martes, 10 de noviembre de 2009

El más grande de los hombres


Podría decirte tanto... y en cambio siempre se quedaría pequeño. Pocas veces uno tiene la suerte de conocer a alguien a quien sólo se pueda definir con el adjetivo de "bondad". Bondad sabia, sincera, lúcida, coherente, sin grietas, sin el menor resquicio. Bondad elegida y militada, honesta e infatigable, demostrada siempre pero carente de exhibicionismo. Bondad sin moralina y sin medallas. Bondad defendida a ultranza, sin peros, sin la más mínima neglicencia, presente en cada minuto, con testigos y también en la absoluta intimidad. Bondad genuina. Y valiente.

Has sido ejemplo de cuantos hemos tenido la dicha de tratarte y quererte. Ejemplo con las palabras, con las sentencias en latín, pero, sobre todo, con los hechos. Así que gracias. Gracias por tu amor incondicional, por tu rectitud y tu imbatible sentido del humor y de la justicia. Por respetarlo todo. Por engendrar tanta vida. Querías ser sacerdote, quizá para guiar y consolar a tu propio rebaño. Finalmente lo hiciste, aunque de otro modo. Tienes tu rebaño, tu clan. Eres patriarca de tu propia tribu. Finalmente fuiste Padre, sí. Y esposo, y abuelo. Y este mismo mes serás bisabuelo por primera vez.

Siempre me ha entristecido pensar (con más certeza a medida que pasan los años) que, aunque quizá mis hijos lleguen a conocerte, serán demasiado pequeños como para apreciar el singular privilegio de conocer a fondo a un personaje como tú. Aunque, no te quepa duda, sabrán de ti, con pelos y señales, con ayuda de las magias modernas que conservarán tu imagen, tus gestos y tu voz. Y, sobre todo, sabrán de ti a través de mis recuerdos y de los de cada eslabón de esta cadena tuya en la que ya vivirás para siempre. Sabrán de tus parábolas, de tus manías, de tus chistes irreverentes, de tus disfraces y sermones. Sabrán muy bien (te doy mi palabra) de aquel hombre bajito y rechoncho de ojos cansados y risueños cuya mayor fechoría fue espantar gatos por el placer de verlos correr y saltar. Aquel afable bachiller de pueblo que iba para cura y eligió obsequiarnos con nuestras vidas, con lo que somos.

Feliz vida, Víctor, Abuelo, Güelito, Obo, Rey Melchor. Felices noventa años. Es un honor llevar tu sangre, la del más grande de los hombres. La de ese al que, según el más ateo y anarquista de sus hijos, debe parecerse mucho Dios.

10 comentarios:

DB dijo...

Desde el espacio interplanetario, felicidades, señor.
Muchas felicidades.

Lenka dijo...

Te doy las gracias en su nombre, Maese. Y en el mío.

Kaken dijo...

A mí me has hecho llorar y sentir como una pérdida no conocerle.
Eres una fiera con las palabras ¿lo sabías?
Felicidades a ambos y pobre de tí como no le des un bes de mi parte¡¡¡

Lenka dijo...

Jajaja, gracias, Kaken!! No sé yo qué pensaría mi Obo si llega a enterarse de que es famoso y hasta tiene fans!!!

;)

Alberich dijo...

FELICIDADES!!!!!

Juan dijo...

Felicidades a tu abuelo y enhorabuena a tí por saberlo querer.

Lenka dijo...

Es que es imposible no quererle!!! Ya puede ser buena persona cuando se dedicó durante años y paños a cobrar recibos a la gente puerta a puerta (tarea ingrata en una época muy gris y muy achuchada) y sin embargo no puedes salir con él a dar un paseo porque cada dos pasos alguien le para para saludarle o darle un abrazo.

Sianeta dijo...

Felicítale de nuestra parte y sigue aprendiendo de él. Y dile lo que significa para tí. Nunca se les dice lo bastante.
Tiene un aspecto magnífico, esos 90 le sientan muy bien!

Cris dijo...

Muchas felicidades a tu abuelo!!! Cómo te han dicho los demás, dile a tu abuelo todo lo que sientes.
Besos.

Lenka dijo...

Nunca perdemos ocasión de decírselo, podéis creerme. Hace como un año él y la abuela celebraron sus sesenta años de casados, con lo que se juntó todo el clan (los once hijos con sus parejas más los trece nietos, algunos de los cuales ya tenemos pareja también, o sea, una marabunta) y, como pasa siempre, aquello fue un no parar de discursos, poemas, cuentos y elogios de todo tipo. Sabemos muy bien lo que tenemos, creo que habría que ser muy necio para no darse cuenta.

Me encantaría que hubiérais visto a mis dos vetustos abuelos, a algunos de sus hijos/yernos/nueras y la alegre pandilla de vecinos del barrio (casi todos octogenarios) representando (con tramoya y vestuario propios) La Venganza de Don Mendo para reunir fondos destinados a una escuela en Perú. Éxito clamoroso. Mi abuelo, además de ejercer de Narrador, interpretó dos papeles: el de Abad (en su salsa que estaba!) y el de mugriento carcelero, con pelucón y joroba. Menos mal que hay vídeo para rememorar el momento, porque si no sería difícil de creer!!!! Son especiales, de eso no cabe duda.