viernes, 22 de agosto de 2008

Nudos en el estómago


Es tal la mezcla de sentimientos en este momento que ni siquiera sé cómo manejarlos. Dónde pongo lo hallado, que diría Silvio. Me encuentro con una ilusión que está recién nacida (apenas cuatro meses) y que, al mismo tiempo, me parece ya una vieja conocida, tan dentro la siento, tan cotidiano me resultas, como si siempre hubieras estado ahí. Me encuentro con nuevos planes, con proyectos que me tienen pletórica pero me hacen un nudo triple en el estómago. Vértigo y más vértigo. Me enloquece esta sensación absurda de velocidad a cámara lenta. Todo está pasando muy deprisa, y, a la vez, demasiado despacio. Me encojo de hombros y pienso "debe ser así, no hay duda, es él, soy yo, somos nosotros y es este momento, todo saldrá perfecto porque no hay otra opción, no hay nada que temer porque las cosas, sencillamente, están siguiendo su curso natural". Y de repente, el pánico.

Tengo miedo a este salto mortal que a ratos me parece tan seguro y tan obvio, tan emocionante. Estoy deseando que llegue el que será el paso más importante de mi vida hasta la fecha, pero sólo de pensarlo se me encoge el corazón y comienzan esos latidos de pájaro aterrado. Vivo con la certeza de que es esto lo que quiero, con el convencimiento de que así debe ser, con la seguridad inquebrantable de que es así y así debe ser, y me ahogo de angustia y de dudas. Así que me paro y respiro hondo. La vampira alza una ceja, cruzada de brazos, en ese gesto suyo tan cínico y familiar y me espeta: "a qué le tienes miedo? Por qué tantas dudas? Temes no haber acabado aún con el Dragón, pequeña??" Wendy (o lo que queda de ella) brinca como loca, haciendo castillos en el aire, soñando con colgar los cuadros, colocar el escritorio, pintar una pared de malva. La Hechicera sonríe y me asegura que no hay nada que temer, que me fíe de mi instinto, que me fíe de sus ojos. Afortunadamente ya estoy acostumbrada a mis propios desvaríos, a las broncas apocalípticas de estas tres taradas que anidan en lo más alto de mi Torreón. Acostumbrada a oír lo mejor y lo peor de cada una para, al final, no hacer caso de ninguna. O quizá hacer caso a las tres.

Y, para colmo, mis niñas ríen. Una me cuenta sueños premonitorios de felicidad, otra se ajusta las gafas rosas y palmotea encantada, otra me regala sonrisas emocionadas. Me llenan de fuerza y de alegría. Pero a ratos sigo con el cuerpo del revés, y echo de menos a mi Dalai Lama, que tanta paz me daría, y pienso en cuál será el pronóstico inapelable de nuestra Reina de las Brujas. Y, entre tanto, seguimos esperando el nacimiento de nuestra Princesa, y sigo contando los días que restan para Septiembre, y me canso, me agoto, y me muero de miedo y de felicidad. Sentirás tú lo mismo?

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué batiburrillo de sentimientos Len, pero todos comprensibles. Tu vida va a cambiar mucho y da vértigo y a la vez es emocionante y realmente algo que quieres.

Tú sigue para adelante y no te preocupes por nada, porque todo va a salir bien.

No sabes como me gusta verte así de feliz.

Un besito

Lenka dijo...

Así de feiz y así de histérica!!!!
;-)
Besitos!

Guaja dijo...

No se si el es tu Dragon, pero si tengo claro que esta vez tienes que jugartelo todo, poner todas tus cartas sobre la mesa y lanzar el mayor ordago de tu vida, Le.

Es casi magico ver sus ojos brillar cuando te mira, y sentir como te ilumina. Y tu... tu estas mas radiante que nunca.

Si realmente te haria tan bien hablar con nuestro Lama, agarra el telefono y marca. Sabes que va a estar ahi, aunque no sea lo mismo.

Ya sabes, como la trucha a la galleta. ;)

Rogorn dijo...

Es lógico sentirse así cuando llegan los momentos importantes, pero no es para tanto porque el Sporting vuelva a jugar en Primera, ¿no?

Mwahaha. Ánimos y que se parezca a ti.

Lenka dijo...

Juas, todavía el paso no es taaaaan grande, Ro!!!!

Muchas gracias a todos. Sigo cruzando los dedos, respirando hondo y dispuesta a saltar. Sé que merece la pena lo que espera al otro lado.

Besos!