sábado, 27 de septiembre de 2008

Ojos así



Llegó el día y ayer te despediste. Y, gracias a los dioses, están tus películas, para que pueda seguir disfrutándote de vez en cuando. Porque tu rostro insoportablemente hermoso y socarrón me ha acompañado toda la vida, hace tanto que ni puedo recordar. Porque en casa se te consideraba de la familia, hasta tal extremo llegaba nuestro delirio por ti. Porque se te quería como actor, como activista, como pasota anti glamour, como marido, como padre, como piloto, como cocinero, como ese señor tan normal al que no costaba imaginar comiendo pollo con los suyos un domingo, en camisa de cuadros y pantalón gastado. "Paul tiene película nueva". Y estaba claro. No había otro.

Gracias por Brick, por Eddie, Michael, Luke, Butch, Henry, Sidney, Harry y tantos otros. Por la mirada más bella del cine. Buen viaje.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Me alegra haber vivido en un mundo en el que él existía, a partir de ayer todo es menos hermoso.

También me quedé como si se hubiera ido alguien de la familia, alguien a quién descubrí siendo una renacuaja en La gata sobre el tejado de zinc, película de la que no me enteré de nada, sólo de que no podía apartar los ojos de su protagonista. No era su belleza, que también, era su fuerza interior, brillaba como no ha brillado nadie.

Le echaré de menos.

Gracias, Len. Un beso.

Amaranta

Lenka dijo...

Esa es, precisamente, la primera imagen que yo vi de Paul: en pijama, escayolado, con el vaso en la mano, la muleta cerca, tirado sobre un sofá bajo un ventilador. Yo no levantaba un palmo del suelo y me quedé boquiabierta mirando a aquella especie de ángel rubio con sonrisa cabrona. Hasta ese momento, no había hecho ni caso a la peli esa "de mayores" que estaba viendo mi madre. La Gata es una de esas pelis que ves una y mil veces hasta aprenderte los diálogos de memoria. Lo mismo me pasa con El Golpe, que fue la siguiente que me pusieron en casa. Ambas, y otras de Paul, las guardo como oro en paño.

Recuerdo muchas tardes de cine en casa, aquellos peliculones de la época dorada, de los grandes mitos. Y, casi siempre, mi madre me decía: "uy, hija, ese actor murió hace años, esa actriz ya no vive". Así que me pasa como a ti, Amaranta. Que me alegro de haber vivido 30 años en la misma época que Paul Newman. La fuerza de esos ojos es algo que no se apagó nunca, y que hacía que, aún con más de ochenta años, te quedaras pasmada mirándole y pensando: dios mío!!!

Desde luego que le vamos a echar de menos. Incluso retirado, nos gustaba pensar que seguía ahí.
Besos!

Emilio Núñez dijo...

Ya te digo. El mejor plano de Camino a la Perdición es suyo. En un momento, el abuelete se hace con toda la película. Eso lo pueden decir muy pocos.