martes, 13 de octubre de 2009

La edad de piedra en gorra y tacones



Vuelvo el otro día de hacer la compra y me cruzo con una turba de prepavos, o sea, doceañeros. Ellos disfrazados de raperos rudos del Bronx. Ellas disfrazadas de... no sé, una especie de híbrido Britney-Esteban. Veo mucho pantalón caído, calzón al viento y gorra patrás por un lado y mucho taconazo, rimmel, laca y bolso de plástico por el otro. Vale. El griterío es superlativo. Los hombrecitos hablan fuerte y hacen poses de tipos duros. Un taco por cada dos palabras. Mucho "tío", mucho "joder" y mucha amenaza gratuita, de esas de "chaval, no te columpies que te meto", pero de buen rollo, entre colegas. Las mujercitas emiten chilliditos y risas, se tocan el pelo y hacen poses de negrata furibunda, con mucha mano alzada (stop, in the naaaame of loooove) y mucho meneo de cuello en circulitos. Mucho "joder" y mucha "tía", por supuesto. Tope total.

La tienen liada porque los niños quieren que venga no sé qué niña que les mola y ellas la están llamando a ver si baja o qué. Como la "pava" no viene, empieza el cristo. A la que maneja el móvil la llaman gilipollas, mongola, imbécil y subnormal (con todo el cariño) por no saber convencer a la disidente. Cuando las otras intentan meter baza y aconsejar a la telefonista también las increpan con tiernas frases tipo: "tú calla, gorda de mierda", o "no te metas, pija del culo". Por fin, cuando queda claro que la reina de la fiesta no va a acudir, la chavalería se despide de ella con efusividad, usando poéticos adjetivos tales como: "anda, quédate en casa, so puta", "ya vendrás luego, zorra", "que te den por el culo, chula de los cojones" y demás lindezas.

Que nadie piense que tal despliegue de grosería cavernícola indigna a las muchachas. Nop. Para nada. La portavoz del equipo, tras colgar, suelta un lastimero: "joooo, que dice que no os pongáis así, que no la dejan, poooobre". Me puedo imaginar a la chiquilla, prisionera en su casa y sintiéndose culpable a más no poder por el feo imperdonable que les ha hecho a sus amigos, los cuales, con todo derecho, la han puesto a caer de un burro. Terminada la actuación, ambos grupitos, el de mozos y el de mozas, siguen su camino entre más chillidos, zancadillas, golpes, collejas, tirones de pelo, zarandeos e insultos de todo tipo, dirigido todo ello de los machotes a las feminotas. Cada porrazo o improperio es recibido por las niñas con berriditos de supuesta indignación y muchas risitas. Cuando a una le hacen daño (y se ven mamporros bastante serios), la susodicha hace un mohín y se aleja taconeando herida en su orgullo. El responsable del leñazo se disculpa zalamero: "hala, sí, vete, anormal". Las amiguitas chillan un: "tíaaaaaaaaa, quedatéeeee". Y un caballerete andante de metro y medio decide desfacer el entuerto con galantería, adelantándose en pos de la agraviada y consolándola con una palmotada en las nalgas, agarrándola por la muñeca y arrastrándola de vuelta al redil, mansa como una cordera, sonriente y satisfecha.

Qué coño estamos haciendo? Esto es ahora lo "normal"? Me estaré convirtiendo en una carcamala de 31 tacos cada vez que pienso que "esto en mis tiempos no pasaba"? Esto de hoy es lo bueno, lo modelno, lo chachi? Yo era una estrecha amargada porque si un chaval me arreaba en el culo, me insultaba o me hacía daño con juegos bestias le metía un guantazo o bien pasaba de él y me iba? La peña de nuestros días (ellos y ellas) son más sexistas que nuestros abuelos? Es más, esto es sexismo o simplemente mala educación y violencia gratuita de unos con otros y viceversa? Llegará un día en que hombres y mujeres sean capaces de tratarse con naturalidad? Antes pasaba esto y yo no lo veía? También entonces nos faltábamos al respeto desde pequeños? No es triste que en pleno siglo XXI el "puta" y el "zorra" gocen de tan buena salud y estén tan asumidos que hasta un piojo desnutrido de doce años se crea con derecho a usarlo como sinónimo de "tía"? Qué le ven ellas de gracioso y de aceptable? Y otra duda que me corroe... por qué sigue habiendo tantos seres de sexo masculino que condenan, señalan, desprecian, humillan y pisotean a voces lo que secreta (pero obviamente) les pone cachondos? Soltad a un púber entre chiquillas y sabréis de inmediato cuál de ellas le alegra los bajos. Esa a la que con más saña increpa y patea. Salvo porque no pegaría con la gorra y los pantalones raídos, cualquiera esperaría oír un: "tú, pecadora, súcubo de Satanás, tú eres la culpable de despertar mi lascivia y pagarás por ello!!" Es sólo que la testosterona les confunde y les vuelve agresivos, o de alguna manera se les ha quedado grabada en el coco toda la mierda machista del cosmos, sin ellos mismos saberlo? Y por qué ellas lo aguantan, por todos los Dioses???? Creo que estamos manteniendo ideas y mensajes equivocados. Y me pone un poco los pelos de punta.

7 comentarios:

DB dijo...

A mi humilde y leal entender, mala educación

i prou

Ahora, q la q se avecina va a terminar con mucha tontería

Anónimo dijo...

Hace unas semanas, servidora estaba leyendo tranquilamente a las tantas de la noche como suele, y de repente unos berridos llamaron mi atención, como para no hacerlo. Abrí la ventana, me asomé y cual no sería mi sorpresa al descubrir que una zagala de unas quince primaveras estaba rondando la ventana de uno de mis vecinos, un zagal de a su vez otros quince años o así. Lo primero que pensé fue que cómo cambian las cosas, que antes eran los galanes los que iban a rondar la reja de las muchachas... pero vamos los "dulces" gritos de la chica me quitaron ese pensamiento rápido... al parecer el muchacho, mi vecino, se marchó de la disco o de donde fuera y se fue a casa a dormir(la) tranquilamente. La chica, ofendidísima, se presentó a reclamarle en su ventana. Con dos narices. Que por qué te vas sin decirme nada. Que eres un tal y un cual. Que me han contado que te has liado con Fulanita. Que se enteren tus vecinos, me da lo mismo. Etc. Esto a voces a las dos de la mañana.

Encantador el panorama de la juventud actual. Yo también me pregunto dónde tienen la dignidad, si es que la tienen.

Ceci

Lenka dijo...

Pues esperemos que sí, Maese, que sea una cuestión de mala educación. Fíjate que creo que eso tiene mejor arreglo que lo otro.

Joer, Ceci. Yo lo flipo. No me cabe en la cabeza ir a liársela a nadie a las dos de la mañana a gritos, por enfadada que estés. Ni a los 15 ni a los 31, es que lo pienso y se me cae la cara de vergüenza. Es que no se me ocurría ni en mis años más idiotas. La mera posibilidad de que un adulto cualesquiera (los padres de mi noviete, un vecino, el barrendero, me da igual) me llamara la atención me hubiera dado sudores fríos. Supongo que esa es la diferencia. A nosotros ni se nos ocurría, aunque sólo fuera por el corte y el miedo a que nos riñera alguien. Hoy día tienes la osadía de salir a la ventana y balbucir un: "no son horas" y lo más probable es que la niña te ofrezca unas hostias. Y que al día siguiente vengan sus padres y te las den. Que esa es otra!!!!

Me pongo yo a los 15 años a montar semejante pollo, y no me caben guantazos en la cara. Mis padres me hubieran metido en uno de esos archifamosos internados nazis con los que solían amenazarnos ;)

Tenemos un grave problema de educación que obviamente es responsabilidad de los adultos. Pero además créeme que hay un temita por debajo que me aterra. No hace mucho una pareja de críos discutía a voces en la calle. El tipo la llamaba puta, imbécil, subnormal y le decía que se fuera a la mierda y lo dejara en paz. Ella le insultaba también, claro, pero no tardó ni dos minutos en irle detrás llorando, echarle los brazos al cuello y pedirle perdón. Se fueron juntitos, aunque él seguía rezongándole "y no te vuelvas a poner payasa, que te meto".

Otro día vi a otra parejita feliz berreando y el chaval llegó a escupirle a ella en la cara. Literal. Morros y cruce de brazos, sí, pero todo se arregló con "que es una broma, mongola" y el consiguiente magreo. A mí todo esto me espanta, llamadme exagerada. Pero no sé, si un día veo a una hija mía arrastrarse de ese modo por un granujiento de pantalones caídos, creo que la meto a monja como poco. Al menos si se casa con Dios no le dará tortazos. Lo malo es que tendrá que soportar a todas las otras concubinas de la cofia, pero dudo que llegasen a las manos tampoco.

Anónimo dijo...

Sí, sí que hay algo por debajo. Bueno, a lo mejor el problema es que no hay nada. Yo creo que no es mala educación, es que NO hay educación. Es la cultura de la superficialidad y del no esfuerzo, del me lo dan todo hecho y no valoro las cosas. Siempre pongo como ejemplo lo que luchábamos los que ya estamos en los 30 o cerca de ellos por tener un disco del cantante tal que nos molaba. O ahorrabas para comprártelo, o te lo pedías de regalo de Navidad, y mientras siempre te lo dejaba alguien para grabarlo en casette o directamente grababas las canciones de la radio, maldiciendo al locutor si se le ocurría hablar antes de tiempo... ahora no. Ahora se van (nos vamos) a la mula y tachán, disco entero y verdadero en un momento. Es un ejemplo, pero como éso, todo. Ahora los chicos viven en casas con todas las comodidades, y aunque no haya para otras cosas, el móvil, el Ipod, el portátil y demás, que no falten. Se valora lo superficial, lo rápido, lo fácil, lo guay. Pero al mismo tiempo se están criando generaciones de muchachos sin asideros. Sin cimientos. No se les está proporcionando nada a lo que aferrarse cuando vienen mal dadas, léase cultura, aficiones varias, sabiduría, nada. Todo eso provoca, creo, niveles de autoestima bajísimos. La lectura, aunque es un ejemplo típico, te hace ver que hay otros mundos y otras vidas y que tú no eres el ombligo del mundo. Ahora en cuanto se nos rompe el Ipod, Oh, my God, la vida es un asco. En cuanto el Jonnhy nos mira mal, la vida no tiene sentido. Si no se fomenta todo lo bueno que el ser humano ha logrado en miles de años, la cultura, la civilización, una mínima educación, se vuelve a los comportamientos de la caverna. El macho alfa que me tiene que querer porque si no, no valgo para nada. Esas niñas que se dejan tratar así no tienen valores ni criterio ni se quieren a si mismas.

Bueno, perdón por el rollo.... que es que me lío y me lío...

Ceci

Lenka dijo...

Una cosa que me flipa es que por debajo (y muy poco por debajo, vamos, a escasos milímetros) de toda esa mala baba, griterío, pose, chulería y agresividad que los chavales (de ambos sexos) intentan mostrar a toda costa para reafirmarse, hay una NULA capacidad de resistencia. Son blandos. Pero blandos hasta dar grima. Vale que la adolescencia es una etapa insufrible de hormonas enloquecidas, cambios de humor y sentimientos trágicos, pero lo de estas generaciones es triste.

Todos lloriqueamos cuando nos dejaba un chico, era el fin del mundo y nos queríamos morir, porque nunca habría otro. Es verdad. Pero la cosa duraba tres días! A los tres días ni tú mismo te aguantabas más aquella pose de enlutado viviente y querías salir a hacer el tonto y, a ser posible, enrollarte con uno nuevo. Y vuelta a empezar. Sí, era la edad del drama y del "nadie me comprende", pero también asumías muchas cosas. Para empezar a no tener todo lo que se antojaba y para seguir que, en el fondo, morir no te morías.

No sé, recuerdo a una pava medio idiota del instituto (la clásica niña pija consentida) que llegó un día a clase llorando porque su madre le había dicho que a partir de ya sólo una visita semanal a la pelu y no dos. La chavala clamaba a los cielos por tamaña injusticia, y por la maldad absoluta de aquella madre egoísta y desalmada. Recuerdo que a unas les dio la risa, otras nos quedamos boquiabiertas y un par de las más comedidas intentaron razonar con ella, en plan: "pero mujer... no ves que es una chorrada????" Claro que, nosotras éramos de esa generación que sobrevivió sin peluquería hasta la adultez y más allá, pero bueno.

Quiero decir que por pocas luces que tuviéramos entonces ya sabíamos un poquitín de la vida. Lo bastante como para asumir que en casa de algunas amigas no se llegaba a fin de mes, que había padres en el paro, madres viudas con poca pensión, familias numerosas y también familias muy bien situadas pero poco amigas de caprichos tontos, y que en medio de problemas reales aquello era una memez de calibre monumental.

No sé, pero lo que antes nos parecía "de niños mimados" ahora parece la norma. La menor contrariedad convierte a esos tipos y tipas rudos en un amasijo lloroso y cabreado con el mundo, incapaz de controlarse ni de superar nada. Consecuencias de tanto mimo, supongo. Lo que decimos siempre: estamos fabricando tiranos muy delicaditos.

Anónimo dijo...

Hola Lenka,

No podía creer lo que leían mis ojos.
¿Eso es lo normal?
¿Esto y las palizas grabadas con el móvil?

Para preocuparnos y mucho sobre los valores, o más bien la ausencia total de ellos, de la siguiente generación, que caerán encima de nosotros. Si no se respetan entre ellos, desde luego no lo harán con nadie.

Saludos,
KATHA

Lenka dijo...

No sé si es lo normal, Katha, lo que sé es que te das un paseo cualquier día a las ocho de la tarde lo más fácil es que te encuentres hordas de cavernícolas de estos. Y estas. Te metes en un bus a las dos y tienes la mala suerte de pasar cerca de un instituto y ni te cuento el viaje que te dan. No te digo nada cuando yo trabaja en turno de noche y me tocaba pillar un bus que iba de mi ciudad a la capital un viernes a las diez de la noche. Tela. No quiero imaginar cómo vuelven tras la juerga si es así como "van", recién duchaos y todavía sin alcohol en sangre.

Dejé de salir de copas por no soportar a la manada de ñus. Desde luego que entre los de mi edad (y mayores) hay cada ejemplar de primavera como para patearle la zona genital, y ni siquiera tienen la excusa de estar agilipollaos por la edad. Pero es que los quinceañeros son una auténtica plaga de langosta. Barrio que toman, barrio que joden. Va al revés de lo esperado: a su paso se cierran bares. Zona de niñatos equivale a zona cero. Mierda hasta colgada de las farolas, broncas, gritos... un cuadro.

Hasta en eso veo ciertas diferencias notables. Pa empezar que yo a los quince años ni en sueños andaba por la calle a las seis de la mañana. Y pa seguir, que cuando me dejaron salir hasta tales horas, allá por los 18 o 19, la premisa era la contraria. Los de veintitantos ya te imponían por "mayores", así que ibas a "sus bares" como de puntillas, pa no molestar. Y todo el rato intentabas mantener la pose de adulto, mu formalito, como si llevaras siglos saliendo de copas, haciéndote el maduro interesante. Amos, como que estabas de vuelta de todo, aunque por dentro tuvieras unos nervios de novicio que pa qué. No sé si llamarlo educación, pero como poco había un gran sentido del ridículo. La sola idea de que un HOMBRE (o MUJER) de 23 años se girara, te mirara de arriba abajo y pusiera los ojos en blanco con desaprobación, te mataba del corte. Ni hablar. Había que ganarse el hueco como fuera. Y a la que un amigo se ponía tonto, las niñas (generalmente) nos poníamos dignísimas y le afeábamos su "conducta infantil". Ayns. (Luego de camino a casa íbamos saltando cual cabritillas comentando extasiadas cuanto habíamos visto, pa qué negarlo, pero delante de la peña nos hacíamos las interesantes a más no poder)

Ahora es al revés, somos los de treintaipico los que huímos aterrados de los enanos. Porque no hay dios quien los aguante. Y porque, encima... los dejan salir a todos!!!!! (Marrrdita sea esta generación que nos ha convertido en abuelos!!!!)