viernes, 11 de julio de 2008

Esto es la guerra

Supongo que ya os había dicho que nos han devuelto al Cherokee. Con sus supuestos 16 años, que son tan reales como mis 15, y que se convierten en 21 en nuestras barbas, 24 para los vigilantes de seguridad y, en cualquier caso, la cantidad que al fulano se le antoje en cada momento y dependiendo del auditorio. Se lo está montando bastante bien. Nunca provoca enfrentamientos directos, es más listo que todo eso. Organiza motines por lo bajo, sirviéndose de los más idiotas como carnaza. Dedica sonrisas zalameras a los otros machos de la casa, educadores y seguratas, haciéndoles incluso el honor de recibirlos en su aposento cada noche para charlar (de tú a tú, de hombre a hombre), aposento al que las hembras no tenemos derecho a acceder. Según él, claro. Nosotras, rebosantes de miel y encanto femenino, le recordamos que, si pagara su estancia, su ropa y su comida, quizá podría permitirse el lujo de reservarse el derecho de admisión. Quizá. Mientras tanto, y ya que sólo es un chiquillo de 16 tiernos añitos, tendrá que fastidiarse con lo que hay. Y si se aburre, puede matar el tiempo buscando la palabra "misógino" en el diccionario. Seguramente saldrá su foto.
El nota es un crack, desde luego. En sus tres años de estancia en España, se ha recorrido todos los centros habidos y por haber. Ha visto más piel de toro que todos los educadores juntos. Una joyita. Su plan de vida es levantarse tarde, pasar de las clases, exigir comida, ropa, dinero o lo que se tercie, protestar, insultar, dar portazos, mirarnos con desprecio, salir por ahí y volver cuando le da la gana. Molestar, lo que se dice molestar, molesta poco. Quiero decir que no tira disolvente a los ojos de otros críos, ni intenta sacudirnos. Encantador, vaya. Evidentemente, sabe que no ha convencido a nadie con sus supuestos 16 años (salvo a los tontos del haba de la asosiación benéfica que nos lo volvieron a encalomar, escandalizados del mal trato que le habíamos dado a la inocente y beatífica criatura de los cojones) Sabe que el fiscal está que trina con eso de que se hayan pasado por el forro su dictamen. Y sabe que todo ese embrollo está en proceso de impugnación. Y nosotros, claro, con los dedos cruzados y sin ninguna pena. Deseando que se largue, que lo echen, que lo deporten o que le vayan dando. Por nuestro propio bien, el de los críos, el del proyecto y porque estamos hartos de ser los últimos monos de la feria, cornudos y apaleados.
A Bobo, entre tanto, también se lo llevaron. Tras un ataque de ira brutal contra una educadora (ataque patrocinado por Disolventes Acme) y la intervención salvaje de una especie de cuerpo de élite maderil expertísimos en temas de extranjería, que entraron en el centro como apisonadoras, en plan ejército, nos lo dejaron ingresado en psiquiatría, donde no le quedó otra que acceder a comer como una persona, dormir como una persona, asearse como una persona, medicarse como una persona enferma (que es lo que es) y resignarse a abandonar los inhalantes. Cosa que, por otra parte, siempre intentó hacer en vano. Tras un par de semanas, se lo llevaron a un centro semicerrado (el de mi tío, el culpable de mi vocación) mientras ultimaban su ingreso en un centro de desintoxicación (conocido en estos lares como "La Roca") Bobo estaba contento, porque era eso lo que quería, lo que le suplicaba a Consejería y al fiscal. Un centro cerrado, por favor. Donde no haya forma de consumir, donde no pueda hacer daño a nadie. Lo malo es que su voluntad flaqueó de nuevo y exigió volver a El Ñeru, a su casa, como él mismo dice. Y todos: médicos, psicólogos, psiquiatras, consejeros, fiscal, todos ellos, opinaron que sí, por qué no, un chaval de 15 años, adicto al disolvente, enfermo mental y potencialmente agresivo, estaba perfectamente capacitado para decidir por si mismo qué era lo mejor. Ahí queda eso. Bobo ha vuelto a casa también y nosotros hemos dicho adiós a las dos semanas de paz, tranquilidad y silencio. Aguantó 48 horas sin colocarse (todo un record, la verdad) y una semana hasta provocar un altercado con denuncia de por medio. Volvemos a las negociaciones incansables, a medir cada palabra para no despertar a la bestia, a los ataques de cariño, de pena, de arrepentimiento, de ira, de risa... Volvemos a estar agotados, asfixiados por un menor que reclama atención constante. Y de repente... una crisis mística. Bobo ve la luz, o cree haberla visto. Tras dos días de melancolía, decide ser bueno, no consumir, ser el Bobo auténtico, desoyendo las voces de su cabeza. Se pasea por la casa con el Corán en la mano, reza cinco veces al día, está sereno, de buen humor, bromea, no dice tacos ni insulta, no consume, hace sus tareas sin protestas, no nos chantajea, se acuesta a su hora, se levanta. Cuánto durará esto? Cómo pretende el sistema que este chiquillo gane la partida sin ayuda? Por qué te dejan a tu suerte, Bobo, a merced de las voces y el disolvente?
Rivaldo vive en colocón permanente, no duerme ni come, no aparece por casa. Cuando aparece, al menos, nos sonríe y no molesta. Lástima de crío. Pumuky se apunta a la moda de la pensión, entrando y saliendo cuando le da la real gana, escudado en sus sordera y haciéndose el sordo más aún de lo que está. Fritz, el más joven, se ha ido de vacaciones con una hermana casada que vive en otra provincia. La pobre chica llamó hace unos días, aterrada y muerta de preocupación. Fritz le ha contado que todos los chavales del barrio están aquí, en el centro, con él. La flor y nata de Tánger. La chica, que los conoce, que sabe a qué se dedicaban en Marruecos, teme que su hermano, de sólo 14 años, termine como ellos. La tranquilizamos. Es buen estudiante, va siempre al instituto. Jamás ha consumido. Pero sí, empieza a salir hasta tarde. Y sí, a veces juega a ser malo y nos amenaza con gesto chulesco que, de momento, sólo nos provoca risas. Ya usa lenguaje obsceno, sin saber ni qué dice. Ya imita a sus compañeros, en definitiva. Nuestra estrategia consiste en tranquilizarla y, al mismo tiempo, confirmar sus temores. El centro no es sitio para Fritz. Es un niño, es maleable. Y es una pena, porque promete. Estaría mejor con ella, supervisado por ella, en familia. Por el bien de Fritz, estamos intentando que su hermana solicite la tutela. Con nuestras bendiciones.
Quién apareció la otra noche, de visita?? Canijo!!! Fugado de su centro (de nuevo el de mi tío, al que no paramos de enviarle regalos), educadísimo y amable (como si no le hubiéramos enviado allí por sacudirnos y ofrecerse amablemente a follarnos a todas), acompañado de un crío incluso menor que él (si Canijo es una albondiguita enfurruñada de 13 años, el otro debe tener 10 como mucho) y preguntando por Bobo (que nos dijo textualmente: "no estoy. No quiero verles. El niño pequeño consume más disolvente que nadie en el mundo". Cuánto será eso para que se escandalice Bobo!) Hicimos una llamada y aparecieron a buscarlo. Calculo que estará en camarillas una temporada.
Y qué hay de Chiqui? Bien, sólo en esta semana la lista de incidencias consta de: ni clases, ni tareas, ni venir a dormir, colocones superlativos, amenazas, traerse a una chiquilla a casa (que Abderramán sacó a rastras espetándole que si estaba loca o acaso pretendía que la violaran), robarle un perro a unos feriantes (imaginamos que pensó que, si no podía tener esclava sexual, al menos un perro para jugar), robar comida, robar dinero, llamar putas a todas las educadoras, agredir a una de ellas físicamente, a varias sexualmente, agredir a un educador, provocar a los seguratas, asegurarle a Jefa que la iba a matar y alguna cosa más que seguro que olvido mencionar. Y ahora, el broche de oro. Ayer, con las fieras tempranito en la cama (salvo por los tres que no vinieron a dormir), y con servidora haciendo informes, Brun se dio un paseo por la casa. Oyó un golpe en la habitación de Chiqui y entró a explorar. Una ventana abierta, batida por el viento. Vio bolsas de plástico bajo la cama y se dispuso a recogerlas, convencido de que contenían trapos empapados en disolvente. Y sí. Pero había más. Algo que brillaba, escondido a medias bajo el colchón. Un machete. Cuando salía del dormitorio con semejante trofeo en la mano, Bobo lo vio desde su cama y se puso pálido. "Guárdalo, escóndelo!" le suplicó. Me lo enseñó en el despacho y sentí miedo por primera vez, verdadero miedo. Era un arma casera, hecha a mano, tosca y muy fina. Pero medía unos veinte centímetros (eso sólo la hoja) y estaba realmente afilada. Axel, uno de los seguratas, la estudió pasmado. Basta pero artística, sin duda. Curvada, como una cimitarra, al estilo árabe. Parece obvio que alguno de los marroquíes del otro centro está aprovechando muy bien sus talleres de formación profesional. Porque no creemos que haya sido uno de los nuestros. No estudian nada que les permita fabricar algo así, no tienen los medios. Además, en casa no pasa nada que Bobo no sepa, y su cara fue de auténtico espanto. Alguien le ha dado un machete a Chiqui. Seguramente se lo han vendido. Y, si la moda se extiende, la cada vez más prolífica población de menores marroquíes de Vetusta acabará armada hasta los dientes. Aquí, en plena tierra de Pelayo. Es la Re-reconquista, en nuestras narices.
Llegó el turno de mañana. Coco no daba crédito y Sapito tuvo un ataque de risa nerviosa. Esto ya es el acabóse. Habría pagado por ver la cara de Jefa, constantemente amenazada de muerte por Chiqui. Qué habrá pasado? Habrán llamado a la policía? Lo único que sé es que el machete está bajo llave, y que esta noche curro. Que Alá me dé paciencia y valor. Seguiremos informando.

3 comentarios:

Thelma Hawkins dijo...

Joé, Len, qué panórama... Mucho ánimo...

Alberich dijo...

Joder,Len...vaya tela!!!
Suerte.Y ten cuidado,pr favor!!!!

Wendy Pan dijo...

...






... y que la Gran Señora Mayor te porteja.