jueves, 17 de enero de 2013

Cosas que nunca entenderé

 Con la ley del menor en la mano, si un día antes de cumplir los 18 un becerro viola, apaliza, prende fuego y atropella hasta la muerte a una chica (por ejemplo) le caen un máximo de 5 años en un centro de menores de régimen cerrado. Lo que significa que a los 23 está en la calle. Con la ley del menor en la mano alguien que a los 18 menos un día hace tal cosa, no es del todo responsable de sus actos, por lo que no merece una pena excesivamente dura. Como soy del gremio social, no puedo decir ciertas cosas sin que me tachen de fascista. A los niños, claro, hay que protegerlos. Y quienes pensamos que permitir que todo les salga baratito, cuando no gratis, no es protegerlos, sino fomentar que sigan siendo unos tiranos indeseables, unos criminales y un peligro para ellos mismos y la sociedad, unos frustrados agresivos incapaces de gestionar sus sentimientos o admitir un "no", unos egocéntricos patológicos que creen merecerlo todo y unos amargados sin herramientas que les permitan empatizar, superar los problemas, asumir las consecuencias de sus actos y responsabilizarse de sus vidas, somos eso: unos fachas. Y, como fachas que somos, abogamos por las hostias como panes, la tortura, el maltrato, el abuso y esas otras perlas propias de otros tiempos. Es lo que pasa cuando todo se lleva al extremo.
 
Es decir, que con la ley en la mano, a los 18 menos un día no mereces que se te castigue duramente por haber masacrado a un ser humano. Pero, qué cosas, parece que con esa misma ley en la mano, un tipo de 24 años puede llevarse a una niña de 12 alegando estar enamorado de ella, no dar cuentas de su paradero en 40 días y enviarles a sus padres mails con fotos de ambos abrazados en la cama, pero las autoridades sólo pueden acusarle de no revelar dónde está la niña. Porque, claro, no hay pruebas que demuestren que esa niña no se fue con él voluntariamente. Es decir, a los 18 menos un día no eres responsable de violar, quemar y matar. A los 12 sí lo eres de largarte de casa sin más con un adulto voluntariamente y mantener con él una relación de igual a igual. Así es como protegemos a los menores.
 
Y, entre tanto, al director de un instituto de mi ciudad se le está cayendo el pelo a puñados por enviar a los padres de sus alumnos una circular en la que, en caso de salidas (viajes de estudios, excursiones y demás) se pide autorización firmada a esos padres para:
1º) Que los profesores (tutores y responsables de esos menores durante las salidas) puedan registrar ellos mismos a los críos si sospechan que llevan drogas, algún tipo de arma o similares y puedan, además, dar su autorización a los cuerpos de seguridad que quieran registrarles (en una frontera, a la entrada de un espectáculo, etc.)
2º) Que si las criaturas destrozan una habitación de hotel o hacen una pintada en el Louvre, sean sus padres quienes asuman los costes, multas, etc. Ellos, y no el colegio.
3º) Que si dichas criaturas se someten ellos mismos o a otros menores a cualquier peligro, agresión, delito o similar, los profesores puedan corregir física o verbalmente dichas conductas de riesgo.
 
Da igual que el documento especifique que por correcciones físicas y verbales se entiende: sujetar a un menor, apartarlo de una situación arriesgada, contenerle en una pelea o reprocharle su actitud. Cientos de progenitores bienpensantes y no menos políticos progres se han echado las manos a la cabeza hablando de palizas, tocamientos y demás burradas. Como si un docente con las manos muy largas fuera lo bastante imbécil como para escribir algo del tipo: "tengo la sana intención de darle de puñetazos a su hijo, violar a su hija y humillarlos públicamente. Firme en la línea de puntos si está de acuerdo". Cuando existen intenciones turbias, nadie pide permiso.
 
Todo esto empezó porque, entre otras movidas igual de surrealistas, un padre furibundo reprochó a este director de centro que hubiera agarrado a su niña del brazo en una ocasión. Al parecer, que el motivo de tal agarrada fuera evitar que la menor (a pesar de que se le advirtió del peligro) cruzara en rojo, es irrelevante. Has tocado a mi nena. Mal. Caca. Abuso de autoridad, denuncia, indemnización, recogida de firmas, entrevista en Antena 3, escándalo, dimite, cabrón. Y la próxima vez, so cerdo, te cruzas de brazos y dejas que a la nena le pase por encima el camión de la basura. A los menores ni se les toca, ni se les riñe ni se les coarta de esa manera, caramba.
 
Si se les registra en el viaje de estudios, mal. Marranos, represores, fascistas. Si no se les registra y algunos terminan en una comisaría parisina por meter en el país cinco gramos de farlopa, mal. Ineptos, descerebrados, incapaces. Un poco de disciplina y de orden, cojones, que ponemos a nuestros ninios en vuestras manos para que les eduquéis!!! Eso sí, educadles a distancia, eh? Y sin pasarse ni un pelo. Si mi Kevin (que es un bendito, lo que pasa es que se junta con malas compañías y luego están esos videojuegos violentos, que yo no sé cómo los permiten) se agarra una kurda olímpica y se pone a hacer equilibrios en la barandilla del hotel al grito de: "cómo mola el balconning", el deber de los pedagogos es, con mimo, tacto, sensibilidad y al menos un metro de por medio, instarle respetuosamente a que deponga su actitud, por favor y gracias. Pero que no se le ocurra agarrar al crío por la brava, que eso es agresión. No te digo nada como, en el forcejeo, mi Kevin se haga un rasguño con el gotelé. Bueno, bueno, ahí ya es que monto el cristo completo, se le cae el pelo a ese animal, vamos hombre. Le saco al instituto un millón de euros en daños y perjuicios, por traumatizar de por vida a mi angelito, que está con psicólogos desde entonces y tiene pesadillas, la criatura. Oiga, pues nada. Le parece mejor que dejemos al artista hacer un doble carpado con tirabuzón? A mandar. Le advierto que igual la criaturita se le mata, pero por mis santos cojones que yo no le toco. Por curiosidad, si por una agarrada y un raspón en la rodilla me quiere inhabilitar forever y sacar una pasta gansa, a cuánto me sale la broma si el gilipollas de su vástago (que se ve que tiene a quien salir) se abre la puta cabeza?

2 comentarios:

Juan dijo...

Los niños no se neurotizan por la disciplina.

Estoy harto de comprobar que todos los males de los niños y adolescentes se les encuentra culpables en el colegio, el gobierno, la sociedad, etc.

Los padres son los que neurotizan a sus hijos en la inmensa mayoría de ocasiones. Justo esos mismos padres que se escandalizan porque le han salvado la vida a su hija y que miran con lupa la más mínima cosa que haga un profesor.

Los niños y los colegios no son verdugos, como nos intentan hacer creer. La mayoría de veces los padres son los verdugos y no la víctimas.

Lenka dijo...

Me parece alucinante que un director de centro haya tenido que pedir permiso por escrito para poder tocar a sus alumnos, justificando en qué casos los tocaría y para qué, sólo por evitarse demandas judiciales. Y que, ENCIMA, la peña haya interpretado en sus mentes retorcidas que lo que pedía este docente era permiso para PEGAR a sus alumnos. De verdad, es definitivo: nos hemos vuelto gilipollas.