más. Creo que las jaquecas vienen en parte de ahí. Soy un junco, soy un junco. O lo intento.
- Dolor de espalda. Desde hace como tres años. Por qué no te lo hiciste mirar en su día? Ahora te vas a acordar de tus muertos, querida. No te queda na.
Sin mareos, sin náuseas, sin ardor de estómago, sin cambios de humor, sin lágrima fácil, sin miedos, sin mayores preocupaciones.
Bah, que no me quejo.

domingo, 6 de febrero de 2011

De dónde venimos?


Esto de los blogs es un desfase. Compruebas cuál de tus amigos lo ha actualizado. Te paseas de acá para allá. Luego te llama la atención el título del rincón de alguien que no conoces (el amigo de un amigo) y le fisgas un rato. Y, a veces, alucinas con la diversidad de los miembros de este valle de lágrimas (y sonrisas).

Un casado en crisis escribe un decálogo-recordatorio sobre las cosas que debe hacer para tener a su señora contenta. Piropearla de vez en cuando. Escucharla aunque no interese lo que dice. Cogerle la mano así de sorpresa, hacerle una caricia o robarle un beso (morreos con lengua y tocadas de teta no, que es poco romántico y queda soez). Regalarle alguna cosilla. Vencer la pereza y practicar sexo con frecuencia. En fin, esa clase de detalles.

Y luego, claro, los comentarios en los que se le aplaude, se le recrimina, se le matiza, se le regaña, se le aconseja... Oye, pero ella que se haga también una lista, eh? Que esto tie que ser a medias. Recuerda que tiene que parecer todo espontáneo y natural. Y que ella no se dé cuenta.

Os lo juro: no sé de qué meteorito me he caído. Pero cada vez tengo más claro de que así fue. Vengo de otro mundo. De otra galaxia. Vosotros no??

sábado, 5 de febrero de 2011

Haciéndome la lista

Desventajas:
  1. Doble gasto.
  2. Doble estrés.
  3. Mitad de la mitad de horas de sueño.
  4. Mitad de la mitad de espacio en casa.
  5. Doble curro, así en general.
  6. Se darán leña todo el rato, seguro.
  7. Llegado un punto, odiarán compartir dormitorio y será la guerra.

Ventajas:

  1. Un sólo embarazo y ya habremos cumplido.
  2. Trámite de pañales y biberones de una tacada.
  3. Se harán compañía desde el primer momento.
  4. Entre dos es más fácil matar al monstruo del armario.
  5. Jugarán juntos, reirán juntos, se aguantarán mutuamente (a lo mejor eso me da un poco más de tiempo para mí).
  6. Para ellos, lo de compartir será algo natural.
  7. Nunca sabrán lo que es ser un príncipe destronado.
  8. En mi casa no se oirá eso de: "por qué él puede y yo no?" Todo lo podrán o no a la vez.
  9. En mi casa no se oirá eso de: "por qué tiene más paga que yo?" Tendrán la misma paga.
  10. En mi casa no se oirá eso de: "por qué puede llegar más tarde?" Llegarán a la vez.
  11. Gracias a ellos aprenderé a relajarme. O eso, o muero de ansiedad. Yes, we can.
  12. Quizá (quizá) viva una más tranquila sabiendo que son dos, y que van juntos.
  13. A lo mejor es cierto eso de que tienen un vínculo especial.

De momento, ganan las ventajas. Y eso que aún no me he parado a pensarlo con calma!