domingo, 22 de abril de 2007

Camille


Camille Claudel (Villeneuve, 8 de diciembre de 1864 - Montdevergues, 19 de octubre de 1943); escultora francesa, hermana del poeta, dramaturgo y diplomático francés Paul Claudel.


Esto es lo todo lo que solía encontrarse sobre ella en las enciclopedias. Algunas añadían que había sido alumna de Rodin. Otras, insinuaban que había sido su amante. Ambas cosas fueron ciertas, en efecto. Pero Camille Claudel fue mucho más que eso. O trató de serlo. Trató de ser mucho más de lo que se esperaba de ella, más que la hermana o la amante de alguien.


El que una mujer con inquietudes fuera reconocida y respetada en sociedad, o ninguneada y tratada de loca, dependía básicamente del momento en que naciera. La historia, tantas veces empeñada en moverse como un péndulo, y no en línea recta (mucho menos ascendente) es responsable de curiosos destinos, de extrañas paradojas que determinan si la abuela será aplaudida y la nieta condenada. Avances y retrocesos, épocas de luz seguidas de oscurantismo. Un péndulo eterno e implacable.


Camille nació en el campo, hija de un terrateniente, en una época de claroscuros. Su padre, Louis-Prosper Claudel, la apoyó en sus inquietudes artísticas. Su madre, Louise, se avergonzó de ella, la criticó con enorme dureza y consideró una prueba de rebeldía y extravagancia el empeño de Camille por estudiar. Los hombres estudiaban. El hijo, Paul, debía estudiar, ya que podía permitírselo. Pero no Camille. Ella debía casarse y cumplir con sus obligaciones. Cualquier otra pretensión era pura soberbia, locura incluso. Y un estigma para una respetable familia burguesa.


Camille modelaba desde niña, demostrando grandes aptitudes para la escultura. En su juventud, lejos de abandonar tales "manías", se trasladó a París, dispuesta a perfeccionarse. Fue aceptada por Dubois en la Escuela Nacional de Bellas Artes. Conoció a Rodin en 1883 y al año siguiente empezó a trabajar en su taller. Posó para él y colaboró en muchas de sus creaciones, modelando las partes que al genio no le motivaban demasiado. Esculpió sus propias obras, siempre a la sombra del maestro, obras que, en los primeros años, fueron consideradas menores y de escasa importancia. Una mujer escultora resultaba algo demasiado estrambótico como para ser tomado en serio. Camille era la única mujer entre los alumnos de Rodin, lo que alimentó rumores maledicentes sobre ella y cuestionó su talento. Hubo quienes, a pesar de todo, advirtieron el talento de la joven, su extraordinaria habilidad para trabajar el mármol y dotarlo de movimiento y expresividad. Tras mucho esfuerzo, sus obras empezaron a ser elogiadas por algunos entendidos, Mirbeau entre ellos.


Camille abandonó el hogar y se trasladó a un estudio muy cercano al de su mentor. Louise, su madre, jamás le perdonó tal osadía, ni la vergüenza que suponía para la familia reconocer a su hija en muchas de las esculturas de Rodin. La sola idea de que una mujer posara, esculpiera desnudos, viviera sola, se consagrara al arte y se dejara ver en público con un hombre casado, era más de lo que la tradicional Louise Claudel estaba dispuesta a tolerar. Musa de Rodin, compañera, amante, Camille tejió con él una relación tumultuosa y conflictiva. Rodin, artista reconocido, afamado y aplaudido, poseía un talento fuera de toda discusión. Pero su inspiración decaía. Camille, mucho más joven e inexperta, poseía, en cambio, la fuerza, el empuje, las ideas, la creatividad. Algunos afirman que Rodin la vampirizó, que exprimió el talento de su amante, logrando que ella esculpiera muchas de las obras que, aún hoy día, llevan la firma del maestro, pero que son atribuídas a Camille por ojos expertos.


Camille aprendió de Rodin, y Rodin se sirvió de Camille. Más allá del taller, en lo tocante a su relación, se mantiene siempre presente entre ambos la figura de Rose Bauret, mujer a la que Rodin jamás renunció. El triángulo amoroso fue representado por Camille en la obra L´Age Mur, en el que son fácilmente reconocibles los protagonistas. A pesar de todo, la relación entre el genio y su musa se mantiene durante 15 años. Cuando, finalmente, se rompe, Camille ya es una escultora conocida en su país, recibe muy buenas críticas en las publicaciones artísticas de la época y realiza varias exposiciones. Mantiene una relación con Claude Debussy, pero, una vez más, la historia se repite, y Camille debe conformarse con el papel de amante.


A partir de 1905, el estado emocional de Camille se desmorona. Permanece encerrada en su taller, trabajando frenéticamente. Cuando termina una obra, la destroza a martillazos, convencida, en su delirio, de que alguien quiere robar sus creaciones. Tal vez un eco alucinado de sus propias experiencias, un recuerdo de su vida a la sombra del maestro invencible. Camille se enfrenta sola a su locura. Su padre está enfermo, su hermano Paul vive lejos, su madre y su hermana le dan la espalda, castigándola por sus "excesos", por su vida de artista, por permanecer soltera, por frecuentar el ambiente artístico de París, por sus historias amorosas. El padre de Camille muere en 1913. Una semana después, la vengativa madre ingresa a Camille en un sanatorio. Cuatro meses después, la encierran en un manicomio. Pese a su visible mejoría, a sus súplicas y al consejo de los médicos, la familia de Camille se niega a que la mujer abandone la institución.


Pasan los años y nada consigue apiadar a la madre de Camille. Rencorosa, cruel, implacable y con una frialdad impropia de una madre para con su hija, Louise está decidida a hacer pagar a Camille por "los caprichos de su vida disipada y escandalosa". El castigo es inapelable y de una dureza extrema. No habrá perdón. El pasado de Camille es molesto, vergonzoso, una mancha. Lo mejor para la familia es borrar a Camille, hacerla desaparecer, esconderla, olvidarla. Ni siquiera Paul, ya un afamado dramaturgo, intercede por su hermana. Mantiene con ella una nutrida correspondencia, escucha sus penas, la consuela, incluso la visita de vez en cuando. Pero jamás le concede la libertad. Incluso Paul, tan cercano siempre a ella, artista como ella, la traiciona con imperdonable cobardía, convencido quizá de que, en efecto, el pasado de su hermana resulta demasiado incómodo. Paul la abandona y se desentiende de tan enojoso asunto.


Una vez más, la mujer es una loba para la mujer. La propia madre castra a su hija, aplastando a su propia sangre sin el menor remordimiento, sin ninguna piedad. Louise Claudel nunca fue capaz de comprender los anhelos de Camille y, no contenta con despreciarla, la enterró viva. Una vez más, el talento, la curiosidad, la creatividad, la sensibilidad artística, merecieron amputación y penitencia, humillación y escarnio. Otra mujer mala condenada por los suyos, por quienes debieron amarla y apoyarla.


Camille Claudel fue encerrada en un manicomio en 1913, según sus propias palabras "por haber tratado de ser Camille y mujer, Camille y artista, Camille y amante y libre”. Permaneció allí hasta su muerte, 30 años después.

2 comentarios:

Jas dijo...

Joder lo que rajas, jejeje. He estado unos días sin visitarte y la que has liado, ya se nota que te gusta escribir ;-)

Terminarás haciendo lo que te dije y sino tiempo al tiempo, ya lo veras.

Un besote Sra. de los Búhos.

Lenka dijo...

Ni yo misma sé lo que teminaré haciendo!!!

Un besote, Señor de los Dibus.