sábado, 12 de mayo de 2012

Dices tú de mili...

Aprovechando que no llovía y La Mamma montaba guardia, salí a dar una vuelta (condicionaaaal!) y, de paso, a hacer la compra (guau. No todo va a ser diversión y desenfreno). Arrastraba feliz y diligente mi carrito cuando me crucé con una amiga/vecina/colega de profesión. Con ella y otras diez mujeres compartí el primer contrato de un año de mi vida (dioses, de eso hace ya nueve!) y tuve el privilegio de echar a rodar un proyecto que nos enganchó a todas, a saber, un centro de día para niños malos. Pésimos estudiantes, chavales conflictivos, inmigrantes con problemas para adaptarse, enfermos mentales, chicos con minusvalías... todo nos lo mandaban para allá, todo lo aceptábamos y, curiosamente, el centro iba como la seda. Por alguna razón misteriosa aquellos perfiles tan dispares encajaban, se comprendían, hacían migas, se defendían, se hacían amigos. Al fin y al cabo, no es eso la integración? Se confirma lo que digo siempre: hacer ghettos es mala idea.

El centro de día supuso un año glorioso de formación gratuita, curro, intercambios, aprendizaje, trabajo en equipo y oportunidades increíbles. Talleres literarios impartidos por escritores consagrados, unos jefes maravillosos que nos daban cancha absoluta y nos cubrían de felicitaciones por cada progreso y unas compañeras dispares a más no poder que lograron encajar desde el primer día. Qué gozada de sitio. Cierto que cobrábamos 600 euros y que sabíamos que, por buenas que fuéramos, el sueño duraría un año exacto. No dependía de los jefes. Dependía del ayuntamiento, al que no le interesaban los chavales ni el centro, sino poder escribir en su memorándum que sacaban del paro a equis mujeres cada año (olvidaban mencionar que mandaban al paro exactamente a las mismas también cada año). En fin. Nunca aprendí tanto.

Mori es una tipa todoterreno. Ella sola llevaba todo el taller de manualidades. Enseñó a los chavales pintura, marroquinería, diseño de bisutería, a tejer, a trabajar la arcilla... cualquier cosa que os podáis imaginar. Tiene unas manos prodigiosas y una creatividad incansable. No me explico cómo puede tener al mismo tiempo una mala suerte con los curros idéntica a la mía. Charlamos de los viejos tiempos y de nuestras últimas experiencias laborales. Me contó de un centro de acogida de menores inmigrantes que sobrevivió únicamente tres meses. Cielos. Eso debe ser un récord. El mío aguantó un año abierto. "Estuviste en ESE?? En serio?? Tía, eres mi heroína!! Cómo lo hiciste para resistir un año entero??" La verdad es que ni yo misma lo sé. Por la pasta, quizá. A lo mejor sólo por eso. Por la promesa de un indefinido. Habría aguantado incluso en el puto infierno (suponiendo que aquello no lo fuera!) Vocación me quedaba ya poca al final, sinceramente. Por suerte siempre he tenido una corteza dura y unas púas a prueba de bomba. "Yo tuve que ir incluso al psicólogo", me aseguró. Me alegré de que al menos ya fuera capaz de contarlo entre risas. Muy fuerte tuvo que ser la experiencia para que alguien como Mori (la alegría personificada, una de esas personas que te mata de risa) necesitara terapia. Aunque tampoco me sorprende. No la necesitó mi tío, tras 30 años de vocación inquebrantable, por culpa de un jodido mocoso?

En fin. Sigo en el paro y crío a mis enanos. Mori curra en negro (lo habitual) cuidando a niños de otros. Lástima. Porque somos buenas, joder. Somos realmente buenas. Ella, además, es buena en muchas cosas. Me pregunto por qué no se lanza y abre una tiendita con sus prodigios manuales. Dando clases, incluso. Yo misma me respondo. Quién se atreve hoy día? Quién pide un crédito? Quién te lo da? Es una verdadera pena. Tanta gente válida papando moscas. Trágico.

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