domingo, 19 de julio de 2009

Por el amor de dios

Gracias, mamá, a ti y al cielo que me dejáis vivir aquí en tu seno.
Y luego nacer, y quererte fuera como te quiero dentro.
Hola, mamá. Hoy te he oído hablar. Tú discutías con una voz ronca.
Y luego llorabas, llorabas por mí, decías que yo sería un estorbo.
Qué tal, mamá? Aquí estoy otra vez, y te escucho de nuevo, discutiendo con él.
Y sin llorar me pongo a pensar que, si estás de acuerdo, ya no naceré.
Creo, mamá, creo en Dios y en ti. He sentido un pinchazo, me ha dolido y al fin
ya no naceré, ya no estorbaré. He manchado tu sangre, ya sé que me iré.
Adiós, mamá, rezaré por ti, aunque nunca te he visto. Hoy sé que, al fin,
ya no naceré, ya no estorbaré. He manchado tu sangre, ya sé que me iré.

Esto, lo creáis o no, es una canción. Una canción de campamento. Las monjas y los curas de mi colegio me la enseñaron a los diez años. A mí y a un montón de chiquillos más de mi misma edad. Ni siquiera teníamos la regla y ya nos habían aleccionado con versos ñoños antiabortistas. Cantábamos esta y otras canciones parecidas acompañados de guitarritas, junto al fuego. Una más de las divertidas y educativas actividades de verano. Una jauría de niñas que aún no usaban sujetador, y una panda de niños con acné que ni habían cambiado la voz, angelical coro provida a la luz de las estrellas. Nos enseñaban otras cosas muy pedagógicas: que las niñas que se dejaban coger de la mano o besar en la boca terminaban siendo señoritas de cuatro letras, y que si tu novio te pedía sexo era que ni te quería ni te respetaba. Que el sexo sin amor, o con amor pero sin bendición eclesiástica, te deshumanizaba, te equiparaba a un animal irracional, te degradaba como persona, te manchaba a los ojos de Dios, Él, que te quería pura y limpia. También nos hablaban del incondicional amor del Altísimo, y recuerdo que celebrábamos la fiesta del perdón, con confesiones obligatorias, misa, comunión y luego chucherías. Y tampoco he olvidado que si te pescaban hablando por la noche, o a solas con alguien del otro sexo, te tenían toda la noche al fresco, descalzo y en pijama, cortando malas hierbas con las manos, o acarreando piedras desde el río para rodear con ellas los arbolitos, o te llevaban a un monte cercano y te dejaban allí para que volvieras por tu cuenta en mitad de la oscuridad. Porque Dios quizá perdonaba siempre, pero ellos no. Ellos eran una banda de nazis reprimidos, de enfermos asquerosos.
La cancioncita del aborto me aterrorizó durante años, muchas niñas llorábamos al cantarla. Aunque parezca increíble recuerdo con cariño aquellos años, por los muchos amigos que hice, lo bomba que lo pasábamos jugando, y, sobre todo, porque inconscientemente fuimos gestando una rebelión que explotó en la adolescencia y que provocó un último campamento de insubordinación en el que ya no nos callamos, no nos dejamos castigar, provocamos deserciones en los mandos y hasta nos llevamos la victoria moral de la disculpa de otros. Así que, al final, resultó bastante instructiva la experiencia. Hoy jamás dejaría la educación de mis hijos en manos de curas de esos que no miran a los ojos, que hablan suavones y condescendientes y que sientan a niñas de trece años en sus rodillas para preguntarles si se tocan por la noche. Ni en manos de monjas recalentadas y envidiosas de las que te tiran del pantaloncito de verano y te espetan que cómo no va a haber violaciones, si vamos por ahí provocando, desfachatadas como fulanas. Dudo que hoy ninguno de los que padecimos la manipulación repugnante de aquellos santos hombres y mujeres accediéramos a que educaran a nuestros hijos semejantes ejemplos de bondad y de solícito amor hacia fetos, niños, adolescentes y personas en general.

17 comentarios:

Jack dijo...

Qué asco y que miedo y qué difícil explicárselos a quien no los entienda. Qué absoluta rechazo y qué vomitiva y terrorífica es siempre la moral única. Qué peligroso todo cuando se cuenta a los críos, en una canción y con una sonrisa.
Qué asco y que miedo, prima, esa canción.

Lenka dijo...

Qué me vas a contar. No te puedes imaginar las llantinas que pasábamos en aquellas maravillosas veladas, que hasta los varones hacían esfuerzos por no soltar el moco (ellos, a esa edad, tan durotes como quieren parecernos). No te imaginas lo que es sentir culpa y horror por los pobres fetos abortados del mundo por mujeres malas y egoístas, o tontas, forzadas por hombres malos que ni querían a los fetos ni a ellas. Sentir la culpa esa como algo propio, que te salpicaba por ser niña, hembra, sexo femenino, dios mío, si a mí me pasa, cómo, cómo podría hacer algo tan horrible. Matar. Antes de usar tampones ya andábamos horrorizadas pensando que, forzosamente, el sexo debía tener algo oscuro e inhumano cuando hasta lo único bueno que tenía (dar vida) podía ser destruído.

Y ellos? Los varones? Los nenos de diez años? Ensayaban y ensayaban con las guitarras, y ponían caras de espanto, como si tuvieran la culpa, por ser chicos, de todos los abortos del mundo. Fíjate. Preñar a una chica, manchar su honra y, encima, llevarla al crimen. La carita que hacíamos todos, pensando "gracias, mamá, por no abortarme, por no dejar que me pincharan y me hicieran daño!!"

Pero lo mejor eran las caras beatíficas de los "educadores", de esos curas y monjas, de aquellos chavalitos y chavalitas de 16 y 18 años (no mucho más listos que nosotros) convencidos de su gran labor (míralos, ya lo han entendido, cómo lloran los pobrecillos).

Sabes lo que recuerdo? Recuerdo que normalmente no nos reñían los curas, aunque ellos ideaban todos los castigos. Recuerdo que eran los monitores de 16 y 18 años (los que idolatrabas, porque eran jóvenes, y majos, como hermanas mayores, y hasta te enamorabas de ellos y todo) los encargados de venir a decirnos cosas como: "me has decepcionado mucho", o "no te da vergüenza?"

Es verdad que muchos se largaron con viento fresco a los pocos años, y hasta un matrimonio de cuarentones muy creyentes y parroquiales (buena gente, prima, de los que nunca cedieron a ciertas cosas) salió por patas. Y un cura!!! Uno joven, sevillano, escapó indignao. Lo que me gustaría saber es qué fue de una monitora que recuerdo bien, una tía ladina con sonrisita de ángel, una pécora, siempre sonriendo, siempre con chismes a las monjas, con castigos refinados (como ponernos a fregar baños toda la noche, o ducharnos con agua fría), aquella que decía que el sexo por el sexo, sin casarse y sin buscar hijos, era una asquerosidad propia de animales. Llevaba ocho años con su novio. Sería como ella, porque si no...

Cuando ya teníamos nosotros 16 años tuvimos un debate con ella monstruoso, y terminamos poniéndola colorada. A la tía curtida. Con 16 años y sin puñetera idea de nada, calcula su nivel. Ella afirmaba que era preferible que te mataran a que te violaran. Santa María Goretti. Te lo juro. Se me ocurrió decir en voz alta que a mí que me violaran treinta veces, pero que me dejaran vivir con ello pa siempre, que me apañaría como pudiera. Lo peor es que algunas niñas pensaban como aquella. No todas, afortunadamente. Y recuerdo a una pequeñaja de León que le espetó: "la vida no es sagrada? Y Dios no es tan bueno? Cómo va a preferir él que a sus hijas las maten en vez de violarlas? Además, no tendría ni que perdonar nada, en todo caso al violador!"

(Aplausos, gritos, rebelión)
Qué habrá sido de aquella penca, prima, la monitora virginal? Calculo que se habrá hecho monja. O puta. De verdad que no le imagino término medio.

Y pensar que en medio de aquel desatino sectario conocí a mi monjita comunista, la de la liberación, que suspiraba por Richard Gere, y se fue al culo del mundo a hacer pozos de agua y escuelas, y nunca tuvo tiempo (cuenta ella) para hablar de Dios, porque había mejores cosas que hacer... La misma monjita que nos enseñó las canciones de La Mandrágora y Al Alba. Ya ves. Siempre hay un justo en Sodoma.

Alberich dijo...

Joooo-derrrrrr

Anónimo dijo...

Hola Lenka,
que mala suerte tuviste.
Siempre estudié en colegios de curas y mis recuerdos de campamento en nada se asemejan a lo que cuentas.

Evidentemente, si hubo algo de "moralina" por llamarlo de alguna manera, pero bueno, nada radical, sino lo que es propio en un colegio confesional.(sabemos dónde nos metemos, no? Pues entonces no nos quejemos)
Nunca comulgué con ese credo, pero no tiene sentido rasgarse las vestiduras y pretender que en un colegio religioso no se expongan ciertas ideas; es lo que hay, y me parece perfecto.

Ante todo en el mío se fomentó siempre el respeto - no solo hacia los compañeros sino hacia todo tipo de ideas...-, y guardo un recuerdo entrañable de aquellos años, además de grandes amigos.

No comulgo con la farsa que creo es la religión, y me has hecho reir un buen rato recordando la cancioncita que todas las chicas de mi clase cantaron durante años en las veladas de campamento (sin dramatismo, por cantar como quien dice...) mientras nosotros -hombres ya maduros...eso nos creíamos- poniamos los ojos en blanco...

Lenka dijo...

Sabemos dónde nos metemos?? Tú crees?? A mí me metieron en el cole de monjas a los 5 años. No, no sabía dónde me metía, y te asguro que, aunque hubiera sido vidente y hubiera protestado, dudo que mi madre hubiera respetado mi opinión a semejante edad. Ella me metió en ese colegio convencida de que recibiría una buena educación. Y mientras estuve allí, tragué con todo eso porque pensaba que era lo normal. Coñe, era el cole. Si el mío era así, serían todos así. Es que ni siquiera me daba por pensar que podía haber coles distintos. Luego fui a un instituto público y claro, flipé de colores. Qué felicidad, oiga.

Hoy día, una vez oídas mis experiencias en el colegio (que siempre puedes contar con perspectiva una vez que la tienes, y eso no siempre pasa mientras lo vives) es mi madre la primera que dice que ni borracha repetiría. Y está muy tranquila sabiendo que, si llega a tener nietos, no tendrán que pasar por nada remotamente parecido. De eso ya me encargaré yo.

No me rasgo las vestiduras, ni jamás lo haré, por las misas a las que fui, ni por los rezos que aprendí, ni por estudiar catecismo. No deja de ser cultura. Aunque sólo sea porque al Trivial me sé los nombres de los evangelistas, o de los hijos de Jacob, y mis colegas de la pública no. Si me rasgo las vestiduras es por las (y créeme que no exagero) verdaderas torturas psicológicas que muchas niñas tuvimos que soportar en ese colegio, en nombre del amor de Dios y por nuestro propio bien (qué ironía, oiga) Y algún que otro desmán físico también hubo, la verdad. Desde luego no es nada que te mate, y ahora muchas cosas parecen meras anécdotas, pero no dejo de sentir rabia cuando oigo hablar del amor cristiano y el perdón y recuerdo lo pedagógicos que eran en mi cole y en mis campamentos, cuando dejaban a cuatro niñas solas en medio del monte de noche como castigo, o nos hacían ducharnos con agua fría. Y si lo de que un puerco con sotana te sentara en sus rodillas para preguntarte si te tocabas no es para rasgarse las vestiduras, pues que baje el Divino, Santo y Bondadoso Padre y lo vea. Ya te digo yo que a una hija mía no la trinca un cura pa esos menesteres. Fijo.

Kaken dijo...

Yo tuve suerte de encontrar siempre religiosos ligth, nada comparable a lo que tu viviste.
Me entristece mucho. Mucho.
Un bes

Lenka dijo...

También a mí, Kaken, porque te genera una imagen terrible de todo ese mundo. Me costó horrores superar ciertas cosas, es inaudito de qué manera algunos mal llamados pedagogos abusan sistemáticamente de su poder sobre niños indefensos que no pueden ni saben plantarles cara (y que ENCIMA hagan esas cosas en nombre de Dios, es que es algo que me ataca los nervios!!!!)

También tuve profesoras seglares así en el susodicho colegio. Menos mal que para compensar hubo gente (seglar y religiosa) absolutamente increíble, de quitarse el sombrero. Pero vaya por dios, eran los menos. Aunque eran, que es lo que cuenta. Me costó superar mi visceral desconfianza a las cofias y los crucifijos (ríete tú de las fobias vampíricas) pero nunca permitiré que esas experiencias me cieguen ante las maravillas que obran muchas personas, sin el menor interés, por genuino y puro amor a la gente.

Lo malo es que (llámame malpensada) no puedo evitar ver las mismas poses y actitudes en mucha, mucha gente, y eso me pone en alerta. De ahí ciertos miedos viscerales y pelos como escarpias cuando detecto esquemas parecidos, de gente bienintencionada con la que no se puede hablar y que todo te lo cuestiona, gente tan obsesionada por controlar cómo viven los demás. Me da yuyu, francamente. Para mí no tiene precio dar con personas que, sean cuales sean sus ideas o credos, se toman la molestia de escuchar, de aprender, de compartir y enseñar. Gente que tiene claro cómo quiere vivir su vida, pero no pretende imponerse.

Siempre les he tenido manía a los peros, máxime en frases del tipo: "yo no soy racista, pero". En cambio, me encantan otros peros. Los que van así: "yo no lo haría, pero"; "no lo comparto, pero"; "no logro entenderlo, pero". Esos ya me gustan más.

Anónimo dijo...

Kaken y el Anónimo debieron estudiar en Marte y con marcianos.
'Seniooooor, m has mirado a losooooo jooooosssss...'

(q malo q zoi, m va caztigal dioz)

Tio Davidín B

PD Mi sueño, por cierto: tener bula para sentar colegialas en las rodillas y preguntarlas si se tocan por la noche
Jodó
Aluego dicen de perversiones y q hay q estudiar a los maricones a ver si son aptos para educar ninios
Siempre, claro, con la excusa de la Ciencia
Yo alucino
Pero ¿cómo rayos no se va a reir uno? ¿eh?
¿Estamos en Marte o en el planeta Tierra?

Lenka dijo...

Hombre, habrálos también que cantaron el alabaré pero no sufrieron mayores trastornos. Mejor para ellos. A mí, que tengo 31 recientes, no soy tan mayor, me tocó, por desgracia, una facción bastante jevi. Mala suerte, supongo. También me resarcí con mi abuelo, el beato, la mejor persona que conozco. Con la monja roja y el jefe cura progre, rodeado de empleados izquierdosos, grunges, punks y la madre del cordero. Qué sé yo. Cada cual cuenta la feria como le va en ella. A mí me fue mal, así en general y salvo excepciones. Y, aunque las tenga en cuenta (las excepciones), no resisto ciertas hipocresías babosas, ni ese afán de olisquearlo y controlarlo todo, ni ese asco al sexo (de los demás), ni esa tergiversación, esa manipulación, ese repartir hostias (con hache y sin ella) por el amor del Buen Dios, ese machismo indecente, esa soberbia, ese parasitarismo, esa inquina, ese totalitarismo imbécil, ese afán de rebaño, esa cerrazón, esa estrechez de miras, esa incapacidad para respetar, ese culto al inmovilismo, ese rechazo a la individualidad, esa falta de piedad, esa crueldad con el débil, ese oportunismo... tantas y tantas cosas que me encontré en el seno de la Santa Madre, mientras se predicaba todo lo contrario.

Remolina dijo...

Pues Tío Davidín B, yo también debo ser de Marte o de Júpiter o de algún otro sitio extrañísimo, porque en mi vida he pasado por 2 Colegios de monjas, 1 Instituto de monjas y una Universidad de curas y os lo juro por las portilleras del Cielo, que jamás en la vida he tenido ninguna experiencia similar a las que contáis, gracias a Dios.

Bueno, en el Instituto sí que el curilla que nos daba filosofía tenía las manos un tanto ligeras, eso es cierto. Lo que es cierto, es cierto.

Lenka dijo...

Y yo que me alegro de que tengáis mejores experiencias que la mía, Remolina. Ya te digo que soy consciente de la existencia de personas grandiosas dentro de la iglesia, he trabajado con algunas de ellas. La pena es que en mi caso han sido franca minoría. Y la pena es que los respeto como excepción, y los respeto tanto que no puedo dejar de preguntarme qué demonios hacen ahí metidos. En serio. (Me lo pregunto yo, a ellos los dejo en paz con su vida). Porque es tan abismal la diferencia que he visto entre lo que predica la iglesia y lo que hace, que no lo comprendo.

El contacto con la iglesia, a mí, me ha provocado una absoluta desconfianza hacia las instituciones, sobre todo las que se basan en creencias o ideologías. Ese contacto me volvió cínica y descreída, me hizo muy individualista, me ocasionó alergia a todo lo que huela a doctrina o manifiesto. Me hizo convencerme de que las ideas y las creencias han de ser personales, sagradas e intransferibles, sin jerarquías, sin códigos y sin intermediarios. Por eso no quiero saber nada de iglesias (aunque me considere muy espiritual) ni de afiliaciones políticas (aunque sepa cuáles son mis tendencias). El rebaño me da yuyu, y la curia, y los jefes, y el ritual, la etiqueta, el credo. "Un verdadero católico es..." "No puedes llamarte comunista si dices..." Pensamiento único, mal rollo. Me da urticaria. Paso. Me ha quedado la sensación de mentira, de manipulación, de trepas, de vendedores de aspiradoras. No puedo con ello.

Remolina dijo...

Yo no digo que todas las personas con las que yo me he topado en el "seno de la Iglesia" (expresión horrorosa, por cierto), sean unas magníficas personas y estupendos religiosos. No. Lo que yo digo es que gracias a Dios, no he tenido ninguna experiencia de tipo maltrato de cualquier clase, en este ámbito. Dentro de la Iglesia la mayoría de la gente que conozco es más bien gente mediocre, para qué nos vamos a engañar. Pero no maltratadores, ni pederastas, ni personas asquerosas, así en general. Sólo gente mediocre, que están ahí como podían estar en cualquier otro sitio. Gente que por circunstancias de la vida, les tocó hacer la carrera eclesiástica (porque era la única manera que había entonces de poder acceder a estudios, si no eras de clase pudiente). Hubo gente que lo aceptó y hubo otros que incluso tuvieron vocación. Y los hubo, como mi padre, que una vez terminada la carrera, colgó la sotana, y a otra cosa mariposa. Al fin y al cabo, le metieron en el seminario con 9 años, sin preguntarle. Eso sí, nunca jamás le he oído renegar de ello. Gracias a esa decisión de sus padres (que por cierto la aplicaron a todos sus hijos, no quedando hoy en día ningún cura ya en la familia, están todos casados y con hijos)hoy en día tiene una cultura, una carrera y ha tenido un trabajo dignísimo hasta que se jubiló. Te habla de los sabañones en las manos cuando estaban en el Seminario con un frío de pelar, sin calefacción, obviamente, de los golpes que les daban con la regla cuando no sabían bien las declinaciones, de tener que ir a cantar misa con 10 años a un pueblo perdido de la mano de Dios, porque el Párroco cantaba fatal, como quien habla de las anécdotas de la mili. Siempre dice que lo recuerda con cariño. Pero no tenía vocación y lo dejó. Hubo gente que no pudo, no quiso o se instaló en la inmunidad que le daba la sotana para ciertas cosas. No lo niego. Sólo digo que yo no he tenido que toparme con ellos.

A mí tampoco te creas que me hacen gracias las filiaciones. Todo el poder corrompe, hasta en las Comunidades de Vecinos, llega el vecino del 5º, le toca ser presidente de la Comunidad un año y ya cambiamos de Administrador porque él tiene un primo que lo va a llevar mucho mejor, ya veréis. Y cuando se avería el ascensor, no llamamos al servicio técnico oficial, no, mi cuñao es un manitas y tal y cual. Pues eso, que si pasa hasta en las asociaciones más pequeñas, qué no va a pasar en política o en la Iglesia. Siempre, siempre, habrá gente que se meta en un sarao de estos por poder. No sé si eso podremos erradicarlo algún día. Lo dudo, como Los Panchos.

Lenka dijo...

Exacto, Remolina, no quería decir que tú hubieras dado a entender que eran todos maravillosos. Para nada. Tampoco yo digo que sean todos monstruos. Y es evidente que cada persona cuenta las cosas como las vivió. Si alguien fue a un cole de monjas y lo pasó pipa, no tiene por qué guardar un mal recuerdo, ni tener una mala imagen de ellas. Está claro.

Yo me encontré de todo, y por desgracia mucho más de lo malo que de lo bueno. Por eso siento lo que siento hacia todo eso. Mi abuelo paterno también estudió en el seminario, y lo dejó al conocer a mi abuela durante la guerra. En su caso había verdadera vocación, quería ser sacerdote desde pequeño. Siempre ha sido un creyente fervoroso. Y es, como digo siempre, la persona más buena, recta, honesta y respetuosa que conozco. Mi padre, el anarca radical, dice siempre que "si existe Dios, seguro que se parece a mi viejo". Es mucho decir viniendo de alguien que disfruta haciendo rabiar a su padre con la frase de: "tú no sabes lo bien que arden las sotanas????" (Calcula la disparidad de ideas entre ambos!!) Sí, gracias al seminario mi abuelo tiene estudios y tuvo un buen trabajo. Pero ojo, qué demonios, gracias a su esfuerzo también. A mi abuelo, y al tuyo, nadie tenía derecho a hacerles pasar hambre, ni a pegarles con una regla. Nadie. Y menos que nadie personas que se llenaban la boca hablando del amor, del perdón y del "dejad que los niños se acerquen a mí". Esa hipocresía, esa dominación del débil es lo que me revienta. Un cura que pega a sus alumnos es un sádico, y no es buena persona. Una monja que mira las piernas de una niña y le parecen pecaminosas es una enferma, tiene la mente podrida. Y será una maltratadora de niñas, psicológica como mínimo.

Los Papas debieran ser como mi abuelo. Si todos los creyentes (de cualquier credo) fueran como mi abuelo, el mundo sería un lugar maravilloso y amable donde vivir, donde cada cual respetaría escrupulosamente al de al lado porque le sentiría su propio hermano, tal y como se predica. La iglesia sería un lugar de recogimiento, de apoyo a todos, incorruptible, insobornable, y siempre al lado del más débil. Sería, creo, lo contrario a lo que es.

Lo malo es que el afán de poder se lo come todo. Como bien dices, hasta un presidente de la comunidad se cree alguien importante. Lo malo es que el dogma es peligroso y siempre pretende imponerse. Por eso desconfío de las formaciones, las asociaciones, todos esos grupos (religiosos, políticos, de lo que sea) que ponen una idea por encima de todo, por encima de la gente (como bien explica Javier Marías). Eso me da terror. Nada hay por encima de las personas. Nada. Por eso desconfío de todo colectivo que te defina, que jerarquice, que tenga normas cerradas, que no consienta la libertad, la individualidad ni el cuestionamiento. Aceptar a ciegas equivale para mí a no crecer, a no mejorar, a no evolucionar, a no admitir que se falla. Y eso suele derivar en radicalismo, borreguismo, estupidez. Y la estupidez puede ser muy peligrosa.

Remolina dijo...

De acuerdo completamente en lo de que aceptar a ciegas equivale a no crecer, a no mejorar,.....a no admitir que se falla. Por eso yo hay cosas que no puedo aceptar a ciegas. Ni en casa, ni en el trabajo, ni por supuesto en Religión. Pero es que si lo digo viene el Hereje y me riñe y se pone picajoso (que si la Santa Madre Iglesia, que si el Papa, que es tu único y supremo guía espiritual, etc, etc. Bueno, os hacéis una idea ¿no?). Je, je. Ahora en serio, que sí, que tienes razón.

Y por supuesto que a tu abuelo, a mi padre, etc, etc, hay que reconocerles el esfuerzo, además de que la Iglesia les permitiera estudiar. Lo que pasa es que, no sé tu abuelo, pero en el caso de mi padre, solo con el esfuerzo lo que hubiera conseguido es ser el más rápido a este lado del Tajo en llevar las ovejas de León a Extremadura. Y ya. No había más.

Lo de pegar o no pegar, lo decía en plan anecdótico vamos. Que lo recordaba con cariño, como se recuerdan las guardias pasadas a la intemperie en la mili. Que nadie tiene derecho a pegar nadie, sí. Pero también eran otros tiempos, y eso no lo hacía solo los curas, que también, si no todos los educadores. Y bueno, me da mucho miedito ponerme a juzgar cosas de antes con los ojos de ahora. A mí. Me da miedito. Mucho.

¡Ah, y si pudiera votar al Papa, mi voto es para tu abuelo, fijo! O para el mío. Je, je.

Lenka dijo...

Desde luego que no queda otra que ponerse en aquellos días en los que cualquiera le podía calzar una leche a un niño y no pasaba nada, curas, monjas, el alcalde, el carnicero o quien fuera. Es verdad. Lo que no es de recibo es que se sigan dando. Y a mí me cayeron hace no tantos años, y te queda un resquemor de injusticia tremendo. Y cuando te las daba una monja nazi de esas, y luego la veías en la capilla, con expresión de arrobada beatitud, cantando el "con flores a María", es que te apetecía estrangularla con la cofia. Como poco!

Sin el seminario vete a saber, mi abuelo se habría quedado en el campo toda la vida, seguro. No te digo que no. Lástima que con la cultura también le dieron palos, pero como dices eran otros tiempos. Mejor no juzgarlo con los ojos de ahora, cierto, pero la hipocresía era la misma, no se puede negar (peor entonces, más salvaje). No es plan de cegarse con ello, ni tampoco de obviarlo como si no hubiera pasado nunca. Por eso me cabrea que cuando un miembro de la iglesia se ve hoy metido en algo turbio, se tape todo rapidito. No, si pasa se dice, y se castiga. Que lo de las bulas ya pasó a la historia. Coñe.

El Hereje te riñe?? Te refieres a Bowman, no?? En él es un clásico ya de lo reñirnos a todos, jejeje. Es que me lío, porque Hereje es el mote que le hemos puesto a Rogorn, por aquello de que vive en La Pérdida Albión, rodeado de Herejes. Y Rogorn seguro que no te riñe, que aquí no le dejo escribir en verde, jeeejejejeeeejeeee...

remolina dijo...

El Hereje, el Hereje. Rogorn vamos. No, aquí ya sé que no le dejas escribir en verde, me refería "al otro lado".

Bowman no me riñe, de momento, que nunca se puede decir de este agua no beberé.

Lenka dijo...

Jajajaja, pues serás la única, porque el ilustre Maese no deja títere con cabeza y se aprovecha de sus canas pa darnos estopa a todos!!!

;)