miércoles, 23 de julio de 2008

La trinchera


Cuánto tiempo pasa desde que tus padres se divorcian hasta que se alcanza la normalidad de nuevo? Un año? Dos? Diez? En mi caso, han pasado 20 años (mis padres llevan ya más tiempo separados de lo que estuvieron casados) y esta historia no ha terminado, ni terminará nunca. Lo tengo asumido, pero no por ello me cabreo menos.

Pasamos por montones de fases, y en todas ellas me harté de escuchar que había que ser civilizado y que, pasara lo que pasara, los hijos debían quedar al margen. Y esa, queridos míos, es la mentira más descarada y vergonzosa que se puede decir en cualquier proceso de ruptura. Los hijos jamás están al margen. Nunca. No lo están a los nueve años y no lo están a los treinta.

Pasamos, como digo, por montones de fases. La pena, el no entender nada, el extrañar al que falta, las broncas, los silencios venenosos, los reproches mordientes, el "tu padre es así y asá", el "tu madre es esto y lo otro", las venganzas sangrientas, la manipulación, el chantaje, el "eres igual que él", o "eres igual que ella". La fase que Godzilla y yo bautizamos años más tarde como "las trincheras".

Pasamos una infancia gris, triste, patética y amargada, y crecimos como niños grises, tristes, patéticos y amargados, llenos de taras, de rabia contra el mundo, de miedos, de pesadillas y de huecos. Heridas de esas que te acompañan para el resto de tu vida y te hacen inseguro, vulnerable e incluso una mala persona, llena de rencores. Pasamos la culpa, la desconfianza, el bloqueo. Pasamos de la euforia a la depresión y, aunque nunca lo comentamos, los dos sabemos que ambos pasamos muchas veces por la idea de la muerte, de escapar de la única manera que nos parecía definitiva. Llegamos a fantasear con ella, a idealizarla. Y, afortunadamente, nunca dimos el paso, por valor o por cobardía, quién sabe. Afortunadamente, llegamos a la conclusión de que no era la salida. Lo lamentable es que a día de hoy, ambos sabemos que tampoco hay otra.

Pasamos (esta vez debería decir "pasé") por la depresión absoluta, el cabreo superlativo, las ganas de romper cosas y gritar: "pero qué clase de adultos sois vosotros, joder? Cómo es posible que hayáis causado tanto dolor a las dos personas a las que debíais proteger? Qué clase de amor es este?" Y luego pasas por la fase de la madurez, esa en la que decides que odiar es cansadísimo, es un lastre que no te permite avanzar ni crecer. Decides que puedes vivir con esas cicatrices (lo cierto es que no te queda otra) y que tus padres son tus padres, y no tienes otros. Y sí, qué demonios, son personas. Personas con pasado, con sus propios miedos, con sus enormes fallos. Personas que ya estaban en el mundo antes que tú, que también soportaron a sus propios padres, que tuvieron sueños, metas, fracasos, logros, aciertos y errores, que tuvieron, o tienen, amigos, amantes, deseos, vida. Que no están en el mundo como ente indivisible para hacerte feliz.

Sí, por una parte esa debería ser su mayor preocupación, ya que decidieron traerte al mundo. Pero por otro lado, son personas también, independientes el uno del otro y de ti. Así que tienen derecho a elegir su vida, a separarse, a rehacerse, a lo que les haga felices, desde luego. Pero tienen derecho a meterte en esta guerra? A hacerte daño? No lo tienen, pero les perdonas de todos modos, porque es mejor, es más sano, es más soportable. Y, egoístamente, te conviene. Lo necesitas. Así que les perdonas, y les das una lección y les demuestras que pueden llevarse bien, respetarse, al menos como pareja que fueron, como padres comunes de dos personas. Y durante varios años vemos, y ven, que es posible.

Y de repente, cuando te has acostumbrado al menor de los males, a racionar el cariño para que no se celen, a solventar sus pequeñas infantiladas de padres, cuando todo es normal y civilizado, o al menos soportable, todo estalla de nuevo. Y aquí estamos, veinte años después, de nuevo en la trinchera, pero con el hartazgo absoluto de la historia que nunca termina. Te ves intentando vivir tu propia vida sin que te dejen, siempre metido en medio, siempre lidiando, siempre con el pavor de posicionarte y que el otro te lo haga pagar, siempre ejerciendo de escudo humano para que ellos se muerdan la lengua y no se hagan trizas el uno al otro, oyendo cosas que no deseas oír, viendo lo que no deseas ver. Porque a estas alturas del serial, y con treinta años, cada vez resulta más difícil el autoengaño, el buen rollito, cerrar los ojos y cantar tralalá, tralalá, no oigo, no veo, es mentira, qué estupendas personas que sois. Y lo son, claro. Y aunque no lo fueran. Son tus padres. Pero llega un punto en el que no puedes negar que tus benditos padres te tienen hasta los cojones. Que estás harto de ser más adulto que ellos. Que estás harto de que te arrastren una y otra vez a sus batallas, a sus miserias, a sus putos lodazales. Que quieres, de una vez, vivir tu vida, tu propia vida y no la suya.

Llega un punto en el que suena el teléfono, ves que es él, o ella, y te pones de mala ostia. Ya, de entrada. Qué coño querrán ahora? Porque ya sabes que algo quieren, y nada bueno. Llega un punto en el que no te apetece verles, ni hablar con ellos. Fantaseas con la idea de irte a vivir a Noruega, lo más lejos posible, y que te dejen por fin en paz. Luego, encima, tienes que oír que eres despegado, que pasas de todo. Y un día te descubres barruntando con frialdad de forense, que esta historia sólo terminará, que sólo tendrás paz y descanso cuando uno de ellos muera. Y es lo más cruel que has pensado en toda tu vida, y te sorprendes. Pero te sorprende mucho más la triste certeza de que es cierto. Y estás tan saturado y tan harto, que ni te lo reprochas. Sólo te encoges de hombros y piensas: "bueno, no importa. Esto se lo perdonaré también, como todo. Y aquí seguiré, como siempre, en la puta trinchera, aguantando. Y el día que uno me falte, será el peor de mi vida, aun sabiendo que al fin tendré la paz que necesito". No es monstruoso haber llegado hasta aquí?

Pues aquí estoy, cansada, aburrida, harta, saturada, de mala leche, esperando una jodida llamada de teléfono, una escena que no quiero vivir y que no tendría que vivir, porque ambos se acercan a los sesenta años y deberían ser capaces de solventar sus mierdas sin mi ayuda, como supuestos adultos que son. Y sabiendo que no me queda otra, medio culpable medio cabreada, siendo muy consciente de que esto será otra herida que también perdonaré. Y que no será la última.

Y en medio de todo este asco, miro a mi alrededor y veo mi casa, que ya casi es mía de verdad, a mi Trasto, una perra orejuda y dos gatos destrozones, nos miro a estos cinco bichos que somos y es la primera vez en mi vida que siento que tengo una familia. Mía. Que somos una familia. Y siento mucha de esa paz que se me niega. Y no puedo evitar ser feliz y sonreír. Así que gracias, enanos, y gracias sobre a todo a ti. Por darme lo imposible.

5 comentarios:

Alberich dijo...

Joder Len...este post llega en el peor momento

Anónimo dijo...

Querida Lenka

No hace falta que tus padres se separen para sentir todo eso. Si de algo acuso yo a los míos es de usarme, usarnos más bien, como escudos porque sus miedos les impedían ser felices. Por MIEDO, mis padres no se han dejado. Por miedo a ésto, a lo otro, y a lo de más allá. Pero eso sólo ha servido para amargarnos la vida a nosotros, sus hijos, los testigos de su día a día.
Mi padre se enamoró de otra mujer, pero no se atrevió a vivir esa historia y maldita la hora, porque mi madre, su dueña, según ella, se lo ha hecho pagar con intereses altísimos a cuotas inimaginables, y en el medio nos ha jodido a todos nosotros, pero eso sí, siguen juntos incluso con las disculpas agotadas. Siguen juntos y llamándonos por teléfono, a escondidas el uno del otro, para convencernos de que su bando es el de los buenos, y montando películas a la mínica ocasión. No se aman, no se soportan, solo se odian pero siguen casados y lo que es peor: viviendo juntos. Llegan a ser tan miserables que ninguno quiere abandonar la casa familiar, dicen...esto es tan mío como tuyo, etc, etc, etc.

El mismo día que cumplí 25 años les dije que se acabó, que me dejen en paz y que son unos cobardes y unos hipócritas. Son mis padres pero no tienen ningún derecho a joderme la vida. Así que cuando quedo con ellos o se respetan o me levanto y me voy sin mediar palabra. Les doy un beso y me voy.
Ha habido gritos, llantos, acusaciones de mala hija. Me han dicho que soy tan independiente que hiero, que todo me resbala y que soy una egoísta y que sólo pienso en mi. Cuando alguno de ellos se pone así, o a malmeter contra el otro le beso (si quiere, claro) y lo dejo protagonizando la película que ha elegido vivir, cuyo título podría ser " Me quedo aquí no vaya ser que me vaya bien en la vida y no me pueda quejar"

Todavía recuerdo cuando yo pensaba que las personas eramos propiedad privada de tu pareja, o que el respeto consistía en aguantar toda la mierda que nos lanzaban, o que a las mujeres no nos gustaba el sexo, y que los hombres eran todos unos salidos. Es tìpo de maravillas aprendí a su lado, eso y que el matrimonio era un infierno lleno de "sufrimiento por amor" y que si no, no era amor.

Yo ahora, miro a mi chico, a mi hijo, a los suyos, a mis amigos, a los suyos, a los nuestros,a los vecinos que vienen a echarte el rollo, o a traerte un vinito de sus casas, a mi exmarido, (que aprendió rapidamente que conmigo lo llevaba claro si pretendía hacerme algún tipo de chantaje afectivo) y eso sí es una familia y no de la que yo salí.

No se trata de estar separados o no, se trata de no joder a los hijos y eso sólo depende de la generosidad y el sentido común de los padres.

Un beso de la Sra de Zafón, que se siente muy indentificada con un montón de cosas de las que tan bien cuentas.
Si crees que me enrollo mucho, por favor dímelo porque esta es tu torre y hoy me siento una okupa.

Lenka dijo...

Señora de Zafón, nadie es okupa en mi Torre, todos sois bienvenidos y podéis explayaros tanto como gustéis.

Desde luego que no hace falta separarse para construir un infierno, he visto muchos como el que tú has vivido y, personalmente, me parece penoso. Que una pareja de separados con hijos en común no se respete es patético y demuestra lo poco adultos que son, pero que no se respeten quienes se empeñan en seguir juntos, eso ya clama al cielo. Literalmente. No concibo qué clase de razones son esas que esgrimen para seguir juntos. Amor no hay, es obvio, que no se engañen de ese modo. Y por los hijos no puede ser, porque es OBVIO que les hacen más daño así. Qué es, entonces? El qué dirán?

Qué puede empujar a dos personas que no se soportan a seguir juntas? Tan gratificante parece el vengarse del otro, el hacerle la vida imposible, a costa de la propia felicidad y la de los hijos incluso? No me cabe en la cabeza. De verdad. Nada debería estar por encima de la felicidad de los hijos, ni de uno mismo. Y, es más, cuando tanto presumes de querer a alguien, o de haberle querido alguna vez, prefieres que sea feliz lejos de ti que infeliz a tu lado. Eso sí es amor. Lo contrario me parece ruin.

Perdona que sea tan mordiente, al fin y al cabo es tu familia y, como dice mi abuela, "a los míos que me los guisen, pero comerlos los como yo". Entiende que, además, no me refiero específicamente a los tuyos, porque no tengo ningún derecho. Hablo en general y por otros casos que sí he conocido. De verdad que me parece absurdo y tremendo.

Y, ahora sí, refiriéndome a tu caso, te aplaudo la decisión de plantarte y no ceder al chantaje. Yo me planté a los 18 y funcionó durante diez años. Ahora toca plantarse otra vez. Y en ello estoy.

Muchos besos.

(Doc, espero no haberte deprimido!!! Ten claro que es un berrinche, una pataleta, un desahogo necesario. Pero créeme, todo sigue estando bien en el mejor de los mundos. En serio!!!)

Rogorn dijo...

Ya sabes que sólo los conozco de verlos un par de veces a cada uno, así que no voy a decirte eso de 'pero si son muy majos'. Quien está de visita y no sabe de las cosas, y no pasó por algo semejante, no puede saber cómo te sientes y qué recomendar.

Gracias por la franqueza en revelar tus pensamientos. Porque ahí sí que todos pensamos barbaridades de vez en cuando. El cerebro humano está hecho para explorar posibilidades y buscar soluciones, que luego han de atemperarse con los sentimientos y el raciocinio, que no la pura razón. Y en cuestiones cerebrales vas sobrada.

Kaken dijo...

Me había hecho propósito de no responderte por pesada..pero es que me tientas ¡¡ ;-)
Tranqui, sólo quiero contarte algo que ya imagino que sabes, que sabemos: a veces, muchas más de las que imaginamos, son los hijos los que deben educar a los padres.
Solo eso, si te ape ejemplos puntuales, ya hablamos
Un bes