viernes, 28 de agosto de 2009

Víctimas culpables


Siempre me he considerado una persona desconfiada por naturaleza, lo reconozco. No suelo quedarme con la apariencia ni con la primera explicación, le doy muchas vueltas a todo, escruto, medito y levanto las cejas. Esto puede sonar a la descripción exacta de una cotilla maledicente, metomentodo, suspicaz y oledora, pero no, no va por ahí la cosa (quiero creer!!!) Sin fisgonear, sin preguntar, sin investigar (casi al contrario, peco de demasiado huraña, de poner distancia con la gente y sus cosas) consigo ver. Observo, me fijo sin darme cuenta. Y saco conclusiones. Afortunadamente también he aprendido con los años que esas conclusiones valen tanto como crédito yo misma les dé, así que normalmente archivo, guardo, por si sirven. Y si no, deshecho sin problemas. Trato de analizar sin juzgar, aunque a veces la frontera se nos desdibuja un poco. Y sobre todo, intento empatizar primero, aunque no siempre lo consigo. Antes de emitir una conclusión, intento que no se me pase ninguna variable, o las menos posibles. Ponerme en otros zapatos.

Con todo el matiz que le quiera sacar, sí, es cierto, al final soy tirando a desconfiada. Soy una duda con patas, siempre dispuesta a aceptar esto y lo contrario como posibilidad. Y muy intolerante con la verdad absoluta. Recuerdo, por ejemplo, haber oído a gente cosas como: "es imposible que una madre le haga eso a su hijo!!!" (con tono categórico e indignado). Ojalá. Ojalá fuera imposible. Además de desconfiada soy malpensada por genes y cuasi inmune a la sorpresa. Una total convencida de que, en cuestiones de maldad, horror, espanto y vileza, por desgracia, el ser humano es capaz de todo y más, de cosas que ni osamos imaginar.

Pues teniendo esto en cuenta, aún hay gente "peor" que yo. Pensamientos que me escandalizan. Rebuscamientos que me pasman. Explico. No sé si es que es una nueva moda o simplemente que ahora, con la rapidez y universalidad de los medios de comunicación, muchas cosas nos parecen nuevas y olvidamos que ya pasaban antes. Me refiero a la cantidad de casos de niñas y mujeres secuestradas (por parientes o desconocidos) y convertidas en esclavas sexuales durante años que están saltando a la palestra estos últimos meses. Creo que ni hace falta comentar el horror del asunto, la podredumbre mental de quienes cometen actos de esa calaña, el espanto de que haya tanto verdugo suelto, tanta cabeza insana, tanto despotismo disfrazado (encima!) de amor (filial, romántico, equis), la barbarie de ese sentimiento de derecho sobre una persona, lo enfermizo y monstruoso de ese amor entendido como amputación, mutilación, encierro, sometimiento, propiedad, cosas todas ellas tan radicalmente opuestas e incompatibles con el amor. Pero existe, todo eso existe, ocurre.

Me asalta la desconfianza hacia los cómplices. Y no me refiero a los cómplices conscientes, con todas las letras, los que sabían y callaban (absurdo, insólito, imperdonable, incomprensible). Me refiero a toda esta sociedad nuestra (nosotros) que se mira tanto el ombligo, pasa tanto de todo, tiene tanto miedo a quedar de entrometido que no ve, no oye, no se entera. Cómo puede ser que, en veinticuatro años, una mujer no se enterara de que su hija y sus nietos vivían presos en el sótano? Cómo puede ser que pasaran unos cien inquilinos por la habitación situada sobre ese sótano y NADIE notara nada? Quizá resulta tan impensable y macabro que nos negamos a creerlo? O vivimos en babia felices y contentos? Cómo es posible, dioses, que no puedas discutir con tu novio sin que el puto vecindario entero lo comente a los diez minutos, pero alguien pueda esconder un rehén durante quince, veinte años sin levantar sospecha alguna? Me alucina. De verdad. Estamos ciegos y sordos. Todos. Es brutal.

Y mi desconfianza va más allá, y se me dispara el sentido arácnido. Cómo es posible que tanta gente cuestione a las víctimas??? Porque es cierto, lo he visto, lo he oído, lo he leído. "No me creo que en tantos años no pudiera escapar". "Venga ya, en todo ese tiempo no pudo chillar o hacerse con un teléfono?" Cómo podemos ser tan osados?? No logramos ponernos en el pellejo de una niña de diez años aislada del mundo, arrancada de su vida, entre extraños, entre agresores, aterrada, muerta de miedo y anclada a una nueva existencia reducida, sola, entre cuatro paredes. Ni en el pellejo de la hija sometida, humillada, amenazada, alejada de todo apoyo, abandonada y olvidada. No creo que podamos asumir el pánico, la lucha por sobrevivir, la devastación mental, el desamparo, la alienación, la rendición absoluta. El espanto cuando eso te lo hace un extraño. El espanto aún mayor, quizá, cuando te lo hace uno de los tuyos, alguien que debía protegerte, evitarte todo mal.

Me autocritico, me autoflagelo y me incluyo entre esos cegatos que, seguramente, no notaría nada extraño ni aunque el desalmado fuera su vecino de planta. Seguro. Tan capaz. Por eso me escandaliza más la ligereza con la que algunas personas juzgan a las víctimas (a las víctimas!!) como si fuera tan simple escapar de una situación tan indescriptible, como si una niña pequeña, sola y asustada tuviera la obligación de saber apañárselas ante algo tan inenarrable que ni cien adultos inteligentes fueron capaces de olérselo. Como si, encima, ellas tuvieran parte de culpa por quedarse quietecitas en su infierno.

No hay comentarios: