sábado, 4 de octubre de 2008

El viejo que leía novelas de amor


Lo he visto ya varias veces, en distintos lugares de Gigia, siempre por el centro, siempre por mi barrio. Va impecablemente vestido, aseado, con un traje viejo pero limpio, los zapatos gastados, pero lustrosos. Tiene el pelo y la barba completamente blancos, los ojos hermosos y azules detrás de las gafas. Es delgado y es guapo, y sé que, seguramente, lo fue mucho más. Siempre está sentado en una silla plegable, con la mirada baja. No porque se avergüence, ni mucho menos. Además no tendría por qué. Si no mira de frente es porque siempre, siempre le encuentro absorto en algún libro de páginas amarillentas.

Soy de esa gente incapaz de pasar frente alguien que pide ayuda y hacerme la sueca. Hasta tal punto que he tenido que forzarme para hacerlo algunas veces, ante el resentimiento de mi economía (que tampoco es que sea muy allá, con este baile constante de empleo y desempleo). Cigarros para los yonkis y los músicos callejeros. Comprar discos a los africanos y a esos rubios del este que tocan el violín, el saxo o cantan ópera en mitad de la calle, y te dejan con la boca abierta y la piel erizada ante un Ave María de Bach que te hace maldecir a todas las academias, operaciones triunfos, factores equis y demás fábricas de guapitos clónicos sin talento que nos machacan en la radio a todas horas y provocan acampadas de fans ante las taquillas, esperas de horas, llenazos y desmayos. En fin. Y para las gitanas del romero, claro. No por sus amenazas de mal de ojo (sé maldecir con peor leche que la más pérfida de ellas) ni por sus profecías maravillosas, siempre idénticas, de esposo rico y mellizos. Normalmente son sus panzas de preñadas adolescentes las que me hacen soltar un suspiro, menear la cabeza ante sus "reina mora" y sus "que soy gitana decente y cristiana" y esa forma tan zorruna y resabiada que tienen de exagerar su acento, de fingirse tontas y serviles mientras se ríen entre dientes, es todo eso, al fin, lo que me hace soltarles la pasta. Toma, pa tus niños. Pa comida y pa ropa. No pa vicios pa tu hombre.

Es triste ver a tanta gente, propia y extraña, de cerca y de lejos, de toda raza y condición buscándose la vida en la calle, ante la indiferencia de muchos y la impotencia de otros tantos. Cuando son jóvenes, al menos, los imaginas más fuertes, con más bríos para afrontar lo que venga. Pero si algo me encoge el corazón es ver a un anciano pidiendo limosna. Es algo que no resisto. No puedo dejar de pensar en mis cuatro abuelos, que aún me viven, en sus largas vidas, sus historias, sus penurias y sus alegrías, en la inmensa suerte que tengo por tenerlos, por poder escucharles, abrazarles, por verles llegar al final dignamente y sin que nada les falte. No encuentro nada más penoso que un anciano solo, desprotegido, forzado a mendigar compasión. Me escandaliza una sociedad que permite el desamparo de los más viejos, los más sabios, los más frágiles, tras pelear toda una vida en las batallas que les hayan tocado en suerte, las que sean. Me aterra pensar que toda una existencia de risas, de penas, de amores, de victorias y fracasos, de trabajo, de amigos y enemigos, quien sabe si de familia incluso, se vea reducida a un cartelito que suplica ayuda. Una sociedad justa debiera evitarles ese trance, ese fin. Lo que para muchos representa una vergüenza que, en realidad, no es suya, sino nuestra.

Le encuentro otra vez, enfrascado en la lectura. Como hago siempre, finjo contemplar un escaparate y rebusco en mi cartera con mil disimulos y mucha torpeza. Sé que me ha visto, claro, pero él también participa de esta vergüenza mía, y vuelve a su libro ajado. Dejo las monedas en su platillo y entonces me mira, con los ojos más bellos y más tristes, y esboza una sonrisa y me da las gracias. Muchísimas gracias. Y le sonrío también y me voy sintiendo el calor en la cara, asqueada de no poder hacer más. No me siento mejor, me siento miserable. Es una culpa colectiva, una culpa histórica. Tanta evolución, tanta tecnología, y bienestar, y lujos, y aún no hemos sido capaces de acabar con esto. Es una culpa enorme, de siglos, y pesa mucho.

Quizá sea por su barba blanca, porque las barbas son para mí el símbolo del padre. Quizá por los ojos azules, que siempre han sido mi debilidad. Por su elegancia de caballero. Tal vez porque lee siempre. Por su dignidad. Quizá por su pinta de maestro pulcro, o porque tiene un aire de marino, o de soldado, de pintor, de filósofo y de poeta. Quizá es porque tiene setenta años, porque quisiera que fuera mi abuelo, para oír sus historias, para cuidarle, para quererle. Desde que le conozco he sentido el impulso de invitarle a comer, de preguntarle su nombre, de escuchar su vida entera, sin prisas, con muchos cafés. Y no me atrevo, claro. Una tiende a pensar que es por no ofenderles, por su vergüenza. No es cierto. Es por la nuestra.

8 comentarios:

Lal dijo...

Quizá algún día consigamos quitarnos ese lastre de encima y hacer algo, aunque sólo sea abrir los oidos y la mente.
A mí me pasa algo parecido con un señor que anda siempre por el centro, con un montón de perros, todos perfectamente cepillados, gordos y tranquilos entren la marabunta de gente. Perros con un aspecto infinitamente mejor que el del hombre que se sienta entre ellos.
Me encantaría saber por qué está allí, por qué cada vez son más los perros que él salva de la calle sin que nadie le salve a él.
¿Sabes qué creo que le encantaría a tu caballero? un libro ajado, pero tuyo.

Lenka dijo...

Gracias, Lala. Espero atreverme un día, acercarme a él y hacerle ese regalo. Una cosa insignificante pero que quizá le haga más grata cualquiera de sus tardes. Ojalá me atreva, porque sé que, si no, me arrepentiré toda mi vida.

Ina dijo...

Sería un detalle precioso, y seguro que te lo agradecería, el libro, o acercarte a hablar de lecturas, compartir tiempo y sentir el interés de otra persona por él. La miseria mayor no es la económica, sino la soledad. Preciona entrada Len.

Anónimo dijo...

Te comprendo muy bien, Len, yo tampoco podría permanecer impasible ante un señor así... ¿qué historia tendrá?, ¿qué habrá hecho que termine así?

Espero que algún día te animes a preguntarle, seguro que no te arrepientes y que te proporciona algún momento mágico.

Amaranta

Rogorn dijo...

Una cosa que tiene Lenka es que hace parecer guay y cool todo lo que cuenta. Como dar al que pide por la calle, escuchar a System o Evanescence, molarle las motos o querer tener hijos (yo mentiendo), que le dan ganas a uno de imitarla (luego se me pasan, claro). Porque tiene pasión sin alharacas. Porque es la mejor.

Lenka dijo...

Juas!! Pues mira que soy la tipa con menos glamour sobre la faz de la tierra!!! Amos, que de guay y de cool, na de na.

La Guaja suele decir que hay gente que parece que no viviera o no le dé uso a la vida. Supongo que es verdad, todos conocemos a personas que parecen moverse por inercia, todo les resbala. Quizá es que, para compensar, "habemos" otros (y estáis todos incluídos) que nos implicamos un poco de más. Y a los que, con todo y con eso, nos sigue pareciendo insuficiente. Hay gente que le da un euro a un mendigo y se siente como dios, ya ha hecho la gran obra del día. Yo le doy el euro sintiéndome miserable, avergonzada por la existencia de una situación tan injusta. Y dado que lo entendéis, y se ve por cómo sois todos, está claro que aquí nadie es "la mejor". Hay mucha gente que no ha perdido la capacidad de asquearse y autoexaminarse, de criticar lo que ve y sentirse parte del error, en lugar de hacer una mueca y decir: "total, pa lo que arreglo... La culpa es de la sociedad" (como si la sociedad fuera ajena a él)
No haremos gran cosa con un euro, ni con una sonrisa, ni con la culpa, pero al menos significa algo. Igual soy el colmo de la ingenuidad, pero creo que significa que lo cambiaríamos todo si pudiéramos, mientras que a otros, aun pudiendo hacerlo, les importaría un carajo.

Es un consuelo estúpido, pero en fin.
Gracias a todos!

Eli dijo...

Bonita entrada, Len. Y precioso título.

Sra de Zafón dijo...

Una entrada muy...tuya.
Te creo capaz de ser el regalo de cualquier persona a la que te acerques,( y no te creas que se lo digo a todas...:-) ) también de fabricar perfiles de personas que puede que nadie veamos si no los cuentas tú, (Lo cool que dice tu amigo) pero además de eso, creo que si consigues atreverte tú sí que recibirás unos cuantos regalos, pero sobre todo uno: el ser capaz.
Un beso