Probablemente el nombre de Alia Muhammad Baker no os suene de nada. A mí tampoco me sonaba hasta hace pocos días. El caso es que Alia es la bibliotecaria de Basora. Ya lo era en 2.003, cuando la invasión de Irak se acercaba a su ciudad y al tesoro de sus libros. Alia teme el momento de ver su amada biblioteca reducida a escombros. Suplica al Gobernador el traslado de la colección, pero recibe una negativa por respuesta. Así que idea un plan absolutamente descabellado. Durante varias noches, ayudada por tenderos de la zona y varios amigos, Alia va sacando los libros clandestinamente y los guarda en el Hamdan, uno de los más afamados restaurantes de Basora, propiedad de su amigo Anis. Para lograrlo, tienen que sortear un muro de dos metros de altura. Nueve días más tarde, sus esfuerzos se ven interrumpidos por la triste realidad: la biblioteca de Basora arde. Alia se siente desolada, pero ha conseguido salvar el 70% de los libros.
Qué hacer entonces con ellos? Mantenerlos en el restaurante es arriesgado. Semejante legado no puede quedarse, además, en un único sitio. Y si el edificio es bombardeado? Tanto trabajo no habrá servido de nada. Y si les descubren los soldados? Cómo explicarlo? No serían considerados ladrones al estar obrando sin permiso? Alia y Anis alquilan un camión, lo van cargando hasta los topes y empiezan a distribuir libros por casas de amigos y personas de confianza. La propia vivienda de Alia se transforma en un auténtico bazar de papel. Libros sobre los muebles, apilados por todas partes, formando columnas hasta el techo. Tantos libros que apenas puede uno moverse. Pero están a salvo. Merece la pena.
Shaila K. Dewan es una reportera del New York Times. Oye la historia en el restaurante de Anis, de sus propios labios y los de Alia. Queda completamente impactada y decide que debe contarle al mundo cómo un reducido grupo de personas no se resignó a la destrucción de su cultura. Más tarde, Jeanette Winter convierte esta heroicidad en un cuento infantil, publicado en España por Editorial Juventud. Alia sufrió una apoplejía poco después del incendio y tuvo que ser operada. Está convencida de que verá con sus propios ojos el renacimiento de su biblioteca. Tengas o no tengas hijos, compra el libro. Al hacerlo no sólo consigues leer de primera mano esta hazaña (que, como tantas otras protagonizada por personas anónimas, podría haber caído en el olvido), también contribuyes al sueño de Alia (el de todos) donando una pequeña cantidad económica para que, algún día, sea posible la reconstrucción de la biblioteca de Basora.
11 comentarios:
Desconocía totalmente esta historia. Y no dejo de estremecerme cuando escucho y conozco cosas así. Proezas de gente anónima que hacen mucho, todo por los demás porque salvando esos libros, salvaba la historia de sus antepasados, ayudaba a que generaciones venideras conocieran todo aquello que estuvo a punto de perderse. Cuántos hoy día, serían capaces de algo así?
Buscaré el libro y lo compraré.
Saludos y gracias por descubrirnos historias bonitas
La conocí de pura casualidad, en las horas muertas del curro trasteando entre los libros infantiles que tienen por allí. Me quedé pasmada con la historia y tomé buena nota. Espero encontrar el libro, y si no lo pediré. Será una chorrada, pero creo que la tozudez y el valor de Alia, de sus amigos y de tantas personas anónimas (tantas que nunca conoceremos!) se merece que pongamos al menos un trocito de ladrillo para la biblioteca de Basora. Esa que si vuelve a existir será solamente gracias a ellos.
Gran historia. Seguro que hay una igual en cada ciudad en guerra.
Seguro no, segurísimo. A poco que uno rasque encuentra a alguien que conoció a aquella persona que se jugó el tipo para salvar lo que fuera: libros, medicinas, los niños de su ciudad, a los vecinos, los rollos de película de no sé dónde, los cuadros de tal museo... hay cantidad de gente "corriente" que ni siquiera se dedica a airearlo nunca, unos porque les dura el miedo y otros (muchos) porque siguen con su vida convencidos de no haber hecho nada extraordinario, sino su deber. Personas que no reciben medallas ni las piden y que en su día se la jugaron para que la guerra no lo aplastara todo. Gente que salvó pedazos de historia, de cultura, o vidas humanas directamente. Rascas y salen a cientos. La guerra no es sólo cosa de soldados, estrategas, políticos, generales y planos sobre la mesa. Qué va. Hay mil batallas que no salen en los libros de historia, pero están ahí. Y menos mal que algunas de esas historias (las menos, seguro) consiguen ser rescatadas de vez en cuando y alguien decide convertirlas en un documental, una película, una novela, un cuento. Héroes cansados, no? Personas con un código que no se resignan (o no del todo) y deciden cantar órdago con las cartas que les toquen, aunque sean malas.
Me compraré el libro. Gracias por dárnoslo a conocer.
De nada, Trini, la verdad es que ha sido un descubrimiento!
Hola, Luna, bienvenida!!! Seguro que a tu hijo le gustará el libro, además tiene unos dibujos muy vistosos y coloridos. Me pasaré por tu casa, seguro. Encantada de leerte, vecina!!!! (Verás tú como al final nos conocemos!!!!)
Estaremos en contacto!
Me ha encantado esta historia. Este cae, fijo. Gracias Lenka!
Imagínate, Siana. Alia, santa patrona y heroína de los bibliotecarios. Sabía que te iba a encantar.
Ya está encargado para la próxima compra ;)
Ole, ole!!! La verdad es que es un cuentito sencillo para niños pequeños, y encima os he destripado toda la historia. Pero, con todo y con eso, creo que hay que tenerlo. Para acordarse de la hazaña de Alia y, sobre todo, para poner ese ladrillito más en su biblioteca. Que lo disfrutes, Sianeta!
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