viernes, 30 de noviembre de 2007

jueves, 29 de noviembre de 2007

Momentos


Podría tratarse de un ataque de egolatría. Pero no. Es un ataque de absoluta desnudez. Soy yo. Todas esas. Siempre distinta, siempre la misma. Algunos de esos instantes los he compartido con vosotros. Gracias por cada segundo. Gracias porque, por vosotros, soy yo.

lunes, 26 de noviembre de 2007

Todos andan melancólicos


Será el otoño. Puestos a culpar, nos viene de perlas. El patio ya no está revuelto, pero está raro. La gente suspira, echa de menos cosas, se deja llevar por una cierta tristeza. Yo tengo motivos para estar feliz, pero admito que me arratra un poco la marea. Quizá es que siempre nos falta algo. Puede que sea eso. Realmente somos tan quejicas los humanos? Nunca tenemos bastante?

viernes, 23 de noviembre de 2007

Lo imposible...


... a veces se vuelve posible. Algunas veces, muy pocas, se hace realidad. Siempre he pensado que había personas con suerte, y personas sin ella. Y que yo era de estas últimas. Lo explicaba en vayan ustedes a saber qué entrada de este blog. Conozco a personas que siempre encuentran el piso de sus sueños, el trabajo perfecto, la pareja ideal. Gente con estrella que logra incluso las pequeñas magias. Las últimas entradas del concierto, llegar a tiempo al autobus, el peluche de la rifa. Suele ser gente optimista porque no tienen razones para no serlo. Luego estamos los de la mala sombra. Intentamos pensar en positivo, pero la vida nos lo pone un poco más difícil. No tenemos pequeños golpes de suerte. Mucho menos tenemos de los grandes. Somos los finalistas de concurso, los que nos quedamos a las puertas del piso increíble, suplentes en el trabajo de nuestra vida, viendo cómo la persona a quien queremos escoge otra media naranja. Siempre intenté no quejarme demasiado. Culpaba al azar, que es como no culpar a nada. Me resistía a pensar que los buenos son afortunados. Porque no es cierto. Ojalá fuera así. Pero todos conocemos a personas maravillosas que nunca han tenido suerte. A perfectos cabrones que se salen con la suya. Así pues, en estos casos, lo del karma no funciona. O funciona de un misterioso modo que se me escapa.


De todos modos, lo intenté. Intenté siempre no desesperar. Intenté ponerme coelhista (lo cual no es fácil para alguien de mi cinismo) y averiguar si es cierto que nuestra existencia es una enorme lección por aprender, que hasta de lo peor se saca algo bueno. Intenté madurar, no patalear, no rendirme, no emberrincharme ni creerme que la vida, sin más, me debía algo. Miré hacia dentro y vi cosas buenas, pero también cosas que no me gustaron. Mi impaciencia, mi ira, mi inconstancia... todos esos asuntos pendientes que debía aprender a manejar para alcanzar el "nirvana". Ya sabéis, os hablaba de todo eso en otra entrada. Y, en lugar de fijarme en lo que la vida me negaba, empecé a fijarme en lo que sí me daba a manos llenas. Y a estar agradecida. Porque yo lo merecía tanto como cualquiera. Y muchos no lo tenían.


Seguramente no tiene nada que ver. Seguro que los coelhistas son unos ingenuos, pero son ingenuos felices y siguen dando luz a mi vida. Y sus pequeñas magias son hermosas e inofensivas. Por eso me gustan. Por eso decidí creer en ellas contra toda lógica, contra todo fatalismo, contra toda esa amargura tan cínica que alguna vez fue parte de mí. No sé si el karma se apiadó entonces de mi empeño por aprender tales lecciones, o si, lejos de recompensas del cosmos esto ha sido puro azar. No importa. Me siento mejor ahora que estoy aprendiendo a sonreír, ahora que puedo abrazar y que no me dejo llevar tan fácilmente por la tristeza. Ahora que lucho con más ganas. Y, por una vez, como les pasa a los que nacen con estrella, la vida me dio un giro justo cuando todo parecía más negro. Cuando volvía a caer en picado y, aún así, me negué a desesperar. Cuando me encogí de hombros y pensé: "saldré de ésta". El karma, la suerte, la casualidad o lo que fuera, me ha hecho el mejor regalo. El que ya daba por imposible. Quizá algunos no comprendan por qué significa tanto para mí. Sólo es un trabajo. Pero es mi trabajo. Es estabilidad, es paz, es dormir por las noches, vivir sin miedo, es realizarme, es no depender de nadie, mi independencia, es el fin de la angustia, es desarrollar mi vocación, es encontrar mi sitio, sentirme útil. Y se ha hecho esperar. Ya lo creo que sí. Ocho años de incertidumbre. Pero ha llegado. Podéis creerme, he aprendido la lección de la paciencia. Me quedan muchas más. Y espero aprenderlas. Valió la pena.


Gracias a todos por acompañarme. Señores... acaba de llegar el primer Búho.

miércoles, 21 de noviembre de 2007

El Sueño

Se repetía una y otra vez, cada noche desde la última luna nueva. Seguía un ciclo exacto y misterioso. Lidia se preguntaba qué oscuras e intrincadas razones obligarían a su mente a soñar lo mismo, con implacable puntualidad. No halló respuesta, así que, indiferente, se encogió de hombros y continuó con su vida.
Habían pasado casi dos meses cuando su hermana, Laura, le regaló un curioso libro. “El significado de los sueños”, rezaba la portada, en letras grandes, negras y retorcidas.
- Lo vi en un mercadillo – le explicó Laura -. La vendedora, que debía tener al menos mil años, me dijo con voz tétrica que tuviera cuidado, que el libro está embrujado. Me hizo mucha gracia, pero luego... no sé, no me he atrevido ni siquiera a abrirlo. Creerás que soy tonta. Quédatelo tú, siempre has sido más valiente que yo.
Ni siquiera lo relacionó con su obstinado sueño. Pero aquella noche, al meterse en la cama, la idea cruzó su mente como un relámpago. Caminó descalza hasta el salón y cogió el libro, que descansaba inocente sobre la mesa. Bajo el cálido edredón, consultó el índice, saltando sobre las palabras. “Piano, picadura, picota, pichón, pies...” Entonces descubrió que existían múltiples posibilidades. Suspiró convencida de que su sueño no aparecería descifrado en el libro. Aún así, lo comprobó. De nuevo sus ojos volaron sobre cada opción. “Pies sanos... pies grandes... pies pequeños... pies heridos...” Bueno, pues sí que aparecía. Al fin sabría el significado. La curiosidad dio paso a un pavoroso escalofrío que recorrió su espalda, como si un dedo helado hubiera pasado fugazmente sobre sus vértebras. Notó cómo se erizaba todo el vello de su cuerpo y las palmas de sus manos se cubrieron de un sudor frío. Las palabras adquirieron voz y resonaron dentro de su cabeza. “Soñar con pies heridos, magullados y sucios resulta decididamente negativo. Si, además, presentaran cortes y quemaduras, el presagio se vuelve nefasto. La repetición de dicho sueño anuncia una muerte inminente”.
Lidia se sintió sacudida por todo tipo de sensaciones aquella noche. Primero, el miedo. Después, incredulidad. Resultaba ridículo y completamente estúpido. ¿Acaso era necesario soñar con pies para morir? ¿Qué clase de interpretación absurda era aquella? Si al menos le hubieran dado un aire científico, aunque fuera de pseudo psicología barata... pero aquella idiotez supersticiosa no podía tomarse en serio. De ninguna manera. Y sin embargo, por primera vez desde que podía recordar, Lidia no consiguió dormir en toda la noche. Y tampoco durmió las siete noches siguientes. Constantemente se repetía que no debía tener miedo, que aquella burda definición respondía únicamente al desvarío de algún santón iluminado con pretensiones de escritor. Pero en algún lugar de su interior, la sola idea de cerrar los ojos y volver a ver los pies, la estaba matando de terror.

Diez días después, Lidia parecía la sombra de sí misma. Nadie comprendía qué le estaba ocurriendo. La acosaban a preguntas, la familia, los amigos, los compañeros de trabajo. ¿Se sentía mal? ¿No descansaba lo suficiente? ¿No estaba comiendo bien? ¿Había tenido algún disgusto? Quizá tenía anemia, debería hacerse unos análisis. Puede que le conviniera tomarse unas vacaciones, porque, decididamente, se estaba volcando demasiado en el trabajo y su aspecto era enfermizo. Eso por no hablar de su espantoso humor. ¿Por qué estaría tan irritada, tan susceptible? ¿De verdad creían posible que estuviera tomando drogas? Bueno, en realidad no parecía tan descabellado, aquel cambio no era normal.
Habían pasado quince días cuando Laura no pudo más. Volvía a casa tras pasar el fin de semana con unos amigos, en el campo. Había un atasco impresionante en la autopista. Sí, por eso la llamaba, para decirle que pensaba ir a verla de inmediato, en cuanto lograra llegar a la ciudad. No, no aceptaría ninguna excusa. Estupendo, esa sí que era buena, así que la estaban acosando entre todos. ¿No se daba cuenta de lo preocupados que estaban por ella? ¿Y cómo se lo agradecía? Con malas caras y portándose como una histérica. Está bien, no pensaba tolerar que siguiera haciéndose la víctima. Iban a hablar muy clarito las dos, cara a cara y sin más mentiras. No, no tenía intención de dejarla en paz, ni tampoco de continuar aquella discusión por teléfono. No, el atasco estaba desapareciendo al fin, los coches se movían, tenía que colgar de inmediato, lo único que le faltaba era que le pusieran una multa. Pero, ¿es que no pensaba dejar de gritarle? Santo Dios, ¿qué diablos le pasaba? ¿Por qué se comportaba así? ¿Qué le había hecho ella? ¡Sólo quería ayudarla! Sólo quería...
La comunicación se cortó de repente. Lidia, acalorada por la pelea, lanzó el teléfono contra la pared. Por eso tardaron tanto en localizarla. A las tres de la madrugada, llamaron al timbre.
Antes de entrar en el depósito, ya sabía que se trataría de Laura. Ni siquiera hizo falta levantar la sábana. Lo último que vio antes de caer desmayada, fueron los pies de su hermana. Magullados, sucios y quemados.

martes, 20 de noviembre de 2007

Alquimia


El 17 de mayo sacaba yo a paseo mi filosofía más barata. Lo que de tal ejercicio derivó fue una entrada que era toda ella un interrogante sin fin sobre los asuntos del amor. Permitidme, amigos míos, que vuelva a poner a prueba vuestra paciencia con otro discurso en el desierto sobre tan ingrato tema que, bendito sea, nos invade el estómago con mariposas, el pecho con aleteos y, maldito sea, la cabeza con absurdos terrores. Por las noches de isomnio, los aquelarres, los suspiros, las tardes mirando al teléfono, la pérdida de apetito, por tantas lágrimas amargas y tantos ataques de estúpida felicidad. Y dedicada al Hereje, que osó preguntarse si era posible escribir una sola pregunta más en una reflexión (sin responder ni una sola de ellas, además) Y, de paso, sirva también para recuperar la cordura y quitaros del cuerpo el susto por la entrada anterior... que, vista la ausencia total de comentarios, os debe haber dejado boquiabiertos, convencidos de mi irreversible esquizofrenia y preguntándoos en qué maldito idioma ininteligible escribe ahora la Señora de los Búhos...


Por qué ha de ser el miedo ingrediente primordial en la misteriosa pócima del amorío? Sentimos todos el mismo miedo, y en la misma cantidad, o varían las proporciones? Y si varían... de qué depende? Podemos dar por sentado que no es el amor lo que nos asusta, sino la posibilidad de perderlo? Y si aceptamos tal premisa, cómo se relacionaría tal terror con la fórmula? A más sentimiento más pánico? Existen otras variables? Influyen la edad, el sexo, el pasado, la profesión, el signo zodiacal o el grupo sanguíneo del sufriente? Los hombres tienen más miedo que las mujeres? Los banqueros son más o menos cobardes que los médicos? Qué pasa cuando ese miedo tiene carácter retroactivo? Admitiendo el miedo al futuro, tiene lógica fundar un miedo en el pasado? Por qué nos atemorizan tanto los errores ya vividos? Son tan profundas las heridas que nos dejan? Tan dolorosas sus secuelas? Por qué nos recuperamos del desamor lo bastante como para reír, bailar, coquetear o incluso coleccionar muescas en el cabecero de la cama, pero al mínimo atisbo de sentimiento nos tiemblan las máscaras? No nos aburren las manidas excusas? El "ahora no", "quiero seguir siendo libre", "prefiero estar solo", "ya he sufrido demasiado"? Significan esas excusas que el nuevo temblor de tierra no alcanza la escala suficiente? O realmente es posible programar el cerebro, y lo que es más difícil, el corazón, para que respondan a la voz de su amo? Cómo se controla un sentimiento? Cómo se fumiga a las mariposas? Cómo se mide? Cómo se dice "hasta aquí"? Cómo demonios se mantiene el equilibrio? Cuánta frialdad es necesaria? Cómo de terco se ha de ser?


Y lo más importante de todo... cómo se consigue mantener la distancia cuando admites disfrutar tanto en compañía de alguien, cuando cada día es una aventura, un ataque de risa, cuando ya es posible leerse el pensamiento, cuando las comparaciones empiezan a caer a favor y no en contra, cuando te sorprendes del entendimiento, cuando llegan los "nunca había conocido a nadie así", cuando ya no te molestan las preguntas y las bromas de terceros, cuando cada vez hay menos que esconder, y, sobre todo, cuando el sexo es tan jodidamente bueno?? No resulta IRRITANTE???


Podría terminar siendo una relación esta relación que no es una relación pero lo parece??? Y por qué la sola idea me gusta tanto y me da tanto miedo?????

lunes, 19 de noviembre de 2007

Plurales


Esta noche, concretamente, no pretendo decir nada. Seguramente sea porque tengo demasiadas cosas que decir, y no sabría por dónde empezar. La sensación es de nostalgia, de melancolía, pero esa ya la conozco. Suele ir de la mano conmigo, somos viejas amigas. No me sorprende, ni me preocupa. Pero hay más sensaciones. Hoy todo es en plural. Hay muchas, quizá demasiadas, y muy distintas. Y todas ellas son igual de ciertas, y todas se me están agolpando en el pecho, dejándome sin respiración, provocando esos latidos débiles, como un aleteo, rápidos y fugaces que me pesan tanto, me cierran el estómago y me agotan. También esa angustia es una vieja conocida. Nunca supe interpretar las razones de tal síntoma, pero lo he padecido lo suficiente en todos estos años como para asustarme a estas alturas. Sé que es producto del plural. De la acumulación de sentimientos. Sé que es la señal de alarma, del vaso que se desborda. El aviso, en letras luminosas, de que necesito dormir, descansar, dejar de pensar. El aviso, divertida paradoja, de que no lo conseguiré.

Hoy todo es en plural, decía. No me preocupa porque me ocurre de vez en cuando. Mi corazón es como un armario y en él escondo muchas cosas. Debería dejarlas salir, mostrarlas al mundo, compartirlas. O exhibirlas como banderas, con la frente alta, orgullosa. Al fin y al cabo, son mis pulsiones. No te gustan? Pues mira para otro lado. Pero no es eso lo que hago. Al contrario. Soy una de esas personas que creció con múltiples escudos y con púas en la piel, resbaladiza como una serpiente y huraña como los gatos. Soy una de esas personas que tienen baúles con doble fondo en el lugar en que debiera estar un corazón. Lo sé y lo asumo. Tampoco eso me preocupa. La razón de esconderme es el miedo. No hay ninguna otra. Quiero, odio, detesto, admiro, me apasiono como cualquiera. Sólo que algunos lo viven, lo saborean, lo enseñan sin tanto aspaviento. Yo, no. O al menos no siempre. A veces, por la confianza recibida, me atrevo a encender la luz. Habéis notado el matiz? "Me atrevo". Eso es lo que digo. Significativo, verdad? Me atrevo, sí. Qué osadía! Y no, no pretendo que se me aplauda, ni mucho menos. Nadie es más consciente que yo misma del absurdo de mis terrores. Por qué no iba a atreverme? Por qué, al fin y al cabo, tengo que "atreverme"? Por qué no hacerlo, sin más, como tantos otros que no se enredan en tantas preguntas? Desconozco la razón. Sólo sé que me da miedo, sea la que sea.

No tengo miedo a sentir, ni a ser herida, no tengo miedo a caer, ni a llorar, ni a lamentarme, ni a arrepentirme. Todo eso se pasa antes de que te des cuenta. No te mata, te hace más fuerte. Y sabiendo esto, asumiendo esto, por qué este pánico? Por qué este empeño absurdo en mutilarme, en crecer tullida, en construir un muro a mi alrededor? Para defenderme de qué? Tal vez de mí misma. Quién sabe.

Pero hablaba de todo lo que siento hoy, de todo eso que me tiene el pulso débil como un pajarito. Nostalgia, sí, y melancolía, lo habitual. Y miedo. Siempre el mismo miedo. Y qué más? Hay muchas cosas. Esperanza, por vez primera. Recuerdos, y planes, y muchos deseos, y unas ganas enormes de saltar por encima del muro. Y un pánico irracional a lo que habrá detrás, pero un hastío enorme hacia lo que abandono. Temor a lo que podría perder y más temor aún a perderlo si me quedo quieta o si equivoco la senda. Me siento como si las paredes de mi habitación hubieran desaparecido y no lograra encontrar el interruptor. Estoy a oscuras, no sé hacia dónde voy. Estoy perdida. Sé lo que quiero y a dónde quiero llegar, pero no puedo, no lo consigo. He perdido el camino, o quizá las fuerzas para andarlo. No sé si debo permanecer aquí, callada y a la espera, confiando en que las señales lleguen. O si, por el contrario, debo salir a las tinieblas, valiente, como un francotirador. No sé si debo deshacerme de mi armadura, o si desnudarme será la mayor de las insensateces, un suicidio.

Tengo el presentimiento de que algo se avecina. Es como cuando te quedas en silencio, esperando el trueno. Sabes que va a llegar, pero no sabes cuándo. Ni cómo de intenso será. Lo esperas con miedo y excitación. Es como vivir en la casa del terror. Como ver una película de fantasmas. Disfrutas del pavor que te provoca, es así de inexplicable. Lo noto, sé que está ahí, a la vuelta de la esquina. Estoy deseando que ocurra y al mismo tiempo no puedo soportar la idea. Sé que mi vida pende de una palabra, que cualquier movimiento puede provovar un giro que no es inesperado y, aún así, lo pondrá todo patas arriba. Necesito ese desorden, pero aquí me tenéis, chillando como una niña que ve acercarse la ola. Así es como me siento. Pletórica, aterrada, feliz, incompleta, ansiosa, insegura, fuerte, débil, decidida, intrigada, llena de dudas, acosada por las preguntas, resignada, conforme, rabiosa, triste, satisfecha, harta, tremendamente arropada, devastadoramente sola. Llena de plurales.
Cuántos plurales sientes tú? A dónde me llevas? Una vez me pediste "no me dejes caer". Estamos cayendo ahora? Hacia dónde caemos? Dame la mano, corazón, porque estoy temblando. Y esta vez no es de frío.

miércoles, 14 de noviembre de 2007

Un café con el Dalai Lama

Hacía mucho tiempo. Demasiado. Bien saben los dioses que adoro a todos mis amigos, pero me resulta insólito cómo ella, siempre ella, consigue que mis miedos y mis neuras desaparezcan. Menchín, nuestro particular Dalai Lama, ejerce sobre nosotras una influencia que no podemos negar. No es que los demás seamos unos insensatos, o que sólo ella sea capaz de poner orden. Nada de eso.

Guaja es un ejemplo de sentido común y lealtad como pocos que he conocido. Larón es sabia y siempre consigue que el mayor drama parezca una comedia. Nuestra Princesa-Xana resulta certera en todo momento, incluso cuando se pone sus gafas de color de rosa. La Rubia sabe escuchar y abrazar, hasta cuando se le llena la cabeza con pájaros de metro noventa. Peque me brinda su hombro, calla conmigo, habla conmigo y es capaz de decirme mucho más con el silencio de una mirada. El Emperador siempre está ahí, no importa que no esté. Siempre ecuánime, siempre objetivo, y justo, y sensato, siempre haciendo las preguntas precisas y abriéndome los ojos a cualquier posibilidad. El Bicho sonríe, o me espanta las paranoias con un gesto, o soluciona todas las dudas con un "Y?" Rogorn, el Hereje, la Matrix, consigue meterse en mi cabeza, ponerse cómodo e ir desgranando lo que ni yo misma sé que sabía. Eli me desempolva todas las verdades y me coloca frente al espejo, para que vea lo que debo ver, me guste o no me guste, sin trampas. El Doc, mi Padawan, Cris, mi Gemelo, la Socia, la preciosa Lal, todos mis alatristes y blasfemadores, todos ellos son capaces de sacarme el otoño de dentro y ponerlo en su sitio, fuera, donde debe estar.

Pero tú, amiga mía, tú, mi Menchín, tú fuiste la primera. La que me enseñó a creer en la amistad entre mujeres, que era mi asignatura pendiente, abriéndome los brazos desde el mismo instante en que nos vimos. Y gracias a ti las tengo a todas ellas. Gracias a ti las he conocido, las he redescubierto y las disfruto cada día. Y eso es algo que nunca podré pagarte.

martes, 13 de noviembre de 2007

Suerte

La has tenido hasta ahora, así que, por qué no ibas a tenerla mañana? Espero que no duela, o que duela lo menos posible, o, al menos, que no dure demasiado. Que sean buenas noticias, que te libren de todo el peso que puedan (en los dos sentidos) y que al fin puedas moverte más y mejor, y sonreír más y mejor, y volver a casa más animado, o decidirte a salir al solecito hereje que nos alumbra noviembre, que ni calienta ni nada, pero ahí está. Si quieres ya sabes dónde tienes al piloto. No ibas a conducir tú siempre...
Ánimo, Bicho. Ese dolor se pasa. Y rápido, además. El dolor jodido es el otro. Y hasta ese se pasa. Si lo sabrás tú.

lunes, 12 de noviembre de 2007

Invisible


Suena bien, verdad? Siempre contestaba eso cuando alguien preguntaba "si pudieras elegir un superpoder, cuál sería?" Más me hubiera valido cerrar la boca. Dicen que cuando los dioses se quieren reír nos conceden nuestros deseos.


No hay nada más triste que volverse invisible.

lunes, 5 de noviembre de 2007

Mañana

Ojalá, Bicho, ojalá sea cierto y mañana puedas cambiar de escenario. Ojalá puedas cerrar por fin esta fase y empezar con la siguiente. Han sido, seguramente, las tres semanas más largas de tu vida. Pero ya está, ya se acaba, ya ha pasado. Y has podido con ello, y podrás con todo lo que venga. Ahora empieza otra lucha y también podrás con ello. Y aquí seguiremos. Y serás tú en todo momento, y pronto volverás a ser tú por completo. Serás tú incluso más de lo que eres ahora. Mucho más fuerte. Te asombrarás cuando lo veas.
Y tú, Emperador, no te rindas. No dejes de mirarte en ese espejo, de pelear, de obligarte a sonreír, no por nosotros, sino por ti. Hazlo hasta que la sonrisa salga sola. Hazlo hasta que pierdas esa esperanza que te mantiene atado de pies y manos, esa esperanza que es lo último que se pierde (a veces habría que añadir: por desgracia) y que tantas veces nos nubla los sentidos y nos aleja las metas. Llegarás. Te cuesta creerlo ahora porque ni siquiera quieres llegar. Pero llegarás aunque no quieras. Todos lo hacemos, por suerte. Recuerda que te quiero y que me tienes aquí. Siempre.
Para ti, Gemelo, hoy tengo el mayor de los abrazos. Y mis frases estúpidas de siempre. Recuérdale siempre, sonríe cuando pienses en él, habla de él a tus hijos, llévalo en tu memoria y haz que forme parte de las suyas, del mismo modo que su sangre te acompaña y les acompaña. Nadie se va, Gemelo. No mientras recordemos. Forma parte de ti, de los tuyos, y le reconocerás cada día. Verás su mirada, sus gestos, su risa, su carácter, aquella canción que silbaba, el color de sus ojos. Lo verás cuando te mires al espejo, en los hombres que llegarán a ser tus niños. No se irá nunca porque es parte de tu historia. Siempre será un eslabón en la cadena de tu historia. Y esa cadena sigue adelante. Ánimo, Gemelo.
Besos para los tres.

jueves, 1 de noviembre de 2007

Noches mágicas


Una idea súbita, un regalo acertado, una tarde de risas y toallas azules, una visita inesperada, un reencuentro afortunado, y otra visita sorpresa, y bromas maliciosas, un cumpleaños, y más regalos, una cena ruidosa hablando de lo único, mensajes taquicárdicos, charlas cibernéticas, charlas telefónicas, una rosa y mi cama esperando.

Mañana podré achuchar de nuevo a mi felino favorito y no dormiré tan sola. Un día más, un día menos. En qué fase estoy ahora? Lo cierto es que no me importa demasiado. Esta noche todos los fantasmas son buenos y me cuidan.
Feliz Halloween.