jueves, 23 de abril de 2009

Y más sueños


Ascensores. Mi peor pesadilla. Lo gracioso es que jamás les he tenido miedo en el mundo real. Pero cuando duermo, se convierten en artefactos infernales. Y por un motivo de lo más tonto. Porque son caóticos. Siempre es el ascensor de mi infancia, el de casa de mis padres. Pulso el número nueve. Y el ascensor sube. Y me fijo en los numeritos luminosos. Y no tiene sentido. Uno. Catorce. Veinte. Tres. Ocho. Noventa. No sé por qué, pero ese sueño siempre me ha parecido horrible.

Fui de esas niñas que padeció terrores nocturnos, sonambulismo y todo tipo de desarreglos. Llevaba a mi madre de cabeza y más de una vez la desperté con mis aullidos. Pobre mujer. Hasta consultaron a un psicólogo, por todo aquel desbarajuste y un insomnio que parecía crónico. El profesional se quedó encantado conmigo cuando le conté que muchas veces soñaba lo que quería. Que iba caminando por la calle, por ejemplo, y pensaba "quiero una cabina de teléfonos". Y aparecía. Y yo entraba y marcaba un número bonito. Y era el número de Johnny Depp, por ejemplo, que me decía que iría a buscarme para comer un helado. Podía dormirme pensando que quería ir a Fantasía y entonces soñaba con Atreyu y Bastian y sabe dios cuántas hazañas. No siempre, claro. A veces venían las pesadillas. Esas no se controlaban y daban miedo. Pero había aprendido a escapar. Me abría los ojos. Os lo juro. Ni sé las veces que me habré despertado con los párpados abiertos con mis propios dedos. Pero entonces, me decía el psicólogo, tú siempre sabes que estás soñando? Claro. Cuando estoy despierta no pasan esas cosas!! No hay monstruos, ni lobos, ni Atreyu. Sé que es un sueño, pero a veces da miedo igual. El psicólogo le dijo a mi madre que yo tenía una gran imaginación. Algo sobre sueños conscientes, o qué sé yo. Y que me diera valeriana. Porque con tanto trajín mental era imposible que yo descansara.

Parálisis del sueño. Otro clásico angustioso. Te despiertas y ves algo horrible. Y no te puedes mover. Lo piensas: voy a girarme y a taparme la cabeza con la manta. No porque creas que así harás desaparecer al dragón, no. Sólo porque sabes que no es real, pero asusta. Simplemente quieres dejar de verlo. Vale, ya me he movido, voy a abrir un ojo... No!! No me he movido, sigo igual!! El bicho está ahí!!! Horror!! Lo intentas una docena de veces, pero nada. Afortunadamente, tu cuerpo empieza a reaccionar poco a poco. Tus ojos se acostumbran a la penumbra. Si ya lo decía yo. No es un monstruo. Es mi chaqueta colgada de una silla. Menos mal.

Una de mis experiencias más raras. De hace unos tres años. Estaba en mi cama, escuchando La Rosa. Cómoda, tranquila, en la gloria. Y, de repente, sentí que la cama salía disparada. Tal cual. Como un tren de alta velocidad. Iba rapidísimo y al revés, en la dirección que apuntaban mis pies. Traqueteaba. Como sobre raíles. Y, lo más insólito, es que ahí seguían de fondo, amortiguadas, las voces de los locutores de radio. Empecé a ordenarme a mí misma: despierta. Desperté y, naturalmente, todo estaba quieto. Pero mi corazón brincaba como loco.

La más rara de todas. Y también muy antigua. De nuevo con unos dos años, porque mi hermano no existía. Papá debía estar embarcado, porque yo dormía con mamá. La sensación es que me desperté. Veía la habitación a oscuras. Oía respirar a mi madre. Miré hacia la puerta, que por entonces era de esas con cristal. Y, de repente, un resplandor en el pasillo y la luz colándose hacia el dormitorio. Y subir. Subir muy despacio, totalmente horizontal, hasta casi darme con la lámpara, aquella de entonces, con brazos retorcidos. El resplandor, aquel rectángulo de luz en el cristal de la puerta, cada vez más abajo. Y luego bajar de nuevo, lentamente. Recuerdo una tranquilidad pasmosa, ningún miedo. Al llegar de nuevo a la cama, la luz se apagó y me dormí de nuevo. No creo que haya levitado en mi vida, ni que fuera un viaje astral. Fue un sueño, obviamente. Pero tan vívido, tan real, con tantos detalles... recuerdo cada mueble, las fotos sobre la cómoda, las que había entonces, hace casi treinta años. Es un recuerdo increíble.

Con los años mantengo el insomnio, pero recuerdo mis sueños en menos ocasiones. Y no me resulta tan fácil controlarlos, aunque aún puedo hacerlo. Cuando lo hago me despierto agotada. Pero nada comparado a aquella locura onírica de mi niñez. Aunque algunas veces... la última? La pasada noche. De nuevo una casa absurda, esta vez en un edificio. Mi abuelo estaba allí. Y mi madre. Y más gente que no recuerdo. Buscábamos una casa. La nuestra, que es lo curioso. No recordábamos dónde estaba. Había pasadizos de piedra, escaleras, armarios que eran puertas, ascensores, subíamos, bajábamos, es por aquí, ahora por allí. Es el tercero derecha. Montones de puertas, todas distintas. Y de pronto, encontramos la nuestra. Era un zapatero. Pequeño. Lo abríamos, sacábamos los zapatos y los estantes, y sí, un túnel. Y sin la menor extrañeza, cual Alicias modernas, todos nos tirábamos al suelo y nos arrastrábamos para entrar. En nuestra casa. Y entonces me desperté. Y pensé: ya estamos otra vez.

2 comentarios:

Sra de Zafón dijo...

Leí por algún sitio que todo quello que entra en nuestro cerebro antes de pasar por el cortex, o teniendo a este concentrado en otras cosas, es lo que llamamos incosciente, y que de él emanan la mayoria de nuestras motivaciones, creencias y sueños.

También leí por algún sitio que soñar no es otra cosa que soltar al incosciente para que nos cuente sus cosas y las "recoloque".

Yo recuerdo mis sueños casi a diario, y los veo, los huelo, los toco e incluso los saboreo.
He confundido el sueño con la realidad y me he levantado inumerables veces.
Una vez mi nombre salió de mi cuerpo con letras luminosas y me levanté a cogerlo, porque hacia mí venía volando otro y yo no lo quería. Milagrosamente (como me moví de verdad) pude cogerlo y al tocarlo se convirtió en el bizcocho de limón y mantequilla que hacía mi abuela y me fuí comiendo letra a letra. El asunto es que me jalé el bizcocho de verdad, jajajajaja.
Esa fue la vez que más confundí el sueño con la realidad y lo interpreté de un modo sencillísimo: Una petarda del trabajo me llamaba Marichu, nombre con el que ni me reconocía, ni me quería identificar.

A mí me ocurre una cosa muy curiosa, cuando sueño encuentro la solución a un montón de asuntos que no sé resolver en la vigilia. Una maravilla, la verdad.
No hace mucho necesitaba escribir un proyecto y me tuve que levantar a las seis de la mañana a apuntarlo todo porque mi cabeza de dormida se había puesto a dictármelo. En ese sueño mientras las palabras llovian sobre un camino, según yo lo iba caminanado, se abrió una ventana en el suelo y una amiga, de cuando yo tenía menos de cuatro años (luego no la volví a ver) me dijo: Pídele a la señora Mercedes (la que nos vendía las chuches) la carretilla. (Evidentemente jamás había visto yo a esa señora con una carretilla) pero se la pedí y la llené de palabras que estaban unidas de una manera muy extraña. Imagina un libro al que le han recortado todos los espacios en blanco y solo quedan las letras sujetas en renglones que hacen una alfombra y a esa alfombra la hace una lluvia de letras que cae antes de que llegue yo... ¡Una pasada! El asunto es que cuando ya tenía casi cargada la alfombra en la carretilla me dije a mi misma :leelo todo corriendo porque te vas a despertar.
Y entonces lo leí y empecé a decirlo en alto y mi chico, también dormifo, me dijo que me fuese a trabajar a otro sitio, jajajajaja y salí zumbando al ordenador y escribí lo que pude recordar y más.

Otras veces aparecen ante mi objetos que no tienen ningún significado aparente y cuando describo con palabras el sueño adquieren significado.

Un sueño recurrente es que de repente, sin saber como llegué estoy caminando por tejados, o rocas altísimas, siento la lluvia el frio, o el sol y me da un vértigo horroroso y siento que o me sujeto a algo a me caigo. Desde hace unos años siempre encuentro donde agarrarme y me oigo decir: "pude yo más", pero durante mucho tiempo despertaba aterraday masreada por sentirme caer.

A mi también me voló la cama escuchando la radio, fui a una velocidad supersónica por caminos de monte, que parecía que en cualquier momento me iba a eschotar. Fui cosciente de eso y quise frenar. Conseguí parar sintiendo en mi cabeza el ruído de una auténtica explosión. Desperté creyendo que había explotado el gas.

Bueno, Lenka, pues ya ves que hasta en el soñar no somos muy diferentes.

Un beso.

Lenka dijo...

Recuerdo que, de niña, nunca quería despertar. Es curioso porque ya entonces era una insómnica perdida (según mi madre, desde mi primer día de vida). Me costaba muchísimo dormirme, y eso que me encantaba dormir y las cosas que me ocurrían dormida. Yo lo imaginaba así: estar dormida era como entrar en la Fantasía de Bastian, sólo que antes había que abrir una puerta que pesaba un montón. Lograr dormirme era aquella condenada puerta. Una vez que lo conseguía, todo era una maravilla. Sí, a veces había pesadillas, pero era inevitable.

Soñar fue mi primera forma de escribir. Con todo aquel lío del insomnio, el sonambulismo, los terrores nocturnos, el duermevela aquel inquieto que me hacía moverme, hablar y no me permitía descansar realmente, lo único bueno eran aquellas veces (casi todas) que lograba soñar lo que yo quería. Cosa que, aunque menos habitualmente, me sigue pasando. Recuerdo que muchas veces me miraba al espejo en sueños. Y a lo mejor decidía que no me gustaba cómo estaba mi pelo, o la ropa que llevaba. Así que lo iba cambiando. El pelo más largo, o de otro color, unos pantalones así o asá. Cómo me quedarán los ojos azules? Era uno de mis sueños preferidos, pero casi siempre terminaba despertándome del esfuerzo mental, jajaja. Esa era la parte que fascinaba al psicólogo!!! Mis sueños eran como el mundo de los Sims. Todo se podía cambiar a capricho.

Claro, decía mi madre. Cómo no vas aa estar agotada por la mañana? Si no paras quieta ni durmiendo. Eso es de tanto leer!!!! (Le encantaba que leyera, pero le preocupara que leyera TANTO. Está convencida de que mis trastornos de sueño y mi galopante miopía se deben a los libros) Por las noches, la frase era: a la cama. Y a dormir! Estate quieta y duerme!

Mis primeros cuentos no los escribí, los soñé. Luego saltaron al papel.

Te lo prometo, Zafo, yo quería dejarme llevar por aquel tren, a ver hacia dónde íbamos, pero me pudo el canguelo!!! Si me hubiera pasado de niña, seguro que lo habría disfrutado. Qué cosas, soy más miedosa con la edad!!! A lo mejor si me vuelve a pasar, me dejo arrastrar. A ver dónde aparezco ;)