sábado, 1 de septiembre de 2012

Y entonces, me cabreo




 Me cabreo porque, de repente, me he dado cuenta de que ella ya no es exactamente ella. O, al menos, no es todo lo ella que fue. Y es triste, joder. Digo más, es una auténtica tragedia. Quizá parezca que exagero, pero creedme que no es así. Ella era la más divertida, la más locuaz, la más chispeante, la más lista, la más dulce, la más encantadora, la más positiva de todas. Algo así como una amalgama de trasgu, bruja buena, xana y fuego fatuo. Era, sencillamente, una criatura luminosa y feliz que contagiaba su buen humor a todo cristo. Inasequible al desaliento. Una sonrisa con piernas. La única capaz de convertir un domingo de mierda atendiendo a cinco mil personas en un horno de uralita convertido en chiringo playero en una experiencia descojonante. Sólo ella.
 
Y ahora la miro en silencio y se me lleva Dios y los demonios. Porque la veo pálida, cansada, con los ojos apagados, harta, aburrida, doblada a ratos por la preocupación, angustiada por asuntos mezquinos (el trabajo, el dinero, siempre la misma cantinela de porquería), hasta el moño de dolores y padecimiento. Se esfuerza, claro. Eso es lo terrible. Que la veo tratando de esforzarse en cosas que antes le salían solas. Como la risa. Como salir al mundo canturreando. Como charlar con amigos sosteniendo un café blancuzco y medio frío de los suyos. Si la necesitas, acude, por supuesto. En eso no ha cambiado, ni cambiará nunca. Cierto que, al menos, del sufrimiento ha sacado en claro alguna lección valiosa, como aprender a ponerse en primer lugar, administrar sus fuerzas y su entrega o (incluso!!!!) decir que no alguna vez. Pocas veces.
 
No es justo. No es justo que se le venga todo encima de golpe. No es justo ser tan joven y tan buena gente y tener que soportar una salud tan pésima como la suya, un achaque tras otro y la misma explicación de siempre: "no hay solución". No hay derecho a que, como ella misma dice, puedan ponerte el corazón de un cerdo pero no puedan ponerte una espalda nueva. Sé lo que se siente conviviendo permanentemente con el dolor físico y el cansancio. Sé hasta qué punto te va minando, agriando, exasperando y hundiendo anímicamente. Teniendo en cuenta que mis males son un chiste al lado de los suyos, no es de extrañar que mi venerado fuego fatuo pierda el brillo por momentos.
 
Me aterra, me cabrea y me entristece. Ella (también otras, pero ella sobre todo) fue mi inspiración cuando me decidí a cambiar. Cuando me hastié de escuchar mis propios lamentos de ninfa lánguida desterrada y concluí que se puede ser feliz si a uno le da la gana, que lo de encajar la vida con una carcajada o sonándose la nariz es, al final, decisión de cada cual. Una decisión en la que, si es realmente firme, no puede interferir Dios, el cosmos, el karma, el destino ni el sursum corda. Nadie. Nunca. Me cabrea no poder ayudarla, no saber, no ser capaz de devolverle un mínimo de esa inspiración que ella me dio sin saberlo. La miro a veces y se me parte el alma, porque me costó un triunfo parecerme una pizca a cómo era ella y ahora descubro horrorizada que ella se está empezando a parecer a cómo era yo. Y yo era hosca, dura, amarga, cínica. Era gris, llena de taras y de miedos, suspicaz, insegura, siempre lista para sacar las uñas, solitaria, triste, negativa y apática. Era, sencillamente, lo más opuesto que se puede ser a un fuego fatuo.
 
La miro y veo cómo amenazan con envolverla las mismas sombras que me envolvían a mí. Conozco bien a esas sombras. Son unas malas putas pegajosas que se resisten a abandonarte. Cuando te has dejado enredar por ellas es difícil arrancártelas. Te siguen muy de cerca, esperando un momento de debilidad o mal humor para enroscarse por tus piernas y hacerte tropezar. Son como telas de araña cubiertas de polvo. Y ella no las conocía, y no quiero que las conozca jamás. No quiero ni que la toquen. Pero la chispa de sus ojos verdes pelea y sobrevive. Y yo me desespero, intentando averiguar cómo atizar esa llama. Qué hago, amiga mía? Qué puedo hacer? Cómo consigo ayudarte para que no te consumas de nostalgia???

5 comentarios:

Juan dijo...

Cuando no sé qué hacer, no hago nada, sólo estoy a su lado.

Lenka dijo...

Sin duda. Pero qué impotencia, verdad???

Sianeta dijo...

Estando ahí. Hablando con ella. Y si le enseñas lo que has escrito?

Dalai dijo...

Hace falta mucho más para apagar esa luz tan brillante...Ya nos gustaría a los demás ser la mitad de maravillosos que ella en uno de sus peores días (creo que es, con diferencia, la mejor persona que conozco). Por desgracia, yo no puedo estar físicamente allí para apoyarla, pero confío en que los demás miembros del Akelarre sí estais...aunque, como dices, Le, es dificil convivir con el dolor.Cuando oigo a alguien decir que el peor dolor es el psicológico, siempre pienso que esa persona no sabe lo que es tener un dolor físico jodío (y soy psicóloga). Dale un abracito de mi parte, Le, y otro para tí, que sufres con ella.

Lenka dijo...

Sí, está ahí ahí con Larón en lo de la luz y en lo de buena persona. Diría que empatadas.

El dolor psicológico es durísimo, qué duda cabe, pero al menos puedes intentar olvidarte un poco de él. Todos hemos conseguido aparcar nuestras depres y duelos esa media horita de cafés con amigos, o cuando el hecho de pasear al perro nos obliga a salir de casa sí o sí y terminamos sonriendo viéndole correr tras las palomas. Qué sé yo.

El dolor físico siempre está. Cada día te despiertas con él (muchas veces te despierta él) y te vas a la cama con él. Es una cosa inexplicable si no lo has sentido. Yo siempre digo a la gente que imaginen haber ido a hacer senderismo (una ruta laaaarga y empinaaaaada) y haber cogido frío. Que imaginen cómo se despiertan al día siguiente: con agujetas, con dolor en las piernas, con los hombros, la espalda y el cuello cargados por llevar la mochila y con síntomas de gripe (dolor de cabeza, "niebla" mental, malestar...) Bueno, pues eso es la fibromialgia. Todos los días de toda tu vida, para siempre. Con los añadidos que el azar disponga (hoy te duele la barriga, mañana notas que tienes un pie "abierto", pasado son los huesos de una mano, o una rodilla...) Pongo este ejemplo porque cuando yo hago ejercicio físico intenso sólo me siento un poco peor que eso que he descrito, que es todos los días.

Con ese percal no me quiero ni imaginar cómo se siente ella con cuatro hernias discales, bultos y pozos que le aparecen por el cuerpo sin que nadie pueda explicarlo, hoy ciática, mañana lumbago... por dios. Es que no hay derecho. Es que no es normal, no es justo y no hay moral que lo resista. Tiene que estar minada, agotada, cabreada, triste... si el dolor psicológico es jodido (y lo es) soportar dolor físico cada día de tu vida es algo que, por narices, te provocará dolor psicológico además. Cuesta mucho ser feliz, sonreir, disfrutar y estar de buen humor cuando te duele todo. Por eso me parece increíble esta mujer, por eso tiene tanto mérito. (Y por eso, ya que estamos, me siento orgullosa de mí cada vez que consigo pasarme un día entero sonriendo y sin bufidos de ogro!!!)

Desde luego que hace falta mucho para apagar su luz, pero de verdad que me preocupa, Dalai, porque hay días que veo cómo se le apaga por momentos. Y lo entiendo, porque no hay quien aguante esto día tras día, año tras año sin perder las ganas alguna vez. Me cabreo, porque la impotencia es mucha, y porque ni siquiera le puedes decir: "tranquila, mujer, un último esfuerzo, recuerda que en cuanto hagas el tratamiento tal o en cuanto te operes de cual, se terminará". No. No se termina! Nadie le da soluciones ni esperanzas, es una mierda que no se termina nunca. Eso es lo peor!!!
(Ansias homicidas...)

En fin, Dalai, qué otra cosa podemos hacer, salvo intentar apoyarla?? Besitos a los tres!