miércoles, 24 de octubre de 2007

Querido Alejandro

A veces la vida es muy cruel y tú eres demasiado joven para según qué lecciones. Sólo tienes tres años, muy pocos para haber recibido ya una lección tan dolorosa. Es muy injusto, lo más injusto de esta historia. El domingo vertí muchas lágrimas y, aunque no te conozco, casi todas ellas eran por ti. Por la inmensa tristeza que me provoca pensar en lo que has perdido.
Tu padre era un hombre excepcional, inmenso, indescriptible. Era sabio y era bueno. Parecen sólo palabras bonitas, pero no las he escrito a la ligera. Están bien escogidas, puedes creerme. Son muchos los que poseen conocimientos, pero no todos son sabios. Tu padre lo era. Compartía todo aquello que sabía, y lo hacía bien, lo hacía por vocación. Nunca fue egoísta con sus saber. Por eso se le podía llamar "maestro". También son muchos los que obran correctamente, y no por eso merecen el calificativo de "buenos". Algunos se conducen de manera correcta porque no saben hacerlo de otro modo, otros por cobardía. Los primeros suelen ser considerados inocentes, ingenuos. No tienen malicia, no dan para más. O saben poco de la vida. No es que eso importe demasiado. Se puede ser bueno de corazón y tiene mérito en un mundo así. Pero tiene más mérito conocer la maldad del mundo y elegir el otro camino. Los otros, los cobardes, no son trigo limpio. Hacen lo que deben porque no osan ser de otro modo. Por dentro se reconcomen de envidia, de ira, de odio o de frustración. Casi todos somos así algunas veces. Pero si nadie mirara, ¿de qué seríamos capaces? Si no hubiera consecuencias, si valiera todo. Muchos nos asombraríamos de nuestra vileza. Siempre digo que el ser humano, según las situaciones, es capaz de las mayores grandezas y de las mayores miserias. Tu padre, no. Tu padre era sabio y era bueno, y valiente. Te preguntarás por qué lo sé. No sabría responderte. Quizá porque sólo le vi dos o tres veces en mi vida y aún así estoy segura de lo que digo. Quizá porque pocas veces he asistido a tales muestras de cariño, de admiración, de pesar por una pérdida. Sus amigos, su gente, están genuinamente tristes por su marcha. Y los demás, los que no le conocieron, esos para los que tu padre era sólo una voz en la noche, también. Tanto amor, tanto dolor, tiene que significar algo. Tu padre era un ser excepcional porque eso lograba transmitir. Nadie puede engañar tanto. Nadie. Quizá por eso estoy tan segura.
Venció pruebas muy duras. Era un ejemplo de coraje, de superación, de buen humor, de esa bravura inteligente que dista mucho de la resignación del débil. Siempre reía. Se reía de sí mismo, de los demás, de todo. Podía hacerlo porque sabía. Creaba personajes a partir de las personas, y siempre resultaba certero. No sé de nadie que se molestara con sus burlas. No te molestas cuando sabes que el burlón es sincero, cuando sabes que le mueve el afecto, que no existe ni un ápice de maldad. Todo el mundo quería a tu padre y eso no cambiará nunca. Tienes sobrados motivos para sentirte orgulloso de él, como padre, como profesional, como hombre, como amigo. Es fácil que un hijo sienta afecto y orgullo por su padre. Más aún cuando se trata de un mito, cuando el destino se atreve a arrebatártelo. Es humano idealizar a los que nos dejan. Pero tú no tendrás que hacerlo, Alejandro. No tendrás que otorgarle más luz de la que él tenía. Cuando crezcas y le sigas conociendo, cuando te sumerjas en sus libros, sus programas, su vida y sus ideas, te deslumbrará.
Tu padre te adoraba. Y esto tampoco es una frase hecha. Estoy convencida de que eras su motor, su energía, su bien más preciado, su mejor razón para vivir. No podía evitar hablar de ti, perderse en ensoñaciones sobre lo grande que serías. Jamás tuvo la más mínima duda de que serías inmenso. Que esto no te asuste. No te sientas a la sombra de lo que fue, no pienses ni por un momento que tienes algo que demostrar, un mito que superar. Todos los que le quisimos sabemos, igual que él lo sabía, que serás grande. Elijas el camino que elijas. Serás una persona excepcional porque eres hijo de Juan Antonio y de Silvia. Y necesito que me entiendas: serás grande tú, el propio Alejandro, por ti mismo. Pero también por ellos. Porque, lo quieras o no, y seguro que lo quieres, ellos son parte de ti. Llevas su sangre en las venas y sé que llevarás las semillas de ambos, su fuerza, su empeño, su valor, su bondad, su curiosidad, su sabiduría, su grandeza. Tu madre se encargará de que así sea y tu padre lo hará a su modo, desde donde quiera que esté, con los hermosos recuerdos que te haya dejado y con todos esos tesoros que nos dejó a todos, sobre todo a ti, y que siempre estarán con nosotros. Eso es, quizá, lo único que me consuela. Que tienes a Silvia, que tienes esos libros, esas grabaciones, esa memoria (corta aún, pero más fiel de lo que imaginas, seguro que lo descubres con los años) y, sobre todo, el inmenso amor que por él sintió tanta gente. Hay un montón de personas maravillosas a las que podrás llamar cuando sientas el deseo de hacerlo y que te contarán mil historias del que fue tu padre. De cómo fue. Sé que te encantará escucharles y sé que les encantará mostrarte cómo era el hombre que te engendró, cuánto nos enseñó, cómo nos cambió, cuántas veces nos emocionó, nos hizo reír, cuánto de sí mismo dejó en nosotros y en ti. Somos muchos los que nos sentimos inmensamente afortunados por haberle conocido, por haberle hecho parte importante de nuestras vidas. Cualquiera de nosotros, créeme, renunciaría a eso para regalarte a ti todo ese tiempo. Porque te lo mereces y porque él lo merecía. Merecía verte crecer, emocionarse con cada paso que dieras, encenderse de puro orgullo al ver la clase de hombre que vas a ser, sabiendo que ese hombre es su hijo.
Nos ha dejado huérfanos a todos, si me permites tal osadía. Debes disculparme, pero es así como nos sentimos. Quizá por eso sentimos que tú, Alejandro, eres también parte de nosotros, como lo fue él. De alguna manera, eres hijo de todos nosotros. La vida ha sido imperdonablemente cruel contigo al privarte de su compañía, de tantos momentos, de su apoyo. Pero tienes su amor para siempre, nadie puede quitarte eso. Lo llevas dentro. Y, aunque no sirva de nada, aunque no sea nada, nos tienes a todos nosotros. Crece, vive y sé tan feliz como puedas. Aprende, y ama, lucha y sé fuerte, y ríete todo el tiempo. Eso habría entusiasmado a tu padre. Pero, por encima de todo, sé como desees ser. No importa lo que te digamos. Sé Alejandro. Es lo único que él quería.
Fuerza y honor.

13 comentarios:

Alberich dijo...

Fuerza Y Honor

Rogorn dijo...

Bueno, yo no lo seguía, ni lo conocía (yo era y sigo siendo más de 'El larguero'), pero me basta saber que gente como vosotros lo apreciaba.

Perdón. Lo aprecia.

Ánimos.

Eli dijo...

Llegará el día en que Alejandro sepa valorar el recuerdo y el cariño que la memoria de su padre despertó en tantas y tantas personas.
Esta carta, Len, que quizá nunca lea, lo demuestra.
Yo no era seguidora del programa, pero sé en qué alto concepto lo teníais. Y ese es el mejor homenaje que puede recibir.

Celadus dijo...

Qué carta tan hermosa, gemela. Me has hecho llorar otra vez y sí, casi todas las lágrimas de estos dias han sido para Alejandro tanto como para Cebri. Podría suscribir cada frase de tu escrito una detrás de la otra y me alegra que lo hayas hecho porque yo no me siento capaz de expresar lo que se me mueve dentro.
Espero que Alejandro y Silvia lean esta carta, seguro que les llegará de un modo u otro y seguro que él sabrá apreciar en su momento lo que Juan Antonio ha significado y significa para nosotros. Y que todos somos parte de la familia.
Un fuerte abrazo, gemela.

Guaja dijo...

Ojala Alejandro pudiese leer esto algun dia Le.
Y tienes razon, no dudariamos ni un instante en darle todos nuestros ratos con Cebri, todas nuestras risas, nuestros recuerdos.
Fuerza y honor.

Alberich dijo...

Cosas así las acabará conociendo,Len.Es demasiado hermosa para que no sea así.
Fuerza Y Honor!

Anónimo dijo...

Claro que lo valorará y más teniendo una madre como Silvia, y unos amigos que seguro no le dejarn sólo, y le hablarán de su padre. Y se que cuando pueda, escuchará los programas de su padre, pues la red está lleno de ellos, lo que demuestra a cuanta gente nos ha hecho disfrutar y aprender y conocer...

Anónimo dijo...

Muy bonita la carta. Estoy seguro de que Alejandro a través de Silvia su madre, conocerá perfectamente quien era su padre, y de su legión de seguidores. De esa gran familia que somos la Rosa de los Vientos. De lo bueno que hizo en este mundo. De habernos hecho mejores.

"Don Quijote soy, y mi profesión, la de andante de caballería. Son mis leyes, el deshacer entuertos, prodigar el bien y evitar el mal. Huyo de la vida regalada, de la ambición y la hipocresía, y busco para mi propia gloria la senda más angosta y difícil. ¿Es eso, de tonto y mentecato?"

Fuerza y Honor! Larga vida a la Rosa!

Jose Antonio dijo...

Muy emotivo y refleja lo que todos sentimos, permite que me una a este homenaje.
http://senovilla-pensamientos.blogspot.com/

Cris dijo...

Precioso Len. Ojalá algún día pudiera leerlo Alejandro. Muchos besos.

LALELO dijo...

Hola amiga, no he leido todo lo que has escrito, he leido el principio y me atrevo a decirte que si es duro perder un padre, mi mujer lo perdio hace veinte años el año en que la conoci y ella tenia quince y vivio su lenta y canceriquena muerte, yo vivi la muerte de mi primer hijo y mi padre aun vive y no se lo que me dolera seguro que mucho, pero con el dolor comprendi una cosa que te comento con humildad.
La sociedad en que vivimos no nos educa para aceptar la muerte, y la muerte no es mala es solo una parte de nuestra vida, por eso si conseguimos tener la capacidad de asimilar la muerte como una experiencia mas que nos enriquece, no nos traumatizara ni nos entristecera, pero es lo que es una parte de nuestra existencia, despues las circunstancias de una u otra pueden ser mas o menos duras, pero la muerte en solo un poema, o un momento mas, yo por la muerte perdi mi empresa despues de diez años de trabajo, gane un gran depresion y treinta kilos, ahora pienso que solo tenemos una vida y debemos saber vivir con la muerte, hoy yo a mi hijo lo educo diciendole que yo no voy a vivir siempre, pues si se que voy a morir no puedo esconderlo e intentar obviarlo es la muerte sin duda una parte de nuestra vida y empezamos a morir al nacer.
Siento esa perdida y comprendo ese dolor. Besos cordiales y respetuosos y si no entiendes mis palabras y te ofenden o molestan te pido disculpas.

Lenka dijo...

No me ofendes en absoluto. Me educaron para asumir la muerte con tranquilidad, para no temerla, para que no fuera tabú. En mi casa se habla de ella, se recuerda a los muertos, se ríen las viejas historias, se atesoran fotos y recuerdos. Pero a veces la pérdida es enorme. Nunca he sentido una como la tuya. De hecho, en este caso hablo de la pérdida de otro. Normalmente me afectan más las pérdidas ajenas. Porque mi dolor lo siento yo, lo asumo, sé hasta donde llega. Pero el dolor de otros me horroriza, porque no puedo controlarlo ni hacer nada por aliviárselo.

Anónimo dijo...

Lenka, no se si me vas a enteder, pero me ha impresionado más tu comentario último a Lalelo que la carta en sí.
Has dado con el quid de la cuestión: la tremenda impotencia ante el dolor ajeno.
Daría para muchisimo este tema, me parece sumamente interesante poder reflexionar sobre ello.
A Celadus le diría que se suelte, que no solo vale suscribir textos ajenos y fabulosamente acertados, como es el caso, hay que dejar que todo fluya...
Y a los no-oyentes de la Rosa, es de agradecer su interés y su compresión, aún están a tiempo de engancharse, seguro que las grabaciones de Cebri les conquistan.
Un bes, Lenka.