lunes, 7 de julio de 2008

Fecha de caducidad


Nunca pensé que la vocación podía ser temporal. Supongo que estamos demasiado influenciados por el concepto de "para toda la vida". En el amor, en las amistades, en el piso, en el trabajo. Queremos algo eterno, fijo, estable. No se nos puede recriminar en exceso, creo. Al menos en estos tiempos de inestabilidad total. O sí? Hemos perdido completamente el afán aventurero?

Siempre hay personas inquietas, volátiles, que se asfixian moralmente al imaginar relaciones largas, los mismos muros, la mitad de sus vidas en la misma oficina. Todavía quedan osados de esos que se plantan en Australia (hola, Primi!) a ver qué pasa, con la vaga idea de mantener un curro un par de años, ver mundo y, de paso, mejorar el inglés. Sin demasiados planes. Si me canso, vuelvo. Si la cosa va bien o aparece algún surfero interesante, lo mismo me quedo. O no. Quién sabe?

Pero la mayoría de la gente, o eso parece cuando escuchas sus proyectos de vida, aspiran a la estabilidad. Y, cuanta más, mejor. No es de extrañar, claro, que luego andemos todos medio enfermos de rutina. Porque, en principio, nadie elige la estabilidad para aburrirse. Calculo que el médico cree firmemente que su labor profesional será apasionante. Y lo mismo pensarán el abogado, el contable, el bombero, el recepcionista, el fontanero. Obviamente no somos tan ingenuos, no es que estemos convencidos de que cada día será una odisea apasionante. Dios santo, qué epopeya. Digna de ser escrita, tú. Me levanté a las seis y media. Me duché (y a punto estuvo de acabárseme el gas, qué emocionante!!) Desayuné cereales y un zumo de piña. Me planché una camisa, porque estaba hecha una cuerda. Por poco la quemo. Salí de casa a medio peinar. No me acordaba de dónde puñetas había dejado el coche, así que cogí el bus. Qué aventura, colega. Qué fuerte! Como sardinas en lata íbamos. Arreó el tipo tres frenazos por la avenida que casi me estampo contra un abuelete. Y luego en la ofi ya, ni te cuento. El acabóse. Trescientas fotocopias tuve que hacer antes del café. Qué subidón. La secretaria de baja por gripe. Guau. Me salía la adrenalina por las orejas.

Sin llegar a tales extremos, imagino que cada cual aspira a una vida laboral que le permita vivir con cierta comodidad y que no le mate de tedio. Luego, claro, entran las prioridades de cada uno. Habrá quien prefiere un cheque con muchos ceros para compensar el aburrimiento, y habrá el que esté dispuesto a sacrificar una buena soldada con tal de sentirse más realizado. Pero casi todos, insisto, estamos por la estabilidad. Hasta mi padre, que quería ser pirata, se motivó principalmente por la pasta. Mucho más, en cualquier caso, por la promesa de lugares exóticos y mujeres exuberantes. Que también. Las mujeres especialmente. Y es que no hay nada que te baje los humos aventureros con más facilidad que una hipoteca.

Pero luego hay trabajos y trabajos. El mío, por ejemplo, es de los vocacionales cien por cien. Porque está claro que no se soportan las condiciones por el sueldo. Soy una mileurista del montón, de las que sobreviven sin lujos ni los necesitan. Para mí, gastarse treinta euros en tres libros de bolsillo y unos cedés de música clásica ya es suficiente despilfarro y festival consumista. No me hace falta mucho más. La estabilidad, eso sí, era un sueño, una quimera, una auténtica lotería que me tocó por fin allá por diciembre. Una promesa que me hizo respirar tranquila y despedirme mentalmente de las épocas en las que no podía permitirme salir a tomar un café a partir de mediados de mes. Libros de bolsillo ni mencionarlos.

Mil euros al mes son suficientes para vivir con dignidad y sin asfixias, comprar en las rebajas a seis lerus la camiseta y diez los vaqueros (me temo que nunca he pagado más por unos pantalones, ni creo que lo haga en mi vida, porque de tanto escatimar me he vuelto muy mirada, avara diría yo, al menos para lo mío) y veranear en Llanes, que es un sitio precioso y barato, perfecto para quienes no necesitamos El Caribe para sentirnos ciudadanos con todas las letras. Mil euros al mes son suficientes para sentirse realizado, útil a la sociedad, para sentir que estás haciendo algo por el mundo, devolviendo parte de lo que la suerte te regaló, por puro azar, sólo porque el cosmos, en una de sus aleatorias piruetas, decidió que nacieras en la cara buena del mundo.

Siempre supe que no valdría para una oficina, para cuatro paredes, para tratar con papeles o con objetos. Siempre tuve claro que quería la lucha, el contacto con el ser humano, y, a ser posible, con su supuesto lado oscuro. Y ayudar a cuantos fuera posible a buscar su propia luz y un lugar en este mundo de lobos. Hasta ahí llegaba mi afán aventurero y para mí era bastante. Porque, afortunadamente, siempre pude contar con mis tecleos para aliviar mayores ansias de fantasía liberadora y escapista. Y sin daños colaterales. Siempre tuve armas suficientes en mi ilimitada y retorcida imaginación para suplir momentos de mi vida con otras vidas, para ser monja, puta, asesino a sueldo, madre luchadora, astronauta, bruja en el torreón, vagabundo, poeta maldito, judía en Varsovia, domadora de dragones o feroz vikingo rubicundo. Episodios de magia gratis para huír de la cruda realidad. Porque así soy, porque necesito ambas cosas. La cotidianeidad más despiadada y el ensueño más esquizoide. Porque cada mitad da sentido a la otra y me curan cada una en su reflejo.

Pero esto, lo que me he encontrado, doblega cualquier vocación, por férrea que sea. El sentimiento es de absoluta impotencia ante la devastadora realidad, de total desencanto ante el fallo constante del sistema, de agotamiento ante la falta de apoyos, de abulia frente a la imposibilidad del gran cambio, de la gran luz que mejore el mundo. Me golpea la certeza de la inutilidad. Lo mismo da que sea yo o que sea otro cualquiera. Esto es lo que queda de mi vocación, antaño inasequible al desaliento. Miro al futuro y calculo con absoluta frialdad. Y sé que no pondría los pies en esa casa si estuviera embarazada, por ejemplo. Que la empresa tendría que mantenerme tranquila en mi casa y paseando mi barriga por la orilla del mar. Calculo que no dormiría una sola noche más en ese antro de porquería si tuviera una criatura esperándome. Calculo que mis vértebras y mi humor no resistirán hasta la jubilación, ni mucho menos. Que me importan un cuerno estos cafres, su luz y su futuro. Que nunca fue tan fácil no caer en el error de encariñarse con ellos. Que si resisto es por esos mil euros, por permanecer inalterable donde otros están abandonando en masa, con vistas a uno de esos pisos de subsaharianos en los que no hay una voz más alta que otra, en los que se respira paz y respeto, y hay sonrisas, orden y tranquilidad, donde los chicos son hombres que saben lo que quieren y pelean por ello, donde una mujer puede ir a trabajar sola, sin guardias de seguridad, donde es sencillísimo sentirse útil y acallarse la conciencia, y mantener la vocación sana e intacta. Ese es el destino que espero poder exigir algún día en la Fundación, para largarme sin mirar atrás y sin el menor problema de conciencia. Porque la ilusión da paso a la frustración, luego a la indiferencia y finalmente al egoísmo. Porque quiero mis mil euros y no necesito ganarme el cielo. Prefiero ser útil sin tanto esfuerzo, gracias. Mi vocación era de educadora, no de mártir.

Conclusión? Que no me veo en esta cárcel dentro de diez años. Que aspiro a otros centros, a otros niños, a otras etnias incluso. Que no descarto renunciar a más ceros e incluso a la realización y volver a los masajes, los barros, el chocolate y la presoterapia. A dar conversación a las señoras aburridas y prometerles ese cuerpo perfecto que nunca tendrán. A regresar a ese culto hedonista que tan poco me gusta. Porque tiene sus compensaciones, claro. La sonrisa de una anciana a la que sus hijos regalan el primer capricho de su vida. Poder cuidar durante una tarde entera a quien se pasó la vida cuidando de otros. Aliviar un dolor pertinaz. Relajar los pies de la futura madre primeriza, o la espalda del deportista. Comprobar lo hermosos e imperfectos que son los cuerpos humanos, lo viva que está la piel. Experimentar la magia de los sentidos, y que un hombre ciego te diga que tienes alas de seda en las manos. Cobrar un cheque más pequeño e irme a casa reventada, sin realizar, sin cambiar el mundo, pero tranquila. Eso no siempre se paga con mil euros. A veces cuesta mucho menos.

8 comentarios:

Kaken dijo...

Me parece que lo tienes muy claro, Lenka: calidad de vida.
Es la tuya, de nadie más, tu decides sin que nadie juzgue donde, cómo y con que te compensa más estar o trabajar.
Vocación? tiene que ser permanente? quién lo dice, donde está escrito?
Te entiendo más de lo que te pueda expresar aquí, me encanta lo que has escrito porque me da que pensar y porque hay respuestas que yo ya he aprendido...
Espero que encuentres un nuevo equilibrio a tu medida, para que estés a gusto, en la vida hay que buscarlos más de una y dos veces...y tantas...
Estoy segura de que lo lograrás.
Un bes

Eli dijo...

No me gusta decir "te lo dije". Pero más sabe el diablo por viejo, y con personas marginales las cosas nunca salen como te imaginas.
No obstante, Len, no te rindas aún, porfa.
Sé que cuando estás quemada no le ves el futuro al trabajo que escogiste y para el que resuta que estás tan bien capacitada pero las penas nunca son eternas.
Recuerda lo que significa trabajar justo en aquello que te hace feliz y piensa que esta no será la primera ni la única de las malas rachas que te esperan. Pero ten paciencia, cielo. El tiempo te lo compensa. Te lo prometo.

Lenka dijo...

Ay, Eli, la de veces que he trabajado con toxicómanos, prostitutas, presidiarios, vagabundos... La de veces que he visto cómo la administración usaba un recurso a modo de coladero, mezclando niños delincuentes con enfermos mentales, discapacitados, inmigrantes, estudiantes pésimos, hijos no deseados, víctimas de abusos, minorías étnicas, todos mezclados en un batiburrillo absurdo que te mantenía el corazón en vilo, la imaginación siempre lista, las ganas intactas de pelear, improvisar, hacer saltos mortales y seguir siempre en la trinchera. Y todo eso por 600 euros pelones. Pero veías resultados, sonrisas, veías las mejoras en sus vidas, porque todo se construía en base al respeto mutuo y las ganas de cambio para todos, y no había error garrafal del sistema ni sueldo ridículo que te chafara la vocación ni las ilusiones. El más torcido de los chavales era el mejor estímulo, y se lograba. Porque muchos terminaban mal y lo tenías asumido, pero el hecho de que una acabara becada estudiando su carrera en Madrid era la gloria y lo compensaba todo.

Pero ESTO, lo que tengo ahora, es inútil por completo. Y bueno es asumirlo cuanto antes. Es un gasto de energía que no conduce a nada. Esto es trabajar sin ganas y sin metas, soportando una noche más, viendo cómo la ilusión se va al carajo y es sustituída por la indiferencia absoluta, cómo te resbala todo, si ganan, si pierden, cómo te acostumbras a no oír los insultos a que ya ni te dé miedo cuando te ponen un cuchillo delante.

Me negaba a creerlo, pero es un colectivo perdido. Lo es porque a la mayoría les resbala su propia vida, y a los que no les resbala no nos necesitan, sobreviven solos. Y, con todo y con eso, es con ellos con quien he perdido la vocación. Siguen en mi mente esos otros colectivos, las putas, los yonkis, los niños, los sin techo, los locos, el África más negra, todos los que me han regalado el sentimiento de realización y de utilidad. En ellos tengo puestas las miras y me tomo lo de ahora como un mero obstáculo a sortear. Y si tiene que ser, perfecto. Y si no, volveré a los masajes.

Como ves, no me han aniquilado la vocación por completo. Sólo tengo claro que este no es mi sitio ni esta es mi gente, son un paso poco agradable hacia lugares mejores. En un campo o en el otro, como dice Kaken.

Y sí, esperemos que lo compense, Eli, todavía estoy segura de ello, afortunadamente!!!

Gracias, chicas!!

Rogorn dijo...

Tú mira a ver que precisamente por aguantar no estén pensando: 'Uy, ésta vale para esto. A ésta no la dejamos marchar con los subsarahianos'. Menuda recompensa, jeje.

Jas dijo...

Eyy guapa...cómo va la Sra. de los Búhos?

Si quieres saber "mi secreto"...tendrás que pasar por la zona privada de donde tu ya sabes, allí tienes toda la info....emoción, intriga, dolor de barriga.

Muuuaakkkk!!

Celadus dijo...

Como te ha dicho Kaken, tú decides que hacer con tu vida, gemela. En este mundo no existe la estabilidad, en ningún ámbito, todo es mutable. Si algo me ha enseñado la vida es que las decisiones que tomamos y las cosas que nos ocurren solo son valorables con perspectiva. Hagas lo que hagas estará bien, no existen las decisiones correctas. Solo existen decisiones que nos llevan a un lugar o a otro. Y nadie mejor que tu sabe lo que te conviene hacer en este momento.
Un abrazo.

Anónimo dijo...

Además de todo esto puede que para ti sea más importante ahora emplear la noche en dormir abrazada a tu chico. ¿puede ser, eso? (sólo te conozco de lo que leo por aquí)
De serlo sería de lo más lícito (giño a tu anterior post)


Por cierto ...si algún día consigues empequeñecer ante los ojos de tu amor sin miedo...ese día te habrás entregado entera.

Una que le gusta como escribes.

Lenka dijo...

Gracias a todos.

Desde luego que me gustaría poder dormir cada día con mi chico. Pero no es esa la razón. Antes de llegar él a mi vida ya empezaban a surgirme todas estas dudas, y, por supuesto, este cansancio, esta sensación de impotencia, de inutilidad. Además, aunque tuviera un horario diurno, estaríamos en las mismas. Mi chico trabaja a turnos (él va rotando, no como yo que siempre estoy de noches) así que siempre habrá ocasiones para dormir separados. Es lo que hay!

Tampoco me supone ningún problema entragarme entera. Lo he hecho montones de veces. Lo malo es cuando no temes entregarte, con tus glorias y tus miserias, y es el otro el que te empequeñece, te ningunea, te deja claro que nunca eres bastante. Ese es el miedo que tengo que superar.

Besos para todos!