lunes, 25 de enero de 2010

El otro Ulises


Hace nueve días tuve ocasión de cenar con un grupo de amigos a los que veo poco y leo cada día. Algunos son ya viejas amistades, otros recibieron por fin su justa y merecida imagen más allá de un avatar. Fue una inmejorable experiencia, con el aliciente de que nos acompañaba un hombre al que admiro enormemente, por hombre y por escritor. Era la segunda vez que tenía la suerte de compartir mesa con él y la tercera que concedía a nuestro tercio el honor y el placer de su compañía. No hablaré de los detalles, porque siempre los olvido. Los obvio por completo con esta peculiar memoria mía. Es como si en el fondo me importara un comino el color de un traje, los entresijos del menú o el orden de los acontecimientos. Sólo recuerdo las palabras (para eso soy un prodigio de retentiva) y, sobre todo, las emociones.

Cuando tenía unos doce años mi padre se me plantó delante con un libro entre las manos y la orden tajante de que lo leyera. No era la primera vez. Tiempo atrás me obligó a apartar tebeos y cuentos para descubrir "Cuando Hitler robó el conejo rosa" y "En la batalla de Inglaterra". Quería que supiera del nazismo y la Segunda Guerra Mundial lo antes posible. Por eso no me sorprendió la nueva orden. Descanso temporal para Ende, Gripe, los Alafaguaras, los Barco de Vapor, Casona, Gabo, Lorca y todo aquel batiburrillo de mis años mozos en los que un día tocaba cabalgar con Atreyu y al siguiente llorar las penas de la cándida Eréndira. Obedecí, claro. Admito que era muy maniática en mis liturgias literarias, pero no solía despreciar ninguna novedad. Siempre lo intentaba. Así conocí a "El maestro de esgrima" y al hombre que lo creó. Tiempo después me cobijé varias tardes bajo "La sombra del águila". Ambos me encandilaron, aunque posiblemente no entendí ni la mitad de lo que leía. Para cuando llegaron "La tabla de Flandes" y "Territorio Comanche" ya entendía lo suficiente. Hubo otros que dejé pasar por pereza, por andar enfrascada en otros temas o a saber la razón. Luego llegó "Alatriste", pero ya para entonces estaba definitivamente conquistada por aquel señor con pinta y verbo de cascarrabias que mataba de risa a mi padre y le tenía convencido de haber encontrado a su alma gemela.

Hace nueve días tuve el privilegio de descubrir por qué mi padre tiene más de personaje que de hombre, por qué es, además, el ser más revertiano que conozco. Tuve ocasión de encajar muchas piezas y comprender el parecido de las ideas, los cabreos, las nostalgias, el pesimismo, la lucidez, el cinismo, la ira, el desaliento, la resignación y los rincones del héroe cansado. Fui testigo de las bromas del azar y de las vueltas de dos caminos diferentes que terminaron siendo casi el mismo. Pude ver cómo dos personas que jamás se conocieron pudieron fácilmente contemplar las mismas escenas, sangrar las mismas heridas, hacerse las mismas preguntas, topar con las mismas respuestas. Dos hombres que ni se conocen con existencias tan parecidas que casi parecen la misma. Episodios de la misma novela. Pinceladas del mismo cuadro. Resultó toda una experiencia. Como cenar con un padre recién descubierto (si se me permite la osadía) o con el tío lejano del que siempre oíste hablar pero apenas habías tratado.

Ni siquiera consigo expresar todo lo que sentí durante aquellas horas afortunadas. Todo lo que pude llegar a comprender. Lo cierto es que jamás había tenido tan claro que era la hija de Ulises.

6 comentarios:

Sra de Zafón dijo...

Lo primero: ¡Bueno bueno bueno, cómo te lo montas!

Supongo que ser hija de cualquier Ulises debe ser vivir a caballo entre la fascinación y la frustración, entre la admiración y la rabia. Quizás el equilibrio que alcancemos sea el verdadero regalo de estos seres libres y extraños.

Un beso.

Eli dijo...

Nena!!! Tal y como iba contando ciertas cosas yo iba pensando: Len tiene que andar ahora mismo por las nubes, jajaja.
Por cierto, preciosa la frase sobre ser la hija de Ulises.

Rogorn dijo...

Entonces eso convierte a tu prima Jack en hija de Ctimene, la de los largos cabellos. :D

Lenka dijo...

Jajaja, Rogorn. Ya empezamos con las cosmogonías???
;)

Eli, desde luego me quedé boquiabierta con muchas cosas que ni sospechaba. Luego todo tenía mucho más sentido. Menudo regalo de velada!! La única pega es el poco tiempo que tuvimos para estar juntos, pero otro día será!

Zafo, sabes cuándo me dí cuenta de que era la hija de Ulises?? Tras mi último porrazo amoroso. Fue como una revelación. Andaba yo buceándome y haciéndome autopsias, intentando descubir dónde estaba mi parte de fallo y de repente comprendí que pedir demasiado puede ser tan erróneo como no pedir nada, no atreverse, no creerse merecedora. Das patente para que no te den nada. Y me pregunté por qué no pedía nada, yo que me creía con una autoestima saludable y normal. Por qué sería??

Recordé que es algo que me pasaba desde la infancia. Podía desear mucho algo, pero no lo hacía por no molestar. Mi padre me ofrecía regalos y yo fingía desinterés. Me preguntaba si quería tal cosa y yo decía sólo: "es bonito", como si me diera igual tenerlo o no. El muy cabrito hasta me torturaba con eso: "o me lo pides claramente o no te lo compro!" Ni por esas.

No podía pedirlo, porque costaba dinero. Y el dinero había que ir a ganarlo al Golfo Pérsico, lejos, solo, en medio del mar. Mi padre se ponía malo con eso. Tenía dinero y le gustaba gastarlo conmigo. "Pa tí navego yo", me decía siempre, sin sospechar el pobre hombre que eso me hacía sentir culpable.

No eran sólo las cosas, lo material. Lo que más deseaba en el mundo era que se quedara conmigo, que no se fuera nunca más. Pero tenía asumido que no se lo podía pedir. Porque eso era lo único que no podía darme aunque quisiera. A lo mejor es una imbecilidad barata de psicoanálisis de revistilla, pero oye, me sirvió. Vi la luz. Por eso nunca conseguía que los hombres se quedaran conmigo. No se lo pedía nunca.

Un lastre infantil! Si papá no podía quedarse, con lo mucho que me quería, cómo pedírselo a un amante???? Con qué derecho?? Cuando lo descubrí me puse el mote. La hija de Ulises (si no existe ya pienso usarlo de título para una novela!) Oye, será casualidad, pero en cuanto asumí eso me atreví a pedir. Y, afortunadamente, el azar quiso que pasara por allí un señor que quiso quedarse!

Sra de Zafón dijo...

Ay cómo te entiendo!...
Mi padre no era Ulises, pero sí mi primer amor (15 años yo y 24 él)un "pájaro espino" que se fue a latinoamérica para librarse de mí, además de por otras cosas, pero que seguía escribiéndome cartas de amor y besándome cuanto podía.
Nunca hice planes, nunca tomé la iniciativa de nada, él era el comprometido, no yo, así que sólo amaba, esperaba y recibía lo que él quisiera darme, nada más.
Cumplí los 18 en brazos de otro y enamorada del de siempre, así que con este encanto de hombre tampoco me sentía con derecho a pedir nada... Así tuve unas cuantas parejas más, hasta que
a los 25 años algo se encendió dentro de mí y desde entonces llevo impreso en la frente un manual de "uso" :-)
Sé que el amor es gratis y así lo intento vivir, pero para poder compartir la vida con alguien tengo muy claro lo que quiero y lo que no. Del camino hacia mi felicidad yo soy la mejor guía, así que ilustro a mi compañero y pido que él me ilustre a mí. Si la cosa no va me voy y punto, sin ningún mal rollo, con el dolor de la pérdida, pero sin rencor, ni sensación de fracaso, simplemente no pudo ser porque tú eres así y yo asá y esto no me hace feliz y ya está.
Pero me costó un montón sentirme "con derecho a ..."

Besos

Lenka dijo...

Mira tú por dónde, un primer amor bastante parecido. Menuda sorpresa me acabas de dar, Zafo.