lunes, 14 de diciembre de 2009

La edad del pavo


Excursión al este y comida con familiares de mi Trasto, gente amable y de risa fácil. Un matrimonio bordeando la cuarentena, dos niños pequeños y una chica adolescente. Una casa enorme y cálida, buena comida, buen vino y conversación. La sobremesa se promete interminable pero grata, como lo son casi siempre por aquí. Salen las viejas historias, las recetas milagrosas para cambiar el mundo, las típicas críticas a los políticos, los banqueros, la maldita crisis. Hay risas, buen ambiente y un bebé haciendo gorgoritos, cómo no, en brazos de mi hombre, que ejerce un influjo hechicero e inexplicable en toda hembra menor de diez años que se encuentre a menos de dos kilómetros de él. Lo de menor de diez años es una suerte. Sin duda.

Pero no sólo hay un bebé, claro. Hay otra hembra de catorce, y es como son todas las de catorce, supongo. Deambula por la casa hosca y silenciosa, con cara de odiar la vida, dedicándonos distantes miradas de infinito desprecio. No nos rehuye del todo ni se refugia en sus aposentos, por lo que me barrunto que en el fondo le despierta curiosidad el ambiente, aunque jamás lo admitiría. Se mueve altiva y con gesto de hastiada sofisticación. De vez en cuando se le escapa una mueca o una risotada dedicada a los hermanos menores, pero al instante recompone el semblante, avergonzada, como pillada en falta, y vuelve a posar con aires de adulta. Al cabo de un rato no lo soporta más y se une al grupo, con la decidida intención de montar gresca.

La susodicha está rabiosa porque sus pérfidos progenitores no le permiten salir de noche. Y semejante injusticia no tiene pinta de ir a cambiar antes de la ya cercana Nochevieja. El debate está servido y me veo teletransportada varios años atrás. Y sonrío pensando en lo distinto que se ve todo. No tarda en aparecer el argumento de argumentos: "todas las demás salen". A mí las demás me tiran de un pie y patatín y patatán. Me pasma la chavala. Lo mismo se encoleriza como una burra que se pone roja y se le escapa la risa cuando se queda sin objeciones. Pero es terca como sólo una cabestra de sus años puede serlo. Le echa en cara a su padre que él ya salía a los quince. Replica él, sereno, que si salía a los quince era porque ya trabajaba, y se pagaba las cervezas de su bolsillo, no del de su padre. Touché. Y que, además, salía teniendo muy presente la idea de que al día siguiente había tajo, hubiera dormido ocho horas o dos. Y nunca faltó. Ataca la nena por el frente materno. La madre responde que ella, a los catorce, iba al parque a comer pipas. Decide entonces la pimpolla tirar por el lado inocente. "Si no hacemos nada". Pa no hacer nada estás mejor en casa. Y entonces cae como una liebre en la trampa. "Qué sabréis vosotros!" Y su cara desvela oscuros secretos que, naturalmente, nadie mayor de dieciséis es capaz de imaginar. Al momento se da cuenta de que ha hablado demasiado. "Por eso, por eso, porque lo sabemos no te dejamos salir".

A estas alturas la chiquilla echa humo por las orejas pero ya sólo le queda mantener el órdago. Se le ve en la cara. Qué sabréis vosotros, carcamales, que ya nacistéis viejos y padres. Incapaz de morderme más la lengua, suelto un suspiro nostálgico. Ah, los viejos tiempos. Ah, las broncas con los padres. Ah, la Nochevieja. Cielos, qué vieja debo ser. Hoy día sería la última noche del año en que me apetecería salir. Calculad. Cientos de borregos como si les hubieran soltado del redil y nunca hubieran pisado la calle. Broncas, borrachos, garrafón, humo, codazos, chunda chunda, gritos, babosos tocándote el culo, matasuegras y peña enfarlopada hasta las cejas. La niña me mira con los ojos desorbitaos. Ha-di-cho-far-lo-pa. La vejestoria esta. Mira a sus padres con cara de pavor. Y aún parece más aterrada cuando ve que los padres no sólo no caen patas arriba, sino que no se sorprenden. Saben lo que es la noche. Y la farlopa. Lo saben.

De repente estamos hablando de enrollarse con tíos buenos, de vomitar abrazado a una farola, de las maravillas y sinsabores del mundillo discoteca. De los años de pelea que nos costó conseguirlo, de lo poco que nos duraron las ganas, y de cuando descubrimos que nuestros padres no nos dejaban salir porque disfrutaran tocándonos los cojones, sino por otras muchas razones. Bromeamos con que, seguramente, y al ritmo que va todo, la tierna bebita que achucha al Trasto montará un pollo cuando sus viejos no le dejen celebrar la Comunión en una rave. La madre deja caer un comentario de madre, de esos que a los catorce te enferman la vida y entiendes después. Menciona a todas esas niñas del telediario, esas que se esfuman un buen día y cuyas caras y nombres se convierten en carteles. Esas de las que te preguntas luego: "pero qué hacía esta chiquilla por ahí a las cuatro de la mañana???" Esas que, impepinablemente, suelen aparecer en cunetas y descampaos. Y añade: "antes siempre era un desconocido, o un tarao, o alguien que pasaba por aquí. Ahora resulta que sabes que ha sido su novio, o los compañeros de clase, los que la iban a acompañar al bus o hasta la puerta de casa". La teen suelta un chasquido con la lengua, pero después se queda pensativa, apiñando migas sobre el mantel, mirando a su madre de reojo.

Al rato me está confiando sus problemas de acné en un rincón de la cocina. Le digo que tenga paciencia con sus viejos. Que no te quieren más por dejarte hacer todo lo que quieras. Ella suspira. Es una niña grande y lo sabe. Casi la ves caminando por una línea, a ratos adulta, a ratos una enana. Casi la ves debatirse entre lo muchísimo que sabe y la certeza de que no sabe nada. Y, sobre todo, le ves las ganas de saber. Lógico. "Es que salen todas. Ya tienen hora en la pelu para hacerse los recogidos y maquillarse, y se están comprando unos vestidos de noche guapísimos". Charlo un rato más con ella, entendiendo las ganas de sus padres de arrancarle la cabeza y las ganas que ellas tiene de mandarlos a hacer puñetas. Y mientras, pienso en lo jodidamente difícil que se lo ponen algunos padres imbéciles a los padres sensatos. Niñas de catorce años en la pelu y comprándose vestidos de noche. Qué guay. Niñas de catorce años disfrazadas de las pencas de Kiki en Nueva York. Mamás y papás jugando con Barbies a tamaño natural. De qué coño nos extrañamos luego??? En fin. Aviso para mis amigas, la que ya es mamá y las que van de camino: No os queda nada. Chatas.

15 comentarios:

Jack dijo...

Joder, prima.
Estamos mayores, verdad?

Rogorn dijo...

Juas, Jack. Si que lo estamos, si. El problema es que son las de 14 las que no lo estan.

Igual si la dejan salir ahora, pa los 16 o asi se habra hartado ya. O no.

Anónimo dijo...

Mi prima de doce años apareció el otro día en una boda familiar pintada como una puerta, ante los aplausos de su mamá, que no hacía más que fotografiarla y decir lo guapa que estaba su niña. Eso sí, luego se queja de que la cría está insoportable y que ha empezado con el pavo demasiado pronto. Yo hay cosas que no puedo comprender.

A lo mejor es que es verdad que estamos mayores, o que ser padre es muy difícil. Vete a saber. Pero los mensajes contradictorios no pueden ser buenos para esas cabezas vacías que se gastan los teen de ahora.

Am.

Katha dijo...

Hola Lenka,

A mí me aterroriza la perspectiva de la pubertad de mi pequeño... Y tal y como están los niños de hoy en día no me queda tanto...

Y no, niñas de 14 años haciéndose moños y disfrazándose no me aprece muy normal, por muchoq eu se noche vieja. Que, dicho sea de paso, es, como tú comentas, la mejor noche para quedarse calentito en casa, a salvo de atascos, de borrachos y de un frío que pela.

Por cierto chiquilla, que yo siempre he vivido en otra dimensión, ni idea de qué droga en cuestión es la farlopa. ¿Ahora no se llevaba el speed y drogas de esas de diseño? Nunca eh entendido porque la gente para, en teoría, pasárselo bien, debe ir hasta arriba de alcohol, pastillas o lo que sea. ¿Tal vez es que yo ya nací mayor?

Por cierto, ¿qué tal va tu Trasto?

Saludos

Marechek dijo...

Diossssss 14 años y berrando por no poder salir en nochevieja????? je... yo con 14 taba en mi casa viendo la cutre-gala de findeaño de la tve.

Menos mal que tanto al gaitero como a mi, nos horroriza lo de ser padres... porque a mi o me da un soponcio o acabo en la carcel.

Lenka dijo...

Estamos mayores, Jack. Cuando uno empieza a entender lo que sufrían sus padres comprende lo mayor que es. Y hasta se soprende pensando aquellas mismas cosas que le sacaban de quicio cuando las oía: "no pintas nada saliendo de noche a tus años". Y coño, aquella razón tan peregrina resultó ser el perfecto resumen de la cuestión. Es que no pintas nada. Qué coño pintas? La verdad es que no mucho.

La cuestión es que estos padres, que disponen de una casa inmensa, hasta se han ofrecido a que se junten todas las amigas de la nena y monten una fiesta de pijamas allí, con música y cachondeo, pero claro, eso les parece una cutrez infantiloide (yo habría saltado de entusiasmo, y de hecho a mis 31 me parece un buen plan, juas)

Ro, ese es su otro argumento: si sales ahora a los 16 te pegas un tiro del asco. La nena responde que lo que intenta precisamente es no parecer ridícula saliendo a los 16 cuando ya sus amigas estén hartas... y se dediquen no sé a qué, me pregunto yo. Igual pa los 16 tienen planeadas tardes de estudio intensivo en la biblioteca o dedicarse a la filatelia. Ejem.

Am, es que ese es el quid de la cuestión. Los otros padres les hacen la pascua a los sensatos. Algunos parece que más que hijos tengan Barbies y Kens de carne y hueso y que jueguen con ellos a vestirlos y maquearlos. Como la tipa aquella que se afanaba en encontrar un tanga para su niña de cuatro años, que tenía un berrinche mortal porque su hermana de nueve ya no usaba otra cosa (malditas tallas enanas!!!!) y claro, ella quería el suyo. Qué imagen. Pasar de los pañales al tanga leopardo. Ahora entiendo por qué hay tangas de Hello Kitty. Y yo pensando que eran pa que las mayores se echaran unas risas. Qué inocente!

Katha, lo de farlopa es vulgar y corriente cocaína. Uno de sus nombres de guerra. Y es uno de los principales motivos por los que me cansó el mundo de la noche. Colas infinitas para ir al baño (meándote viva) porque todo cristo se estaba poniendo ciego a esnifar en las cisternas y ejércitos de zombies colocaos hasta las cejas y borrachos como cubas tocándote la moral. Si estás sobrio en mitad de todo eso, te aburres. Mucho. Y te entran ansias homicidas porque no les ves la gracia a que un payaso baile con la churra fuera, a que te vomiten al lado, a que te usen el culo de pasamanos, a que la peña se pelee a hostia limpia por un "has mirao a mi novia", o a que el listo del barrio vacíe un extintor y el bareto se convierta en una ratonera de gente histérica tosiendo y pisoteándose para huir.Quita, quita. Qué pereza.

El Trasto va divinamente, gracias!!!

Mare, te entiendo. Estas cosas hacen que una se plantee la ligadura de trompas!!!! Y también que se sienta viejísimo. Qué hicimos nosotros en nuestro último aquelarre?? Ahí nos tenías, una panda de treintañeros que bailaban a la Spears a ritmo pasodoble. Juas!! Cuando ya eso no te da vergüenza ninguna, estás mayor. Ahora, que yo no lo cambio ni jarta por el meter tripa ni el echar miradas de gata sofisticada a los tíos. Nunca me reí tanto como cuando salimos ahora de pascuas a ramos. Sobre todo porque lo que mola es reírse de to dios empezando por uno mismo.

Katha dijo...

Chiquilla,

Es que yo me he pasado la juventud estudiando. Pa na, todo hay que decirlo, porque no me preguntes siquiera qué fue lo que estudié. Las noches me las pasaba tostándome al flexo y alguna que otra vez pegada a la pantalla del PC. Salir de noche poco, con veinti alguno y desde luego nada del ambiente que comentas. Claro, que una tiene varios añitos más que tú.

Mujer, la maternidad tiene sus partes buenas. Al menos cuando son pequeños. Lo de la pubertad ya te digo que me aterra, porque mi pequeño bicho tiene un genio de aupa.

Me alegro de que el Trasto evolucione bien.

Saludos.

Lenka dijo...

No, si el genio bien enfocao no está mal, no creas. Pero tú déjale bien claro quién manda en casa. Porque si no un día te lo encontrarás comiéndote por las patas arriba y se te quedará cara de pocker. Y esto cómo ha pasao? Si era un angelito!!!

Los niños más normalitos y obedientes fuimos un plomo en la edad del pavo, así que como para tenerlos consentidos. Es un coñazo hacer de poli malo, pero maemía, a la larga menuda inversión. Y encima les haces un favor. Yo, por si me pillara el toro, ya estoy ensayando poses de tipa dura delante del espejo.

;)

Anónimo dijo...

Pero chica, tu por donde te ibas de marcha????
Divina adolescencia la mía!!!!!!!!!!!

Katha dijo...

Hola,

Lo cuesta entender lo de quién manda en casa no creas... Y lo de angelitooo... cuando está dormido y pocos momentos más.

A mí mis padres sólo me dejaban llegar tarde cuando estaba en vacaciones en el pueblo (que hace años la cosa no está como ahora), porque veníamos todas juntas más o menos a la misma calle. Y ya te digo que hace un montón de años el pueblo era de lo más tranquilo y calmadito.
Cuando volvíamos a la ciudad, en casa en punto. La de discusiones que habremos tenido por lo de llegar tarde... Y cuando iba ya a la universidad, que mientras estaba en el instituto na de na.

En fin, me parece que los niños de ahora crecen demasiado pronto, al verdad, o al menos eso piensan ellos.

Saludos,

Lenka dijo...

Pues iba de marcha, querido anónimo, por los simples y llanos baretos de esta ciudad mía de provincias con menos de 300.000 almas. He visto peña colocada como pa aburrirme y colas en los baños pa meterse filas ni te cuento. He visto incluso a los propietarios de algunos locales meterse filas con sus empleados. Y conozco a bastantes personas que han currado y curran en la noche como para saber lo que se mueve. Pero vaya, que es no hace falta más que abrir los ojos y ver cómo anda el personal, que tampoco hay que irse a ningún barrio marginal. Precisamente en el centro de cualquier ciudad un finde por la noche es donde más mierda se mueve. Pa escoger. Si ya sólo de garrafón va la peña que mete miedo! Por eso precisamente dejé de salir de noche y rara es la vez que me animo.

Katha, los críos siempre nos hemos creído que crecíamos a toda leche y lo sabíamos todo. El problema es cuando legiones de padres les dan la razón y les aplauden las gilipolleces.

Juan dijo...

Es que ahora queremos que los niños sean adultos rápidamente. Después nos salen adolescentes eternos.

El mejor método que conozco cuando el quinceañero quiere hacer vida de adulto es una palabra muy simple: NO.

Un abrazo

Lenka dijo...

Claro, Juan. Pero es que antes servía muy poco el "lo hacen todos", porque era mentira. Al menos en mi caso, vaya. Yo las tuve de colorines para salir de noche siendo mis padres los más modelnos. No tenía con quien compararme. Es que realmente ni de coña salía la gente a los 14, ni a los 16, vaya. Pero ahora sí. Vamos, que es un complot. Y que o se unen los padres pa hacer causa común, o esto va a ser (más) el despiporre.
;)

Sra de Zafón dijo...

Ya he cenado y ya he vuelto, que esto está muy interesante.

Lenka, mis dos hermanos pequeños han vivido conmigo desde que pisaron el instituto hasta la universidad y más allá :-) (Antes también pasaban mucho tiempo conmigo)
Muchas veces han dicho eso de "es que lo hacen todos" y mi respuesta siempre fue la misma: Ya, pero yo ni cuido, ni quiero a los otros, te cuido y te quiero a ti.
Es difícil, pero no tanto como nos lo quieren contar algunos. Eso de “Es que cómo negarme si sus amigo lo hacen…” es de los más cómodo que hay.

Me da igual lo que hagan los demás, ni vas a vivir a los quince como si tuvieses veinte, ni a los veinte como si tuvieses quince. Si a tu amigo le compran el coche a los 18 yo ni harta de vino, ni podre de pasta te lo pienso comprar, porque para mí eso no es quererte, como no lo es dejarte suspender y que no pase na de na, o que comas toda la suerte de mierdas que se te ocurra. Para mi quererte es decirte a qué hora tienes que llegar e irte a buscar para que no vengas con ninguno de esos niños con coche, quererte es decirte que si quieres pasta para tu teléfono, tu tabaco, tus copas y tus fiestas vayas antes a currar. Quererte es decirte no cada vez que lo considero y abrirte mis brazos y mi corazón para cuando lo consideres tú.

Ahora, en otra escala, tengo que negociar con los terneritos que vienen detrás, que si horas de tele, de ordenador, que si recoger, salir, entrar, pero es más de los mismo, desde que nacen hasta que se van de casa siempre hacen el mismo planteamiento : “Si lo hacen los demás”, o “A todos le dejan menos a mí”
No me cansaré nunca de decirlo:
Pero es que, cariño mío, yo no los cuido a ellos, te cuido a ti... no los quiero a ellos te quiero a ti...
Funciona, doy fe, no es nada fácil, evidentemente es mucho más cómodo dejarles hacer, pero para mí eso no es quererles.

Un apunte sobre las niñas disfrazadas de Barbies.
Me espeluzna y me rebuzna :-) ver a esas mamás que presumen de complicidad con sus hijas adolescentes y preadolescentes (algunas no pasan de 11 años)porque salen a comprar ropa juntas (normalmente con la tarjeta de papá) y además acaban vistiéndolas y pintarrajeándolas como a ellas les gustaría volver a sercon veinte años menos. Estas, además, suelen ser las madres que luego se quejan más de que sus hijas quieran comportarse como mujeres de mayor edad. Con esto no digo que no se pueda hacer cualquier cosa con un hijo, hablo de las que parece que es lo único que saben hacer, y estoy pensando en una en concreto (icono de demonio que no tengo a mano)

Un beso

Lenka dijo...

Es que se puede hacer de todo con los hijos. En su momento. Yo, llegada una edad, no tuve que esconderme de mis padres para fumar. Ya era notorio que fumaba, tenía más de dieciocho años, pedí permiso para hacerlo en casa y se me dio. "Yo te he dicho siempre que es malo, verdad? Y aún así has decidido fumar? Bien. Eres mayor de edad. Tú sabrás. Te lo permito en mi casa, pero como es MI casa, si en algún momento no quiero que fumes no fumas". Y me quedó clarísimo. Y me habría quedado claro si hubiera sido un "no fumas en mi casa".

La cosa era así con todo. Se podía hablar de cualquier cosa, pedir consejo sobre lo que fuera, se podía hasta declarar que no se estaba de acuerdo para nada con esto o lo otro. Pero quedaba claro quién mandaba, y eran los que mandaban los que decidían cuándo algo era oportuno. Se les obedecía siempre? NI DE COÑA. Y ellos lo tenían asumido, claro, tontos no eran. Pero no se te daban palmas por ello, ni se te consentía. Siempre sabías cuándo estabas pasándote algo por el forro y que podía haber consecuencias si se descubría el asunto.

No sé, creo que en muchas cosas éramos igualitos que los de ahora, pero me parece que ha cambiado el planteamiento. La niña de la que hablo llegó un día a casa y anunció que iba a salir en Nochevieja con sus amigas y que se iba a comprar un vestido de noche. Y se le dijo que nones. Y se lió parda (aunque los padres resisten). Yo nunca hice eso. Yo llegaba un día a casa y preguntaba: "mamá, cuándo me podré maquillar?". Y ella me decía: "cuando tengas 16 años te dejo pintarte la raya del ojo". Y coñe, me pareció justo, sin más. Me faltaban dos años, pero me pareció bien. Por alguna razón no me pareció terrible no poder hacerlo ya. Me pareció genial la idea de que a los 16 tendría total libertad para la raya del ojo. Y es que, además, no se me dio como razón el tan odioso: "eres muy pequeña". Se me dijo: "no debe una pintarse muy joven, porque se estropea la piel. Y además, una niña pintada queda ridícula". Y eso también me pareció bastante lógico. Porque más allá de Carnavales, ERA ridículo. Yo lo sabía. Tenía amigas que se pintaban como puertas. Y teniendo en cuenta que en aquellos tiempos íbamos de vaquero, jersey y deportivas... es que era penoso. Las pintas. Como ver a una niña de seis años con tacones y bolso. Absurdo. Ahora, como todo va en línea... pues tienes que conderles el kit completo (o eso deben creer los padres).

Y no sé, todo tenía un cierto orden. Sin chorradas y sin tragedias. Se premiaban moderadamente las buenas notas, las buenas conductas y se hacían algunos extras. Como son las fiestas del pueblo y casi te veo desde la ventana de casa, pues sí, aquí te dejo quedarte hasta tarde. Total, no te vas a mover de la plaza... (y ese "tarde" eran las dos de la mañana como muuuucho. Y tú feliz porque podías quedarte a bailar Paquito Chocolatero, beber cocacolas y mirar con cara de lerda al chico que te molaba).

No sé. Eras niño, y luego adolescente y luego ya un chaval. Y después adulto. Ahora eres adolescente ya a los nueve años. Y algunos lo siguen siendo a los veinticinco, si no más. Y sólo pa la fachada y lo que te interesa. Porque pa otras cosas no quiere madurar ni el tato. Ni se les pide tampoco.