martes, 20 de noviembre de 2007

Alquimia


El 17 de mayo sacaba yo a paseo mi filosofía más barata. Lo que de tal ejercicio derivó fue una entrada que era toda ella un interrogante sin fin sobre los asuntos del amor. Permitidme, amigos míos, que vuelva a poner a prueba vuestra paciencia con otro discurso en el desierto sobre tan ingrato tema que, bendito sea, nos invade el estómago con mariposas, el pecho con aleteos y, maldito sea, la cabeza con absurdos terrores. Por las noches de isomnio, los aquelarres, los suspiros, las tardes mirando al teléfono, la pérdida de apetito, por tantas lágrimas amargas y tantos ataques de estúpida felicidad. Y dedicada al Hereje, que osó preguntarse si era posible escribir una sola pregunta más en una reflexión (sin responder ni una sola de ellas, además) Y, de paso, sirva también para recuperar la cordura y quitaros del cuerpo el susto por la entrada anterior... que, vista la ausencia total de comentarios, os debe haber dejado boquiabiertos, convencidos de mi irreversible esquizofrenia y preguntándoos en qué maldito idioma ininteligible escribe ahora la Señora de los Búhos...


Por qué ha de ser el miedo ingrediente primordial en la misteriosa pócima del amorío? Sentimos todos el mismo miedo, y en la misma cantidad, o varían las proporciones? Y si varían... de qué depende? Podemos dar por sentado que no es el amor lo que nos asusta, sino la posibilidad de perderlo? Y si aceptamos tal premisa, cómo se relacionaría tal terror con la fórmula? A más sentimiento más pánico? Existen otras variables? Influyen la edad, el sexo, el pasado, la profesión, el signo zodiacal o el grupo sanguíneo del sufriente? Los hombres tienen más miedo que las mujeres? Los banqueros son más o menos cobardes que los médicos? Qué pasa cuando ese miedo tiene carácter retroactivo? Admitiendo el miedo al futuro, tiene lógica fundar un miedo en el pasado? Por qué nos atemorizan tanto los errores ya vividos? Son tan profundas las heridas que nos dejan? Tan dolorosas sus secuelas? Por qué nos recuperamos del desamor lo bastante como para reír, bailar, coquetear o incluso coleccionar muescas en el cabecero de la cama, pero al mínimo atisbo de sentimiento nos tiemblan las máscaras? No nos aburren las manidas excusas? El "ahora no", "quiero seguir siendo libre", "prefiero estar solo", "ya he sufrido demasiado"? Significan esas excusas que el nuevo temblor de tierra no alcanza la escala suficiente? O realmente es posible programar el cerebro, y lo que es más difícil, el corazón, para que respondan a la voz de su amo? Cómo se controla un sentimiento? Cómo se fumiga a las mariposas? Cómo se mide? Cómo se dice "hasta aquí"? Cómo demonios se mantiene el equilibrio? Cuánta frialdad es necesaria? Cómo de terco se ha de ser?


Y lo más importante de todo... cómo se consigue mantener la distancia cuando admites disfrutar tanto en compañía de alguien, cuando cada día es una aventura, un ataque de risa, cuando ya es posible leerse el pensamiento, cuando las comparaciones empiezan a caer a favor y no en contra, cuando te sorprendes del entendimiento, cuando llegan los "nunca había conocido a nadie así", cuando ya no te molestan las preguntas y las bromas de terceros, cuando cada vez hay menos que esconder, y, sobre todo, cuando el sexo es tan jodidamente bueno?? No resulta IRRITANTE???


Podría terminar siendo una relación esta relación que no es una relación pero lo parece??? Y por qué la sola idea me gusta tanto y me da tanto miedo?????

4 comentarios:

Lal dijo...

Boquiabierta me dejó el anterior post, efectivamente, y dediquieta de forma que no pude acertar a teclear un simple comentario.
Éste, sin embargo, me deja una media sonrisa, de esas de labios entre fruncidos e inclinados, de esas que dicen "ay!!" acompañadas de un suspiro.
Me gustaría poder dar respuesta a todas esas preguntas, pero si no has podido hacerlo tu, como podría hacerlo yo?? Hay, además, otra razón por la que no podría responderte. Nunca he sentido ese miedo. Supongo que soy una inconsciente, pero siempre he estado segura de todo. No segura de lo que la otra persona siente, piensa o pretende. Eso es imposible. Pero segura de lo que yo siento, pienso y pretendo. Y, tendiendo claras esas tres cosas, solo queda tirarse de cabeza. Cierto es que a veces te das contra una saliente en el acantilado y ni siquiera llegas a zambullirte en las ansiadas olas. Otras veces llegas, nadas alegremente durante un tiempo, buceas y los pececillos te hacen cosquillas en los pies, pero al final una ola traidora que no viste en el horizonte, te estrella contra las rocas.
A pesar de las brechas que me causaron anteriores saltos, volví a saltar. Y puedo asegurarte que el agua de mar es lo mejor para las heridas :)

Lenka dijo...

Ay, Lala, es que pienso exactamente como tú!!! Es que mi miedo existe porque veo miedo en los ojos que me miran. Sólo por eso. Es ese miedo el que me IRRITA!!! Créeme, yo siempre he sido una inconsciente.

;-)

Lal dijo...

Se me ocurre una cosa....Qué pasa si a lo mejor el miedo de sus ojos es causado porque ese miedo que tu ves también lo reflejan los tuyos, y sus ojos sienten miedo porque ven miedo en los tuyos?? Y si es la pescadilla que se muerde la cola y en realidad no hay un principio para esa espiral de miedos?
Pelín retorcido, así como yo :P

Lenka dijo...

Efectivamente, es muy retorcido. Por eso ya lo había pensado.

;-)

(A que resulta un tanto mareante????)