lunes, 30 de junio de 2008

Carmina Burana

Al Trasto no se le puede decir nada. Al mínimo comentario de: "hala, qué bonito!", "cómo me gusta!!", "mira qué pasada!" o "me encantaría verlo!" ya la has liado. No me dio tiempo a pasmarme con lo de Carmina Burana y ya tenía dos entradas en la mano.
Sólo puedo decir que no importó nada, ni la incomodidad de las butacas (ay, nuestro bendito Jovellanos), ni las toses del respetable, ni el crepitar grosero de los envoltorios de caramelo (todo el mundo espera a estar acatarrado para ir al teatro???) Ni siquiera las ínfulas de mi compañera por la derecha, sexagenaria con pinta de cultivada y talibana de las artes, que se lamentaba con tono que no admitía réplica de la presencia de un coro infantil en la función. Osadía. Aventura inverosímil. Error manifiesto. Carmina Burana NO es una obra apta para los niños. Por bien que lo hagan.
Los niños, los solistas, los percusionistas, los pianistas, el director (grande!) y el coro, especialmente el coro, todos estuvieron indescriptibles. El edificio casi se vino abajo con esa O, Fortuna. Todo el mundo contuvo el aliento y debo confesar que no pude evitar las lágrimas. La soprano, señores, la soprano... Me sigo preguntando cómo hacía para controlar ese chorro de voz, para convertirlo en un susurro y llevarlo hasta el estruendo más inverosímil.
Los chiquillos dieron muestras de una templanza asombrosa. En todo momento permanecieron en escena, inalterables, escuchando la obra con atención, sin distracciones, ignorando los flashes y sin caer en la tentación de las risitas y los saludos a los orgullosos familiares que les contemplaban desde el patio, absolutamente profesionales, intercambiando sonrisas cómplices con el director y la prima donna.
Sublime. Todo resultó sublime y un regalo para nuestro pequeño graderío de provincias. La ovación fue interminable, y mi aparentemente incomovible vecina de asiento se desgañitó jaleando a aquellos infantes que tan preocupada la habían tenido. Salimos del teatro flotando, con la piel erizada y el corazón batiendo aún al ritmo de las campanas tubulares.
Otro día perfecto. Y un deseo de siempre cumplido al fin. Gracias, Trasto.

8 comentarios:

Thelma Hawkins dijo...

Qué envidiaaaaaaa....;)

Eli dijo...

Es que por mucho que digan de las grabaciones, de las mejoras digitales y demás, no hay nada como el directo. Incluyendo sus fallos y todo.
Y mas en una obra tan emocionante, donde se ensalzan los placeres terrenales, el amor carnal, el goce de la naturaleza...

Rogorn dijo...

Ese trasto sí que sabe. Ole por el trasto.

La próxima, como el Sporting - Real Madrid te va a dar igual, id a ver a Les Luthiers, jeje. Serán otro tipo de lágrimas.

Alberich dijo...

:)

hace falta que te diga algo?

:)
:)

Emilio Núñez dijo...

Jajajaja! Es verdad, la de gente que decide ir a este tipo de cosas cuando está acatarrada. Irán por prescripción facultativa? ;-)

Lenka dijo...

Ese es un misterio que sólo el Doc nos puede aclarar.

;-)

Lal dijo...

Ayns.... qué envidiaaa!!!!

Wendy Pan dijo...

Oooooooooooh, mencanta que te guste!
A mi me pirra cantar Carmina Burana, y es una gozada cantar el "O, fortuna", pillas un colocón por hiperventilación quetekagas jajajaja