miércoles, 13 de agosto de 2008

Motines y Bofetadas

Hagamos un resumen. La noche del lunes terminó con dos educadoras y dos vigilantes de seguridad encerrados en un despacho, la luz del centro cortada, el marco de la puerta doblándose bajo las patadas de los monstruitos, el marco astillándose, los tornillos saltando, líquidos sospechosos colándose bajo la puerta (menudo susto, pensábamos que era disolvente y que iban a prenderle fuego, y nosotros en una ratonera, con rejas en las ventanas, pero no, sólo era agua con detergente) y los consiguientes insultos y amenazas. Cuando llegaron los catorce nacionales y los cuatro secretas (menudo despliegue!!!!) los dos graciosos estaban en la cama, en pijama y jurando que llevaban horas durmiendo. La policía está harta. Muy harta. Otra vez vosotros? Estamos hasta los cojones! Todas las noches lo mismo! A tí estoy hasta las pelotas de verte y de correr detrás de ti, sí, tú, mamón, no te hagas el loco, cuántos bolsos robaste el viernes, hijoputa? Tengo un crío de once años que llega todos los días llorando porque le han atracado los moros de este centro. Estamos hasta los huevos de vosotros, entendido? Hasta los huevos! Si nos vuelve a llamar la educadora volvemos con los toletes en la mano y aquí va a haber hostias pa tol mundo. Comportaos como hombres de una puta vez o largaos a vuestro puto país!
Tela. Eso sí, ni una mirada torcida, ni un Tapum Dima. Nada. Cuando se fue la madera, charleta. Mi nivel de tolerancia y buen rollo estaba bajo mínimos, así que me calenté pero bien. Nadie replicó, mi miraban con los ojos como platos. Les prometí que si querían guerra, la tendrían. Que les habíamos dado ocho meses de margen y se había acabado. Que a partir de ese momento me iban a llamar hija de puta por algo. Que les iba a amargar la vida. Que les iba a tratar como merecían, ni más ni menos. Con el mismo respeto que ellos a mí. Y, además, sembré la discordia. Sabía quiénes habían sido. Ellos lo negaron. Así que sonreí y les dije que no se preocuparan, que al día siguiente les denunciaría a todos (menos a Senegal, claro) y que se repartieran las penas como quisieran. Ya que eran tan machos y tan moros y tenían los cojones tan grandes y luego se arrugaban ante la pasma... Funcionó. Hubo reunión en los dormitorios, gritos y broncas. El culpable confesó. El otro cobarde, no. Les denunciamos a ambos, claro.
Esta noche, Chiqui (el eterno implicado) me recibió colocado y amenazante. Vas a tener problemas. Ah, sí??? Genial. Quieres problemas? Pues entérate, esta hija de puta es española y no le va a pasar nada. Tú tienes todas las de perder. Qué hicieron los demás? Irse a la cama, por favor, gracias, hasta mañana, buen rollo. Qué hizo Chiqui? Plantarse frente a mí con un calcetín en las narices, poniéndose ciego a disolvente. Empleé toda mi diplomacia educativa durante media hora. Sin resultados. Me harté. Me enzarcé con él, empeñada en que soltara el puto calcetín, por las buenas o por las malas. Se le salían los ojos de las órbitas al verme, empotrándolo contra la pared (apenas 45 kilos, nada que yo no pudiera manejar) y clavándole las uñas en la mano. Te duele? Qué pena. Suelta esa mierda y así no te dolerá. Agotado del forcejeo y viendo que la Tapum Dima no se rendía, le entregó el calcetín al vigilante, que ya le había ofrecido varias tortas. Luego se me vino encima con amenazas e insultos varios. Le devolví cada uno de ellos multiplicado. Es este tu idioma? Yo lo hablo mejor que tú. Soy más vieja y más zorra. Y entonces... ocurrió por fin! Me dio una bofetada. Y tendríais que haber visto su cara cuando se la devolví. Una mujer!!! Una mujer le había pegado!!! Gritos, indignación, los ojos llenos de lágrimas, de rabia y vergüenza. Los seguratas sujetándolo contra la pared. Tú no tienes derecho a tocarme!! Cierto, pero acabas de perder todos tus derechos al tocarme tú. Se escurrió como una anguila y me dio otra. La respuesta le ladeó la cara. Esa ya se la dí con todas mis ganas y mi mala leche. No se lo podía creer. Aquello no podía estar pasando. Ocho meses de insultos y amenazas, poniéndonos en nuestro sitio, y de pronto una educadora, una mujer, un agujero, una puta infiel le daba dos guantazos!!! Qué osadía!!
Llegó la policía y se encontraron a un angelito lloroso y balbuceante sentado en la cama, que les entregó todo el disolvente y no levantó la voz. Y los otros?? Ni salieron de sus cuartos. Se acabó la solidaridad. Los vigilantes fueron tajantes conmigo: lamentablemente no hemos visto los dos tortazos que le diste. Estábamos distraídos. Sólo hemos visto las dos bofetadas que te dio él. Bien. Por la mañana llamé a mi jefa y le conté todo, al detalle. Esperaba una reprimenda. Me quedo de piedra al oír a mi jefa aplaudirme. Ya está bien, carajo. Bastante hemos tardado. Tienes toda la razón, sus derechos se acaban donde empiezan los tuyos. Que le jodan. Que las leyes son muy bonitas, pero ningún juez tiene que aguantar esto día tras día durante ocho meses. Venga ya. Vete a denunciarle ahora mismo y ni menciones que le pegaste. Eso no ha pasado.
En parte me sentí culpable, pero, sinceramente, no podía hacer otra cosa. Consejería ha prometido sacar a Chiqui del centro (tiene ya tantas denuncias y ha cometido tantos delitos que es impensable que siga en un centro abierto), pero vaya usted a saber. Y si tenemos que soportarle varios meses más? Era absolutamente necesario. Hemos tragado insultos, amenazas, destrozos, consumos y magreos. Y ya basta. Si me quedo con mis dos guantazos, habría sido mi fin. El tipejo me hubiera comido viva. Es lamentable, pero es su maldito idioma y no entienden otra ley que la fuerza. Sembrar la discordia funcionó y espero que esto funcione también. Advertencia: si un menor me toca, le rompo la cara. Y, encima, le denuncio. Y, qué cosas, ningún educador ni segurata lo verá. Queréis por las malas? Será un placer. Lo habéis elegido así. Hemos agotado todos los recursos. Y es muy simple, colegas. No se insulta, ni se amenaza, ni se rompen las cosas, ni se pega a la gente. Ni aquí, ni en Marruecos ni en la China. Si os gusta, perfecto. Si no, es la guerra. Y tenéis las de perder. Es una vida dura, verdad? Pues es lo que hay. Siempre podéis volver a Tánger y descubrir qué pasa si llamáis Tapum Dima a un madero de allí, o entráis en casa dando patadas y chillando a vuestros viejos. Sabéis lo que pasa de sobra. Que os muelen a palos. No sé quién os ha dicho que en España podéis actuar como animales, pero lo lamento, no es así. Y no me importa partiros a todos la cara para demostrarlo.
La parte bonita? La noche del lunes, pese a la movida y a las nubes, el cielo me regaló una estrella fugaz. Una de las Perseidas, sólo para mí. La vi caer, enorme y luminosa, mientras fumaba un cigarro en el porche y trataba de relajarme. Que si le pedí un deseo? Pues sí. Que me diera fuerzas para seguir en esto, por los chicos que lo merecen.

8 comentarios:

Lal dijo...

Tu jefa no es la única que te aplaude, Len. Seguro que tu Perseida también lo hizo.

Ánimo y bravo.

Rogorn dijo...

La próxima vez mira a ver si puedes mandar a toda esa panda a una de esas estrellas, a que se los lleven a una galaxia muy muy lejana. Ánimos de nuevo

Celadus dijo...

Me parece muy lógica tu actitud, vistas las circunstancias. Lo que no se es si es buena idea esta confesión pública, gemela. Ya me entiendes.

Lenka dijo...

Y bueno... nadie sabe quién, cómo, qué centro, qué niño, qué educadora... Y al fin y al cabo... no escribo cuentos sobre lobos?? Puedo escribir cuentos sobre niños malos, verdad?? Tengo taaaaanta imaginación...

;-)

Kaken dijo...

Totalmente de acuerdo, por duro que parezca.
Hay casos y casos.

Guaja dijo...

Ya sabes que estoy completamente de acuerdo con tu reaccion. Al final parece que, al menos de momento, teneis un poco de tranquilidad, que falta os hace.

Enhorabuena, y animo.

Ina dijo...

Lo que no entiendo es por qué gastamos recursos en semejante angelito. El que se comporta vale, ningún problema ¿pero el que no? ¿por qué no lo mandan de vuelta a su casa? para que le llame Tapum Dima al lucero del alba. Pero allá. Y que le vaya bonito.

Lenka dijo...

Eso mismo pienso yo, Ina.

Quizá os guste saber que el angelito en cuetión fue trasladado dos días después a un centro semi cerrado. Lo curioso del asunto es que se despidió tranquilo, sonriendo a todos, dándonos las gracias por todo lo que habíamos hecho por él, asegurando que él había sido "el malo" y no nosotros, y contento de ir a un centro más disciplinado en el que confía en poder dejar el disolvente (no le va a quedar más remedio, allí tienen medios para impedirle que consuma). Incluso nos prometió que se portará bien y que tratará de hacer las cosas "como un hombre".

Para bien y para mal, estos enanos nunca dejan de sorprendernos. La casa ahora mismo es una balsa de aceite, todo tranquilidad y buen rollo con los críos. Y en cuanto a Chiqui... le deseo toda la suerte del mundo y que al fin aprenda a usar esa cabeza provilegiada suya para algo bueno. Por él, por su propio futuro.

Besos a todos!