viernes, 20 de marzo de 2009

Morosos

Posiblemente uno de los dramas de este país nuestro es el empeño que tantos ponen (o ponemos) por vivir muy por encima de nuestras posibilidades. Como se suele decir, de aquellos polvos vienen estos lodos. O algo así era.
El fútbol es, indiscutiblemente, nuestro deporte rey, pero es mucho más que eso. Soy completamente ignorante en cuanto a la historia de este deporte, pero mis dos ojos me bastan y sobran para saber que, al menos en los últimos años, todo lo que rodea a dicha disciplina deportiva va mucho más allá de darle patadas a un balón.
Mafias, politiqueos, chanchullos, pelotazos (que nada tienen que ver con el esférico), niños mimados, cifras astronómicas, publicidades millonarias y lo que parece una total impunidad por parte de los clubes y quienes les secundan, han propiciado que, a día de hoy, varios de nuestros equipos estén en bancarrota o rozándola por la escuadra. Hay un pufo de 3.000 millones de euros. Así, tal cual. Como suena. Y de esa cantidad, 1.200 se le deben a Hacienda y la Seguridad Social. O sea, me lo deben a mí, a ti, al otro, a mis vecinos y a mi abuela pensionista.
No sé cómo lo entiende la ley, ni el sistema. Yo, vulgar ciudadana, lo entiendo como un robo. Me vienen a la cabeza palabras como "crisis", "desempleo", "recesión", "precariedad laboral" y me pongo que me llevan los demonios. Sobre todo porque estoy segura de que, de tratarse de un españolito de a pie, o de una pequeña empresa, ardería Troya. En este caso dudo que nadie vaya a la cárcel. Sociedades, empresas tapadera, contratos blindados, mamoneos con políticos y empresarios... redes enmarañadas que propician el "yo no he sido".
Varios clubes están ya en suspensión de pagos, con las consiguientes protestas de sus jugadores. Uno podría solidarizarse ya que, al fin y al cabo, son personas contratadas para una labor remunerada y que han firmado unas condiciones. Pero es difícil sentir empatía por ellos. Porque, al fin y al cabo, están inmersos, a sabiendas, en ese sistema estrafalario que ha provocado su propio estallido. Es complicado sentir lástima por unos tíos que coleccionan mansiones y coches de lujo, que se dejan ver en las fiestas más exclusivas del brazo de señoritas de compañía de las caras (o sea, modelos, y algunas hasta son sus esposas, lo que las hace mucho más caras), que organizan sin disimulo orgías y parrandas varias, que viven (o han vivido) a lo grande, con sus legiones de sirvientes, sus asesores de imagen, haciendo incluso de sus caras un producto a la venta, y que, algunas veces, ni siquiera meten goles, los desgraciados. Y eso los jugadores. Según vamos hacia arriba podemos encontrarnos cualquier cosa. Hasta un presidente de equipo liándose a tiros a las puertas de un puticlub porque no le admitían la tarjeta. Todo clase y distinción.
Entre todo este mamoneo, toda esta porquería amarillista de marujos cerveceros, los lamentables estallidos violentos entre hinchas y demás parafernalias, no cabe duda (al menos a mí) de que esto del fútbol ha dejado de ser un deporte para convertirse en un circo. Y yo, que como tantos otros, me he pasado la mañana hurgando en la red a la caza de ofertas de empleo para encontrar, como siempre, abuso tras abuso, temporalidad, contratos basura, choteos manifiestos (diez horas diarias, 580 euros, te aseguramos tres horas, abstenerse mayores de 20) y demás alegrías salariales, yo, y tantos otros, que andamos midiendo cada céntimo, viendo con angustia cómo nos mengua la cuenta sin posibilidades de mejora a corto plazo, mientras las facturas siguen llegando puntualmente y nos empeñamos (que ya nos vale) en comer tres veces al día, vemos el "drama" de los clubes, sus dirigentes y sus jugadores y nos acude un noble pensamiento a la mente: "tomai pol culo".
Menos mal que, en el fondo, no llegará la sangre al río. Porque aunque yo, y otros como yo, nos sintamos atracados, estafados, ninguneados por estas mafias y por el sistema que los sostiene, siempre habrá quienes les apoyen y les justifiquen. Porque los habrá muy capaces de echarse a la calle si su equipo se va al carajo (en este divino país nuestro casi se ven más manifestaciones cuando un equipo baja a segunda que cuando se cierra una empresa o se comete un atropello a los derechos de los ciudadanos) y hasta de apretarse el cinturón para ayudar a estos cafres. No me sorpendería que más de un Manolo currante estuviera dispuesto a hacer un solidario donativo al flamante (pero arruinado) presi del club de sus amores, sintiéndose en paz con el mundo cuando su despertador sonase a las cinco de la mañana para ir al tajo, henchido de orgullo colorista al saber que ese honrado empresario puede seguir adelante con sus funciones, sus comilonas de empresa, sus besamanos, sus vacaciones en El Caribe, sus cochazos, sus negocios turbios, su rólex y los pellejos de zorra para agasajar a sus zorras. Y, mientras, el felicísimo Manolo picando piedra, sudando para llegar a fin de mes, todo sea por el clus, y la copa, y la liga, y los champiñones y la madre que los parió a todos. Que un derby televisao en el bar de abajo, con amigotes y cacahueses bien vale el esfuerzo. Pa una alegría que tienen los pobres currantes, caramba. El fútbol ni tocarlo. Así se vaya el país entero por el desagüe.
Qué le vamos a hacer. Tomemos pol culo todos.

2 comentarios:

Rogorn dijo...

Pues de acuerdo en todo (aparte de la llamada a tomar pol culo todos, que si no te importa, paso), aunque hay que apuntar que los clubes con más problemas económicos son los de Segunda división para abajo, donde no se gana tanto, y en Segunda B, donde se gana lo que un currito, y donde si te empiezan a aplazar pagos, los jugadores tienen problemas con la hipoteca como todo hijo de vecino. Si algún club más importante, como por ejemplo ahora el Valencia se mete en problemas, sus jugadores no tendrán ningún problema en encontrar acomodo acomodado en otra parte donde paguen bien. Al Guaje Villa no le van a faltar pretendientes.

Por otra parte, es innegable que el fútbol publicita como pocas otras cosas, y al menos parte del gasto puede justificarse (parte, digo). ¿Cuánta gente ha aprendido dónde esta Villarreal (y no sólo fuera de España) a base de oír el nombre del equipo de fútbol?

Y sí, supongo que para muchos aficionados hay una conexión con el equipo de fútbol que va más allá de lo racional. Tiene que ver con sueños, costumbres y recuerdos de la infancia, con querer poder vivir la era de Quini, Castro, Ferrero y compañía, por ejemplo, sin tener que morder una madalena. Y también con no sentir que durante tantos años de tu vida has estado haciendo el panoli mirando a veintidós tíos en calzoncillos. O simplemente puede que sea más fácil dar circo que pan.

Lenka dijo...

Siempre he respetado el deporte en sí. Un montón de tíos en pantalon corto detrás de un balón tiene para mí tanto sentido como unos tíos haciendo piruetas sobre el hielo y arriegándose a un morrazo, o como otros tíos apoyándose en un palo largo pa saltar, o decidiendo quién se parece más a un delfín. El resto es cuestión de gustos, claro, pero el deporte en sí siempre es respetabilísimo. Además tiene esa cosa maravillosa y alucinante (máxime si es una vaga como yo y si no se tiene el menor deseo de competición, que fue lo que me apartó de tales lides) del esfuerzo titánico, el empeño, la superación, el trabajo en equipo (o de solanas), la disciplina, la voluntad... tela. Los deportistas siempre me han parecido gente de una pasta especial.

Incluso me gustó el fútbol en su día, quizá sólo porque tenía en la familia lo que prometía ser un astro del balón y que, como tantos otros chavales, se quedaron en el camino por lesiones, peor suerte, menos medios, o razones equis. Quién no ha tenido un primo que las paraba todas, o una sobrina que corría como una gacela?? Disfruté viendo a ese primo y otros muchos chavales jugando por cuatro perras en equipos menores, sudando la camiseta ventara o nevara, dando lecciones de deportividad, sin piscinas, sin teatro, sin broncas ni aspavientos, enamorados del fútbol hasta las trancas, a años luz de contratos millonarios, fiestas chachis y zarandajas. Me parecían honestos.

Calculo que algunos le tenemos manía al fútbol porque vimos el de andar por casa y el otro, el grande, y por puro hartazgo de que nos den la coña con él, por los mamoneos que genera y que ya comenté en la entrada, porque al final parece más circo, politiqueo y negocio que deporte, por los privilegios que tiene frente a otros deportes (que sí, no se puede negar, culpa exclusiva del público, que sólo se acuerda de un deporte cuando gana un español y a veces ni eso) Porque los futbolistas dan imagen de estrellazas, de mimados, de pupas y quejones, de divos, y los jefazos de los clubs tienen unas pintas de mafiosos y ladrones que da miedo.

Porque a veces te cabrea que el equipo de volley femenino de Villabotijos les pegue palizas a los grandes, porque resulta que sus chavalas son la caña, pero como nadie las apoya alguien decide que tienen que jugar con pantalón más corto, a ver si los paisanos se deciden a ir a verlas y se llega a algo, que es que no hay fondos ni pa los bocatas. Y luego se pagan cantidades obscenas de dinero a un mindundi que de repente no se aclimata al país, se deprime, le duele la ingle y no mete un gol ni por equivocación, pero es de mono que te cagas y queda divino pa anunciarnos las Nike.

Y en lugar de hablarnos en el telediario de cuántos metieron estos y cuántos los otros, y mira qué jugadón, nos tenemos que tragar sandeces sobre si el mister no me saca, aquel me tiene manía, el árbitro nos pitó mal, nos sentaron mal los macarrones, el otro se fue de verbena en plena concentración, al entrenador lo vamos a linchar por inútil, le hemos pedido a la virgen tal que nos ayude a ganar la copa y es que el fútbol es asín.

Y ojo, que pasa con otros deportes de estos de mucho sponsor y muchos millones, es verdad. Pero al final no tiene uno claro dónde cuernos queda el espíritu deportivo, el amor a los colores, la disciplina, entregarse por la afición y todo aquello. Se debe haber pasado de moda, porque lo que más se ve es eso, el circo.

Y qué pasa cuando hay circo? Que aparecen los payasos y los titiriteros a mangar a diestro y siniestro. Y eso aún cabrea más. Porque, entre otras cosas, nos lo mangan a nosotros. Coñe.