lunes, 17 de noviembre de 2008

El Diablo Negro


Cuando la primera niña desapareció, todos en el pueblo pensaron que, seguramente, se habría ahogado en el pantano. Los críos nunca hacían caso de las advertencias de sus padres.
- El pantano es peligroso – les decían una y otra vez -. Parece agua mansa, pero no es así. Está lleno de alimañas, de serpientes, de juncos que se enredan en los pies. Y hasta en pleno verano es frío como una tumba. No juguéis junto al pantano. No os acerquéis a él.
Nunca funcionaba. Los niños rara vez obedecen.
A finales de verano, otra chiquilla se esfumó como por encanto. Sólo tenía cuatro años. Los hombres iniciaron la búsqueda, recorrieron el bosque palmo a palmo, con las escopetas al hombro y los puños apretados. Los más valientes nadaron en el pantano, pero nada encontraron en sus aguas cenagosas. Las mujeres lloraban a gritos. El párroco interrogó a los niños. Ninguno sabía nada.
Durante aquel invierno, el más crudo que se podía recordar en la región, desaparecieron tres niñas más. Y sus cuerpos, como los de las anteriores, tampoco fueron encontrados.
- ¡La desgracia ha caído sobre nosotros! – bramaban con pavor los más ancianos -. ¡Hemos debido ofender a Dios!

En primavera, la hija del alcalde salió con una criada a recoger moras. Cuatro horas después, cuando ya oscurecía, la joven apareció, desmelenada, histérica, jurando que un demonio negro se había llevado a la niña. El pueblo entero, bajo las órdenes del sacerdote, emprendió la batida. Al final del bosque, junto al pantano, dieron con un campamento de gitanos, que les acogieron con hospitalidad. Los aldeanos recelaban. Los gitanos, todo el mundo lo sabía, eran maleantes y ladrones, adoradores de falsos dioses, pendencieros y borrachos. Se burlaban de las buenas costumbres con sus ritos paganos, sus estrafalarias ropas de colores, sus canciones obscenas y su lengua siniestra. Y, sin embargo, aquellos desharrapados les habían ofrecido su pan y su vino, el calor de sus hogueras e incluso su ayuda para buscar a la pequeña. Todo fue en vano.
- Ha sido el diablo – repetía sin cesar la criada del alcalde -. Yo lo vi. Alto y oscuro como un tizón, vestido con ropajes negros. Corría entre los árboles con la niña en brazos.
- ¡Tonterías! – gritaba el alcalde -. Descubriré quién se ha llevado a mi hija y le mataré con mis propias manos.
Un clamor de voces se elevó por toda la iglesia. El sacerdote pidió calma.
- ¿No habéis pensado que quizá tengamos al culpable ante nuestros ojos? ¿Acaso no invaden nuestras tierras esos bárbaros herejes, capaces de las peores aberraciones?
- Pero, Padre – intervino alguien -. Los gitanos acaban de llegar, hace apenas unos días. Y nuestras hijas desaparecen desde el pasado verano.
- ¿Es que no hacen los gitanos tratos con Satanás? – rebatió el párroco implacable -. ¿Y no puede él otorgarles oscuros poderes? ¿No sabemos que el mal tiene los dedos muy largos? ¿No consigue una mujer vulgar volar por los aires y chupar la sangre a las criaturas cuando se convierte en concubina de Lucifer?

El clamor se repitió, más ensordecedor aún. Y todo el pueblo, como un enjambre enloquecido, se dirigió dando alaridos al campamento de los gitanos. El líder de aquella gente salió a su encuentro alzando las manos con humildad. El alcalde, sin mediar palabra, le disparó en el pecho. A partir de ese momento, la brutalidad se apoderó de los aldeanos que, como bestias, apalearon, ahorcaron, quemaron y apuñalaron a todo lo que se movía, mujeres, hombres, ancianos, niños y animales. Con los primeros rayos de sol, reinó el silencio. Todos se miraron, agotados por el esfuerzo, cubiertos de sangre, aturdidos y satisfechos, y cayeron de rodillas rezando con fervor. Se había hecho justicia. Los enemigos de Dios habían sido aniquilados. El pueblo estaba a salvo y sus habitantes podían sentirse orgullosos.
La criada del alcalde perdió la razón. Fue necesario encerrarla, porque aullaba como un animal, se arrancaba la ropa y atacaba como una fiera a cualquiera que se le acercara. El sacerdote, demostrando su caridad, se hizo cargo de la infeliz hasta que el Señor, en su infinita misericordia, decidió llevársela pocos días después.

Habían pasado dos siglos cuando la tierra tembló en todo el país, dejando un rastro de muerte y de miseria. La tragedia pareció cebarse inexplicablemente en un pequeño pueblo, a la orilla de un pantano. Sólo los más jóvenes sobrevivieron al desastre. Cuando intentaban reconstruir la aldea, descubrieron, consternados, que una enorme grieta había partido en dos el jardín de la casa parroquial, dejando al descubierto un montón de pequeños huesos.

14 comentarios:

Lal dijo...

Uffff.....uf uf uf.

Rogorn dijo...

Van saliendo, van saliendo, jeje.

Yo quiero nuevoooos.

¿Dónde está toda esa inspiración francesa?

Guaja dijo...

Sabia el final y no pude dejar de leerlo!. Le, yes la leche.

Anónimo dijo...

Mooooooooola.... muy chulo Len. Marechek

Juan dijo...

Ooooooleeeeee.

Cuando escribes historias cortas eres insuperable.

¿Reunirlas todas y publicarlas?

Enhorabuena

Un abrazo

Lenka dijo...

Jajajaja, desventajas de haberlos leído primer, Hereje, te fastidias! (Tamos en eeeello, tamos en eeeeeello)

Básicamente sólo tengo dos clases de finales para los cuentos cortos. El final tipo: "OIVÁ!!" y el final tipo: "Lo sabíaaa!!", ese que es evidente desde el principio y desde la primera línea sales a buscarlo. Jejejeje.

Reunidos están, Costillo, lo de publicarlos no sé si me atrevería.

Gracias a todos, un besote!

Alberich dijo...

La mejor.
Tú si q sabes escribir!!

Anónimo dijo...

Muy bueno, Len. Algo parecido pasó en Salamanca hace un tiempo, cuando se cayó un muro de un convento y apareció un cementerio de niños, escondido. Dijeron que era los hijos que las monjas tenían con los curas, que los mataban al nacer...brrr, brrr...

A.

Lenka dijo...

Me imagino que pasaría algo parecido si se cayeran los muros de muchos conventos, ejem. Con todos mis respetos a la Santa de Ávila, nunca confié mucho en apariciones de ángeles con espadas flamígeras...

Sí, creo que recuerdo esa historia de Salamanca y su siniestro descubrimiento. Como se suele decir... si las paredes hablaran!!!!

Eli dijo...

Me encantan los "Lo sabiiía!". Mucho más los "Oivá!!!". Pero sobre todo más que lo que dices lo que me alucina es CÓMO lo dices.

Besos, artistaza!

Anónimo dijo...

... Mas que lo que dices es cómo lo dices... Eso me suena.

Después de apropiarte del iconito sin consentimiento, al menos como resarcimiento espero verlos publicados para poder tener un ejemplar dedicado por la autora.

No te hagas tanto de rogar,
Val

Lenka dijo...

Eh, eh, so pertardo, que precisamente puse ese dibujito como homenaje. Supuse que este sería uno de los que te gustaría, con su rollo medieval, su doncella loca y su cura siniestro. Que te pega, hombre, que te pega, no lo niegues!!!!

;)

Anónimo dijo...

No te salgas por la tangente.... a ver para cuándo esa primera edición dedicada, que necesito algo que valga millones por si Chavez arma alguna y nos manda al carajo.

En serio: Publicá sha, pelotuda!!!!

Val

Lenka dijo...

Jejejeje, lástima que ninguno de mis "fans" tenga una editorial!!

;)