lunes, 19 de noviembre de 2007

Plurales


Esta noche, concretamente, no pretendo decir nada. Seguramente sea porque tengo demasiadas cosas que decir, y no sabría por dónde empezar. La sensación es de nostalgia, de melancolía, pero esa ya la conozco. Suele ir de la mano conmigo, somos viejas amigas. No me sorprende, ni me preocupa. Pero hay más sensaciones. Hoy todo es en plural. Hay muchas, quizá demasiadas, y muy distintas. Y todas ellas son igual de ciertas, y todas se me están agolpando en el pecho, dejándome sin respiración, provocando esos latidos débiles, como un aleteo, rápidos y fugaces que me pesan tanto, me cierran el estómago y me agotan. También esa angustia es una vieja conocida. Nunca supe interpretar las razones de tal síntoma, pero lo he padecido lo suficiente en todos estos años como para asustarme a estas alturas. Sé que es producto del plural. De la acumulación de sentimientos. Sé que es la señal de alarma, del vaso que se desborda. El aviso, en letras luminosas, de que necesito dormir, descansar, dejar de pensar. El aviso, divertida paradoja, de que no lo conseguiré.

Hoy todo es en plural, decía. No me preocupa porque me ocurre de vez en cuando. Mi corazón es como un armario y en él escondo muchas cosas. Debería dejarlas salir, mostrarlas al mundo, compartirlas. O exhibirlas como banderas, con la frente alta, orgullosa. Al fin y al cabo, son mis pulsiones. No te gustan? Pues mira para otro lado. Pero no es eso lo que hago. Al contrario. Soy una de esas personas que creció con múltiples escudos y con púas en la piel, resbaladiza como una serpiente y huraña como los gatos. Soy una de esas personas que tienen baúles con doble fondo en el lugar en que debiera estar un corazón. Lo sé y lo asumo. Tampoco eso me preocupa. La razón de esconderme es el miedo. No hay ninguna otra. Quiero, odio, detesto, admiro, me apasiono como cualquiera. Sólo que algunos lo viven, lo saborean, lo enseñan sin tanto aspaviento. Yo, no. O al menos no siempre. A veces, por la confianza recibida, me atrevo a encender la luz. Habéis notado el matiz? "Me atrevo". Eso es lo que digo. Significativo, verdad? Me atrevo, sí. Qué osadía! Y no, no pretendo que se me aplauda, ni mucho menos. Nadie es más consciente que yo misma del absurdo de mis terrores. Por qué no iba a atreverme? Por qué, al fin y al cabo, tengo que "atreverme"? Por qué no hacerlo, sin más, como tantos otros que no se enredan en tantas preguntas? Desconozco la razón. Sólo sé que me da miedo, sea la que sea.

No tengo miedo a sentir, ni a ser herida, no tengo miedo a caer, ni a llorar, ni a lamentarme, ni a arrepentirme. Todo eso se pasa antes de que te des cuenta. No te mata, te hace más fuerte. Y sabiendo esto, asumiendo esto, por qué este pánico? Por qué este empeño absurdo en mutilarme, en crecer tullida, en construir un muro a mi alrededor? Para defenderme de qué? Tal vez de mí misma. Quién sabe.

Pero hablaba de todo lo que siento hoy, de todo eso que me tiene el pulso débil como un pajarito. Nostalgia, sí, y melancolía, lo habitual. Y miedo. Siempre el mismo miedo. Y qué más? Hay muchas cosas. Esperanza, por vez primera. Recuerdos, y planes, y muchos deseos, y unas ganas enormes de saltar por encima del muro. Y un pánico irracional a lo que habrá detrás, pero un hastío enorme hacia lo que abandono. Temor a lo que podría perder y más temor aún a perderlo si me quedo quieta o si equivoco la senda. Me siento como si las paredes de mi habitación hubieran desaparecido y no lograra encontrar el interruptor. Estoy a oscuras, no sé hacia dónde voy. Estoy perdida. Sé lo que quiero y a dónde quiero llegar, pero no puedo, no lo consigo. He perdido el camino, o quizá las fuerzas para andarlo. No sé si debo permanecer aquí, callada y a la espera, confiando en que las señales lleguen. O si, por el contrario, debo salir a las tinieblas, valiente, como un francotirador. No sé si debo deshacerme de mi armadura, o si desnudarme será la mayor de las insensateces, un suicidio.

Tengo el presentimiento de que algo se avecina. Es como cuando te quedas en silencio, esperando el trueno. Sabes que va a llegar, pero no sabes cuándo. Ni cómo de intenso será. Lo esperas con miedo y excitación. Es como vivir en la casa del terror. Como ver una película de fantasmas. Disfrutas del pavor que te provoca, es así de inexplicable. Lo noto, sé que está ahí, a la vuelta de la esquina. Estoy deseando que ocurra y al mismo tiempo no puedo soportar la idea. Sé que mi vida pende de una palabra, que cualquier movimiento puede provovar un giro que no es inesperado y, aún así, lo pondrá todo patas arriba. Necesito ese desorden, pero aquí me tenéis, chillando como una niña que ve acercarse la ola. Así es como me siento. Pletórica, aterrada, feliz, incompleta, ansiosa, insegura, fuerte, débil, decidida, intrigada, llena de dudas, acosada por las preguntas, resignada, conforme, rabiosa, triste, satisfecha, harta, tremendamente arropada, devastadoramente sola. Llena de plurales.
Cuántos plurales sientes tú? A dónde me llevas? Una vez me pediste "no me dejes caer". Estamos cayendo ahora? Hacia dónde caemos? Dame la mano, corazón, porque estoy temblando. Y esta vez no es de frío.

No hay comentarios: