lunes, 11 de mayo de 2009

Doce hombres sin piedad


Era una de tantas en mi lista de "pendientes". Por fin la he visto. Maravillas de internet. Una película con una carrapotada de años, pero que aún funciona. Aún se entiende. Aún narra el cuento de siempre, el de la juventud descarriada y violenta, la pérdida de valores. Algo de lo que, seguramente, ya se quejaban los viejos de la Grecia clásica. Y seguro que ya entonces era historia antigua. Pero a lo que voy: genial, contenido y elegante ese caballeroso Henry Fonda, insobornable, tenaz, inasequible a la presión grupal. Caras conocidas, secundarios de esos que te acompañan toda la vida. Una historia grandiosa por su simplicidad argumental y su complejidad de trasfondo. El crimen. La culpa. El prejuicio. El factor humano. La brutal indiferencia. La duda.

Nunca he creído en los jurados populares, lo reconozco. Viendo esta película no puedo menos que reafirmarme. Por once votos a uno. Somos humanos y son demasiadas las ideas preconcebidas que nos influyen, demasiados los asuntos mundanos que nos reclaman y nos hacen tener prisa, demasiado nuestro hastío como para prestar atención a un drama humano, uno más entre tantos. Tanto ha menguado nuestra solidaridad, nuestro civismo, nuestro sentido del deber? Tan irrelevante nos resulta ya todo, incluso la propia vida? Tan poca atención nos merecen los otros, víctimas o verdugos?

Quizá nos hemos saturado de dolor y de sangre y ya, sencillamente, ni nos intrigan los por qués. La naturaleza humana sigue siendo un misterio. Pero resulta pavoroso que el bien nos sorprenda más que el mal. El mal ya apenas nos provoca asombro. Encogemos los hombros? Miramos hacia otro lado? Queremos pasar página rápido, sabedores de que pronto nos toparemos con el siguiente espanto. Uno más.

A lo mejor es que no queremos zambullirnos en ciertos horrores. No queremos comprender. Puede que sea más fácil fortalecer nuestros prejuicios. Repetirnos que el otro es malo porque es distinto, porque pertenece a tal o cual clase social, porque es inferior, defectuoso, culpable sin lugar a dudas. Cómo no iba a serlo? Una actitud curiosa. A veces somos capaces de justificarlo todo. Otras veces, nada. De qué depende? Si nos toca muy cerca, si podemos atisbar semejanzas con nuestra propia vida, si el mal sale de un igual, tendemos a usar etiquetas como "enfermedad", "locura", "enajenación"? Para alejar la posibilidad, quizá? Porque nos aterra pensar que podría ocurrirnos? Cuando la cosa pilla lejos ya no nos hace falta esa distancia moral? Entonces sí existe la "maldad"?

Muchas preguntas. Y demasiado sueño. Lo único que tengo claro a estas horas es que no quisiera que mi vida dependiera de un jurado. Ni siquiera si me garantizan que Henry Fonda forma parte de él.

7 comentarios:

Juan dijo...

Tienes razón que, para los mayores, los jóvenes sufren de "pérdida de valores". Siempre ha existido esta frase porque han perdido los valores de los mayores y se rigen por valores distintos.

De hecho, no sé si, hasta cierto punto, el tener valores, es positivo o no. Una interrogante más. Hitler tenía muchos "valores".....pero Gandhi también los tenía. ¿Cuáles son los valores que hay que tener?. ¿Los que son buenos hoy pueden ser negativos en otras circunstancias?. Los valores ¿deben servir para guiar tu vida o, si son buenos, tienes que intentar expandirlos a todos, incluso imponerlos, si llega el caso?. ¿Es lícito, por ejemplo, imponer la democracia a Afganistán o Irak?. ¿Sería justo mirar a otro lado en caso de que un régimen criminal esté aterrorizando a todo un país y no intervenir e imponer lo que nosotros creemos que son virtudes?.

En otro punto de cosas, hace muchos años discutía con Kaken sobre la bondad del jurado popular. Creía en una justicia popular alejada del alcanforado tufillo de togas profesionales, pero el tiempo le ha ido dando la razón a ella y, ahora, no me gustan los jurados populares.

Prefiero que me juzgue un juez, que tendrá sus prejuicios como cualquiera, pero me garantiza una mayor objetividad y, sobre todo, sabiduría jurídica, a un grupo de personas que traen incólumes sus prejuicios.

"El mal ya apenas nos provoca asombro. Encogemos los hombros? Miramos hacia otro lado? Queremos pasar página rápido, sabedores de que pronto nos toparemos con el siguiente espanto. Uno más.
A lo mejor es que no queremos zambullirnos en ciertos horrores. No queremos comprender."

Yo creo que el mal nos sigue provocando asombro y asco, pero somos muy cómodos (yo el primero) y preferimos seguir con lo nuestro. Este es unos de los males del ser humano: la comodidad.

Cuando sucede algún hecho especialmente sangrante, todos nos ponemos a escribir como locos en los blogs acerca del horror, los periódicos gastan rios de tinta en lamentar lo sucedido, las televisiones nos ponen miles de imágenes sobrecogedoras del suceso, las tertulias en el café no hablan de otro tema e incluso las calles se llenan de pancartas y de miles de personas solidarizándose o exigiendo medidas. Tras la explosión de justa ira y autoconvencernos de lo buenos que somos por los sentimientos que hemos demostrado, seguimos nuestra vida y poco más queremos hacer. Hemos puesto nuestro granito de arena, que no está mal en absoluto, pero al final, demasiadas veces, sólo sirve para anestesiar nuestra conciencia: hemos participado en la manifestación, hemos pagado nuestros 10 euros mensuales a la ONG, ahora a vivir y a sentirnos buenos.

Que conste que pienso que hacer algo es, infinitamente mejor, que no hacer nada en absoluto, pero no está de más que nuestra conciencia nos siga picando.

Si alguién se toma esta crítica como algo personal, que conste que la escribo pensando en mí mismo: yo hago esto.

Un abrazo Lenka.

Lenka dijo...

Totalmente de acuerdo. Nos pasa a muchos, nos pica la conciencia, nos duele, y tenemos la necesidad de hacer algo. Claro que sí. Bendita conciencia, digo yo. Ojalá me siga picando y molestando toda la vida, que nunca me deje lo bastante tranquila como para encogerme de hombros ante el dolor ajeno.

En mi caso no es sólo escozor. Es vergüenza. La que se me sube a la cara cuando veo en la calle a un anciano pidiendo limosna, por ejemplo. Y no es vergüenza ajena, nooooo, ojalá. No es vergüenza de esa "inocente" de la de: "qué asco de mundo, qué horror, no hay derecho, qué gobernantes, alguien tendría que hacer algo". No, es una vergüenza propia que me incluye también en todo eso.

Será por la educación recibida, qué sé yo, por todo el rollo de la culpa, no tengo ni idea. Crecí como tantos niños del primer mundo con todas las comodidades, pero oyendo sanos "no" con frecuencia, y comiéndome las lentejas agradecida de tenerlas. Cuando veo a personas que malviven y carecen de casi todo, sigo sintiendo vergüenza y culpa por las veces que me he comido las lentejas sin muchas ganas.

Así que sí, en efecto, estamos de acuerdo en lo lavarnos la conciencia. Pero sigo sintiéndome en deuda con esa molestia que me revuelve por dentro y me empuja a hacer algo, lo que pueda. Supongo que nos pasa a la mayoría.

Y sí, es cierto. El horror nos encanta. Nos metemos en él hasta las cachas, sí, con la prudente distancia que nosotros mismos ponemos. Leemos y leemos, queremos imágenes, ver las caras de las víctimas y los verdugos. Nos echamos a la calle y clamamos justicia, cuando no venganza. Nos puede el morbo. Y todos creemos saber qué se tendría que hacer en estos casos. Es la pura verdad.

La pregunta es, lo hacemos por genuino interés humano, por solidaridad, por curiosidad, por morbo puro? Un poco de todo, seguramente. Y no habrá también un poco de "autoafirmación"? Míralo, lo que ha hecho, el canalla. Es mala persona. Que lo machaquen. Es totalmente diferente a mí. Qué mala es alguna gente y qué bueno soy yo. Porque yo jamás haría algo así.

Necesitamos sentirnos seguros de eso? Convencernos? Marcar con lápiz rojo las enormes diferencias? A lo mejor es por esa razón que mantenemos nuestros prejuicios. Es culpable porque es malo, es malo porque es distinto, porque es pobre, o negro, o gitano, o lo que sea. Y así son los de su calaña. No como yo, no como la gente buena.

Y cuándo el malo es como nosotros? Un padre de familia, una esposa modélica, un estudiante con toda la vida por delante, un currante, una abogada, un médico, un buen ciudadano, un vecino cualquiera? Te has fijado que en esos casos, como no podemos agarrarnos a una diferencia más llamativa (es negro, es pobre) rápidamente empezamos a hablar de "enfermedad"? Está loco, es una histérica, se le ha ido la olla, viene de un entorno hostil, su madre era castradora, el padre le pegaba, estaba drogado. No es curioso?

Nos agarramos a cualquier diferencia (o lo que creemos una diferencia) con tal de que ese horror se quede fuera. Y a lo mejor ese miedo es el que nos lleva a la indiferencia brutal de muchos de los miembros de ese jurado de la película, que no deja de ser un reflejo de lo que somos. Qué sé yo. Pájaras mentales.

Ay, los valores. Es la guerra de siempre. Todos estamos convencidos de los nuestros y juzgamos la realidad desde ellos. Es muy difícil dejarlos al margen. Son parte de nosotros. Y es muy típico tratar de imponerlos con mayor o menor vehemencia. Y nos encontramos ante las dudas. Si un país está machacado por una dictadura, tenemos derecho a intervenir? O miramos a otro lado?

Si la fuerza represora es contraria a nuestras ideas nos resulta más fácil protestar, pero y si comparten nuestros valores? Coñe, la cosa se complica. A veces quizá nos falta espíritu crítico para reconocer que unos valores pueden ser estupendos, pero perder toda razón si se imponen por la fuerza, si coartan.

Hasta qué punto podemos actuar o callar? Yo, por ejemplo, quisiera un mundo en el que toda mujer fuera respetada. Pero tengo razón si me empeño en imponer que nadie lleve un velo en la cabeza? Puedo afirmar que las que lo hacen es porque son forzadas a ello, y que eso es denigrante, y que tengo que salvarlas? Y tengo derecho a no tomar en serio a las mujeres que me digan que lo llevan porque quieren? Qué saben ellas? Pobrecitas.

Total, que empiezo con una película y mira hasta dónde me termino enredando!!!!!!
Gracias por tu comentario, Juan. Un beso!!

Anónimo dijo...

Me sigue sorprendiendo más la maldad, y me alegro de ello.

Lenka dijo...

Pues eres afortunado. A mí no hay absolutamente nada malvado que me sorprenda ya. Que me indigne, me entristezca, sí. Pero la capacidad de sorpresa en ese sentido la perdí hace mucho. Es triste, pero cierto. Quizá es que tengo una imaginación muy retorcida, yo que sé.

Rogorn dijo...

Pues ahora ve 'Anatomía de un asesinato', película en la que alguien dice 'Dios bendiga a los jurados'. Tiene mucha miga.

Lenka dijo...

Suena totalmente a novela de Ágatha!! La veré, la veré. Todo sea por seguir haciéndose preguntas!!

Eli dijo...

Tremenda película, Len. De esas que te dejan el regusto amargo.
te hace preguntar hasta qué punto el hombre es verdaderamente justo con el hombre cuando otras consideraciones personales se interponen.

Qué bueno que te hayas animado a recuperar los viejos clásicos. Aún quedan maravillas pendientes.