martes, 23 de junio de 2009

Buscando el norte


Es curioso que con lo que me gusta largar por esta boca, y teclear (que es el modo de hablar sin voz) y liarme cual ovillo en las más absurdas elucubraciones, se me haga tan cuesta arriba relatar mis viajes. Me da una pereza pasmosa. Mirá vos, quizá un buen viaje sea lo más interesante que podría contar, y, en lugar de eso, prefiero enredarme con tonterías varias. Poco a poco, supongo, iré resumiendo el periplo, y colgando algunos disparos. En algún momento. Qué sé yo.
En fin, sigo aterrizando, recuperando las rutinas, acariciando de nuevo mi espacio, aclimatándome al frío norteño tras termómetros de a cuarenta, obsequiando a mis pobres felinos con los achuchones que les debía, haciendo colada tras colada, gozando de mi cama, de mi sofá, de los vericuetos de la red y entregándome a la vagancia absoluta en compañía de libros reencontrados.

No sé por qué, pero he vuelto a caer en los brazos de Malaussène, redescubriéndole, el mismo pero diferente, otra cara, otros ojos y otros gestos, que me provocan, eso sí, idénticas carcajadas. He empezado a avistar búhos. Pintados con tiza en las aceras de mi barrio, de estática piedra sobre las columnas de una casa, camino a la finca familiar, centelleando en colores de esmalte alrededor del lánguido cuello de un maniquí. Búhos por todas partes, en los lugares más insospechados. Puro azar? Señales del cosmos? Querrán decirme algo? Es que antes no estaban, o es que yo no los veía? Yo, que siempre me fijo en ellos, hasta cuando son una mera sombra provocada por una farola... (recordáis a mi Búho Guardián en El Ñeru??)

He vuelto a tener ese sueño tan enigmático y tan mío, ese que me acompaña a ratos desde la infancia. Ese de la enorme mansión de tejado picudo y buhardillas, con un bosque tenebroso a la espalda y un acantilado delante, con un sendero abrupto que lleva al mar, con una verja de hierro oscuro, un jardín fantasmagórico, un laberinto de setos, un cenador de cristal y un pequeño cementerio de lápidas blancas, serafines y cruces celtas. Ese extrañísimo y ajeno lugar que en el sueño siento como mío, mi hogar, mi casa, yo, y que me da tanta calma. Y sobre el que casi siempre escribo alguna historia, con la menor excusa, para recordarlo hasta que vuelva a mis sueños. Casi siempre lo veía borroso, entre neblina, y los detalles se me escapaban al despertar, como un espejismo. Nunca lo había contemplado con tanta calma, tan perfecto, tan pleno. Nunca había visto la veleta en forma de gato negro en lo alto del tejado. Seguro que incluso hay búhos sobre los árboles. No lo sé. Hasta mis sueños están cambiando, se definen con mayor claridad.

Me siento bastante rara. Será el síndrome post vacacional? Tengo la impresión de que todo es lo mismo y a la vez es distinto. Tengo la sensación de no haber avanzado, y, sin embargo, de estar llegando a alguna parte. Lo curioso es que no tengo ni idea de a dónde, o a qué. Ni siquiera soy consciente del camino. Pero no importa, ya lo descubriré. De momento todo sigue estando bien en el mejor de los mundos. Sea cual sea.

3 comentarios:

Salem6669-Satori6669 dijo...

Creo que el hecho de que puedas apreciar los viejos sueños con más claridad puede ser un reflejo de que estás en una época tranquila y relajada de tu vida,
eso o que en el sueño salgas con gafas ;oP,
en cualquier caso me alegro de ello y de que veas búhos guardianes por todos lados,
han de proteger a la reina del Torreón ;o)

Esperando las fotillos del viaje
( y que el Trasto algún día coja el móvil que ya no tamos en temporada de snow y no le voy a poner los dientes largos con Andorra aunque con el Surf puede que sí ;oP )
Besinos

Lenka dijo...

No sé en qué andan mis búhos y mis sueños, pero tal parece que algo se traen entre manos...

;)

Marechek dijo...

Yo creo que es que como nunca estuviste tan tranquila, ni tú misma te lo crees e inconscientemente buscas cosas que no existen. Aunque no te des cuenta de ello.

Muchos besos pollito