sábado, 25 de julio de 2009

Aquellos días de cine


De vez en cuando me da como un ataque y encuentro una nueva pasión, un nuevo vicio. Supongo que es lo normal en un carácter como el mío, de esos que funcionan por impulsos. Cuando algo me impresiona, lo devoro en plan compulsivo, y lo gozo como la auténtica lunática que soy. Luego puede suceder que el empacho me sature por un tiempo (o para siempre) o que me sobrevenga un desinterés absoluto que me haga abandonar la última vocación del momento, condenándome a la abulia momentánea (dios mío, y ahora qué, mi vida no tiene sentido!), o devolviéndome a mis viejos placeres de siempre (porque algunos permanecen, aunque servidora sea a menudo ingrata y los abandone para correr tras nuevas aventuras. Eso sí, siempre vuelvo), o bien despertándome a alguna inesperada sensación que me sacude, como siempre, con ese brío único del "ahora sí que sí, encontré la piedra filosofal". Y de nuevo empieza todo. Es mi ciclo. Uno de tantos.
Así fue con muchas cosas: los mandalas, los Romanov, la astronomía, los héroes de la segunda guerra mundial, el eneagrama, las mujeres malas, la carta astral... Mis intereses viven y mueren como estrellas fugaces, o como fuegos artificiales. Voy de explosión en explosión. Lo que me convierte en una auténtica diletante, una de esas personas que de todo han leído y oído, pero que son expertas en nada. Puedo fascinarme literalmente con la historia de los perfumes y no pensar en otra cosa durante meses, para abandonarlo tan repetinamente como lo abracé. Puede darme por las películas de Disney (os-lo-juro) y pegarme sesiones maratonianas de películas de dibujitos, mientras suspiro nostálgica por la lejana infancia y aprovecho el intermedio entre suspiros para analizar el mensaje de los cuentos tradicionales bajo sabe Dios qué perspectiva pseudopsicológica recién inventada por mí.

Ahora me ha dado por, como dice mi hermano, el cine rancio. La culpa de todo la tuvo la cara de loca de una ya más que madura Bette Davis, que me hizo la pascua mano a mano con Robert Aldrich. Y llegó la hecatombe. Recuerdos de la niñez, con aquellas sesiones de cine las tardes de domingo (la Mamma siempre ha sido gran aficionada) y un hartazgo demoledor por las pelis actuales, la mayoría de las cuales (al menos las accesibles para esta pobre provinciana) me parecen imbéciles, facilonas, mucho ruido y pocas nueces, el mismo argumento repetido hasta la náusea, los mismos efectos especiales a lo Matrix, los mismos clichés idiotas, los mismos figurines, el mismo exceso, el mismo todo, la misma nada. Claro que siempre hay excepciones, verdaderas joyas que uno encuentra de sopetón, o que le pillan con el día tonto y le conmueven. (Habéis visto "En busca de la felicidad"? Sale Will Smith, ese al que conocimos haciendo el canelo en Bel-Air, que hizo mucha comedia de acción con cochazos, tiros, jamonas y gracietas, y que ahora parece decidido a cambiar de esquema. Vedla. Es el sueño americano, sí, pero contado desde la pesadilla. Es hermosa, y te hace lagrimear a lo loco. No cae en clichés fáciles, o al menos no en los de siempre. Y, por una vez, es una historia que se atreve a aplaudir la lucha, el tesón, el trabajo duro, la voluntad, en lugar de hacer apología de la violencia, la brutalidad, la bobochorrez, la venganza, los culos y las chuminadas típicas del cine comercial. Habla de un tío duro. Uno de verdad. No de los que arrean guantazos o sueltan mongoladas del tipo "has cometido un grave error metiéndote conmigo, capullo". Sólo un buen hombre que no se rinde).

Así que Aldrich y Siodmak se han convertido en mis nuevos dioses, Bette y Crawford en mis nuevas musas (cómo se odiaban, Dios mío!). Pero no son los únicos. Un montón de historias ha invadido mi pantalla, buenas historias, con enjundia, con imaginación, críticas o fantasiosas, contadas sin boato por magistrales narradores, representadas por enormes rostros del cine. Un montón de historias que me están reconciliando con el cine. Blanco y negro, ausencia de efectos especiales, sonido cascado. Muchas veces un único escenario y pocos personajes. Todo es tan viejo, tan distinto, la iluminación, la música, es otro mundo, pura genialidad salida de la sencillez. Una casa, cuatro personas, una tonada inquietante, y un juego de luces y sombras son capaces de parir una película aterradora, una pesadilla de miedo psicológico que nos enfrenta a temores atávicos: la escalera, el espejo, la culpa, la oscuridad, el recuerdo obsesivo, el espanto a enloquecer. Sin sangre, ni dolby surround, ni explosiones, ni artificios, sin efectos digitales de ultimísima generación. Historias desnudas de adornos y que siguen siendo buenas. Qué geniales quienes nos contaron cuentos así, qué inmensos los que les dieron vida y lo eclipsaron todo con su sola mirada. Un abogado de pueblo puede ser un héroe en tiempos de odio y prejuicio, un ejemplo de honestidad y rectitud, sin perder jamás el temple. Doce hombres en una sala pueden devolvernos la imagen de una sociedad entera. Dos mujeres aisladas pueden demostrarnos a qué extremos lleva la soledad, la envidia y la locura. Puedes sobrepasar tus límites como mujer, enamorarte de un fantasma y escribir una novela que no hable de amor o de cocina. Historias inmortales. Y ni una explosión que te desvíe de lo que importa.

3 comentarios:

Kaken dijo...

Rosebud, Lenka, Rosebud...
Un bes, me ha encantado.

Lenka dijo...

Jajaja, no lo creerás, pero esa es una de las que AÚN no he visto!!! (Qué vergüenza, dios míiiiio!!!)

Rogorn dijo...

Yo también estoy de repaso de cine rancio, en parte para desasnarse un poco, que nunca viene mal, y en parte para ver si es para tanto. Porque yo a los clásicos creo que hay que exigirles. Que algo sea viejuno no quiere decir que merezca la pena, y hay mucha leña que cortar en ese bosque.

Por su parte, Joaquina la piratilla me ha regalado un libro de cine de una década que tengo atravesada, la de los 70, que con todo su golpe de contestataria, rebelde, iconoclasta e innovadora necesita también que se le quiten un poco las greñas y la fumarata canutil de la cara para ver si debajo hay algo que merezca la pena o sólo pintadas de bor tubi guail y que limpie detrás quien venga. Ou yea.

Tespero en el Videoergo si coincidimos en alguna, o si me quieres contar algo de otras.