domingo, 24 de agosto de 2008

Dos días con Paul


Ayer noche empezaste a currar, así que decidí serte infiel con Paul Newman. En nuestra... ejem... flamante televisión autonómica, tuvieron el detalle de emitir "El Golpe". La vi, por supuesto, por enésima vez. Es una de esas películas que se ven siempre, cada bendita vez que uno da con ellas zapeando. Son un regalo. Son obras maestras, clásicos, puro arte. El Golpe es, sin duda, una de mis favoritas. Y, además, tocó sesión doble. Esta tarde vuelvo a tropezármela en otro canal, y me la trago de nuevo.
Para empezar, me encantan los timadores. Siempre me han caído bien. Adoro las películas sobre pillos, ladrones de guante blanco y otros granujas ingeniosos. También me gustan los gangsters, los mafiosos, pero de otro modo. Estos son más violentos, más hipócritas, mucho menos diplomáticos, desde luego. El estafador es inteligente, ágil, versátil, huidizo. Mil caras, mil disfraces, mil papeles y siempre ideando un nuevo truco. Tiene mucho de ilusionista. Y, además, me encanta su lealtad, su compañerismo. Su juego en equipo. Todo eso se refleja a la perfección en El Golpe, una película en la que no falta nada. El guión es perfecto, el elenco soberbio, la música magistral, la ambientación magnífica. Desde el principio simpatizas con los villanos, que son en realidad los buenos, los honestos, los divertidos. Los que están dispuestos a vengar al compañero caído mofándose de la policía y del banquero corrupto. La trama del enredo no tiene un sólo fallo. Quieres que ganen ellos, porque lo merecen.

Es un clásico y es imprescindible. Y es una gozada disfrutar del tandem Newman-Redford, aunque, debo confesar, que ante la belleza insoportable de los ojos de Paul cualquier otro hombre se desvanece. Nadie puede eclipsar esa cara de ángel canalla, de golfo encantador. Fue el más guapo y siempre lo será. Me encantaría saber quién fue el cateto que le dijo (en sus primeros castings) que jamás triunfaría, que era feo. Imagino que sería el mismo cegato que le recomendó a Poitier conservar su puesto fregando platos, porque no tenía talento. Se sabe que, durante no poco tiempo, Newman nunca fue el elegido, ya que otro joven actor cuyo físico quizá encajaba más con los gustos de la época, se hacía con todos los papeles. Se llamaba James Dean. Existe la teoría de que la muerte de Dean fue lo que propició el ascenso de Paul. Quizá. Pero nadie osaría discutirle los méritos a estas alturas.

Y es que, además, cae bien. Cómo no hacerlo? Siempre alejado del bullicio frívolo de Hollywood, siempre bordando sus trabajos, tímido y humilde. Un valiente que se traevió a dirigir, a expresarse por sí mismo más allá del papel fácil de galán. Un hombre que se retiró consciente de sus limitaciones, de no poder ya darse al máximo como le gustaría. Un militante por los derechos humanos, crecido ante el dolor de perder a un hijo, rendido enamorado de su mujer. Un osado incombustible que sigue pilotando coches de carreras, un abuelo entrañable preparando salsas para macarrones. Le echaremos de menos en la pantalla. Afortunadamente, nos quedan montones de pelis grandiosas en las que disfrutar de su talento, sus ojos imposibles y su sonrisa socarrona. Ojalá se anime a darnos algún personaje más.

Paul Newman es octogenario, y El Golpe es un peliculón. Me sorprende que Hollywood, tan escaso en ideas, no haya hecho ya un remake. Quizá se les ocurra cuando Paul nos deje. Casi lo estoy viendo. George Clooney como Henry Gondorff y Brad Pitt como Johnny Hooker. Y habrá muchos efectos especiales, persecuciones trepidantes, balas de esas que silban en dolby surround, chicas despampanantes... y, desde luego, no será lo mismo. Porque perderá, seguro, ese aire que logra mezclar inocencia y picardía. La honestidad de la original. El mérito de que una peli de los setenta pueda catalogarse como un clásico, junto a las más grandes. Habrá remake? Hagan sus apuestas! Yo me quedo con Newman. Sin duda.

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