miércoles, 29 de abril de 2009

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Supongo que no hay mucho más que te pueda decir. Apenas unas pocas palabras. Felicidades. Gracias. Soy feliz de estar aquí, en este momento. Y espero que haya muchos más. Ojalá sigas siendo el primero en tantas cosas. Me encanta nuestra tribu peluda. Lo más inteligente que hice en mi vida fue responder al mensaje de aquel "abuelete". Has llenado mi vida desde entonces. Te quiero, Trasto. Y viva el arroz con leche!!

martes, 28 de abril de 2009

Vótenme!!

La Fnac organiza su segundo concurso de microrrelatos. Ya sabéis que me encanta escribir, por lo que imaginar un cuento de 150 palabras no tiene la menor dificultad para mí (si acaso lo complicado es que me permitan tan poca extensión o que sólo se pueda enviar un cuento por participante, con la de ideas que se me han ocurrido). El caso es que les suplico a todos ustedes que lean y voten. El plazo empieza esta noche, a la hora bruja. Hay premio al más votado y premio del jurado. Con suerte podré podar Londres (no tengo el placer aún) o conseguir algún cheque regalo para darme el capricho de esa tonelada de libros que tengo en mente y no puedo permitirme.
Les imploro humildemente que se tomen treinta segunditos de su tiempo. Son sólo 150 palabras, bastantes menos que las que contiene la más escueta de mis entradas en este blog! Por supuesto hay otros relatos, algunos buenísimos. Participan también otros compañeros alatristeros. Así que, obviamente, pueden ustedes votar a quien prefieran. Londres y libros. No me digan que no es una buena causa! Repito: el plazo empieza a medianoche y termina a la misma hora del día 3 de mayo. Cada usuario podrá votar una sola vez por día a cada relato que desee (es decir, que una misma persona puede votar cada día varios relatos, pero sólo una vez a cada uno por día, si lo he entendido bien).
Gracias de antemano. Espero que les guste. Y que voten! Mi relato en el siguiente enlace. Seguiremos informando.

http://factoria.fnac.es/concursos/segundo-concurso-de-microrrelatos/la-senda-magica

jueves, 23 de abril de 2009

Y más sueños


Ascensores. Mi peor pesadilla. Lo gracioso es que jamás les he tenido miedo en el mundo real. Pero cuando duermo, se convierten en artefactos infernales. Y por un motivo de lo más tonto. Porque son caóticos. Siempre es el ascensor de mi infancia, el de casa de mis padres. Pulso el número nueve. Y el ascensor sube. Y me fijo en los numeritos luminosos. Y no tiene sentido. Uno. Catorce. Veinte. Tres. Ocho. Noventa. No sé por qué, pero ese sueño siempre me ha parecido horrible.

Fui de esas niñas que padeció terrores nocturnos, sonambulismo y todo tipo de desarreglos. Llevaba a mi madre de cabeza y más de una vez la desperté con mis aullidos. Pobre mujer. Hasta consultaron a un psicólogo, por todo aquel desbarajuste y un insomnio que parecía crónico. El profesional se quedó encantado conmigo cuando le conté que muchas veces soñaba lo que quería. Que iba caminando por la calle, por ejemplo, y pensaba "quiero una cabina de teléfonos". Y aparecía. Y yo entraba y marcaba un número bonito. Y era el número de Johnny Depp, por ejemplo, que me decía que iría a buscarme para comer un helado. Podía dormirme pensando que quería ir a Fantasía y entonces soñaba con Atreyu y Bastian y sabe dios cuántas hazañas. No siempre, claro. A veces venían las pesadillas. Esas no se controlaban y daban miedo. Pero había aprendido a escapar. Me abría los ojos. Os lo juro. Ni sé las veces que me habré despertado con los párpados abiertos con mis propios dedos. Pero entonces, me decía el psicólogo, tú siempre sabes que estás soñando? Claro. Cuando estoy despierta no pasan esas cosas!! No hay monstruos, ni lobos, ni Atreyu. Sé que es un sueño, pero a veces da miedo igual. El psicólogo le dijo a mi madre que yo tenía una gran imaginación. Algo sobre sueños conscientes, o qué sé yo. Y que me diera valeriana. Porque con tanto trajín mental era imposible que yo descansara.

Parálisis del sueño. Otro clásico angustioso. Te despiertas y ves algo horrible. Y no te puedes mover. Lo piensas: voy a girarme y a taparme la cabeza con la manta. No porque creas que así harás desaparecer al dragón, no. Sólo porque sabes que no es real, pero asusta. Simplemente quieres dejar de verlo. Vale, ya me he movido, voy a abrir un ojo... No!! No me he movido, sigo igual!! El bicho está ahí!!! Horror!! Lo intentas una docena de veces, pero nada. Afortunadamente, tu cuerpo empieza a reaccionar poco a poco. Tus ojos se acostumbran a la penumbra. Si ya lo decía yo. No es un monstruo. Es mi chaqueta colgada de una silla. Menos mal.

Una de mis experiencias más raras. De hace unos tres años. Estaba en mi cama, escuchando La Rosa. Cómoda, tranquila, en la gloria. Y, de repente, sentí que la cama salía disparada. Tal cual. Como un tren de alta velocidad. Iba rapidísimo y al revés, en la dirección que apuntaban mis pies. Traqueteaba. Como sobre raíles. Y, lo más insólito, es que ahí seguían de fondo, amortiguadas, las voces de los locutores de radio. Empecé a ordenarme a mí misma: despierta. Desperté y, naturalmente, todo estaba quieto. Pero mi corazón brincaba como loco.

La más rara de todas. Y también muy antigua. De nuevo con unos dos años, porque mi hermano no existía. Papá debía estar embarcado, porque yo dormía con mamá. La sensación es que me desperté. Veía la habitación a oscuras. Oía respirar a mi madre. Miré hacia la puerta, que por entonces era de esas con cristal. Y, de repente, un resplandor en el pasillo y la luz colándose hacia el dormitorio. Y subir. Subir muy despacio, totalmente horizontal, hasta casi darme con la lámpara, aquella de entonces, con brazos retorcidos. El resplandor, aquel rectángulo de luz en el cristal de la puerta, cada vez más abajo. Y luego bajar de nuevo, lentamente. Recuerdo una tranquilidad pasmosa, ningún miedo. Al llegar de nuevo a la cama, la luz se apagó y me dormí de nuevo. No creo que haya levitado en mi vida, ni que fuera un viaje astral. Fue un sueño, obviamente. Pero tan vívido, tan real, con tantos detalles... recuerdo cada mueble, las fotos sobre la cómoda, las que había entonces, hace casi treinta años. Es un recuerdo increíble.

Con los años mantengo el insomnio, pero recuerdo mis sueños en menos ocasiones. Y no me resulta tan fácil controlarlos, aunque aún puedo hacerlo. Cuando lo hago me despierto agotada. Pero nada comparado a aquella locura onírica de mi niñez. Aunque algunas veces... la última? La pasada noche. De nuevo una casa absurda, esta vez en un edificio. Mi abuelo estaba allí. Y mi madre. Y más gente que no recuerdo. Buscábamos una casa. La nuestra, que es lo curioso. No recordábamos dónde estaba. Había pasadizos de piedra, escaleras, armarios que eran puertas, ascensores, subíamos, bajábamos, es por aquí, ahora por allí. Es el tercero derecha. Montones de puertas, todas distintas. Y de pronto, encontramos la nuestra. Era un zapatero. Pequeño. Lo abríamos, sacábamos los zapatos y los estantes, y sí, un túnel. Y sin la menor extrañeza, cual Alicias modernas, todos nos tirábamos al suelo y nos arrastrábamos para entrar. En nuestra casa. Y entonces me desperté. Y pensé: ya estamos otra vez.

lunes, 20 de abril de 2009

Sueños


Supongo que todo el mundo tiene sueños repetitivos. Los hay muy comunes, casi podríamos hablar de clásicos: volar, caer, ser perseguido. Yo tengo mi propia colección. El primer sueño que recuerdo es muy antiguo. De hecho yo aún dormía en mi enorme cuna. Lo sé porque, al despertar aquella vez, me puse de pie y observé a mis padres dormir a través de los barrotes. Eso indica que mi hermano no había nacido aún. Y estábamos en Gigia, no en Gadir. O sea, que yo debía tener dos años escasos. Puede parecer sorprendente, pero es que mis recuerdos se remontan muy al comienzo de mi vida. Tengo buena memoria.

Mi primer sueño, o el que recuerdo como primero, resultó bastante raro. Supongo que por eso lo recuerdo. Caminaba por largos corredores amarillos. Simplemente. Pasillos rectos y larguísimos, con paredes tapizadas de amarillo, o dorado. Paredes altas, techos altos. Todo desnudo, vacío, y con aspecto de antiguo. Como si fuera un elegante palacio abandonado. Recuerdo el sonido de mis pasos. De dónde pude sacar una imagen semejante a tan corta edad? No tengo la menor idea. De una película, tal vez?

Soñaba que volaba, claro. Es típico. Había dos formatos: volar a toda velocidad atravesando el cielo, viendo pasar mares, tierra, bosques, ríos, montañas... al más puro estilo Fújur. O bien ir caminando, pegar un bote y elevarme muy alto. Sólo que en esos sueños no lograba mantenerme y caía lentamente de nuevo al suelo. Muy Mary Poppins. Siempre caía despacio, eso sí. Jamás he soñado con caídas vertiginosas.

Ser peseguida, eso también. Ver morir a seres queridos. Y siempre la impotencia de gritar sin voz. Os ha pasado? Querer gritar y no poder. Terrible. Me despierto y siento como si tuviera la garganta dormida. Y qué saltos en el corazón!!! Lo más aterrador de esos sueños es que a nadie le importaba. Si mi hermano moría, mis padres ponían una cara que no iba más allá del fastidio o la indiferencia. Eso era lo espantoso, lo frustrante. Lo increíble.

Sueños raros. Pero es curioso, hay sueños raros que dan miedo y otros que no. En los que no te asustas la cosa puede empezar tomando un café con tu prima, luego estás en un barco con Paul Newman y tu profe de mates y de repente bailando con unos pigmeos en la selva. Pero no te inquieta. Hay otros que son pavorosos. Recuerdo uno muy vívido en el que yo entraba en el baño de la casa de mis padres (donde me crié) y encontraba un naipe sobre el armarito de espejos. Era el as de picas. Pero dentro del dibujo había un paisaje que me tragaba. Campos de trigo. Y una chica rubia paseando. Luego todo se volvía negro y amenazador, y había una tormenta. La chica rubia era morena entonces, y parecía furiosa. Me miraba, me señalaba y me gritaba: "la torturaron por tu culpa. La apuñalaron siete veces!!" No os quiero contar cómo me desperté en aquella ocasión. Aterrada.

Curiosamente, tuve muchos sueños apocalípticos. El mundo acababa o estallaba una guerra. Creo que mi mente infantil se quedó muy afectada con las películas de nazis y la segunda guerra mundial. De hecho, escuchar en una película o en un documental las sirenas de los bombardeos, o las pisadas rítmicas de los soldados, me aterrorizaba. Aún hoy día las sirenas, aunque sean de una fábrica, y los desfiles militares me asustan. Y ambos sonidos poblaban mis pesadillas, en las que algún conflicto me obligaba a escapar con los míos, a esconderme de los malos. En mis sueños, invariablemente, nos refugiábamos en la finca de mis abuelos. Quizá en mi inocencia no lograba imaginar nada más lejano que aquella casita a diez minutos de nuestra ciudad. Siempre era de noche. Y siempre nos encontraban. Aporreaban la puerta. Estábamos perdidos. No siempre eran personas las que nos buscaban. A veces eran lobos, cosa que nunca comprendrí, ya que me encantan esos animales. En aquellas pesadillas, eso sí, no tenían nada de encantadores.

Los animales son otra constante. Perros y lobos amenazantes. También felinos y serpientes. No siempre venían a por mí. A veces luchaban entre ellos. Y, a saber por qué, en ocasiones un pequeño gatito doméstico ponía en fuga a un león. Muy simbólico.

Casas viejas, lúgubres, antiguas. Con grandes ventanales, lámparas de araña, cuadros, esculturas. Muebles tapados con sábanas. Casas caóticas, llenas de recovecos, rincones, pasadizos, escaleras, desvanes. Pero siempre siento que estoy en mi hogar cuando sueño con ellas...
(Me voy a dormir. Mañana más).

jueves, 16 de abril de 2009

Lo que se hace por amor


Por amor fue que mi tía la mayor pegó un susto a sus padres cuando se enteraron de que tantos años de educación católica no habían hecho demasiada mella en la prole y su primogénita andaba por la villa y corte compaginando estudios con manifas, corriendo delante de los grises de la mano de un muchacho izquierdoso con pantalones de pana. Un muchacho izquierdoso, sí, y estudiosísimo, una eminencia, educado, afable, encantador. Por amor fue que mis abuelos apoyaron aquel matrimonio y se deshicieron de ternura con sus dos nietas, pese a que no fueron bautizadas y pese a la educación que recibieron, que me barrunto progre y rojeras. Por amor respetaron todo aquello sin una mala cara ni un reproche, como lo respetan todo.

Por amor fue que esos abuelos recibieron, como era de esperar tratándose de ellos, con los brazos abiertos al inglés de ébano de la eterna sonrisa, mientras a algunos nos preguntaban ciertas almas simples, limitadas y tristes cómo llevaban mis abuelos eso de que una nieta se casara con un negro. Por amor, otra nieta, la otra hija de la enfermera rebelde y del chico del pantalón de pana, la hermana de la emigrante "que se casó con un negro", ha decidido bautizarse pasados los treinta y casarse por la iglesia con el hombre que la hace feliz.

Por amor y por respeto yo modero mi lengua viperina y me ahorro mis comentarios sobre bodas, ritos y costumbres, mi cinismo habitual, mi desprecio a los convencionalismos, mi malicia. Y sonrío. Sonrío porque, indudablemente, el amor es una buena razón para tomar ciertas decisiones. Mucho mejor razón (en mi opinión) que el "porque sí", o el "porque toca", o el "porque lo hacen todos". Y sonrío también porque el karma, tan cabrón normalmente, a veces demuestra un sentido del humor soberbio. Porque hoy son mis tíos progres los que quizá se sorprenden por la decisión de la hija, que ha decidido dar un giro inesperado. De lo progre a lo tradicional. Eso es lo divertido de la vida, que casi cada camino es de doble sentido.

Y sonrío porque mis abuelos seguramente están que no caben en sí de felicidad. Sonrío porque unos y otros, abuelos y padres, habrían aceptado con idéntica alegría cualquier decisión de mi prima. Por amor. Pero hoy les toca a los progres aceptar. Y a los abuelos festejar. Porque el karma burlón le ha dado la vuelta a la historia de manera impecable y deliciosa. Y, aunque su prudencia no le permitiría decirlo en voz alta, puede que mi abuelo está pensando con su sorna de curita de pueblo: "arrieritos somos..." Para ti, prima, y para él que te acompaña, toda la felicidad que podáis soñar.

lunes, 13 de abril de 2009

La primera vela

Cuesta creer que haya pasado un año. Porque, curiosamente, me ha parecido el más corto, pero también el más intenso de mi vida. Apenas un fogonazo. Y, en cambio, una huella inmensa. Han sido simplemente doce meses, como tantos otros. Pasan, y cuando eres consciente te sorprendes. Un año ya? Ni me he enterado. Pero recapitulas. La primera salida en moto, los primeros mensajes, la intriga, las cervezas, las charlas, los primeros miedos. La primera noche, los planes, hacer hueco en los armarios. La sensación de que ya estaba, era aquello, lo habíamos encontrado. La certeza, a veces tan asumida que nos encogíamos de hombros, a veces tan de la mano con el vértigo. El castro, la cascada, Francia, las montañas rusas. Nuestra casa. Nuestros bichos. Tantas cosas.
A veces me descubres con luces extrañas en la mirada y me preguntas: qué te pasa? Siempre te digo que nada, y cambio de tema. Lo que me pasa, Trasto, es que ha pasado un año y, sin embargo, necesito mirarte para creerlo. A veces te miro así, tan fijo, tan rara, porque me cuesta creer que existas y que estés conmigo. Esa cara mía que no logras identificar es la imagen misma de la sorpresa. Y, aunque no lo sabes, me repito mentalmente: "es él, es Manu, pelo oscuro, ojos azules, motero, de Carreño, 34 años, divorciado, el menor de tres hermanos, Ángel de segundo nombre. Mi amor".

Te miro así, Trasto, porque a veces necesito creerlo. Y porque no quiero perderme nada.


sábado, 11 de abril de 2009

Symbelmine


No tenía ni la menor idea de que existieran premios bloggeros, y menos basados en algo como la amistad. Porque de eso se trata, por lo visto. No del mejor diseño, ni de las imágenes más chulas, ni de las entradas más elocuentes o sesudas. Se trata simplemente de valorar esos rincones que te hacen sentir como en casa y a esas personas con las que compartir emociones, malos tragos, euforias y desvaríos. Me siento muy honrada de haber aparecido en varias listas (gracias a todos). Obviamente yo quiero corresponder. Así que ahí van mis diez premiados:

- Las nostalgias de Guaja

- Eli y sus escritophenias

- Rogorn, con sus herejías

- El laberinto de Alberich

- El bestiario mágico de Lala

- Las adicciones de Juan

- La mirada de Kaken

- Mi gemelo Celadus en su isla

- El hermoso bosque de Cris

- Las praderas de Zafo

Las reglas son:
a) Exhibir la imagen del sello.
b) Poner el enlace de la persona que te lo ha regalado.
c) Elegir diez personas para pasárselo.
d) Escribirles un mensaje en su blog para comunicarles el premio.
Gracias a todos por tantos ratos de insomnio, charla, cafés y compañía.

miércoles, 8 de abril de 2009

Hakani


Los Suruwaha son una tribu del Amazonas, compuesta por apenas 120 personas. Mantienen muy arraigadas sus costumbres y sus contactos con el mundo exterior son muy escasos. Hace aproximadamente un siglo, los chamanes de la tribu fueron acusados de brujería y asesinados por forasteros. Se cuenta que sólo uno sobrevivió al ataque, pero que decidió suicidarse, alegando que la falta de guías espirituales era el fin de la tribu. Desde ese momento, el suicidio es la manera de los Suruwaha de enfrentarse al dolor y al infortunio.

Hakani nació con ciertas deficiencias y eso la convirtió en un lastre para su comunidad. A los 24 meses parecía claro que nunca caminaría, ni hablaría, que no sería capaz de realizar infinidad de tareas. La tribu conminó a sus padres a ejecutarla, como exigía la tradición. Los padres, aterrados ante la idea, optaron por seguir los consejos del ancestral chamán, y se suicidaron dejando a sus cuatro hijos a su suerte.

Hakani fue enterrada viva, según los preceptos tribales. Su abuelo intentó matarla con su arco, para ahorrarle sufrimiento. Erró el tiro. Abrumado por la culpa, decidió suicidarse también. Esta historia es aterradora, pero tiene un final feliz. Hakani salvó su vida y fue adoptada por una pareja de cooperantes. Actualmente tiene doce años y es una niña feliz que ha superado asombrosamente su minusvalía. El héroe de esta historia se llama Bibi y es su hermano mayor que, enfrentándose a la voluntad y la presión de toda la tribu, desenterró a su hermana y la alimentó y cuidó lo mejor que pudo. Bibi sólo tenía nueve años. Hakani estaba enferma y desnutrida cuando Bibi la entregó a los cooperantes, asegurándoles que con ellos estaría mejor.

Hakani significa sonrisa. No sé qué significa Bibi. Debería significar valor.

martes, 7 de abril de 2009

El arca y el diluvio


El turno de noche, sin ninguna duda, es el peor. Cinco días de silencio y vida monacal, dormir sola, vivir sola, mis horas siempre al revés de las tuyas. A veces intento equipararme, pero es complicado. Porque alguien tiene que manejar el barco mientras descansas, alguien debe permanecer de guardia. De repente soy consciente de que llevo días y días sin hablar con ningún ser humano. Sólo nuestras pequeñas charlas robadas al reloj y la voz de la Mamma al otro lado del teléfono. Empiezo a parecerme a la loca de todo barrio, sola, huraña y charlando consigo misma o con sus mascotas.

El clima, además, está insoportable. Nunca había detestado tanto la lluvia como desde que soy flamante compañera de un cánido. La pobre Fújur y una servidora vamos acumulando mojadura tras mojadura en esta primavera perra como ninguna tras el más perro de los inviernos. Estoy harta de agua, de viento y de paraguas rotos. Harta de poner ropa a secar, de zapatos embarrados. Harta y aburrida.

Y, para colmo, la gata en celo por enésima vez. Jamás, en los días de mi vida, pude imaginar que una cosa tan pequeña pudiera resultar tan absolutamente insufrible e irritante. Que la gran Bastet me perdone, pero esto es inaguantable. Horas, horas y horas, de día y de noche, constantemente, sin parar, incansable, ahí va nuestra raquítica peluda maullando en tono lastimero, siempre metida por el medio, incordiando, haciéndome tropezar y poniéndome de los nervios. Me tiene sencillamente atacada, exasperada y de un humor inclasificable.

Hemos intentado explicarle que sí, que comprendemos su padecimiento y sus necesidades, que sí, que es todo tristísimo, pero que no, que no podemos hacerle hijitos. Ni el Trasto, ni yo, ni la Fújur (que la soporta con paciencia de santa hasta que se harta y la espachurra contra el suelo a zarpazo limpio), ni el hermanito pelirrojo (que la mira con la cabeza de lado, alucinando en colorinos, hasta que decide arrearle un mordisco a ver si se le pasa la tontería), ni tampoco la mochila del gimnasio, ni el carro de la compra, ni mis zapatillas, ninguno de esos seres (animados o no) está capacitado para hacerle hijitos. Pero no lo entiende, la pobre, e insiste en sus poco sutiles insinuaciones.

En cualquier caso, mañana terminaremos con este irritante asunto. Nuestra bienamada "Vete" pondrá fin a tanto desvarío hormonal, con el mismo cariño con el que puso fin a los desbarajustes de la Fújur y el pelirrojo. Así que volveremos a tener un hogar normal y tranquilo. Y las únicas hormonas revolucionadas serán las nuestras, caro mío. Si esta primavera helada nos lo permite.