jueves, 4 de septiembre de 2008

El niño del pijama

Confieso que tengo una manía. Y es la de llevar la contraria. Me pasa con la moda, por ejemplo. Me cabrea vestirme como todo el mundo, sólo porque alguien (no sé bien quién, o quiénes) decide que "se lleva". Esto me trae no pocos quebraderos de cabeza, porque no siempre es fácil encontrar mis vaqueros anchos de siempre entre los pitillos, piratas y shorts del momento. Pero bueno, naderías.
Me pasa también con los libros, por ejemplo. De repente me harto de oír hablar del más vendido del momento. Me saturo. Y me pongo cerril y digo: pues ahora no lo leo. Y no lo hago. Sí, muchas veces termino cediendo, pero, si puede ser, un par de años después. Quizá para evitarme las expectativas, para desintoxicarme del exceso de opiniones y de información. Eso sí, lo que no hago jamás es llevar la contraria por snobismo. Si leo un éxito de ventas y me gusta, me gusta. Del mismo modo que reconozco no poder con El Ulises, y me importa un cuerno que se considere una obra maestra de la literatura universal. Pa quien lo entienda.
Digo esto porque pasa muy frecuentemente. En cuanto un libro es un éxito, en cuanto la gente empieza a recomendarlo y se reedita una y otra vez y copa los temas de conversación en los cafés, siempre aparecen los sabihondos. Esos que lo encuentran plano, aburrido, previsible, ñoño, cursi, sin estilo, sin mensaje, nulo. Obviamente, a veces se leen o se escuchan críticas constructivas, o bien demoledoras, pero sensatas. Y, claro, en cuestión de gustos no hay nada que discutir. Pero ya me estoy empezando a cansar de la crítica fácil y zafia. Del argumento ese de intelectualoide barato que consiste en afirmar: "es un libro tonto para leer sin pensar". Acabáramos.
Y es que son legión los que presumen de cerebro privilegiado. Y por eso no podrán jamás hacer un comentario favorable hacia una obra que haya gustado por igual a la adolescente, que al fontanero, que al ama de casa, o al jubilado o a la profesora de universidad. Por dios. Qué asco. Qué mezcolanza indigna. No, no, aún hay clases. Hay gente que lee a la Steel y gente que lee a Proust. Sólo faltaría. Cómo me va a gustar a mí, con lo listo que soy, un libro que ha leído hasta la maruja del quinto? Es mucho más cool despotricar de la obra y del autor, y considerar que un libro que todos entienden es malo per se. Lo chachi es que sea un tocho incomprensible. Y poder aplaudir su sintaxis exquisita, sus metáforas elaboradísimas, su mensaje críptico y, a la vez, revelador. Ya. Como con los cuadros. No se entiende nada, así que debe ser bueno.
Total, que tal y como esperaba, me he encontrado por la red con críticas sangrantes hacia El niño con el pijama de rayas. Y, obviamente, he respondido. (Así que, si alguien no ha leído el citado libro y desea hacerlo, mejor que lo deje aquí, porque le voy a destripar toda la historia. El que avisa no es traidor).

Antes de nada, aclaro que compré el libro ayer y lo leí del tirón. Ciertamente es de fácil lectura y apenas da para dos horas. Lo que no quiere decir que sea malo o insuficiente. Es un libro corto, sin más, como muchos otros. Me pareció uno de esos libros infantiles, o juveniles, que un adulto puede leer por curiosidad y sin que suponga una pérdida de tiempo. No comprendo muy bien las críticas tan feroces que se le hacen, aunque las respeto.
Para empezar, sí, un niño de 9 años, educado en los años cuarenta, de familia bien y con un padre militar podía perfectamente usar ese lenguaje. No me chirrió en absoluto, me limité a trasladarme mentalmente a la época y las circunstancias. No se trata de un niño de una barriada de Madrid en los ochenta, ni de un niño de hoy día, del que, en ningún caso me creería una forma de expresarse como la que aparece en el libro.

En segundo lugar, sí, se sabe perfectamente lo que ocurre (y lo que ocurrirá) desde el principio. Pero no creo que se deba a la mente privilegiada de ningún lector o a la escasez de recursos del escritor. Se debe a que es un campo de exterminio, se debe a que son nazis, Hitler, judíos. Hay alguien que no sepa cómo terminó esa historia en general y sus millones de pequeñas historias? No creo que tenga nada de "Disney". Al contrario. Un niño egoísta y egocéntrico (como casi todos) se lamenta de sus pequeños dramas insulsos y ni siquiera es consciente del drama con mayúsculas que se vive en sus narices. Y protagoniza episodios vergonzosos de cobardía, de egoísmo, llegando incluso a envidiar la suerte del niño del pijama. No le encuentro ninguna clase de moralina barata, el protagonista no es ningún héroe inmaculado. Sólo es un niño quejica y aburrido aprendiendo un par de cosas sobre la vida y casi sin darse cuenta.

En tercer lugar, creo que sobran las comparaciones. Evidentemente no es Treblinka. Ni creo que lo pretenda. Es un cuento, sin más, dicho sea sin el menor ápice de desprecio. Qué tiene de negativo escribir un cuento? Es una pequeña historia enmarcada dentro de una gran historia que todos conocemos. Una más de tantas que pudieron ser o pudieron imaginarse. No es como para rasgarse las vestiduras, ni mucho menos, porque considero que cualquiera que sepa un mínimo del tema ya está bastante curtido. No se trata de ninguna epopeya ni considero que fuera esa la intención del autor. Quizá sea que a mí siempre me han gustado por igual las grandes hazañas que las historias minúsculas. A veces son estas últimas las que más tocan.

Por otro lado, no comprendo la crítica por la ausencia de metáforas o de mensaje, sobre todo viniendo de quienes critican el lenguaje improbable del protagonista o la cursilería Disney. No sé si es que esperaban una super moraleja final. Yo creo que sobra por completo. Repito que un niño de la época sí que podía expresarse de un modo que hoy día nos resulta curioso, pero no por ello le consideraría capaz de sacar un análisis profundo de lo que está viviendo, ni creo que "encajara" con la historia y los personajes el lanzar un mensaje grandilocuente al mundo. Eso sí que sería Disney y moralina barata. La única función de ese niño es vivir su historia pequeña de niño, sin ser consciente de que hay mucho más detrás de ella, y, por supueto, debe interpretarla con sus ojos de niño. El resto es tarea del lector, si le apetece. No se necesitan recursos más rebuscados. Una alambrada que separa dos mundos supuestamente opuestos. Un niño a cada lado. La misma fecha de nacimiento. Y un pijama que hace que los dos mundos diferentes se confundan. Diferencias tan tremendas que resultaba una herejía, un delito, una asquerosidad mezclarlos. Y la evidencia de que no era cierto, de que no había forma de distinguir a un ser humano de otro. Una chaqueta blanca que lo mismo te hace camarero que médico. Uniformes que producen admiración en unos y terror en otros. A este lado se puede jugar, pero no hay niños. A este otro hay muchos niños, pero no se puede jugar. Es tan simple como sólo un crío de 9 años lo vería.
Previsible y simple. Bien. Y por qué no? Soy una gran admiradora de Márquez, que es un escritor capaz de escribir toda una historia al rededor de una carta que no llega o de un chico del que sabemos desde la primera frase que va a morir. No le veo el problema, la verdad. El niño con el pijama de rayas es un cuento sencillo y evidente que nos cuenta una historia pequeña dentro de una realidad de sobra conocida y tremenda. Puede gustar o no gustar, desde luego, pero es la historia que creo que el autor quería contar, sin más. Y considero que lo ha conseguido, que es de lo que se trata.

Merece la pena. No cuenta nada nuevo, por supuesto, ni falta que hace. Hay historias sobre las que no hay nada nuevo que contar. Es sólo una pequeña vivencia más dentro del horror. No enseña nada que no sepamos. De hecho, puede que una sola cosa. Se empeñan en decir que no tiene mensaje. Como si hiciera falta un mensaje para condenar la barbarie. Pero sí, sí que tiene un mensaje. En su párrafo final parece que nos consolara, asegurando que no temamos, que todo esto ocurrió hace mucho tiempo. Y que hoy no pasaría. Y es precisamente entonces cuando te entra el escalofrío (que es, precisamente, lo que en mi opinión pretende el autor con sus sarcásticas palmaditas en el hombro. Nada de reconfortar. Inquietar, más bien). Pensaban entonces que tal monstruosidad era posible? No era más fácil cerrar los ojos ante las alambradas? Estamos tan seguros de que hoy no ocurriría, de que no ocurre aún? A mí me parece todo un mensaje. El más brutal.

2 comentarios:

Kaken dijo...

Otra vez coincidimos, Lenka, y me alegro.
Leí el libro por impenitente oyente de Herrera en la Onda, en donde hace tiempo, no sé decirte si uno o dos años, lo comentaron.
Lo leí, me emocioné, capté el mensaje que a mí me sugirió y lo pasé a Costillo, que después de leerlo se quedó con el mismo sabor agridulce, mezcla de realismo, de pasado, de infancia y de aviso para navegantes.
Este verano lo ha leido mi hija mayor con idéntico resultado.
Pero no solo coincidimos en la forma de entender este texto, sino en tu exposición en contra de "lo que se lleva", es algo que a mi me puede, me supera, porque es algo con lo que me "amenazaban" de continuo y que choca radicalmente con la libertad de cada cual para hacer lo que quiera, para ser uno mismo.
Por otra parte, no me meto nada en criticas literarias, leo lo que me parece y me quedo con lo que a mi me sugiere, pero reconozco ampliamente el mundillo de snobs que describes y se de alguien que cuando te lea va a saltar de la silla diciendo que por fin alguien ha puesto en palabras sus pensamientos, jejjeje ;-)
Un bes, gracias por tus entradas.
(Lo de Disney ya lo hablaremos, jejejej)

Wendy Pan dijo...

POs yo no lo he leido, asín que te he leido hasta la "parte azul".
Porque mi me la refafifla lo que diga la gente, a no ser que se trate de alguien que sepa yo que tiene criterio y dos dedos de frente.
Anyway, te cuento (despues de larga ausencia -cantando en Menorca-) la serie de la SEÑO se empieza a emitir el 24 de septiembre por la 2, estais todos invitados.
Ah! y lo más seguro es que haya Kedada Blasfema a principios de Octubre, a ver si esta vez te puedo ver los bigotes amiga ;D

BEsotes