sábado, 26 de julio de 2008

Nena


Tocó café con las chicas, con las de La Escuela, aquella en la que trabajamos allá por el 2.003 (mi primer contrato de un año!) y con las que aprendí infinitamente más que en mis años de universidad. Tocó comer gusanitos con los dos enanos de la que no podía tener hijos (a veces la vida se lo piensa mejor y se vuelve amable), enterarse de los cotilleos, la boda de alguna, el nuevo trabajo de otra, el nuevo novio de una servidora... Hacía ya mucho tiempo que no pasábamos la tarde juntas y es una gozada comprobar que, en esencia, nada ha cambiado, que doce tipas que jamás se habían visto antes de aquella aventura, de diferentes edades, formaciones y opiniones, siguen formando un equipo unido mucho más allá del trabajo. Recordamos nuestras andanzas, a los chiquillos, y también a ese grupito de jefes estupendos que siempre confió en nosotras, que nos dio total libertad de acción, que nos consideró siempre de los suyos y nos ofreció consejos, lecciones, sonrisas, amistad, complicidad y el mejor de los regalos: una despedida emocionada en la que aseguraron que jamás habían trabajado con un equipo tan bueno, y que era una cabronada que el ayuntamiento no lo permitiera, porque les encantaría haber podido hacernos indefinidas a las doce.

Pero lo mejor no fue recordar todo eso. Lo mejor, sin duda, fue el relato de Anouk. Recientemente andaba ella más perdida que un pingüino en una sauna, dando vueltas en su coche por León, intentando llegar a tiempo a un examen de oposición. En algún momento del día hizo escala en un café, en el que fue atendida por una chica joven y guapetona. Vaya por delante que la simpar Anouk, con esa empanada suya, es absolutamente incapaz de recordar el nombre del café, de la calle o cualquier otro dato. De hecho, en aquel momento fue incapaz de reconocer a la sonriente camarera. Pero la camarera sí reconoció a Anouk. Porque la camarera era una de nuestras niñas, una de esas con historia espeluznante, con las emociones del revés, la autoestima por el suelo y la confusión absoluta a flor de piel. Una niña asustada, sola, abusada por la vida y un tanto autodestructiva, que jugaba a la mujer fatal para buscar el cariño en hombres mayores que le recordaban a su padre y que, obviamente, no era precisamente amor lo que buscaban en ella. Pasamos con ella muchas tardes de charla, confesiones, secretos y lágrimas amargas. Cuando nuestro contrato expiró (porque al ayuntamiento sólo le interesaba plasmar en cifras que daban trabajo a tantas mujeres al año, sin importarle un cuerno el desarraigo de unos críos que veían desfilar educadoras nuevas cada año, y a los que les costaba confiar en cada nuevo relevo, para, cuando ya se encariñaban sin remedio, empezar de nuevo), cuando dejamos La Escuela, decía, confiábamos en que Nena sería una de las recuperables. Cruzábamos los dedos...

Las noticias de Anouk nos hicieron brincar. Nena estaba feliz en León, con sus parientes. Tenía trabajo. Una relación sana y normal. Y un niño de pocos meses. Suspiramos al confirmar que no se había rendido en su afán por ser madre, por tener su propia familia, por sentir al fin un amor incondicional por algo suyo, un amor como el que a ella le faltó siempre, desde la muerte de su madre. Pero al menos logramos que no sucediera a los 16, ni a los 17, cuando aún tenía que cerrar muchas heridas. Es una madre joven, sí, pero con una vida, un trabajo, con los suyos apoyándola por fin. Y, sobre todo, con metas, con ilusiones, con una sonrisa. Las palabras de Nena emocionaron a Anouk y nos emocionaron a todas. "Cuando las veas, diles que me cambiasteis la vida. Y que os lo agradezco mucho".

Y son cosas como esa las que te animan a seguir. Las que te demuestran que no confundiste tu vocación, tus pasos ni tu vida. Mucha suerte, Nena. Y gracias. Porque tú y los demás cambiasteis nuestras vidas mucho más de lo que os podáis imaginar.

5 comentarios:

Lal dijo...

Tú lo has dicho. Cómo no seguir adelante?
:)

Anónimo dijo...

Cuantas veces el simple hecho de saber acompañar cambia una vida... La pena es lo que tú cuentas, que os contraten como quien contrata cajeras o fontaneros. No tienen en cuenta lo verdaderamente importante: la difilcutad de estos chavales de aprender a confiar.
Pero mira,Lenka, a pesar de ello de repente te llega semejante regalo. Enhorabuena.
Sra de Zafón

Eli dijo...

Me encantan las "tardes de las chicas": Volver la vista atrás, comprobar hasta dónde hemos llegado, compartir el orgullo de los logros y maravillarnos de seguir marchando, siempre haciaadelante. Porque ¿hacia dónde ir, si no?

Lenka dijo...

Efectivamente, Eli. Hacia dónde si no???

Gracias a las tres. Algo así viene bien precisamente ahora, con el cansancio acumulado y a un mes de esas vacaciones (un mes que se me antoja muuuuy largo)que tanta falta me están haciendo ya!!!

Guaja dijo...

Vaya Lan, la cantidad de tardes que me habras hablado de Nena preocupada. Y mira ahora!.
Enhorabuena por seguir.