El domingo me dio un arrechucho
en el riñón que me dejó resoplando cual parturienta. Como llevaba tres semanas
de agónica cistitis (ahora es cuando aparece la cabeza de mi hermano al grito
de: "por dormir sin bragues!") me mosqueé un poco y decidí ir a urgencias,
no fuera a ser que. Sorprendentemente, me atendieron rapidísimo. Lo primero,
claro, muestra en vasito. Y primera situación curiosa de la noche: en el baño
de al lado una señora mayor suspiraba y clamaba al Señor porque no podía
levantarse (del inodoro, calculo), mientras un auxiliar le gritaba que se
dejara de rezos y tirara parriba, que se iban a abrir la crisma los dos.
Una médica jovencísima de rizos
rubios, gafas y zuecos de goma rosa me arreó un puñetazo impensable pa sus
escasos cincuenta kilos y me palpó por aquí y por allá. Una enfermera se acercó
dispuesta a ponerme una vía y conseguí que me la pusiera en la mano y no en el
brazo (donde, además de pasar un asco del quince, nunca me encuentran las
venas, me abrasan, me salen renegrones tamaño mantel de picnic y se me queda el
susodicho brazo muerto pa días). Me sentaron en una sala de boxes con sillones
aerodinámicos, ergonómicos y la madre del cordero y me arrearon un chute de
Enantyum que me quedé nueva. Paseo hasta rayos, fotito de los interiores y
hala, otra vez a la sala de los sillones a esperar. Y claro, ahí fue donde
conocí a mis compañeros de fatigas.
Primero, el chófer de la
funeraria. No sé qué le pasaba, pero parecía sanote, jugando con el móvil y más
pancho que un ocho. Aprovechando la coyuntura, le interrogué sobre cómo se
podía entrar a currar al tanatorio, imaginando que no habría precisamente
tortas por los puestos y pensando en una amiga muy echá palante que siempre ha
querido trabajar allí. El nota me explicó con todo detalle los entresijos del
asunto, así que vaya usted a saber si no habrá salido algo bueno de la visita a
Cabueñes. Lo mismo mi amiga consigue trabajo.
Después, la brasileira loca. Lo
de que estaba loca no se notaba al principio, luego ya sí. Una chavalina de metro
y medio y cuarenta kilos que afirmaba que unos rumanos le habían dado una
paliza para robarle el móvil y el Luisvuiton, que su hija había pesado al nacer
cinco kilos trescientos gramos, que le habían hecho cesárea y se le habían
salido todos los menudillos pa fuera y que su marido, que no podía vivir sin
ella, se había puesto una pistola en la sien amenazando con matarse si no le
metían a su mujer las tripas pa dentro y la dejaban como antes. Imaginaos mi
cara de circunstancias. Intenté hacerme la dormida, a ver si la pava me dejaba
en paz, pero nones. Llegó la enfermera borde (una que se pasó la noche riñendo
a todo el mundo y repitiendo aquello de "yo no puedo partirme en
cuatro") y desplegó los biombos, seguramente pa que nos calláramos. Yo,
feliz. Pero duró poco la tranquilidad. La brasileira loca se vino de paseo a mi
sillón, se sentó en una banqueta y siguió contándome su fascinante vida, lo de
los ocho pisos y el chalet en La Providencia, lo de que tenía los dos ovarios a
un lado y el útero al otro, lo de los dientes podridos por el embarazo
(enseñándome todas las muelas) y lo de que odiaba a los sudacas a muerte
(¿¿¿???) Cuando ya me estaba planteando seriamente el suicidio, me cuenta lo de
la otra paciente, la chavala tan calladita del sillón de al lado a la que
acababan de llevarse. "La moza esa tragó una cuchara". Mis ojos como
huevos kinder. "Lo cualo?????" "Que sí, que sí, tragó una
cuchara, te lo juro". A estas alturas de la telenovela, medité si sería
conveniente llamar a seguridad... hasta que veo a cuatro de ellos persiguiendo
a un borracho que exigía que le dieran el alta, que se quería ir.
Me metí un rato en el baño, solo
para tener cinco minutos de paz. Cuando salgo, encuentro a la tarada robando
cosas de unos estantes, que vaya usted a saber por qué, estaban ahí, al alcance
de cualquiera. Me pregunta si quiero nolotiles, jeringas, vendas o algo. No,
no, muchas gracias. Obrigado. Al poco le da un ataque y se arranca la vía.
"Arrrrrghhhhhh... pero serás cacho cerd... mujer, cómo se te ocurre? Qué
daño!!!!!" La pava se golpea el brazo orgullosa. "Tranquila, tengo
venas muy fuertes". Y justo entonces le sale disparado un chorro de sangre
en plan fuentecilla. Yo empiezo a descojonarme de risa (los mismos nervios) y
la chiflada me pregunta, muy solícita, si quiero que me quite la vía a mí.
"Noooo, noooo, déjalo, mujer, no sea que me tengan que dar más medicación,
que parece que noto un dolorcillo aquí... deja, deja" (Si te acercas a mí
te arranco la cabeza, tía loca!)
La médica aparece y me explica
que el archivo con los resultados del cultivo no se carga ni a la de tres, que
van a seguir pegándose un rato con el ordenador a ver si hay suerte, y que si
no, me darán un antibiótico... empírico?? Juro que entendí eso. A saber.
Al rato aparece la de la cuchara.
Sí, sí, era cierto! La traía de recuerdo, en una bolsita de plástico. Yo no
daba crédito! "Pero, cómo narices hiciste pa tragarte una cuchara???"
"Me molestaban las gomas del aparato (ortodoncia), y para poder maniobrar
se me ocurrió la brillante idea de aplastarme la lengua con una cuchara. Y de
pronto tuve el reflejo de tragar saliva, y pa dentro se fue la jodía. Mi marido
me la quiso sacar, pero con los nervios se fue más pa dentro". Le pregunté
cómo coño conseguía respirar, pero estaba claro que algo había respirao, porque
llevaba allí desde las dos de la tarde y eran las once de la noche. Le sacaron
la cuchara con un gancho. Yo la enmarcaba.
Dos horas después de que la
médica me contara lo del ordenador, me dan el alta, sin haber podido abrir el
puñetero archivo de marras. Salgo huyendo. Cuando íbamos en el coche, suena mi
móvil. Número interminable. Cabueñes. "Oye, perdona, es que ha habido un
error. Nos acabamos de dar cuenta. Tu parte de urgencias es correcto, la
medicación que te hemos recetado también, pero nos hemos equivocado de
pegatinas. Tanto en el parte como en las recetas llevas la pegatina de otra
paciente. Si en la farmacia no te quieren dar la medicación, pásate por aquí a
solucionarlo". Anonadada, me fijo en mis papelotes. Efectivamente, de
repente me llamo Sonia María. La madre que... bueno, al menos no me han puesto
el nombre de la brasileira loca. Gerlandia. Lo juro por mis hijos.
Esta mañana me planto en la
farmacia, donde ya somos clientes VIP gracias al catarro eterno de los críos y
a mi fibromialgia (no voy a tener que comprarme un boli nunca más, ya nos los
regalan por kilos) y les cuento la milonga. La chica no las tiene todas
consigo, claro, no se lo reprocho. Mientras decide qué hacer, me pregunta así
por decir algo si es que había habido mucha gente en urgencias la pasada noche.
Le digo que no, que más bien poca, pero que había sido todo muy raro.
"Hazte a la idea, una pava se tragó una cuchara!!!" La muchacha abre
los ojos como platos y suelta un chillido. "Estabas tú allí???? Mi cuñada
curra en digestivo y cuando me lo contó no me lo quise creer!!!!!"
"Pues créetelo. Vi la cuchara". Me dieron la medicación. Juas. Resumen
del Trasto: "Nena, tú no puedes ir al médico y que sea todo normal, como
pal resto del mundo??" Bah. Quejica. Y lo que nos reímos???