jueves, 24 de septiembre de 2009

Vitaminas para tu risa


A veces, la tía Meme no está bien. No está bien porque es de esas personas que tienen al enemigo en casa, un feroz inquilino que se te instala en la cabeza y te engendra disparates. La tía Meme siempre anda con la sonrisa en la cara, incapaz de un mal pensamiento, feliz con el mundo, encantada con la vida. Posee la bondad de su padre, esa clase de bondad genuina que no tiene nada que ver con la simpleza o la estupidez, esa que te impide mirar a nadie con malos ojos ni emitir el menor juicio sobre los demás. Una bondad auténtica, invencible, elegida, peleada y defendida.

Lo malo es que la tía Meme, como su padre (mi abuelo) y su abuelo (mi bisabuelo) heredó también esa melancolía inexplicable que te aparece de improviso, esa que no tiene razón de ser y te obliga a añorar sabe Dios qué cosas que quizá ni siquiera te faltan. El gen oscuro de la familia. Ese que quizá nos legó aquel hombre guapo de rostro nostálgico que no pudo más, ese gen que parece empeñado en seguir apareciendo generación tras generación, a unos sí, a otros no, como en un sorteo macabro. El bisabuelo no logró encontrar una razón para seguir luchando y decidió poner punto final. El abuelo estuvo a punto de seguir los pasos del padre, pero tuvo la inmensa suerte de aferrarse a Dios. Su Dios le tendió ambas manos: una para armarse de valor y no dejar en la estacada a la mujer amada y los once hijos, y otra para comprender por fin la debilidad del padre ausente y perdonarle en su corazón. Sólo cuando el abuelo se vio tentado por las ventanas abiertas pudo finalmente entender la tristeza inmensa del progenitor, llorar su misma desgracia y poner su foto en el salón. De alguna manera, ambos volvieron a la vida.

La tía Meme tiene más suerte, relativamente hablando. Ella ha nacido en una época capaz de mirarte por dentro y descubrir en qué punto exacto y de qué manera se abrió la grieta, cómo es que entró esa sombra oscura y malvada dispuesta a devorarte. La tía Meme nació en una era más amable, en la que no estamos locos, sino enfermos, en la que sentir diferente no es maldad ni síntoma de un alma torcida, sino un reto para la ciencia, quizá un simple desajuste de la química. Afortunadamente, ella tiene el inmenso amor de los suyos, la aceptación incuestionable y, así quiero creerlo, luces de emergencia para aplacar sus tinieblas.

Desgraciadamente, sospecho, la tía Meme padece del mismo hartazgo que muchos como ella. Por qué? Por qué tengo que ser una yonki? Por qué mi felicidad y mi vida entera deben depender de esta maldita píldora? No es justo! Y aparecen las dudas. Es que no soy nada sin esto? Es que sin esta pequeñez no sé querer a mi marido, o a mis hermanos, a mis amigos? No puedo trabajar, ni reír, ni pintarme las uñas sin esta porquería? Es que mi vida, mi alegría, mi amor, toda yo, no soy más que una mentira? Y la tía Meme, quizá, como tantos otros, empieza a odiar su propia tabla de salvación, a considerarla una invasora entrometida, una voluntad ajena y desconocida que maneja sus hilos. Y, de nuevo, rompe esa cadena que a ratos rescata y a ratos asfixia, convencida de que ya sí, esta vez sí, ahora será capaz, podrá conservar su sonrisa, porque tiene la fuerza y los motivos, porque esta vez sí que será suya su felicidad.

Lo único que no me gusta del otoño es que parece insuflarnos energía a los hacedores de disparates. Y, cuanto más fuertes son ellos, más se debilita el ser humano que los cobija. Crece el parásito y temo que mengüe la tía Meme. Todo empieza con la inquietud, la hiperactividad, la verborrea, una energía desbordante. La tía Meme convertida en un frenético e imparable fuego fatuo. Y te sobresaltas. Te preguntas si es la estación, tan dada a hacer de las suyas, tan proclive a entrar como un vendaval por los desvanes, desordenándolo todo. Te lo preguntas porque tú misma, con menor intensidad, también lo sientes cada año. Te preguntas si habrá surgido la terrible duda y se habrá empeñado, mi hermosa, mi dulce, mi luchadora  y quijotesca tía, en vencer a sus molinos sin ayuda. Y te entra el pánico, porque también sabes cómo de cabrones pueden llegar a ser los molinos. El argumento parece sencillo. Por qué no hacerse a la idea de ser diabética? Necesitas tu dosis para vivir, es así de simple. Pero no, ojalá. Por mucho que hayamos evolucionado, por evidente que resulte que todos (todos) tenemos nuestras grietas, nuestras pequeñas y grandes locuras, aún tememos. Supongo que los diabéticos no sienten dudas, culpa ni sospecha. Lo insoportable para la tía Meme quizá sea la terrible idea de que se trata de toda ella, de su cabeza, de su alma, de su risa, de su vida la que depende de una dosis. Es eso, en realidad? Podría ser eso? No lo sé, pero cada vez que he intentado meterme en los zapatos de Meme, he sentido que eso exactamente sentiría yo.

Yo sólo espero que pase la tormenta y que el maldito viento no lo desbarate todo. Porque, cuando la tristeza se disipa, cuando las nubes se van, el sol es Meme, mi predilecta, la alegría de todos. La reina de los postres y los chistes, la emperatriz de los disfraces, la tesorera de los recuerdos familiares, la dueña de las carcajadas infinitas. Esa es la verdadera Meme. Y así sería siempre de no ser por los caprichos de la química, que puede ser muy artera y llenarnos a cualquiera el alma de fantasmas. Yo no podría quererla más. Creo que nadie podría. Con claros, con sombras, con o sin píldoras, ella es auténtica, mágica como un elfo, un ser de luz que destila puro amor y sonrisas  como estrellas fugaces. Quizá, a fuerza de regalar tanta risa, a ella misma se le agota algunas veces, lo cual es una crueldad absoluta y la demostración palpable de que las matemáticas son odiosas e implacables. Pero en algo se equivocan, por suerte. Y es que, por mucho que se empeñen en desmentirlo con números fríos, cuanto más amor derrocha Meme, más amor le queda. Ojalá las antipáticas píldoras se conviertan a sus ojos en lo que en realidad son. Simples y amables vitaminas para su risa.  

10 comentarios:

b dijo...

En fin
Força
Mucha paciencia
Y suerte

Un abrazo

Lenka dijo...

Mil gracias, Maese. Aquí andamos. Palante siempre, que esto es un tercio español.

;)

Alberich dijo...

Te entiendo de maravilla chica.

Un abrazo XXL

Ado dijo...

Animo y paciencia, es lo unico que puedo decir.

Lenka dijo...

Gracias a todos. Hace un par de noches charlé con la tía Meme. Me dijo que entendía nuestro miedo, que asumía que ya nos había dado demasiados sustos. Me juraba que nunca en toda su vida se había sentido tan positiva, tan contenta, tan dueña de sí. Reía hablando de la hiperactividad y los cambios de humor. Quería vivir cada minuto de todo aquello, dejándose sorprender por el antojo de hacer limpieza a las cuatro de la mañana, reír como una loca viendo una peli o llorar a mares con una sinfonía. Quería sentir, fuera lo que fuese, llegara lo que llegase.

Me dijo que estaba muy harta de pastillas y de su felicidad artificial. Quería llevar las riendas de su vida, en camino llano o con baches. Se sentía capaz y con fuerzas para ello. Juraba que, por primera vez, se sentía completa y afortunada. Viva. Que por primera vez se veía capaz de enfrentar lo que llegara, tranquila, sin dramas y sin miedos. Que ya no le asustaban sus reacciones. "Nadie se conoce mejor que uno mismo, aunque tarde años".

Me dijo que se acepta por fin. Toda ella. Sin artificios ni químicas. Todo lo loca y lo cuerda que está. Que había comprendido que no siempre se puede controlar todo, ni arreglar todo, que no podía seguir viviendo para contentar a todo el mundo, que no estaba en sus manos lograr que el mundo entero fuera bello y perfecto. "No tengo tanto poder, nunca lo tuve. Ya era hora de que me diera cuenta y dejara de sufrir por todo y por todos. Siempre habrá cosas feas, tengo que aprender a vivir con eso sin frustrarme ni venirme abajo, sin que me afecte".

Me juró que si notaba que se le escurría el timón levantaría la mano, pediría ayuda alto y claro y se dejaría llevar como una niña obediente a la terapia. Ojalá, Meme. Cómo podríamos decirte que no a todo eso? Cómo no entenderlo? Y al mismo tiempo... cómo confiar en que puedes? Pero deseas tanto poder con ello...

Qué difícil. Sólo nos queda cruzar los dedos y dejarte caminar, pero siempre un paso por delante de ti, por si acaso. Ya sabes. Sólo por si acaso. Suerte, Meme.

Katha dijo...

Hola Lenka,

Creo que puedo entender a tu tía.
Espero que le vaya muy bien y puega dirigir su vida sin las dichosas pastillas. Me alegro de que caminéis con ella "por si acaso".

¿Qué tal tú? ¿Te encuentras ya mejor? ¿Nuevas noticias de la bolsa de trabajo? ¿Ya te han llamado?

Saludos

ESCAECER dijo...

Hola Lenka me llamó poderosamente la atención tu blog, he estado leyendo atentamente tus entradas espero que alguna vez enmudezcan los buhos y escuches solo los balidos de las ovejas...respecto a tu tía intenta que no deje la medicación, este mundo no está preparado para las ciclotimias desbordantes de este tipo de personalidades. Te recomiendo una pelicula que supongo que te sonará " Mister Jones", con Richard Gere.Un saludo desde aquí muy cerca de tí...besos.

Nexus dijo...

Mucho ánimo para tu tía y,para ti, un fuerte brazo.

Lenka dijo...

Hola, Katha!! Pues sí, aquí estamos, todos con un ojo puesto en mi tía. Ya he logrado entrar en la bolsa, estoy a la espera de que me llamen para empezar a trabajar (y con muchas ganas!) Ya os contaré si hay novedades.

Hola, Escaecer, encantada de leerte por aquí. Desde luego que todos estaríamos mucho más tranquilos si Meme siguiera con la medicación y no osara lanzarse a la piscina, pero ya tengo asumido que este tipo de pacientes siempre terminan dejándolo tarde o temprano. Se confían, se hartan de pastillas, necesitan comprobar una y otra vez si son capaces de llevar las riendas de su vida, odian la idea de que su felicidad sea una farsa química y se empecinan en vivir "de verdad" y en poder con todo. Y no, claro, normalmente no pueden. Si pudieran no serían enfermos. Hablaríamos de una depresión temporal, o un episodio de ansiedad, y no de un trastorno "a tiempo completo".

Sabemos todo eso, pero cómo podemos convencerla?? No hay manera humana. Sabemos que lo deja un tiempo, que aguanta, que se siente estupenda y llena de ganas de vivir, y luego empieza a perder fuelle otra vez. Y toca el porrazo, ayudarla a levantarse y llevarla de la mano al médico. Es así. Es como intentar que alguien deje la droga, solo que al revés. Contamos con las recaídas pero no nos rendimos, no queda otra que abrir los ojos y prepararse. Nada me gustaría más que meterle en la cabeza a Meme que NECESITA esas pastillas y que con ellas es tan real como yo, que sólo necesita un complemento para que su cerebro funcione, como yo necesitaba lentillas en su día para que funcionaran mis ojos (y no por ello lo que veía era falso o menos válido). A ratos conseguimos que lo entienda, a ratos no. Es muy difícil combatir esas dudas suyas, durísimo quitarle la ilusión de que NO puede.

Ojalá un día demos con la fórmula, de momento sólo nos queda acompañarla en sus intentos y estar ahí por si fallan. He visto la peli, está bastante bien, aunque creo que en el cine se tiende a idealizar mucho lo que es un problema mental. Hacen que parezca una cosa casi mágica y genial, algo especial. Por desgracia es bastante más duro y despierta mucho más miedo y desconfianza. Tiene muy poco de romántico y no siempre termina bien.

En fin, bienvenid@ al Torreón!!!

Lenka dijo...

Gracias, Nexus, que hemos escrito a la vez y no te había visto. Un abrazo para ti!!!