lunes, 1 de septiembre de 2008

Roheda


Es sólo una niña, pero su mirada es adulta. Y triste, y resignada, y temerosa. Es tan guapa que no puedes dejar de mirarla. Su cara es perfecta, angelical, hermosa. Me tropecé con ella entre las páginas de una revista. Con ella y con otras niñas como ella. Y al verlas se me encogió el alma. Porque sólo son niñas y abrasa la pena de sus miradas. El vacío vertiginoso que les espera, como una sombra dispuesta a devorarlas. A desaparecerlas.

Son niñas, y son afganas. El azar ha querido que nazcan en una tierra en la que no valen nada. En la que no son nada. En la que, con el tiempo, serán menos que nada. Apenas unos fantasmas sin rostro, sin voz, sin identidad, sin sonrisa. Todas iguales, condenadas a no ser. No habrá un sólo gesto, un modo de caminar o de apartarse el pelo de la cara que las distinga. Vivirán todas en la misma cárcel de tela y languidecerán en ella hasta el fin de sus días. Simplemente porque son niñas, porque serán mujeres, y en su país, eso es como no ser nada.

Y aquí, en occidente, donde lo tenemos todo, se nos saltan las lágrimas cuando vemos esos ojos inmensos, se nos subleva la sangre cuando pensamos en tal injusticia. Pero volvemos la página, emitimos un lamento y seguimos adelante. Nos autoconvencemos de que no podemos hacer nada. Así que encogemos los hombros y consultamos el horóscopo, el último cotilleo, miramos fotos de playas paradisíacas y soñamos con vacaciones de lujo. Y las olvidamos. Las olvidamos, y el mundo las olvida. Y quizá por eso siguen sin tener voz, ni rostro, ni vida. Las olvidamos, me temo, porque no podemos soportar la vergüenza.

Roheda cumplirá algún día los catorce años y el machismo fundamentalista, medieval, analfabeto, cruel, estúpido, absurdo y repugnante de su tierra cubrirá su mirada para siempre. Y nos habrán robado a otro ser humano. Nos habrán arrebatado la belleza irrepetible de otra niña. Esa vergüenza que es de todos, que es nuestra también, debería impedirnos mirarla a los ojos. Pero no será eso. Será un burka. Y ya no habrá ojos a los que mirar.

1 comentario:

Lal dijo...

:( qué triste y qué cierto.