sábado, 2 de febrero de 2013

Pero, en realidad, no es tan difícil, no?

 Pues sí, la verdad es que resulta bastante difícil. Cada vez más. Lo es desde que caminan, desde que abren puertas y cajones, desde que arrancan de cuajo las llaves de la lavadora o ponen el lavavajillas a funcionar, desde que te cuelgan el ordenador, desde que llegan a las encimeras, desde que te desprograman la tele o te agarran el móvil y llaman a ese ex tuyo del que ni recordabas tener el número todavía, desde que se pegan por las cosas, desde que te siembran la casa de zapatos o te vacían biberones de agua en la alfombra, desde que te apagan y te encienden la vitro, desde que se pillan los dedos y se amoratan las uñas haciendo el penco, desde que usan la rabieta como medida de presión, desde que deciden que es más divertido dar volteretas en la cuna y aporrear la pared que dormir, desde que se meten de cabeza en el cesto de los juguetes y luego no pueden salir, desde que descubren lo divertido que es rasgar las hojas de los libros. Resulta difícil, la verdad. Cocinar con un mico tirando del mantel y arrasando con media vajilla y con el otro colgado de sus pantalones tratando de agarrar el mango de la sartén. Fregar el suelo y evitar que acaben los dos esmorraos con sendos chichones porque te siguen a todas partes, suelos resbaladizos mediante. Termimar un trabajo pendiente mientras uno se ensaña con el teclado y el otro intenta descubir el tope de apertura de la pantalla. Sabes que la cosa se está poniendo chunga de verdad cuando te ves duchándote en dos minutos, con la mampara medio abierta y vigilando el pasillo. Cuando, a las doce y media de la noche, tienes que dar los últimos biberones y, para terminar con el escándalo de alaridos de ese al que le toca esperar turno, y medio histérica porque tu legítimo se levanta a las 4.30, terminas con un guaje en cada rodilla, un biberón en la siniestra enchufado en la boca A y preguntándote cómo narices vas a coger ahora el que te falta, cómo podrás maniobrar sin que se caigan los chiquillos al suelo, agarrar el utensilio lechero y enchufarlo en la boca B sin contratiempos. A más de un súperpadre y de un nopadre quisiera ver en tal situación. Lo que me iba a reír.
 
P.D: La solución es, mientras sostienes con la zurda un biberón en la boca de un nano (y de paso le sujetas a él), te inclinas suavemente en la silla y alcanzas el otro biberón con la diestra, para enchufarlo rápidamente en la boca del nano correspondiente. Y vosotros diréis: "vale, y cómo cuernos sujetas al segundo crío mientras te inclinas a por el biberón remoto??" Elemental, queridos míos. Le sujetas por el pijama. Con los dientes.

2 comentarios:

Juan dijo...

1) Opción aceptable: dále los biberones a ellos, te aseguro que darán buena cuenta de los mismos y tendrás ambas manos libres.
2) Opción maravillosa: dále los biberones y mientras lo tragan te vuelves a dormir.

Nunca me he enfrentado a dos pitufos de la misma edad, pero sí a tres con 5 y 2 años y un recién nacido. Y no lo viví como difícil, que lo es, sino como maravilloso. Pocas veces me he vuelto a sentir tan vivo como en aquella época de poco sueño y mucho trabajo.

Lenka dijo...

Ves? Eso es que eres un súperpadre. Yo no llego!! :S XD

Cuando son las doce y media y llevo desde las nueve de la mañana al quite, y el Trasto está durmiendo porque se levanta a las 4,30 para ir a currar, reconozco que me ataco si estos se emberrinchan. Y el problema es ese, que emberrinchan y entran en barrena. Ya intenté darles los bibis y que se los tomen (al fin y al cabo beben agua solos, no iba a ser distinto con leche), pero están tan cabreados esos días "malos" que te largan el biberón a manotazos.

Es lo que peor llevo de todo esto: los berrinches esos tremebundos en los que no comprendes qué les pasa ni sabes qué más probar para calmarles sin que nada funcione. Y qué gritos!!! Qué gritos, por favor!!! Como si los despellejaran!!!!

Uf. En una buena noche están tan dormidos que no podrían ni agarrar los bibis. Pero bueno, mejor. Esas noches no dan problemas. Primero uno, luego el otro. Sin líos. En las noches chungas se encabronan de tal manera que, incluso "muertos de hambre", tengo que conseguir calmarles el cabreo muchas veces, porque no quieren el biberón y lo tiran, me dan de coces y hasta de bofetadas. Ojalá entendiera por qué a veces reaccionan así.

Qué ganas de poder entenderme con ellos!!!! Porque, de momento, me siento viva, sí (a veces medio muerta, juas), pero también impotente :S