Probablemente sea esa una de las frases que más aborrezco. Me saca de quicio, sin más. Es una frase que todo cristo mastica y te escupe a la cara a la menor oportunidad. Tanto es así, que ya no sabe a nada.
Se usa en publicidad para justificar descaradamente cualquier disparate. Se usa para argumentar cualquier idea, por peregrina que sea. Como si la hubiera acuñado el mismo Dios. No importa la magnitud de la gilipollez que se afirme. Si hay recientes estudios que confirman, no hay nada más que hablar.
El problema es que mi carácter podría definirse en dos frases, a saber: "por qué?" y "por qué no?" Y todo el mundo sabe que esas cuestiones jamás se satisfacen del todo. Los porqués (y sus contrarios) son infinitos. Sólo obedecen a la (a veces malsana) curiosidad humana. Pueden llegar tan lejos como uno quiera o resista. Puedes seguir y seguir hasta aburrirte (pero seguirá habiendo porqués y porquenós). Los porqués y porquenós pueden ir de aquí al Sol ida y vuelta doscientas veces, como mínimo. Recientes estudios lo confirman.
Me toca la moral, qué queréis que os diga. Aún no soy excesivamente mayor y ya he asistido a suficientes verdades irrefutables como para atragantarme. Y es que eso es, precisamente, lo que tiene la VERDAD. Que de irrefutable casi nunca tiene una mierda. Que puede presumir de la consistencia de una peonza. Lo que hoy es verdad verdadera (confirmado por estudios recientes) pasado mañana es una patraña mastodóntica (confirmado nuevamente). Los mismos sesudos loquesea (médicos, físicos, químicos, pedagogos, da igual) que afirman hoy que tal idea está obsoleta y, por lo tanto, resulta ridícula, la defenderán en diez años encarnizadamente mientras desprecian con idéntica energía y convicción lo que ensalzan ahora mismo. Y siempre, cada maldita vez, estarán respaldados por recientes estudios (porque, claro, los estudios tienen que ser recientes. Si no, no valen. O, al menos, no valen hasta dentro de diez o veinte años, cuando sus propuestas ya son tan viejas que parecen nuevas otra vez).
Qué pasó con el aceite de oliva? Qué pasó con el pescado azul? Y con la carne de cerdo? Con el vino? Y ojalá se tratara sólo de la comida. Recientes estudios confirman que el colecho y el cargar al bebé todo el santo día es beneficioso para su desarrollo físico, intelectual, emocional y espiritual si me apuras. Recientes estudios, vaya. Seguramente otros menos recientes dijeron todo lo contrario, abogando por la independencia del niño, por fomentar su autonomía y por darle cuerda, demostrando a su vez catégoricamente (estudios, estudios) que era ESO lo que beneficiaba a la criatura en todos los sentidos.
Por un lado, te apetece mandar a los estudiosos a ver la ballena un rato. Como mínimo. Por otro lado comprendes que, de alguna manera, ellos hacen su trabajo, que es, precisamente, estudiarlo todo. Investigar, observar, sacar conclusiones y defenderlas. Por qué son tan dispares entre sí, Dios mío?? No lo sé. Hasta ahí no llego. Entiendo (vaya que si lo entiendo) que no todo en esta vida son cifras exactas (menos mal, porque soy de letras), y que para casi cualquier cosa caben varias interpretaciones. Lo que no me parece de recibo (en serio) es que hoy las coles de bruselas sean poco menos que la fuente de la vida, y dentro de cinco años se descubra que contiene miasmas venenosas que te pudren por dentro. Joder. Tenemos que irnos siempre a los extremos? Cómo es posible?
Claro, seguramente lo peor no sean los entendidos, sino los malentendidos. Nosotros, la gente. Los que leemos un articulito muy majo en el suplemento dominical, entendemos lo que nos da la gana, explicamos lo que se nos canta y luego vamos por ahí sentando cátedra. Y, lo que es peor, dando por culo al personal. Tenemos una vocación mesiánica que no es ni medio normal. Las iluminadas del momento (ya he hablado de ellas varias veces) son las talibanas de la teta, el parto místico, la simbiosis con la Madre Tierra, la danza sensorial de la matriz, la comunión intrínseca con el cordón umbilical del cosmos. Las defensoras de la doula, parir en casa, lactancia exclusiva, colecho y cargar a la criatura todo el día. Y es normal, claro. En tiempos tan locos, tan rápidos, tan superficiales, tan frenéticos (compra, compra, ten éxito, viaja, haz cosas, lánzate, sé trendy, sé chachi, sé cool, sé esto, sé lo otro, corre, corre, no llegas) se tiende al regreso. Volver a lo de antes, lo de siempre (qué será lo de siempre, señor, si siempre lo están cambiando), a las raíces, al origen. Será por eso que la época de la tecnología, el estrés, la depre crónica, el pastillazo, la profilaxis, el consumo desorbitado, el cinismo, el desánimo y el destrozo sistemático del entorno por aquello de hacer más y más dinero que mueva la rueda, cada vez hay más gente que se larga a vivir al campo, se haga vegana, busque la iluminación o persiga "la alternativa". Debería ser bueno que hubiera alternativas. Pero no.
Recientes estudios confirman que nada como criar a los niños al modo de las indígenas (de donde sea, ya sabéis, esas mujeres con bebés a la espalda que, probablemente, venderían su alma al diablo por una hamaquita balancín y un microondas). Y, ojo, me parece perfecto. Me parece muy bien que mujeres occidentales que lo tienen todo a su alcance consideren que es mejor una crianza más natural (lo jodido es lo contrario, claro. La indígena de donde sea puede considerar misa cantada, que tendrá que asumir la única crianza que conoce y a la que puede acceder, tanto si le parece maravillosa como si no). Lo que me jode, como siempre, es la radicalización. A este modo de criar se le ha bautizado como "apego". Al parecer, todas las que no podamos o no queramos seguir estrictamente sus dogmas, somos madres desapegadas. Malas madres, pérfidas mujeres egoístas que no amamos realmente a nuestros retoños, que anteponemos nuestra comodidad a su bienestar, que les tratamos con frialdad causándoles todo tipo de traumas. No dar el pecho, o enviar a los niños a dormir a su propio cuarto desde el primer día, es, simplemente, una barbaridad (cuidado, una barbaridad con dos uves, me perdonaréis si no reproduzco tal cosa). Es decir, tenemos a un montón de mujeres defendiendo su derecho a vivir libremente su maternidad y condenando que otras las critiquen... mientras ellas mismas critican ferozmente a otras y no respetan su derecho a vivir libremente su maternidad. Curioso. A ellas las mueve el amor, a nosotras el egoísmo. Ellas actúan convencidas de hacer lo mejor para sus hijos, nosotras no. Nosotras obramos mal y a sabiendas.
Y es que a ellas, claro, las respaldan recientes estudios que confirman. Recientes estudios, sospecho, que mañana dirán todo lo contrario, que ensalzarán precisamente lo opuesto. No sé qué pensarán ellas entonces, claro. Lo que caracteriza a los estudios es que sólo son válidos si apoyan nuestras ideas. Si no, no sirven. Son sesgados, maliciosos y promueven oscuros intereses. Pretenden engañarnos, es que nadie se da cuenta de lo evidente? No sabría decir... Yo sólo me doy cuenta de que a mí, personalmente, me mueve el mismo amor que a cualquiera y la misma convicción de estar haciendo lo correcto. Me doy cuenta de que me equivocaré en miles de cosas y acertaré, con suerte, en otras tantas. Me doy cuenta de que todo el mundo tiene derecho a obrar libremente según su conciencia, pueda yo comprenderlo o no. Me doy cuenta de que, demasiadas veces, quienes más exigen respeto no lo brindan a los demás.
La atención jamás puede ser perjudicial para los hijos, sostienen ellas. Seguro? Nunca? Creo firmemente que no es así. Creo, y lo he visto con mis ojos aunque no haya leído recientes estudios al respecto, que la atención desmesurada (especialmente a conductas negativas), la sobreprotección, la falta de límites y de parcelas, pueden generar niños tiránicos, inseguros, dependientes y malcriados, privados de las más elementales herramientas contra la frustración. Lo creo, sí. Y, como lo creo, evito caer en tales actitudes siempre que puedo. Lo que no hago es restregarles a las otras madres mis opiniones ni, muchísimo menos (eso espero) juzgarlas y condenarlas por sus métodos pedagógicos. Duerme con tu hijo hasta que cumpla doce años, si te parece lo mejor. Obviamente tengo mi opinión al respecto, pero es la mía. No voy a aleccionarte. No me alecciones tú. Porque si vuelvo a oír eso de que soy una madre desnaturalizada, fría y bárbara, quizá te meta tal patada que ponga tu matriz en conexión mística con el cosmos.