domingo, 13 de enero de 2008

En los extremos


Mi madre siempre dice que tiene dos hijas y que nunca sabe con cuál de ellas está hablando. Una es alegre, divertida, dulce, carismática, activa, inquieta, soñadora, curiosa y parlanchina. La otra es una sombra malhumorada, triste, llena de nostalgias, muda, derrotista, cínica, solitaria, huraña y amarga. Llena de púas, escudos, alarmas y cepos de oso. Mordaz y cáustica. Arisca. Inabordable. Insoportable.

De un sólo salto viajo de la luz a la oscuridad o viceversa. De pronto me arrastra una energía que no sé de dónde sale, y todo es música y risas y el mundo es maravilloso. De pronto la vela empieza a apagarse y me invade una melancolía de origen desconocido que (esto me lo dicen mucho), me pone guapísima. Me quedo hipnotizada, hablo bajito, se me pierde la mirada y ando por la vida lánguida y etérea con una sonrisa triste de amores perdidos, de heroína trágica. Hasta suenan violines. Luego se me pasa. Y hay dos opciones. O que vuelvan los cascabeles o que, directamente, me traguen las tinieblas. Y no hay nada de poético en eso. Se trata de un estado lamentable, de animal herido, de miedo, de desesperanza, de rabia, de apatía feroz, de renuncia.

Ningún problema con el entusiasmo, obviamente. Es la mejor fase, la más agradecida, esa en la que la gente te dice que te brillan los ojos y que contagias a todo el mundo.
Ningún problema con el romanticismo, está bajo control. Es la fase creativa, de aporrear teclados, de hacerse preguntas, desnudar el alma, aprender lecciones y avanzar. Y, además, es necesaria. Es mi fase de recargar las baterías cuando la fase pletórica me agota.
Qué hacer con la fase de las cenizas? Esa es la que quisiera desterrar de mi vida, la que intento exorcizar, la que trato de extirparme como si fuera un tumor maligno. Esa es la fase que procuro esconder de quienes quiero, para no hacerles daño, para no pagar con ellos esta suerte de ciclotimia infernal que los despista, que me hace adorable y odiosa, que me convierte en hada buena y en bruja malvada.

En los últimos meses, la Bruja se había ido. Todo era luz y la vida resultaba hermosa. Un cuento de Coelho. Y mis ojos parecían el faro de Alejandría y me atreví a creer que lo había conseguido. Que, a partir de ahora, todo iría bien. Pero volví a perder y la Bruja me amenaza. Intento no dejarla salir. Porque no quiero, no quiero abandonarme de nuevo a ese dolor aunque todo me señale a él. La Bruja tiene una vocecita sarcástica y repugnante que me dice: "Lo ves? De nuevo ha salido mal. Hagas lo que hagas, saldrá mal. Siempre te sale mal, pero no aprendes. Asúmelo, la vida no es bonita, no para ti. Nunca serás coelhista porque la realidad se impondrá, y la tuya es fea, cariño, muy, muy fea. Quizá consigas pequeñas cosas, pero no te confíes. Cuando te atrevas a creer que lo tienes, se esfumará, como ha hecho siempre. Lo único que deseas es que te quieran. Lo único que te falta es que te quieran. Pero no te querrán. Nunca te querrán. Así que no te esfuerces. No luches. Ríndete y quédate en un rincón, amargada y furiosa. Ese es tu sitio".

Pero la he calado. Me dejé convencer demasiadas veces, y ahora no me da la gana. Ya sé qué pretende. Ella es la Bruja y quiere seguir siéndolo. Ha estado en el trono demasiados años y se niega a claudicar. De hecho, llegó a hacerme creer que éramos la misma cosa, que yo sólo podía ser Bruja. Y no era cierto. Puedo ser más cosas. Puedo ser lo que quiera. Porque estos meses atrás, no había Bruja. Estaba la otra, la Hechicera, con la mirada llena de sol. Y me encantaba cómo era, cómo reía, cómo disfrutaba, cómo caminaba sin enganchar sus púas en el camino, cómo se dejaba abrazar, cómo peleaba, cómo se atrevía a creer. Y sí, finalmente perdió la guerra, pero esta vez no es "como siempre". Porque ha sido la primera batalla de la Hechicera. Las derrotas anteriores no fueron suyas, fueron de la Bruja. No quieras hacerme creer que es la misma historia. No lo es. No lo fue. La Hechicera es novata y quizá por eso no ha vencido, pero lo hará. Pasó tu momento. Ella es mejor. La quiero a Ella. Tú nunca me harás feliz. Ella sí, incluso aunque pierda.

Elegí a la Hechicera porque estoy harta de creer en maldiciones, de llevar estigmas, porque no saldré del pozo mientras siga pensando que ese es mi sitio, que estoy condenada a vivir en él. Me niego. Ya es suficiente. Lo malo es que no me manejo con este nuevo optimismo forzoso. Y me voy al extremo (criatura empecinada y lunática, siempre, siempre viviendo en los extremos) Ayer me desperté eufórica. Todo se va a arreglar. Saldrá bien. Por qué demonios no iba a ocurrir? Por qué les pasa a otros y a mí no? Por qué no iba a ser posible por una vez? Siempre hay una primera vez! Y será esta. Saldrá bien, estoy segura. Porque es lo justo. Porque lo merezco tanto como el que más. Porque no lo soñé, no lo imaginé, pasó, fue real. Cada palabra y cada mirada. Fue tan real que hasta yo misma lo vi. Por primera vez lo vi y me atreví a creerlo. Y eso ya demuestra que ocurrió. Eso ya prueba que no fue la historia de siempre. Saldrá bien.

Espera. Mi Bruja es un alma en pena y mi Hechicera una tarada. Qué dices? Te elegí porque estaba harta de los lamentos de la otra, de su negatividad. Te elegí porque vi cómo la gente te prefiere, como yo misma te prefiero. Pero no te pases. Seamos optimistas, no ilusos. La Bruja era una amargada pero tenía su punto de lucidez. Claro que lo mereces. Claro que podría salir bien, quién puede afirmar lo contrario? Pero podría no salir bien. Y si caemos al pozo, querida mía, tendré que volver a escuchar a esa mala bestia decirme: "te lo advertí". Y no quiero darle la razón. Pero cómo podré evitarlo? Si volvemos a caer no servirá de nada que te pongas tus mejores galas, que te pintes tu mejor sonrisa. Ella me atrapará otra vez, porque me demostrará que tiene razón, que el estigma existe. Me niego a caer otra vez. Entiéndeme, si no existe el estigma, tampoco existe la magia. Si no existe la maldición, tampoco la bendición. Comprendes? Lo lamento, me asusta el exceso de optimismo. Nunca seré Coelhista. Pero al menos lo intenté.

Está bien, mantengamos encerrada a la Bruja. Quédate conmigo. Si algo tengo claro es que es esa mi elección. Eso sí lo he aprendido. Eres más sabia, más guapa, más dulce, más interesante, más divertida, más inteligente. Y serás más feliz. Pero modérate. Que el entusiasmo no te nuble la lucidez. No te excedas con los mantras. Todo lo que tenga que salir bien, saldrá bien. Qué te parece? Creo que no está mal para empezar.

3 comentarios:

Rogorn dijo...

Me parece de perlas, y que has dado en el clavo. Que tener brujerías y hechizos en el arsenal es mejor que tener sólo un tipo. Y es que además, tampoco ibas a poder olvidarte de la Bruja completamente. Así que en vez de eso, haz que trabaje para ti, no tú para ella.

Quererse se te quiere, y ya lo sabes. Falta sólo que llegue el elegido.

Guaja dijo...

Sabia decision Le.

No se si estoy muy de acuerdo contigo, Ro. A veces lo que nos hace falta es mas sencillo aun, es tener algo con lo que entretenernos mientras llega el elegido, si es que llega. Pero entretenernos mientras tanto.

Nebroa dijo...

uff...
Calcamonía. Perfecto relato de Ana. De Nebroa...
Sabes? yengo dos nombres, Ana y Belén, siempre jugué con ellos, una era la buena, otra la mala, aunque no sepa muy bien cómo situar a cada una, el caso es que hay dos, como dices y tan bien cuentas.
Ana digamos que es la coraza que siempre se mostró, Belén es la dulce que siempre andó escondida tras la madura y adulta que en realidad no lo era y sólo aparentaba serlo.
Sé que sólo tú vendrás a leer esto, y eso me da cierta seguridad. Tampoco te sientas obligada a responder, ni a decir nada, yo expreso aquí lo que quiero, y es tu casa, qué no vas a hacer tú!? Lo que te de le gana.
He optado por la hechicera, a la que aun busco ponerle un nombre más 'mío', a tu bruja yo la llamo sombra, y siempre está ahí, hablando, poniendo trabas, aniquilándome. Le pongo ruido enmedio para no escucharla, hasta que estos días me he parado a oirla gritar de lleno.
Hay aquí dentro alguien asustado y sedienta de abrazos, ser querida y amada. Está la sombra oscura que apuesta porque todo saldrá mal. Está la adulta y madura que niega a las dos, con cordura (dice ella), la que querría ser, ese personaje ficticio que me inventé y con el que parece que me identifiqué muchos años. Está la triste y derrotada. Hay infinidad de personajes dentro de mí, y a la única que no encuentro es a la esperanzada. Que no sé cuándo murió o dónde la encerré...
Estoy escuchándolas a todas, no sé qué hacer con sus palabras, sus emociones, sus llantos, sus gritos, no sé qué hacer, pero sé que debo escucharlas sin pelearme con ninguna, porque sé que cuanto más las escondo, más gritan. Lo que no sé es si después de escucharlas, se les quitarán las ganas de seguir gritando, sigo teniendo muchas dudas...
En fin Lenja, nada más, y nada menos...