domingo, 5 de mayo de 2013

Trasnochando con Andrés

  Llega una de cenar con amigas, con agujetas en la barriga de reírse, y se encuentra con La Mamma enganchada a Tele5, con un debate sobre no sé qué cosas. Al menos la cosa no va de Grandes Hermanos, sino de leyes de dependencia, recortes y dramas personales que cabrean y ponen los pelos de punta. Con todo y con eso, y dado que no resisto dicho canal, me dispongo a pasar de largo cuando veo a Andrés Aberasturi y me choca. Me choca verle en esa casa y a esas horas. Y me quedo, precisamente porque es uno de tantos hombres a los que La Mamma ha amado siempre.
 
Cuenta el afable Andrés algo que yo jamás le había oído y que, por lo visto, casi nadie sabía. Obviamente este señor nunca ha ido por la vida aireando su intimidad. Pero esta noche cuenta que uno de sus hijos, de 33 años, tiene parálisis cerebral. Habla de su nacimiento, del enorme varapalo recibido, de la lucha constante, de los momentos en los que ese niño (se refiere a él siempre como "niño") ha estado a punto de morir por diversas complicaciones y de la decisión inapelable con la que la madre ha decidido siempre seguir adelante. Aplaude y admira el valor de las mujeres en estos casos y en general, asegurando que ciertas noticias, en relación con los hijos, provocan reacciones tan extremas en algunos hombres que más de uno desaparece del hospital, sobrepasado por la tragedia, y acaba buscado por la Guardia Civil. "Así de valientes somos los hombres", asegura, entre resignado y jocoso. Me conmueve el amor que destila al hablar de su niño eterno, de su compañera, de toda su familia. Me conmueven sus consejos: "que ningún padre se culpe por esto.  Culparse es terrible. Que se den tiempo para llorar cuanto quieran. Que se apoyen mutuamente, para que cuando uno caiga esté el otro para levantarlo. Y, si caen los dos, no pasa nada, que se queden un rato en el suelo. Ya se levantarán".
 
Cuenta Andrés, y resulta sobrecogedor, de aquella vez que, en un rincón de un hospital, su mujer, uno de sus hijos y él mismo, tuvieron que votar si pelear una nueva batalla por su niño o dejarle en paz para que la naturaleza decidiera. Cómo se plantea uno algo así? "Yo tenía claro que se haría lo que dijera la madre, por supuesto. Y la madre no dudó, había que seguir peleando". Cuenta Andrés que la primera lágrima del hijo fue para ellos un triunfo, y mucho más la primera sonrisa. Y, cuando el presentador le asegura que, pese a que el niño no habla, seguro que sabe bien quién es su padre, quién es su madre, quiénes son sus hermanos, Andrés asiente. "Por supuesto que para él no existe la palabra, ni el proceso mental de deducir que yo soy su padre, pero sí, creo que lo sabe". Y lo cree, sobretodo, porque recuerda a una tía suya que, en su vejez, padeció alzheimer. Recuerda que, cuando iba a visitarla, la anciana señora sonreía y le decía: "no sé quién eres, pero sé que eres mío".
Al oír esa frase que, con tal sencillez, explica algo tan grande y tan hermoso, me emociono y no puedo evitar las lágrimas. El amor es algo enorme, poderoso y arrollador. Tanto que, muchas veces, cuando ya ni siquiera la mente es capaz de escapar a la niebla y ordenar caras y nombres, seguimos sabiendo quiénes son los nuestros.

4 comentarios:

Juan dijo...

Mi madre decia exactamente esa frase: no sé quién eres, pero sé que eres mío. Se te caían todos los palos del sombrajo. Un cerebro absolutamente destrozado pero aún quedaba una llama de amor que nunca se extinguió.

El amor da una fortaleza tal que ni la destrucción más masiva de nuestro cuerpo es capaz de ocultarlo.

Andrés siempre me ha gustado. Su naturalidad sobrepasaba la pantalla y se convertía más en un amigo que te contaba confidencias que en un periodista que te contaba la actualidad.

Lenka dijo...

No me hubiese quedado hasta tarde, y menos en Tele5, de no ser porque apareció alguien como él. Resultó una gozada oírle hablar de cosas tan tremendas con naturalidad y con un orgullo inmenso por sus hijos, su mujer y toda su familia.

Pienso en cuánto me agotan a veces mis enanos (mientras escribo esto les oigo berrear porque se niegan a dormir la siesta, cómo no, pese a que ayer me tuvieron en pie hasta las cuatro y media de la mañana) y no me puedo imaginar la cantidad de amor y paciencia que hace falta para dedicar toda tu vida y tu tiempo a alguien que te va a necesitar siempre. Pero, como dices, asombra comprobar que hasta una mente dañada es capaz de recordar ese amor que se le dio.

Curioser and Curioser dijo...

Tuve un profesor, la persona más culta e inteligente que conoceré jamás, que murió hace unos años tras haber perdido casi por completo el contacto con el mundo. Un día estuve hablando con su hija, Mar, y ésta le dijo, como si no hubieran pasado veinte años: "Papá, Cifuentes ha aprobado!!" "Ah, Cifuentes, buenos chicos los dos hermanos..."
Todavía me estremezco cuando pienso que la sola mención de mi apellido lo sacó durante un rato del dulce sopor del Alzheimer.

Lenka dijo...

Es curioso, verdad? Pero ocurre muchas veces. Personas incapaces ya de recordar qué han comido hace una hora y, sin embargo, de pronto son capaces de traer al presente retazos de hace diez, o cincuenta años...