martes, 23 de septiembre de 2008

De Rocamadour a Cahors


Si de algo fuimos conscientes rápidamente en terreno francés, fue de la exquisita educación de sus oriundos. Y no lo digo con segundas, ojo. He estado dos veces en el país galo y aún estoy esperando encontrarme a alguien maleducado. Son amables, siempre intentan encontrar la forma de que les entiendas, te dan mil explicaciones, te lo facilitan todo. Si saben dos palabras de español, te las dicen con una sonrisa. La verdad es que no se nota un ápice la supuesta y típica rivalidad entre vecinos. Y todo este civismo, unido a su pasión por los caracoles, nos dio la clave para comprender La Cuarta Plaga: los camiones. Por todas partes. A cuarenta por hora. Y provocando unas caravanas interminables, porque, al parecer, en Francia adelantar está feo. No es que sean lentos, no, es que son cansinos, los pobres. Si les toca un tractor delante, son capaces de recorrer medio país detrás de él, con toda su santa paciencia. Paciencia que, claramente, no tenemos los españoles.

Jamás en la vida había oído hablar de Rocamadour, y resulta que es una auténtica belleza de sitio. Te quedas mirando, con cara de imbécil, y preguntándote quién y cómo convencería a quienes construyeron tal ciudad de que aquello era una buena idea. Así, François, pegá al acantilao ese. To parriba. Aprovechamos la roca misma, mismamente. Y todo, claro, porque aparecieron los restos incorruptos del santo de turno. Y porque allá peregrinó San Luis, y su madre, Blanca de Castilla, y sus hermanos, y quedaron postrados de gozo y fervor. Todo esto se lo traducía yo al Trasto de una bonita placa sita sobre un antiquísimo arcón, cuando de repente me veo hablando sola, con el susodicho en medio de la plaza tras un salto de dos metros, haciendo aspavientos y aventurando: "el Luis ese no estará metido ahí, no??" Juas. En un arcón apolillao. Ahí, a la intemperie. Casi me parto de risa. Ideal para las hordas de españoles. Me los imagino abriendo la tapa, sacando la calavera del pobre hombre y contándole chistes de Lepe.
En el arcón no estaba, no, pero estaba en la ciudad, con su madre y sus hermanos, en una bonita y apropiada capilla cerrada a cal y canto. Que nos conocemos. Total, que el sitio es lugar de peregrinación, y parte del Camino de Santiago. Y es que, si otra cosa descubrimos, es que los franceses serán todo lo oh-la-là que quieran, pero son católicos a muerte. Nunca había visto tal profusión de cristos, vírgenes, calvarios, iglesias, ermitas, tal cantidad de gente saliendo de misa, cualquier día a cualquier hora (muchísimos jóvenes, por cierto), tanta devoción. Perdura la ancestral tradición de levantar cruces en los cruces de caminos, especialmente en las zonas rurales. Por supuesto, todo lugar de culto precristiano fue "exorcizado" en su día con una ermita o similar, y hasta rinden culto a santos que transformaron a los paganos primitivos en menhires. La parte positiva de esta gente es que lo conserva todo, incluído el menhir, las aldeas medievales, los castillos, las supuestas tumbas de Merlín (ejem, de esto ya hablaremos) y, por supuesto, sus monumentos a los caídos en las dos guerras. Por pequeño que sea un pueblo, aunque hayan perdido "sólo" a dos paisanos suyos, siempre tienen un monumento que les recuerda y les da las gracias. Siempre. Con sus flores y sus banderas de Francia. La verdad es que da cierta envidia.

A Saint Cirq Lapopie le definen en algunas guías como "el pueblo más bonito de Francia", y, la verdad, no se puede decir lo contrario. Seguramente es el sitio en el que más fotos hice. Cada calleja, cada rincón, es una postal viva de la Edad Media. Poco más se puede decir. Es hermoso y tranquilo, y se respira un silencio especial, incluso con la invasión de turistas siempre presente. Eso sí, para silencio el que vivimos en el Chateau Le Rosseillon, una ruina templaria que, digo yo, no será tal ruina (al menos por dentro) cuando la alquilan por cuatrocientos euros la semana. Nada. Nadie. Las torres medio derruídas, el foso, senderos, bosque y ruiditos de jabalíes, o ciervos, que se escondían de nuestros ojos. Y mariposas color turquesa.

Nos acercamos a Cahors, por aquello de variar de escenario y conocer una gran ciudad. Pérdida de tiempo. Es fea, sucia, anárquica a más no poder. Una mezcla absurda de arquitecturas en la que convive el palacete decimonónico con el bloque horrendo de catorce pisos. Barrios infames llenos de porquería y de repente una abadía en obras, un puente medieval que merece dos fotos y ponerse de nuevo en camino hacia nuevos y bellos destinos. Eso sí, a paso de escargot...

3 comentarios:

Anónimo dijo...

"Bebé Rocamadour, bebé, mon bebé. Rocamadour (...)"
Nunca habías oído hablar de Rocamadour....? El santo y yo hicimos nuestro primer viaje en coche por lafráns buscando ese pueblo, Rocamadour, como el bebé de La Maga, en homenaje a Cortázar...
Lindo tu viaje, che. Entran ganas de tirar millas.
Bicos,
Jack
" Es así, Rocamadour: En París somos como hongos crecemos en los pasamanos de las escaleras, en piezas oscuras donde huele a sebo, donde la gente hace todo el tiempo el amor y después fríe huevos y pone discos de Vivaldi, enciende los cigarrillos y habla como Horacio y Gregorovius y Wong y yo, Rocamadour, y como Perico y Ronald y Babs, todos hacemos el amor y freímos huevos y fumamos, ah, no puedes saber todo lo que fumamos, todo lo que hacemos el amor, parados, acostados, de rodillas, con las manos, con las bocas, llorando o cantando, y afuera hay de todo, las ventanas dan al aire y eso empieza con un gorrión o una gotera, llueve muchísimo aquí, Rocamadour, mucho más que en el campo, y las cosas se herrumbran, las canaletas, las patas de las palomas, los alambres con que Horacio fabrica esculturas. Casi no tenemos ropa, nos arreglamos con tan poco, un buen abrigo, unos zapatos en lo que no entre el agua, somos muy sucios, todo el mundo es muy sucio y hermoso en París, Rocamadour, las camas huelen a noche y a sueño pesado, debajo hay pelusas y libros, Horacio se duerme y el libro va a parar abajo de la cama, hay peleas terribles porque los libros no aparecen y Horacio cree que se los ha robado Ossip, hasta que un día aparecen y nos reímos, y casi no hay sitio para poner nada, ni siquiera otro par de zapatos, Rocamadour, para poner una palangana en el suelo hay que sacar el tocadiscos, pero donde ponerlo si la mesa está llena de libros."

Lenka dijo...

Podrás creer que nunca pude con Rayuela??? Lo intenté un millón de veces, y seguro que vuelvo a intentarlo alguna más. Pero sí, no se puede negar, precioso eso que has puesto.

Otras razones, maravillas y secretos de dicho viaje... ya sabes, prima, eso te lo cuento bajito.

;-)

Wendy Pan dijo...

Hola, guapaaaaaaaaaaaaaaaaa!

Veo que ya has vuelto de las vacaciones. No tengo tiempo de leerte que estoy en el currele, pero no podía dejar de decirte que esta noche la SEÑORA MAYOR (con colaboración de JAS, en el departamento de FX y postproducción) estrena Plutón BRBNero (pronunciado maliciosamente por la mayoría Verbenero XDDD).
Recuerda PLUTÓN BRBNERO en la 2 a las 23:30 horas.

MUchos besotes mi Reina de la noche.